Festival de Cine de Berlín; Un año más en el ostracismo

En una tendencia peligrosamente redundante, el Festival de Cine de Berlín, uno de los más prestigiosos del mundo (no en vano este año se cumplía su 60º edición), está cayendo en una palpable anodineidad, una cierta sensación de hastío que está conduciendo a su destierro de los medios de comunicación. Berlín ha perdido poder en detrimento de los festivales y premios americanos, incluso a favor de otros festivales europeos en los que las grandes estrellas hollywoodienses adornan sus alfombras rojas. En la presente edición, pocas han sido las estrellas que se han trasladado a la capital alemana para aparecer ante los flashes de las cámaras, fundamentalmente porque la sección oficial ofrecía pocas oportunidades para ello. Ejemplo claramente ilustrativo es la cinta elegida para poner el broche final al festival, la japonesa Otouto, que fue proyectada ante una sala semivacía. Curiosamente, el premiado con mayor relevancia internacional, el gran Roman Polanski, tampoco pudo estar en la gala de clausura debido al arresto domiciliario al que se ve sometido. Una lástima.
Entre lo más destacado, podemos citar la nueva película del mencionado Polanski, El escritor, protagonizada por Pierce Brosnan y el hiperactivo Ewan McGregor, en la que éste último tiene el cometido de redactar las memorias de un ex Primer Ministro británico con asuntos oscuros por destapar. Un thriller con tintes del gran maestro del suspense que fue galardonada con el Oso de Plata al mejor director. Igualmente destacables; la francesa Mammuth, interpretada por Gerard Depardieu, Greenberg, la última película de Ben Stiller, Shutter Island de Martin Scorsese, y la última vuelta de tuerca del prolífico y muy interesante director británico Michael Winterbottom, que en esta ocasión se atreve en El asesino dentro de mí a trasladar a la pantalla la violenta novela homónima del escritor norteamericano Jim Thompson.
Como gran triunfadora del certamen destaca el Oso de Oro para la turca Miel de Semith Kaplanoglu, que versa sobre la tierna relación entre padre e hijo que muchos críticos han visto similar a El espíritu de la colmena. El Gran Premio del Jurado fue destinado, por su parte, a la rumana Si quiero silbar, silbo de Florin Serban, lo que ratifica el auge de esta cinematografía puesta en el mapa con la apabullante 4 meses, 3 semanas, 2 días; mientras que los premios a la interpretación fueron repartidos entre Grigory Dobrygin por la rusa How I ended de summer (que también se hizo con el premio a la mejor fotografía) y la japonesa Shinobu Terajima por Caterpillar. El Oso de Plata al mejor Guión fue para la china Separados, Juntos.
Como conclusión a esta 60º edición del Festival de Cine de Berlín, debemos hacer referencia a cómo este certamen pierde el pulso ante ofertad más atractivas tanto dentro como fuera del continente europeo, lo que debe hacer recapacitar a sus organizadores que cómo alcanzar el equilibrio perfecto entre calidad y espectacularidad. Mientras tanto, se erige como una verdad insoslayable que, Berlín, permanece un año más en el ostracismo.

Crítica Los Abrazos Rotos; ¿De verdad es tan mala?

6/10
Porque a mí no me lo ha parecido. Tras conocer la opinión de tres compañeros, sinceros todos ellos en la ejecución de sus valoraciones, me decidí a visionar la nueva cinta que Pedro Almodóvar realizó el pasado año junto a Penélope Cruz y Lluis Homar. Las opiniones que estos muchachos me vertían eran del estilo de “aburrida, larga, cansina, con interpretaciones malas, pretenciosa, egocéntrica”. Es decir, Los Abrazos Rotos tenía todos los ingredientes para convertirse en uno de los bodrios del año. Para colmo, y antes de ver la cinta, abrí la crítica que Carlos Boyero le hizo en su día y que tantos sofocos le costó al manchego más universal. El crítico tumba por entero el nuevo proyecto almodovariano y lo deja más abajo de lo que mide un bote de betún.
No obstante decidí echar un último vistazo a una compilación de todos los premios que había juntado esta película y la verdad es que el palmarés no es nada desdeñable. Premios del Cine Europeo, Globos de Oro, premios BAFTA, nominaciones y galardones en un año en que Almodóvar se ha privado de más estatuillas ya que se le ha metido un tal Haneke de por medio con una cinta que, para colmo del colorista director manchego, está en blanco y negro. Con lo cual, La Cinta Blanca ha sido la verdadera culpable de que nuestra españolada de turno no se llevase los premios correspondientes a mejor película extranjera, hispana, europea, de habla no inglesa o como quieran llamarlo.
Pero vamos al lío, que me pierdo. Con estas premisas de película mala y ante las creencias de mis compañeros de que Los Abrazos Rotos no me iba a gustar, han de darse de bruces contra la siguiente crítica que voy a realizar. En primer lugar he de darles la razón en cuanto a la duración de la película. Es cierto que es demasiado larga. Hay escenas que tenían que haber sido cortadas incluso en la edición en DVD, especialmente ese final tan cutre que Carmen Machi nos regala junto a nuestra “amada” Pe. En segundo lugar, bien es cierto que, como dijo Boyero, la película es fría. De hecho, Los Abrazos Rotos tiene un guión que deja bastante que desear. Conociendo el ansia de cotillear y parlotear que posee Almodóvar en sus cintas, parece que en esta ocasión, quiso dejar en un segundo plano todo lo que tuviera que ver con el desarrollo emocional y personal de sus personajes. El manchego nos cuenta la historia de manera plana sin ahondar más en qué siente cada uno en qué momento. Y francamente, para la duración de dos horas que tiene, podía haberlo hecho mejor.
Esto nos lleva a la tercera premisa. El egocentrismo absoluto de Pedro. Un director de cine que, nada más comenzar la película, le ordena al montador que ponga el título de la cinta y “escrita y dirigida por Pedro Almodóvar”. Ya está. No vemos los nombres de los actores, ni siquiera el de su querido hermano Agustín hasta pasadas las dos horas de la película. Luego se extrañan de verlo aparecer estelarmente en la ceremonia de los Goya. No se extrañen, señores. Le gusta ser el centro de atención. Pero realmente y si nos paramos a pensar, ¿quién es el que suele hacer cine en este país con estilo propio y que puede mantenerse en lo más alto gracias a sus películas? Salvando al gran Amenábar, poca gente. Afortunadamente están saliendo alternativas al monopolio del manchego en el cine español. Es el caso de, por ejemplo, Bayona o Monzón. Porque dejemos atrás a los Gutierrez Aragón, Uribe, Bigas Luna, Aranda o Díaz Yánes. Yo te apoyo, Pedro, pero no te pases. Que todos sabemos que te gusta mucho una foto y que eres un “pelín” convenido.
Hay que alabar todos los puntos positivos que tenga Los Abrazos Rotos. El montaje es increíble, la dirección es magistral, los movimientos de cámara, la utilización de colores primarios que hacen que la fotografía sea uno de los puntos fuertes de la cinta y como olvidarnos de la banda sonora. Alberto Iglesias, músico habitual de Almodóvar, que teje una de las grandes partituras del año y por la que ha ganado un Goya en este año 2010. En cuanto al guión, pues gélido, helado, frío y bastante simple. Al margen, los homenajes cinematográficos a grandes obras de Hitchcock, Huston, a Marilyn o incluso un egocentrista homenaje a Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios.
En el aspecto artístico, hacer sobresalir a Lluis Homar, un actor muy decente con una gran experiencia sobre las tablas y en la pantalla grande así como Blanca Portillo y Tamar Novas o Ángela Molina, en un intenso papel pero muy dramático. Los demás, me sobráis todos. Desde Penélope Cruz, la cual me sigue pareciendo odiosa, hasta Rubén Ochandiano (chaval, podías haberlo hecho mejor) pasando por Carmen Machi (¿por qué Aída tuvo que ir a la cárcel?), Kira Miró (muy buenas tus razones para trabajar en la película, gracias a ellas ya sabemos lo que eres), Alejo Sauras (concéntrate en Mentiras y Gordas 2), Dani Martin (canta, que se te da mucho mejor), Rossy de Palma (esa gran e inexplicable belleza cubista) y no sigo por no cagarme a medio futuro del cine español. Todos estos “grandes” del cine son los que me crispan los nervios. La razón de que la película dure tanto es porque todos estos niñatillos se han dado de leches unos con otros para conseguir un papel en esta película y poder fardar de que han trabajado con Almodóvar. Todos dais asco. Es una lástima que esto sea así, pero es la realidad. Si eliminamos las escenas en las que aparece esta camada de figurines, sí, vosotros, a los que os he nombrado, nos queda una gran película de unos 90 minutos con la cual podríamos haber disfrutado más si cabe.
No obstante, y para ser un poco positivos y no faltar a la verdad, Los Abrazos Rotos resulta una interesante película para contemplar y dejarse llevar. Recomiendo no hacer caso de cualquier crítica que les hagan de ella. Sólo siéntense y juzguen ustedes mismos. Será la mejor manera de que la cinta les resulte patética, excelente, odiosa o simplemente hagan ustedes borrón y cuenta nueva.

Crítica ¿Qué fue de Baby Jane?; Extrema enemistad

9/10

Ya había visto esta película en los diferentes centros comerciales y superficies especializadas en cine. Pero siempre la había cogido quedándome a leer la frase principal con la que se vendió esta película:
"Hermana, ¿por qué hay sangre en tu pelo?"
Con esta inquietante premisa, no hay quien se resista a investigar dentro de las relaciones que se establecen entre Jane Hudson y Blanche Hudson, magistralmente interpretadas por Bette Davis y Joan Crawford, dos de las más grandes actrices que dio la primera época dorada del Cine. La cinta comienza en el momento de triunfo de Baby Jane, una pequeña actriz que actuaba en teatros y que se asemejaba bastante a la realidad de aquella niña prodigio que fue Shirley Temple. Su hermana, Blanche, siempre estuvo a la sombra de Jane y se limitó a esconderse tras las faldas de su madre mientras su padre llevaba a Jane a lo más alto. Pero la vida deparará destinos diversos para ambas mujeres. La una, llevada por la envidia hacia la otra, se queda inválida y postrada en una silla de ruedas para siempre. Jane tendrá que cuidar de su hermana y vivir de ella hasta descubrir, a medida que transcurre la historia, que el odio va in crescendo y nos irá atormentando junto a la desdichada protagonista en busca de un final inevitable que no dejará indiferente a nadie.
Lo verdaderamente interesante es ver el duelo interpretativo de gran altura que sostienen Bette Davis (Oscar por Jezabel y Peligrosa y nominada en ocho ocasiones más) y Joan Crawford (candidata en tres ocasiones al Oscar, galardón que se llevó por Alma en Sulpicio), las cuales eran enemigas mortales en la vida real. Tan enemigas eran que Bette Davis, al morir su querida "amiga" en 1977 victima de un cáncer dijo:
"Uno nunca debe decir cosas malas sobre los muertos, sólo se deben decir cosas buenas... Joan Crawford está muerta, ¡qué bien!"
Así de odiosa era la relación entre dos de las mejores actrices de aquella época. Y Robert Aldrich, director de la película, lo sabía bien. Por eso las unió, para sacar el máximo posible de esta enemistad para la película, que resultó ser todo un exitazo en la época. Aldrich quiso unirlas de nuevo para realizar otra película, pero fue completamente imposible. De esta película, solamente Davis y Victor Buono, que interpreta al pobre intérprete de piano que se atreve a entrar en la sombría mansión de las Hudson, estuvieron nominados a los Oscar como mejores actores.
Las anécdotas de la película son recogidas en multitud de libros y algunas de ellas son, por ejemplo, estas delicadezas:
- "Joan Crawford se ha acostado con todas las estrellas de la Metro excepto con la perra Lassie"
- En la escena de la pelea, Bette Davis golpeó de verdad a Crawford y ésta necesitó puntos de sutura en su cabeza. En la secuencia en que Davis tiene que arrastrar a su hermana, Joan Crawford se colocó pesas en los bolsillos para que su partenaire se dañara la espalda al agacharse para tirar de ella.
- Bette Davis no se quitó el maquillaje que llevaba en todo el tiempo que duró el rodaje. Con esto pretendía que se viera la locura que iba adquiriendo su personaje.
Todos estos son alicientes suficientes para encender el DVD, introducir el disco de esta película y deleitarse con dos actrices inigualables que mostraron su antipatía en la gran pantalla. Según los críticos de la época, no se volvió a ver un duelo interpretativo semejante hasta muchos años después.

Premios Bafta 2010; The Hurt Locker, vencedora

La pasada noche se entregaron los premios BAFTA, la auténtica antesala de los Oscar puesto que es la entrega de premios inmediatamente anterior a la entrega de los premios de Hollywood. Cuando todo el mundo estaba entregado a Avatar y sus falsas promesas de revolución, los británicos han puesto sus cartas sobre la mesa y han decidido premiar a una cinta con menos pretensiones y que a nuestro gusto, parece un tanto mediocre. Sin embargo, hemos de rendirnos ante la evidencia de que En Tierra Hostil parece poder ser la única película en hacerle frente al poder de la cinta de James Cameron, que se las prometía muy felices.
El palmarés ha sido generoso con la película de Kathryn Bigelow y se ha llevado 6 premios (mejor película, director, guión original, fotografía, montaje y sonido). Por el contrario, Avatar consiguió 2 premios referentes a diseño de producción y efectos visuales, por otro lado, más que justos.
Este año, los galardones estaban más o menos cantados. Up in the Air se llevó el premio al mejor guión adaptado. Christoph Waltz ha sido al mejor actor de reparto mientras que Mo´Nique ha sido la mejor actriz secundaria. La sorpresa tampoco la ha dado Colin Firth, profeta en su tierra, al ser el mejor actor del año gracias a Un Hombre Soltero. Carey Mulligan ha sido la mejor actriz principal por An Education, que veremos en España la semana que viene.
Dos premios más que han sido cantados han sido los de la película de Disney Pixar Up la cual se ha llevado los premios a la mejor película de animación y mejor banda sonora.
Por otro lado, el premio honorífico de la noche se lo llevó la gran actriz Vanessa Redgrave y el premio a la mejor actriz revelación ha sido para Kirsten Stewart, la protagonista de la saga de Crepúsculo.
Para más información, visita el link de la página oficial de los premios BAFTA: http://www.bafta.org/awards/film/film-awards-nominations,949,BA.html

Crítica Barry Lyndon; El museo de la pintura

8/10

1975. La innovación llega al cine. Unos métodos novedosos que pocas veces volverán a ser utilizados. Kubrick contacta con la NASA y ellos le dan la idea de usar en su nueva película. Pero, ¿qué es lo que distingue a estas cámaras de las convencionales? Pues las cámaras Zeiss son unas maravillas técnicas que disponen de unos objetivos tremendamente luminosos y que tratan el negativo de los rollos de una manera muy cuidadosa. Al positivar las imágenes, éstas dan como resultado unas escenas de una luminosidad impresionante que parecer retratar los mejores cuadros que podemos ver en cualquier museo que se precie. Y es que, si por algo es conocida esta película, es precisamente por los paisajes y escenas campestres las cuales parecen sacadas de cuadros de Rembrandt, Van Dyck o Caravaggio. El barroco reflejado en Barry Lyndon resume uno de los más preciosos legados cinematográficos de los que disponemos. Aunque, no obstante, las escenas más conseguidas de la película son aquellas en las que Kubrick utilizó sólo la luz de unas velas para alumbrar una estancia. La luz de estos objetos, combinada con los objetivos Zeiss de sus cámaras, hicieron que fueran las secuencias más bellas de la película. Si Kubrick hubiera utilizado cámaras convencionales, estas escenas habrían salido totalmente oscuras. De ahí el tremendo valor de Barry Lyndon como innovación.
Pero fuera de este aspecto técnico y justificando a todas aquellas personas que, unánimemente, piensan que es una obra menor dentro de la filmografía de Kubrick, hay que darles la razón cuando dicen que es una película con un guión bastante escaso. Se intenta reflejar la evolución que sufre el personaje de Redmond Barry, un muchacho nacido en una familia de clase trabajadora de Irlanda y su progreso hasta convertirse en un machista hombre adinerado que ha dado un braguetazo al casarse con la condesa de Lyndon. A pesar de que el libro en el que se basa la película es bastante largo y Kubrick pudo sacar más partido a sus páginas, el hecho es que se sacrifica a propósito el guión en detrimento de las maravillosas escenas anteriormente descritas.
Es de obligada referencia que la mayor parte del presupuesto se destinó a recrear escenarios de la época, el siglo XVII, especialmente el Castle Howard, impresionante construcción de la época que ha servido de escenario a películas como Retorno a Brideshead. La recreación de edificios, jardines, interiores, vestuario constituye la perfecta excusa que tuvo Kubrick para rodar, según sus intenciones, no una película sino un documental de la época. Y es que es lo que el director neoyorquino tenía en mente. Él no quería hacer una película sobre el siglo XVII al uso ya que sobre ese tema ya había demasiadas películas, algunas incluso mejores que Barry Lyndon. Lo que pretendía era reflejar la vida cotidiana de la gente de la época y construir un personaje con el que sentirnos identificados. En algunos momentos de la película llegamos a vernos envueltos en la intimidad de la familia Lyndon o incluso en las aventuras extramatrimoniales que Barry tiene noche sí, noche también.
Pero sin duda ninguna, por lo que esta película-documental ha pasado a la Historia es por el uso de la música en la película. Piezas clásicas y obras maestras de la música clásica se unen en Barry Lyndon para deleitar al espectador. Sarabande del maestro Friedrich Häendel, El Barbero de Sevilla de Giacomo Rossini, pequeñas piezas de Bach y Schubert amén de piezas de folklore irlandés interpretadas por la banda The Chieftains. Estas piezas musicales, sobre todo Sarabande, llegan al clímax de la cinta en la escena de la muerte del hijo de Lyndon. Es inevitable no soltar alguna lágrima mientras vemos el carro fúnebre y a los destrozados padres cuando suena de fondo esta magistral pieza de Häendel. También es utilizada por Kubrick en todos los momentos en los que aparece Redmond Barry llegando a llamarse en la posterior edición en CD de la banda sonora como "Barry Lyndon´s Theme". También en el final de la película, en los créditos finales, el director vuelve a usar Sarabande para trazar un montaje rítmico con todos los nombres de los participantes en la película.
En el aspecto artístico destaca la interpretación de Ryan O´Neal, un actor no demasiado destacable que solo vivía de su presencia en la pantalla. De hecho, el papel del imbécil Barry Lyndon le viene como anillo al dedo puesto que es un hombre que no posee demasiada capacidad de organización en su vida y que vive de las rentas. Tanto Marisa Berenson como Philip Stone o Leon Vitali tejen personaje absolutamente maravillosos. La amistad de Vitali con Kubrick fue tan intensa que a partir de Barry Lyndon, el director lo contrató de ayudante de dirección.
Nominada a 8 Oscar entre los que destacan Mejor película, director, guión adaptado, fotografía, dirección artística, banda sonora y vestuario, sólo consiguió ganar los cuatro últimos alzandose como una de las películas triunfadoras del año. En los Globos de Oro estuvo nominada a la mejor película y al mejor director. En los BAFTA estuvo nominada a la mejor película, director, dirección artística, fotografía y vestuario ganando solamente el galardón al mejor director para Stanley Kubrick.
Toda una proeza del cine en los años 70 que revolucionó el concepto de luminosidad en el cine. Nunca jamás volveremos a ver esta innovación y sentirla como lo que es: una auténtica obra de arte que incluye alguna de las escenas más espectaculares de la Historia del Cine. Porque no hace falta hacer películas sobre marcianos, naves espaciales, espadas láser y esas cosas para crear maravillas visuales.
Barry Lyndon es el ejemplo perfecto.

Crítica El Resplandor; Nicholson máximo

8/10

Una de las películas más pobres en cuanto a guión se refiere pero una más que notable película del género de terror que se ha hecho en los últimos treinta años. De hecho, podríamos decir que finalizó con una saga de cintas como El Exorcista o Carrie, una serie de terror setentero que marcó a toda una generación. No obstante, estamos ante un trabajo más que decente del director Stanley Kubrick.
Basada en la novela de Stephen King, no contó con el beneplácito de su autor en ningún momento al contrario de lo que pasó con Carrie, la cual tuvo a King como uno de los principales benefactores e incluso llegando a consultar de vez en cuando el estado del guión para ver como iba. Stephen King es uno de los autores más adaptados al cine y es completamente normal que tenga la necesidad de salvaguardar lo que ha escrito cuando se quiere adaptar a la gran pantalla.
Después del poco éxito que tuvo Barry Lyndon, Kubrick necesitaba un gran éxito para volver a estar al día. Se le presentaron una serie de libros y decidió escoger la novela El Resplandor. Stephen King había preparado un guión para la película en el cual el espectador se identificaba en el punto de vista del personaje principal cosa que al director le desagradó puesto que lo que realmente quería era mantener una distancia emocional entre las distintas partes. En El Resplandor, al igual que en otras obras de Kubrick, el centro de la película lo constituye una familia totalmente desestructurada aunque parezcan unidos y hagan comunión unos con otros.
Sin embargo, y a diferencia de otras películas, los líos de guión brillan por su ausencia y Kubrick convierte El Resplandor en una sencilla película en la que la premisa principal es: un escritor al que la inspiración le abandona se vuelve loco e intenta matar a su familia. No hay más.
Sin embargo veremos que el nivel de terror aumenta o disminuye a medida que transcurre el metraje. El protagonista, Jack Torrance, comienza a sentir como el hotel que está guardando empieza a ser fuente de su locura. Y es que a través del conocimiento de la existencia de sucesos extraordinarios dentro del hotel, los espíritus de las personas que los cometieron comienzan a poseerle y a ordenar sobre él. De esta forma, Torrance acaba siendo víctima del hotel y quiere convertir a su familia en sus propias víctimas. En segundo lugar está Danny, el hijo de Jack, el cual ve durante toda la película una serie de apariciones y va descubriendo que el hotel tiene poderes sobrenaturales. Además, él mismo también es poseedor de un extraño poder que comparte con el viejo encargado de la cocina con el cual se comunica cuando hay algún peligro. Por último, Wendy, la esposa de Torrance, es la última en enterarse de todo. Ella es la que se preocupa por la comida, por la casa, por su familia y desata su locura cuando su marido intenta asesinarlos.
A pesar de vivir los tres miembros de la familia juntos, es una unión simulada. Es pura fachada. Torrance, en ningún momento, le confiesa a su hijo algo que es base para entender las visiones de Danny: él también tuvo esos poderes que ahora atormentan al niño. No hay comunicación entre ellos. Las respuestas se limitan a sí o no.
Si hacemos mención al apartado técnico, Kubrick nos despliega de nuevo sus poderes con la cámara haciendonos ir detrás de un triciclo en el que se ha convertido en uno de los travelling más famosos de la Historia del Cine. Además, la escena en la que Jack persigue a su hijo a través del laberinto fue rodada con una SteadyCam, un sistema novedoso en la época que permitía más libertad de movimiento tanto para la cámara como para el operador. Ya no había que estar atado a la silla para rodar una escena.
Pero sin duda ninguna lo que realmente merece un lugar en esta crítica es el apartado artístico. Como Jack Nicholson puede ser tan retorcidamente paranoico y salir indemne o como Shelley Duvall puede tener la fuerza necesaria para enfrentarse a Nicholson. Y en medio un niño al que poco volvimos a ver en el cine y que actualmente se dedica a enseñar a los propios críos para hacer una película. Por el contrario, Duvall ha tenido una carrera dilatada aunque sus proyectos no pasan de mediocres y fundamentalmente ahora, producto televisivo para las sobremesas. Jack Nicholson, el gran acierto de la elección de casting y que a mi particularmente es un actor que me gusta bastante. Su histrionismo hizo que su papel en El Resplandor fuese tan sumamente excelente que el peso de la película caía sobre él, algo de lo que salió muy reforzado. Y es que ¿quién no se acuerda de la escena del hacha cuando Nicholson intenta matar a su mujer y pone su cara en la puerta diciendo "Aquí esta Jack"? Son escenas que uno va guardando en su memoria y que confeccionan una red de escenas que proporcionan grandes momentos de satisfacción a todos los que nos gusta el cine.
Aunque parezca sorprendente, Kubrick era de esos directores que se ocupaba personalmente del doblaje de sus películas a los idiomas en los que fuera a comercializarse. En España escogió al director Carlos Saura como encargado del doblaje y a Verónica Forqué para doblar a Shelley Duvall, una decisión para muchos errónea que ha convertido a este doblaje en uno de los más pésimos de la Historia del Cine.
Sin embargo, lo que a todos nos gustaría saber es que pasó realmente con Jack Torrance. ¿Por qué aparece en el cuadro de la escena del final en el año 1927? Es un debate abierto y las teorías son muchas. Aquí es donde yo les animo a todos a ver la película y que busquen su propia teoría, que realmente merece la pena. Es una película intensa, pero por favor, activen el audio en inglés y se librarán de escuchar una desagradable "voz de pito" que afea considerablemente la película. Si lo hacen y encuentran su teoría, compartanla con nosotros. Estaremos encantados.
Y por favor, si alguna vez tienen ocasión de ver el contrapunto que tejió Matt Groening en un episodio de Halloween de Los Simpsons, no se lo pierdan. No tiene precio. El nombre: El Resplandior.

[Retrospectiva Stanley Kubrick] La chaqueta metálica


Y siguiendo con el monográfico a Kubrick, yo me hago la siguiente pregunta: ¿quién no ha oído hablar siquiera de esta película? ¿Quién no ha visto el casco que aparecía en la portada con ese mensaje que rezaba "Nacido para matar" bajo el símbolo de la paz? No estamos hablando de una película de guerra al uso. Ni siquiera de una más dentro de la extensa filmografía bélica de nuestra larga historia del Cine. Estamos hablando de una cinta que se quedó totalmente oculta por el estreno de Platoon, una película que Oliver Stone rodó en el mismo año y que le arrebató la mayor parte de los premios a la obra que ahora nos ocupa.
Basada en un libro de Gustav Harford, The Short Timers, en la cual el autor narra sus experiencias durante su proceso preparatorio para ser Marine de los Estados Unidos y a la par, ser moldeado para acudir como un soldado más a la guerra de Vietnam. La única parte común entre el libro y la película es el principio. Quizás la parte más recordada es precisamente ésta en la que el sargento Hartman (Lee R. Ermey, un ex-militar reconvertido a actor) instruye, por llamarlo de alguna manera, a sus pupilos durante unos apasionantes minutos en los que la moral y la integridad de cada uno de los reclutas queda más que en entredicho. Resulta tremendamente impactante ver esta escena mientras Kubrick nos deleita con uno de sus travelling inversos, marca de la casa. Llega a resultar tan impactante que hasta nuestra propia dignidad parece ser atacada cuando el sargento se ensaña con cada uno de los que osan hacer algo que va en contra de sus dictámenes. Efectivamente aquí, en esta misma escena, podríamos estar todos incluídos.
La primera vez que ves esta película es inevitable reirse ante tanto improperio, pero después de dar carcajadas, hemos de pararnos a reflexionar en que este posiblemente sea uno de los orígenes de los males del Ejército americano en Vietnam, el desencadenante de la locura que llevó a medio U.S. Army a los manicomios y hospitales de medio Estados Unidos. La gran baza de esta escena es, sin duda alguna, Lee Ermey, un militar que fue instructor de Marines y que fue herido por metralla de un cohete en la espalda y un brazo. Al terminar su recuperación, compró un burdel en Okinawa con su pensión y decidió abrir un bar. La anécdota de cómo llegó a este papel resulta, cuanto menos, curiosa. Y es que Ermey consiguió un pequeño papel en Apocalypse Now de Francis Ford Coppola a raíz de un programa de integración de soldados cuando vivía en Manila (Filipinas), donde Coppola pasó mil y una vicisitudes para llevar a cabo su imponente proyecto. Ermey, al pasar algunos años, entró en el casting de La Chaqueta Metálica con las miras puestas en el papel del instructor. Al verlo Kubrick le dijo que no era demasiado sádico para el papel. Fue entonces cuando Ermey reunió a los demás aspirantes al papel y comenzó a humillarlos y a insultarlos durante todo un cuarto de hora. Para más inri, los actores de la película y Ermey se conocieron el primer día de rodaje, en la escena de la instrucción. Kubrick lo que quería era conseguir el máximo realismo en las reacciones de sus actores.
A medida que va transcurriendo la película, vemos la progresión de todos los personajes, especialmente la del recluta Patoso (Vincent D´Onofrio) el cual acaba, llevado por la locura, con una solución más que drástica. Anteriormente, y como antecedente, la sesión de insultos sigue hasta extenuar a todos los reclutas. Algunos personajes van tomando cuerpo. Tal es el caso del recluta Bufón (Matthew Modine) o de Rompetechos, los cuales acabarán formando parte de un cuerpo de Prensa y Fotografía escribiendo para una revista norteamericana llamada Barras y Estrellas.
Aquí comienza la segunda parte de la película. En la que el conflicto se desata de una manera atroz y donde contemplamos los horrores de la guerra impávidos ante tanto dolor, sangre y destrucción. Sin embargo, los dos reclutas anteriormente mencionados no osan levantar sus armas y deciden ser meros observadores. El proceso de deshumanización que les llevó a aquella guerra les colocó encima una "chaqueta metálica", eran armas destinadas a acabar con cualquier ser vivo de ojos rasgados. La tercera parte de la película es la auténtica sesión importante de la película. Es el momento en que aquel soldado que lleva en su casco una dicotomía tal que daña a la vista ("Born To Kill" encima del símbolo de la paz) toma la decisión de matar por primera vez en toda la película. Sin embargo no es un asesinato gratuito. Su polaridad como soldado se refleja en que mata a la francotiradora que intenta acabar con sus vidas en un acto de compasión. Es necesario que no sufra ni que vea más horrores. Es necesario matar para acabar con la guerra. Como decía un sabio romano: "Si vis pacem, para bellum", es decir "Si quieres paz, prepárate para la guerra". De esta forma, los reclutas se convierten en asesinos. Su intención era la mejor de todas, pero si matas a alguien el simple acto de hacerlo ya te convierte en asesino. Mientras todos los demás soldados se volvían locos, el recluta Bufón intenta mantenerse cuerdo de algún modo hasta que se cumple su destino.
Pero ¿qué es lo que hace diferente a esta película de las demás que se han hecho sobre Vietnam? Pues que mientras la sensación de las demás hacia la guerra es de horror y queda claro un mensaje de denuncia hacia las administraciones que introdujeron al país en semejante despropósito, La Chaqueta Metálica emite un punto de vista mucho más objetivo y simplemente retrata a unos personajes dentro de un conflicto a la vez que vemos sus dispares evoluciones. Al final el espectador queda con una sensación de desconcierto ante la brutalidad de las escenas vistas.

[Retrospectiva Kubrick] Eyes Wide Shut

9/10

Hay quien todavía se atreve a pronunciarse para describir esta película, la última del director al que dedicamos esta retrospectiva, como una cinta de corte pornográficao. Y no es porque no sea verdad que la película tiene alguna escena que otra subida de tono.
Cuando vi por primera vez Eyes Wide Shut estaba en mi más tierna adolescencia. Cuando acabó la película, me quedé igual que cuando había empezado. No tenía ni idea de qué era lo que había visto. Lo único que me sonaba de Kubrick era un cartel (por aquel entonces ya me llamó la atención) de La Naranja Mecánica que había visto en un libro que me regalaron, hacía ya algunos años
La recuperé en el momento en que comenzó a picarme el mosquito del cine y cuando el primer autor al que intenté estudiar a fondo fue precisamente a Stanley Kubrick. Antes de atreverme a ver cualquiera de sus obras, volví a visionar Eyes Wide Shut. Entendí algo aunque de nuevo me perdía en el laberinto de ideas que transmite este film.
De nuevo, la volví a ver e incluso la adquirí en edición especial por un precio realmente excelente y volví a las andadas. Y de nuevo me perdía. Aunque ya empecé a hacer mis esquemas. Vamos a trazar, para entender esta película, una serie de pautas. En primer lugar hemos de hacer referencia al planteamiento de la primera parte de la película en la que el Dr. Harford (interpretado por Tom Cruise) tiene que enfrentarse a la forma que tiene de plantear su matrimonio con su bella esposa (interpretada por su entonces esposa Nicole Kidman en un arriesgadísimo pero excelente papel). Para Bill Harford, su matrimonio es algo rutinario y que carece de interés absoluto. Es solo una forma de pasar la vida, incluso llegando a tener una hija. En segundo lugar, es necesario ubicar al Dr. Harford en una situación de crisis cuando su mujer le confiesa un oscuro deseo que tuvo con un miembro de la U.S. Navy y que a punto estuvo de acabar con su matrimonio. En este momento, que en la película se refleja cuando Cruise y Kidman tienen un momento íntimo en el cual, mientras consumen marihuana, se hablan el uno al otro como nunca antes lo hicieron. Harford sale a la calle tras recibir una llamada en la que un paciente ha muerto y tiene que ir a ver a su esposa para acompañarla en el sentimiento. En ese momento, comienza a pensar en como su mujer tuvo ese sueño con aquel miembro del Ejército americano y se ofusca en recrear en su imaginación el cómo y el cuando de aquel instante. Eso le obliga a intentar remediar la situación y buscar el deseo sexual fuera del matrimonio. Esa misma noche conoce a una prostituta que le ayuda a intentar conseguir sus objetivos.
La historia avanza de tal modo que el personaje de Cruise se adentra en una espiral de orgías y ceremonias ocultas en las cuales todo el mundo parece conocerse pero no le vemos la cara a nadie. A medida que vas viendo la película, comienzas a identificar a cada uno de los personajes. No desvelaré en esta crítica las identidades puesto que lo que pretendo es que los que leeis este texto veáis por vosotros mismos todo lo que os estoy ayudando a descifrar. La situación se complica de tal manera que se confunde sexo y deseo con muerte y autodestrucción llevando a nuestro protagonista a confesarle sus más ocultos secretos a su mujer. Es entonces cuando obtenemos la última premisa: el matrimonio no es más que un contrato...... Lo demás es interesante averiguarlo por uno mismo.
¿Cuál es la conclusión a la que llegamos con todo lo anteriormente resumido? Pues la verdad es que nos ponemos delante de una de las películas más incomprendidas de Kubrick. En esta película todos tienen algo que esconder, jugamos al escondite, al juego de las máscaras. Porque nada es lo que parece y todos usamos dobles juegos para escondernos de nuestros verdaderos objetivos. Somos pura hipocresía y no somos sinceros. Ni siquiera en nuestros matrimonios. Algo realmente triste.

Ciclo - Retrospectiva - Homenaje a Stanley Kubrick

A partir de este momento comienza un ciclo en el que vamos a ir deteniendonos en la filmografía de uno de los directores más brillantes de la Historia del Cine. Alguien que hizo solo 13 películas pero que enseñó a todas las escuelas de cine del mundo nuevos métodos y teorías del Séptimo Arte. Hablamos de Stanley Kubrick, un genial director, productor y guionista que nos dejó en 1999 y al que ahora rescatamos 11 años después de su fallecimiento.
No voy a contar la vida de Kubrick puesto que para eso ya existen decenas de libros en todas las librerías de medio mundo. Aquí, lo que se propone es, desde el punto de vista que en este blog tenemos de enfocar las películas, indagar en todas y cada una de esas 12 películas que han sido elevadas, unas más y otras menos, a los altares de la Historia del Cine. Para ir abriendo boca, estas son las películas que vamos a descubrir: Eyes Wide Shut, La Chaqueta Metálica, El Resplandor, Barry Lyndon, La Naranja Mecánica, 2001: Una Odisea del Espacio, Teléfono Rojo: ¿Volamos hacia Moscú?, Lolita, Espartaco, Senderos de Gloria, Atraco Perfecto y El Beso del Asesino.
12 son sus películas principales. Todas dignas de estudio. Porque Kubrick no es solo un director sino todo un manual de cinematografía. Y ahora, en estos tiempos que corren en los que se está abandonando las formas tradicionales de hacer cine en favor de los ordenadores, es cuando debemos hacer mención y recordar a esas personas que, con medios tradicionales y trabajo duro, lograron hacer auténticas bellezas cinematográficas.

Sonría.
Stanley Kubrick (1928-1999)

[Crítica] Precious

5/10

Clarrece Precious Jones es una chica negra, obesa y semi-alfabeta que vive en el Harlem con una madre que la maltrata psicológica y físicamente, mientras que su padre, quien no aparece en toda la película, la viola desde los tres años. Ahora, con 16 años, se encuentra embarazada de su segundo hijo, ambos de su progenitor. Ante un argumento tan apabullantemente dramático poco hacía presagiar el éxito rotundo que esta cinta ha cosechado en diferentes festivales internacionales como Sundance y Berlín, los Globos de Oro y en las nominaciones a los Oscar, gala en la que parte con seis nominaciones en las categorías más importantes.
La historia de Precious ha calado en crítica y público de forma evidente por ofrecer un desgarrado relato de superación personal y sacrificio de esos que suscitan la lágrima y engrandecen el ánimo. No obstante, Precious no deja de ser eso, una película sobre una chica negra que lo pasa realmente mal y que sale adelante con el apoyo de una profesora comprometida. No nos encontramos ante lo mejor del año, ni siquiera ante una obra de calidad superior a la que podemos encontrar en la sobremesa televisiva de los fines de semana.
Por otro lado, Lee Daniels, su director, ha optado por paliar el drama con escisiones ensoñadoras de su protagonista a través de un montaje chapucero e incluso irritante que rompe constantemente con el tono general de la película y que fructifica en una banalización de la historia de la chica. Ésta es llevada a la pantalla por la actriz amateur Gabourey Sidibe quien sobresale de forma particular por la sinceridad de su interpretación y la ternura que transmite. Sin embargo, ha sido Mo´nique, la despótica y cruel madre de Precious, la que se ha colmado de premios y reconocimientos (entre ellos el Globo de Oro y un más que posible Oscar a la mejor actriz de reparto), confirmando la tradicional regla que prescribe la necesidad de dar vida a personajes perturbados, deformes o definitivamente violentos para atraer las miradas de todos. Completan el reparto una deliciosa Paula Patton y los cantantes Mariah Carey y Lenny Kravitz.
Como conclusión podríamos decir que Precious cumple como película de "superación", de esas que gustan tanto a los americanos, pero sucumbe ante el ensañamiento excesivo que Lee Daniels infringe sobre su protagonista. Precious ha llegado hasta aquí por lo que representa: una vida de sufrimiento y valentía de una chica afroamericana en una época de especial interés hacia este sector de la sociedad norteamericana; y no por lo que es, una película que se deja ver pero que no llega.

La carrera hacia los Oscar: Nominaciones de la Academia

Como cada año, las nominaciones a los premios de la Academia de Cine Estadounidense abren una intensa carrera comercial que implica mayoritariamente a las películas incluidas en la categoría de Mejor Película. Este fenómeno, que pragmáticamente significa el dorado adorno de los carteles de las mismas con estatuillas ficticias y números de considerable tamaño, se ha visto acentuado aún más si cabe este año con la interesada decisión de aumentar el número de cintas nominadas a diez en la categoría de mayo nivel y expectación; la mejor película del año. Entendida como una hábil estrategia comercial que impulsará en la medida de lo posible la proyección de cintas menores incapaces de competir con las grandes, los Oscar aumentan su oferta en busca de una demanda que se resiste en la época de los piratas (aunque realmente me guste más hablar de la época de los incompetentes sin ideas que hacen siempre la misma basura).

Con todo esto, en esta edición, junto a las favoritas que arrastran una importante senda de éxitos como Avatar, Up in the Air, En Tierra Hostil o Malditos Bastardos, se han colado en las quinielas películas que podríamos catalogar de menores y que parten con cierta desventaja respecto a las demás; la australiana Distrito 9, toda una sorpresa con cuatro candidaturas, An Education del director danés Lone Scherfig (Italiano para principiantes, Wilbur se quiere suicidar) y protagonizada por la muy en boga Carey Mulligan, la última de los Coen, Un tipo serio, que ha pasado por la taquilla sin hacer apenas ruido; The Blind Side el gran éxito comercial americano con Sandra Bullock como estrella que amenaza con hacerse con una estatuilla (y lo de amenaza va en serio); y la gran sorpresa del año Precious, que con seis nominaciones se coloca en lo alto del podio, aunque su argumento, de entrada, no sugiera una gran acogida. Finalmente, Up la última genialidad de los estudios Pixar duplica sus opciones al ser incluida también en la categoría de Mejor Película de Animación.

En el apartado de directores, pocas novedades respecto a lo anteriormente dicho; podremos disfrutar con un curioso enfrentamiento entre James Cameron y su ex mujer Kathryn Bigelow, al que se sumarán el joven y apabullante Jason Reitman, Lee Daniels y Quentin Tarantino, que no se veía en estas circunstancias desde Pulp Fiction.

Entre los actores encontramos agradables sorpresas, como la Morgan Freeman, quien encarna magistralmente a Nelson Mandela en la olvidada Invictus, o Colin Firth, acostumbrado a interpretar a almibarados personajes y ahora en un rol de mayor calado dramático en Un hombre soltero. Sorpresa menos agradable sin embargo es la de Jeremy Renner, cuya interpretación no merece tal distinción. Como favoritos, el camaleónico Jeff Bridges por Crazy Heart, y el eterno galán George Clooney, por su excelente papel de hombre perdido en los cielos. En el apartado femenino, más allá de la tradicional distinción a Meryl Streep (en esta ocasión incomprensible por lo irritante de su interpretación en Julie and Julia), destaca Sandra Bullock, favorita en las quinielas, la veterana Helen Mirren, la antes mencionada Carey Mulligan, y la chica del Harlem amateur Gabourey Sidibe.

En los roles secundarios, el inconmensurable Christopher Waltz tiene la estatuilla bajo el brazo por la magnífica construcción de su personaje de general nazi en Malditos Bastardos. Poco pueden hacer Woody Harrelson, Matt Damon, Stanley Tucci y Christopher Plummer, sin desmerecer sus notables trabajos. Por otro lado, Penélope Cruz, asidua ya al certamen, tendrá una dura competencia en Mo’nique, así como en la brillante dupla femenina de Up in the Air, compuesta por la sensual Vera Farmiga y la marisabidilla Anna Kendrick.

En el resto de categorías, más allá de las candidaturas técnicas en las que arrasará previsiblemente Avatar, destacamos la interesante lucha que se producirá por el Oscar a la Mejor Película de Habla no Inglesa, en la que la excelente La Cinta Blanca de Haneke tendrá que competir con dos cintas latinas, El Secreto de sus Ojos y La teta asustada, con la francesa y excesivamente aclamada Un Profeta, y la israelí Ajami.

Es complicado hacer pronósticos de unos premios empeñados en rebajar año tras año su calidad y en maltratar a aquellos autores que arriesgan en sus proyectos y van más allá de los clásicos clichés de la Academia. Aparentemente, en esta edición la taquilla puede hacerle un grato favor a James Cameron y repetir un hito similar al que ya alcanzó con Titanic, o, por el contrario, encumbrar la cinta sobre la guerra de Irak de Bigelow que, si bien muestra el horror desde lo particular, ofrece pocas respuestas o motivos de reflexión. Desde aquí esperamos sinceramente que venzan las propuestas que vienen desde el cielo, tanto la de animación, como la de Clooney y compañía. En su defecto, no veríamos con malos ojos un premio a la desternillante, sádica y, en ciertos momentos, genial Malditos Bastardos. Apuesten, quedan 26 días.

Crítica Invictus; Elogio a un héroe


7/10

Posiblemente uno de los elementos que más caracterizan al cine de Clint Eastwood es su efectividad para narrar historias que suscitan reacciones en su público, ya sea emoción y alegría como en Invictus, o el desasosiego y desesperanza que emanaban Mystic River o Million Dollar Baby. Ni siquiera es imprescindible que aquello que se nos presenta en la pantalla tenga una entidad discursiva imponente, véase el caso de la magistral Gran Torino. Todo lo contrario, Eastwood se hace grande en el detalle, en la nimiedad, en lo anecdótico, desde lo que parte para construir una obra de mayor calado por las estrategias cinematográficas que el viejo director aplica producto de su experiencia y sabiduría.

En Invictus, Eastwood no realiza una almibarada y compleja biografía de Nelsón Mandela, algo para lo que indudablemente poseía material, teniendo presente la enorme y compleja personalidad del ex Presidente sudafricano y sus logros manifiestos en el terreno político. Por el contrario, la película se centra en uno de esos éxitos de Mandela que pocos historiadores y analistas se esforzarían en reseñar por su aparente superficialidad; el Campeonato del Mundo de Rugby de 1994. Muy alejado de los grandes temas políticos, tanto internos como internacionales, Eastwood se mueve con gran habilidad en la interpretación de las acciones de Mandela referentes al equipo de los Springboks, símbolo del Apartheid, y en su intento por refundir el espíritu de su país, dividido tras años de enfrentamiento étnico, en torno al mismo. Como base primordial, el libro de John Carlin, periodista deportivo que cubrió el acontecimiento y que en El Factor Humano lo dota de significación política. Del mismo inferimos la enorme capacidad de persuasión de las masas que detentaba Mandela, todo un fenómeno que podría ser comparado, en la actualidad, con el propio Obama.

Otra de las bases de Invictus es Morgan Freeman. El veterano actor, legitimado por una extensa carrera con papeles puntuales de honda significación (no podemos olvidar su rol de boxeador fracasado en Million Dólar Baby o el de presidiario en Cadena Perpetua), se reencarna en la figura de Mandela, se sumerge en su personalidad, hace suyo sus movimientos e incluso aporta una amplia gama de matices para realizar una interpretación perfecta. Como escudero perfecto Matt Damon suma (otra más) una interpretación eficaz y completa para una de las carreras cinematográficas más interesantes del momento. En Invictus encarna a Francois Pienaar, capitán de la selección sudafricana y nexo de unión con el Presidente, del que se llega a contagiar de su espíritu y fuerza moral.

Eastwood da sentido a sus planos a través de situaciones particulares, conduce la película de forma apacible, sin grandes pretensiones pero con suma profesionalidad, hasta alcanzar un excitante clímax en la final del Campeonato, con una cámara agresiva y dinámica que consigue la empatía del público ante la bravura de los participantes. Un final feliz reflejo de la propia historia.

Eastwood se tendrá que conformar este año con las dos nominaciones (previsiblemente sin premio) para sus actores en los Oscar, tras ser obviado por la academia en la categoría de Mejor Película y Mejor Guión, algo parecido a lo que le ocurrió el año pasado con Gran Torino, posiblemente la mejor película de 2009 aclamada por público y crítica y que sin embargo ni siquiera fue atendida por los críticos norteamericanos. Sinceramente esperamos que Eastwood continúe haciendo películas, con la única pretensión de narrar una historia con principio y fin que, no obstante, nos haga removernos del asiento y plantearnos preguntas. El eterno cowboy sigue vivo, y en buena forma.