[SEFF´12] Amor


9/10

[SEFF´12] Michael Haneke tiene la cualidad de hacernos temblar en la sala de cine. Sus películas dan auténtico miedo, sientan y hielan al espectador. Un miedo frío, que se introduce lentamente en el cuerpo y deposita unas sensaciones indescriptibles que duran incluso después de haber salido de la sala de cine. El cineasta alemán ha dado con la tecla en su última obra maestra, Amor. Con dos interpretaciones realmente sublimes orquestadas por el gran Jean-Louis Trintignant y por una sobresaliente Emmanuelle Riva, Haneke crea su mundo de tensión en un piso parisino donde reside una pareja de ancianos. Un inesperado suceso cambiará la vida de ambos y también la del espectador. Tras ver Amor, quedaremos convencidos de que estamos a merced de la crueldad de la vida. Una crueldad que se torna caprichosa y ante la que deberemos responder consecuentemente.
El espacio no es un obstáculo para Haneke, quien coge su cámara y diseña unos espacios íntimos, acogedores, llenos de calor humano y con recuerdos de épocas pasadas en algunas secuencias maravillosas. El paso del tiempo se consigue en los diferentes elementos decorativos y los protagonistas guardan frases de oro que quedarán grabadas en la memoria del espectador.
Amor es una historia de amor, una tremenda historia romántica. Pero es el peor de los dramas que veremos jamás. Aquí hay un final muy diferente a lo que estamos acostumbrados. No hay ninguna escena que sobre, ni tan siquiera ninguna que falte. Un guión sólido acompaña a una trama en la que los sentimientos de una pareja se ponen de manifiesto. Trintignant y Riva ejecutan unos papeles ampliamente complejos a los que suman un sinfín de matices que se clavan en la mirada del espectador. Tras ver Amor, sólo quedan ganas de salir de a la calle y reposar lo que se ha contemplado durante algo más de dos horas. La sensación de que la vida puede irse en cualquier instante permanece pero Haneke nos muestra que el amor puede hacernos realizar cosas impensables con tal de terminar con el sufrimiento propio. Y el ajeno. Michael Haneke volvió a ganar la Palma de Oro en Cannes por esta obra maestra, lo mejor del Sevilla Festival de Cine Europeo hasta el momento y una de las películas clave de cara a la temporada de premios que llega en las próximas semanas, entre ellos los de la European Film Academy anunciados este fin de semana en Sevilla.
El cineasta no adorna su mensaje sino que lo simplifica de tal modo que llega a resultar terrorífico. Aquí no hay medias tintas ni dobles raseros sino una muestra de cómo un cineasta de prestigio con una larga trayectoria en un tipo de cine muy concreto es capar de mantener sus principios y dejar abrumado a un espectador que se queda clavado en el asiento contemplando un final anunciado.

[SEFF´12] César debe morir


7,2/10

[SEFF´12] Shakespeare vuelve al teatro. Julio César regresa a la escena. En Rebibbia, una prisión italiana, una serie de reclusos se preparan para dar voz y vida a los personajes que retrató en sus páginas el dramaturgo inglés y cuyos actos pasaron a la Historia de la Literatura universal. César debe morir es una película acerca de la libertad encerrada, de la confrontación de dos sentimientos aparentemente opuestos. El Sevilla Festival de Cine Europeo nos ha dado la oportunidad de asistir en el Teatro Lope de Vega a la proyección de una de las películas más destacadas del cine italiano del último año. Los hermanos Taviani, quienes ya visitaron el certamen hispalense con El destino de Nunik, se superan en la concepción de su última obra. Recuperando el estilo que legó Shakespeare, este pseudo-documental, o docuficción, inserta la cámara en los ensayos de un grupo de presos que preparan a conciencia su representación del César del inmortal dramaturgo.
Cada uno de ellos llega al casting y debe leer una línea de texto en diferentes estados de ánimo. De ahí saldrá el encargado de representar a Casio, Bruto, César, Antonio o Casca, personajes clave en la representación final de la obra. Pese a carecer de mayor profundidad en el aspecto psicológico de cada uno de los presos, los Taviani se limitan a plasmar la libertad que tiene cada reo a la hora de concebir sus movimientos, sus gestos, su manera de actuar ante el gran público. Y eso, precisamente, es lo que configura la magia de la película.
Con diferentes tipos de fotografía para cada uno de los momentos temporales en los que la cinta transcurre, el espectador va identificando de pleno a cada preso con su papel. Todo se vuelve teatro. Cuando nos queremos dar cuenta, ya no sabemos sí estamos asistiendo a los ensayos o si ya estamos de lleno en la representación definitiva. Los directores resucitan a Shakespeare y redimen a sus actores. Este drama pretende confiar la salvación de los condenados al uso de la cultura. Uno de esos presos llega a pronunciar una de las frases más hermosas escuchadas en este Sevilla Festival de Cine Europeo: “Desde que descubrí el arte, esta celda se ha convertido en una prisión para mí”. Estas sencillas palabras resumen la sensación de libertad contenida de la que gozan aquellos que cometieron errores, presumiblemente muy graves, en el pasado y buscan una segunda oportunidad para volver a sentirse personas y seres capaces de llevar a cabo algo tan real y virtuoso como es la representación de una de las mayores obras jamás escritas en el teatro. Oso de Oro en Berlín, Selección EFA en nuestro certamen, 5 premios David Di Donatello y 4 nominaciones a los Premios del Cine Europeo. Son las credenciales para disfrutar de una película tan insólita como hermosa, tan veraz como sincera.

Crítica Skyfall; Volviendo a los orígenes

6,8/10

James Bond regresa con fuerza tras la debacle de Metro Goldwyn Mayer y el desastre que supuso Quantum of Solace. Bajo la dirección de Sam Mendes y con la batuta musical de Thomas Newman, el agente secreto más famoso del mundo regresa a sus orígenes más primigenios en una cinta que, aunque adolece del arranque y carisma de Casino Royale, está a la altura de las expectativas creadas para esta vigesimotercera aventura de Bond.
Y es que la primera de las películas en las que Daniel Craig interpretó al agente 007 ha sido muy difícil de superar. Pese a la gran interpretación de Javier Bardem como uno de los villanos más retorcidos de la saga, Skyfall no es más que un mero entretenimiento alejado de los códigos que hicieron a Bond un personaje mítico en la Historia del Cine. Sam Mendes no es ajeno a las ansias de renovación del protagonista y otorga al espectador la posibilidad de regresar al pretérito, un pasado en el que recordaremos pedazos de otras entregas de la saga.
Los incondicionales de James Bond no quedaremos plenamente satisfechos con Skyfall a excepción del mencionado Bardem, la excelsa banda sonora y una secuencia de títulos de crédito que unen las creaciones visuales del gran Daniel Kleinman con la intensa voz de Adele. Pese al intento de Mendes de reflotar la saga, y aunque ya hemos afirmado que lo consigue con creces, inunda a los espectadores más apasionados del personaje una sensación de que todo está en pleno cambio sin querer afirmarlo. La última media hora de Skyfall representa una vuelta a los orígenes en medio de una revolución cinematográfica de un personaje afectado por la influencia del psicoanálisis del héroe de ciertos directores norteamericanos y una saga que, con Matt Damon a la cabeza, terminó por cambiar los códigos del cine de acción.
Bourne no es Bond. Ni tan siquiera se le parece. Sin embargo, el peso de las tramas va cayendo conforme avanzan los metrajes. Skyfall posee todo lo bueno que podría tener una película de Bond pero adolece de ciertos vacíos de guión que son realmente considerables. Por lo demás, el despliegue de explosiones, disparos y acción queda de manifiesto. Los constantes guiños al fan de 007 y sus películas no pararán de llenar la gran pantalla. Sam Mendes sabe que un personaje con cincuenta años de historia no puede cambiar en dos horas y media. Y su esfuerzo es de debido reconocimiento. Sin embargo, hay que buscar nuevas fórmulas para no parecer copias de otras sagas y seguir manteniendo el espíritu que ha llevado a James Bond a ser uno de los mitos cinematográficos más importantes del siglo XX.
El problema no es si Daniel Craig es mejor o peor Bond. El problema reside en la complicada labor de actualización de un personaje. Mejor suerte ha corrido Ralph Fiennes, reconvertido en un personaje más que importante en esta película y al que veremos más a menudo de lo que podíamos imaginar. Y, por supuesto, un Q adaptado ya por completo a los nuevos tiempos. Atrás consiguieron quedar Desmond Llewelyn o John Cleese como artífices de los mejores artilugios de toda la saga Bond. Ben Whishaw combina el talento de los actores de la nueva generación con la sabiduría transmitida por los años.
Sam Mendes ha hecho un loable trabajo con Skyfall y debemos seguir reivindicando la figura de Daniel Craig, que pese a su tremenda inexpresividad, hay que recordar que ha sido el James Bond con más presión y más castigado con los tiempos modernos. Confiemos en que la siguiente entrega del agente secreto no decepcione a los verdaderos y entregados amantes de la saga.