[Retrospectiva Cannes] Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976)


9/10

En los años 70 se dio el germen de una generación de cineastas que lograron cambiar los códigos imperantes en el cine, dar la vuelta a los géneros rodados y confiar en sus propios principios para dotar a esa nueva época de una identidad propia. Los nombres de Martin Scorsese, Steven Spielberg, Francis Ford Coppola, George Lucas y Brian De Palma quedan por ese motivo ligados al comienzo del cine contemporáneo en Norteamérica. 
Uno de los principales ejemplos de este nuevo cine es Taxi Driver, Palma de Oro en Cannes en 1976, y víctima del éxito de Rocky y Network: Un Mundo Implacable, causantes de su debacle en los Oscars de aquel año. Martin Scorsese leyó y quedó embaucado del guión que Paul Schrader redactó en base a su propia experiencia, una vida rodeada de soledad urbana.
Y es precisamente el término “urbano” donde navegará Scorsese desde sus primeras películas. Ya en Malas Calles daba signos de querer retratar el Nueva York nocturno, sucio,  indeseable y solitario. Aquel donde las malas compañías se dejan querer y los antihéroes pecan de un inusitado nihilismo. El resumen de todo este cine se encuentra en la figura de Travis Bickle, encarnado por el mejor Robert De Niro en su mejor época. Sólo hay que recordar que un año antes había alzado el Oscar al mejor actor de reparto por El Padrino II y, en el momento de rodar Taxi Driver, se encontraba en Italia trabajando con Bertolucci en su obra magna Novecento
Travis es un taxista que procede de la generación de reclutas que consiguieron volver de un Vietnam que los dejó más cerca del otro mundo que del presente. Su psique, en este caso, se ve aquejada por un síndrome de insomnio que le hace tener que trabajar de noche para tener la mente ocupada y sacar unos dólares más de ganancia a la semana. En su camino se encontrará con los elementos característicos de este nuevo film noir que propone Martin Scorsese. Vemos muchas siluetas, nos movemos en la noche, estamos a merced de las sombras, de la soledad. De nosotros mismos. Travis conduce. Y lo hace sin más. Encontramos al arquetipo de femme fatale en dos actrices que permanecen sublimes a lo largo del metraje. Por un lado, el primer amor de Travis, Betsy, interpretada por Cybill Sheperd con quien vivimos grandes momentos (véase las ocurrencias de nuestro protagonista en su primera cita). Por otro lado, una jovencísima Jodie Foster, interpretando a una prostituta que permanece a merced de un chulo encarnado por un actor al que, desconocemos el porqué, le vienen geniales estos papeles: Harvey Keitel. 
Taxi Driver es una obra maestra del cine contemporáneo. Define de manera eminente en qué consistirá la revolución que proponen esta nueva generación de cineastas y actores. Quieren romper con los clasicismos pero no apartarse de ellos sino beber de sus influencias y rendirles el culto imprescindible. La reinvención de géneros está en sus proyectos. El cine negro, la ciencia ficción, el terror o el cine de aventuras sufrirán drásticos y sobresalientes mejoras a partir de 1972, cuando Coppola inaugure la corriente con El Padrino. Taxi Driver representa un despliegue de emociones incomparables. Somos testigos del descenso a los infiernos de un protagonista harto del mundo en el que vive, controlado por sucios hipócritas de los que desea liberarse. Sin embargo, y aunque no queramos compartir el destino de Travis, Scorsese sabe jugar con el morbo y nos hace permanecer inmóviles ante esta impactante crónica de una realidad tan sucia como la ciudad en la que se desarrolla. 

[Crítica] To The Wonder


2/10

A Terrence Malick se le ha ido de las manos. La supuesta pretenciosidad que demostró en El árbol de la vida (lea la crítica en este enlace) le ha llevado a mal acostumbrarse a sí mismo y a crear una obra tan compleja como indiferente que resulta desagradable de ver e incluso de reflexionar. 
Se oían voces que afirmaban que To The Wonder era la evolución espiritual de su película anterior. Sin embargo, lejos queda el querer abarcar toda la historia del universo y del ser humano de la manera tan sublime que fue El árbol de la vida. Acompañado de un reparto de excepción sacrificado vilmente en la sala de montaje, Terrence Malick se ha creído a sí mismo como el sabedor de una nueva técnica cinematográfica que consiste en trabajar sin guión y abarcando tanto que al final no demuestra nada.
Malick estaba mucho mejor posicionado cuando rodaba una película cada década. Cuando esperábamos con ganas su siguiente proyecto y estudiábamos sus modos de rodaje como si fueran algo novedoso. Sin embargo, su ambicioso, su ansia y su pretenciosidad ambulante le han llevado a ganarse más detractores aún de los que obtuvo con su anterior, y por otro lado, excelente trabajo. 
Rachel Weisz, Jessica Chastain y Michael Sheen han sido víctimas de la tijera de su director como en su día lo fueron George Clooney y Sean Penn en sus respectivos proyectos con Malick. La diferencia es que el realizador ya no se anda con chiquitas. Clooney y Penn aparecían escasos minutos en sus cintas. Los tres primeros, ya ni eso. Si nos remitimos al trabajo interpretativo, Olga Kurylenko se lleva el papel protagonista junto con un Ben Affleck en su estilo, un papel donde no tiene que interpretar sino colocarse delante de la cámara y esperar a que el director mueva o no la nerviosa steadycam. Pero, aunque por ahí aparece Rachel McAdams, lo mejor de To The Wonder es un Javier Bardem en un papel nunca visto en él. Interpretando a un sacerdote en plena crisis de fe, sobrecogido por un destino al que no sabe cómo llegar. Buscando las respuestas que un día encontró y de las que ha huido. 
La fotografía de Emmanuel Lubezki siempre es un placer para la vista y es aquí donde radica el mayor éxito de la película, uno de los escasos aspectos técnicos que se salvan de una quema más que merecida. El uso de la cámara, introduciéndose de lleno en los planos, es maravilloso y uno de los terrenos a los que Malick se mantiene fiel. La cámara nos introduce en la situación y en eso hay que ser agradecido con el director. 
Sin embargo, hay muchos defectos en la película. Es imposible no caer en el sueño, en el aburrimiento y en el sopor mientras miramos agradecidos la duración de la película. Afortunadamente, Malick no nos tiene dos horas y media mirando la pantalla practicando una inmerecida pérdida de tiempo. 

[Crítica] Los últimos días


4,5/10

Pocas veces tenemos ocasión de poder ver como una película se desinfla tristemente en los últimos quince minutos de metraje a sabiendas de que su planteamiento era mucho más que bueno. Los hermanos Pastor, autores de Infectados, vuelven a la carga con este thriller pseudo post-apocalíptico en el que vibramos con las interpretaciones de una pareja protagonista que, pese a todo, está a la altura de las circunstancias, José Coronado y Quim Gutiérrez.
En Los Últimos Días encontramos una extraña pero sugestiva mezcla entre 28 días después, The Walking Dead y Up In The Air, donde confrontamos diversos elementos que enlazan conjuntamente en un planteamiento bien llevado pero mal desarrollado. La rapidez por terminar la cinta o la falta de experiencia son motivos para poder interpretar como una película que prometía ser una de las tramas mejor conseguidas del año se torna en un ending absurdo y rebosante de un sentimentalismo innecesario.
En el año 2013 se desarrolla una extraña enfermedad, plaga, pandemia o como quiera llamarse en la que la población no puede salir a la calle por razones que desconocemos y sólo puede sobrevivir en las alcantarillas o los túneles del metro. La trama se desarrolla en una Barcelona abandonada a su suerte por los miles de habitantes que en el momento en que comienza la trama se encuentran en plena vida diaria.
Con un montaje muy interesante y bien llevado así como una ambientación y dirección artística notable, se nos va contando la historia de Marc y la de su jefe, un Coronado exquisito y comedido en su papel de Recursos Humanos implacable en la empresa en la que trabaja nuestro protagonista. A través de diversos flashbacks y un montaje paralelo, Àlex y David Pastor navegan por una intriga que va in crescendo con el paso de los minutos.
Sin embargo, cuando mejor está el espectador ante la abrumadora sucesión de acontecimientos, llegamos al desenlace. En él encontramos mucha emoción pero un final tan abrupto como innecesario. Los realizadores obvian cualquier referencia a dicha pandemia para comenzar una serie de saltos en el tiempo tan surrealistas como sobrados, dando por hecho que nosotros ya conocemos todo lo que sucede en la trama o que no hace falta que sepamos más. No obstante, la tomadura de pelo es considerable. El final culmina con la brillantez de una trama bien planteada.

[Crítica] Tesis sobre un homicidio


4/10

Cuando vemos que una película está protagonizada por Ricardo Darín, normalmente solemos congratularnos porque estamos ante una garantía de, por lo menos, una buena interpretación más allá de la calidad mejor o peor de la película en cuestión. En el caso de Tesis sobre un homicidio, nos encontramos ante una muestra del nuevo cine argentino en forma de cinta de suspense que arranca bien pero concluye de manera turbia y precipitada.
Al sentarse en la sala de cine, obtenemos una grata respuesta a nuestras plegarias. Ricardo Darín está pletórico en todas sus escenas y consigue robar sus secuencias a cualquiera que se le ponga por delante. Su director, Hernan Goldfrid, consigue tejer una historia solvente que, aunque mal resuelta, mantiene una cierta tensión durante buena parte del metraje. 
Adolece de una excesiva duración y de un actor coprotagonista que no está a la altura de las circunstancias y resulta absolutamente irrisorio. Buena parte de esas carcajadas que provoca Alberto Amman llegan por su incomprensible capacidad para imitar acentos y combinarlos de una forma surrealista. El acento puertorriqueño se mezcla con el gallego para terminar pareciéndose al argentino. Y es que una producción autóctona de este tipo no debería dejar que el público pierda la concentración por temas tan triviales como este. 
Este thriller en el que un profesor sospecha que uno de sus alumnos ha cometido un terrible asesinato es apetecible. De hecho sirve para una tarde de cine aunque los recuerdos de El secreto de sus ojos permanezcan en la retina. Y es que la película hizo tantas cosas buenas por el cine argentino como malas para los cineastas que intentaron reinventarse tras el estreno de este atronador éxito.
Tesis sobre un homicidio posee una fotografía cuidada, un guión con diversas lagunas repartidas equitativamente para que no se noten en cantidad y una dirección templada, concreta y muy correcta. Planos muy equilibrados se combinan con secuencias que aluden a una extraña experiencia extrasensorial del protagonista. El montaje cíclico que propone la cinta hace que el factor sorpresa quede algo oculto aunque no resulta lo peor de una película que se convierte con el paso de los minutos en un castillo de naipes. Sin embargo, y pese a su lento ritmo en la resolución del planteamiento inicial, resulta una película interesante aunque rápidamente olvidable.

[Retrospectiva Cannes] Marty (Delbert Mann, 1955)


7,5/10

La magia del cine radica tanto en aquellos poseedores de recursos para contar una grandilocuente y espectacular trama como en los que, con solo unos pocos medios, consiguen llegar al corazón del espectador con unos pocos personajes y un guión sólido, bien medido. Este es el caso de Delbert Mann y Marty, una producción que posee el honor de haber conseguido el Oscar a la Mejor Película y la Palma de Oro, no ex aequo, en el mismo año.
Y es que sin duda, aquel que desee ponerse delante de la pantalla a ver Marty deberá saber que tiene todos los elementos para poder contemplar una obra que, aunque no magna, resulta de lo más apetecible de ver. Poca duración, un protagonista de altura y una historia que engancha en base a la humildad, sinceridad y sencillez con la que está narrada.
Aquí no existen las pretensiones ni el ansia de las superproducciones. Aquí tenemos a un pobre carnicero que roza la media treintena que desea con todas sus fuerzas encontrar al amor de su vida. Sin embargo, fuera de toda pastelosidad hollywoodiense, hallamos no a un Clark Gable ni a un Cary Grant. Ni tan siquiera un Fred MacMurray o un Jack Lemmon. Nos topamos de frente con el mejor Ernest Borgnine. Acostumbrado, él y el público, a verle interpretando a villanos o papeles de mal carácter, en esta ocasión nos brinda un excelente giro y nos regala a uno de esos bonachones del cine a los que siempre recordaremos. 
En Marty brilla (o desluce, según se mire) la autoestima. De hecho, es un manual a favor de la autoestima de las personas. De ir con la cabeza alta, de mirar hacia delante y esperar encontrar la persona que, en un sitio u otro, está esperando que des con ella. Y eso es precisamente lo que le sucede a nuestro protagonista. Borgnine construye alrededor de su omnipresente personaje la necesidad de encontrar el ansiado complemento a una vida, alguien con quien compartir impresiones y vivencias, y que no sea su madre, con la que vive y de la que depende física, económica y psíquicamente. 
Nuestro protagonista es algo feo, rellenito y nada provisto de altura. Sin embargo, su tesón y el estar en el momento oportuno en el lugar adecuado le llevan a conocer a Betsy Blair, quien proporciona a Marty el contrapunto perfecto que él deseaba en su vida. Se desata, observamos que su labia comienza a desarrollarse como nunca. Vemos un cambio positivo en su actitud. Resulta simpática la secuencia en la que nuestro protagonista salta de alborozo, de enamoro, al haber encontrado a esa persona a quien amaba y de la que está seguro que es la que siempre ha querido. 
Delbert Mann le otorga un tono muy íntimo a la película. No hay grandes escenarios ni complejidad dramática más allá de la psicología de cada personaje, que por otro lado, está magníficamente llevada por una dirección contenida fruto de su experiencia en la televisión. Marty consiguió alzar en 1955 cuatro de los ocho premios a los que optaba (Película, Director, Actor y Guión) por encima de producciones como Picnic, La Colina del Adiós, La Rosa Tatuada o Escala en Hawai. De esta forma, Marty se convertiría en una de las primeras películas independientes en conseguir el gran premio en Hollywood. Recordemos que su producción corre a cargo de la empresa que fundaron el productor Harold Hecht y el actor Burt Lancaster, autores del éxito de una película que invirtió más en publicidad  que en presupuesto.

[Crítica] The Hunt (La caza)

6,2/10

Crítica cedida por José María Lissen (@JmLissen)


Thomas Vinterberg nos tiene acostumbrados a filmes vanguardistas, dramáticos e inquietantes. El director danés retoma a medias los postulados del movimiento Dogma 95 en The Hunt (La caza), película que refleja a la perfección el sufrimiento de un hombre acusado injustamente de pederastia.
Lucas (Mads Mikkelsen) trata de levantar cabeza después de un período muy duro: acaba de divorciarse y no ve a su hijo Marcus (Lasse Fogelstrøm) tanto como quisiera. Trabaja en el parvulario de un pequeño pueblo como profesor, donde todo el mundo le aprecia y respeta. Es un miembro de pleno derecho de la comunidad, participando habitualmente en tradiciones como la caza del venado. Todo cambia de la noche a la mañana por un simple comentario, pronunciado por una inocente niña pequeña, Klara (Annika Wedderkopp), que arruina la vida de Lucas.
Ante un repugnante delito, la ira popular no se hace esperar. Tomado como culpable por un rumor sin confirmar, el personaje de Mikkelsen es apartado de una comunidad entregada al linchamiento del profesor.
Siguiendo en parte la línea de anteriores películas como Celebración, Vinterberg nos muestra de manera cruda y directa un drama sobrecogedor. El espectador se identifica desde el principio con Lucas, víctima de una injusticia. Nadie confía en él, está absolutamente desprotegido. Al situarse la acción en un pueblo pequeño, donde todo el mundo se conoce, el drama es aún mayor.
El cine ya nos ha dado muestras de la ira popular en las pequeñas comunidades. En Terribly Happy, del también danés Henrik Ruben Genz, y en La jauría humana, de Arthur Penn, el pueblo se autorregula. En ambientes rurales, la justicia la imparten los habitantes, deciden quién es inocente o culpable. Aunque en The Hunt se siga la misma línea, la cinta no es nada del otro mundo. Es un drama profundo y bien tratado de un tema sobre el que la sociedad actual está muy sensibilizada. La caza recuerda muchísimo a La calumnia, de William Wyler, donde un rumor difundido por una alumna resentida pone en el ojo del huracán a las protagonistas.
Lo mejor de la película de Vinterberg es la interpretación de Mads Mikkelsen, premiada en el Festival de Cannes. El actor se aleja de sus tradicionales papeles de tipo frío y distante y nos regala un drama de los que ponen los pelos de punta. Su trabajo es tan creíble que inspira compasión y rabia en el espectador. Vinterberg no centra la tragedia solo en Mikkelsen sino que la traslada al hijo de Lucas, un adolescente enfurecido por la persecución que sufre su padre. La pequeña Klara, la supuesta víctima, también está soberbia.
Por lo demás, la película es bastante sencilla. Un drama psicológico que llena de desazón al espectador. El tema podría valer perfectamente para cualquier telefilme de fin de semana, se esperaba mucho más de Thomas Vinterberg. The Hunt prometía ser la gran sensación del Sevilla Festival de Cine Europeo 2012 junto con Amor, de Michael Haneke, pero la danesa no puede compararse con la obra del director alemán. 

[Crítica] Lincoln


9/10

Steven Spielberg retrata de manera soberbia los últimos cuatro meses de vida de uno de los presidentes más respetados y más recordados de Estados Unidos. Abraham Lincoln encuentra en esta ocasión un homenaje, fruto de una década de trabajo, y encarnado por un actor con el que faltan (o sobran, según se mire) los calificativos.
Es complicado tejer unas líneas que resuman la magnitud de la obra que, aunque no debe ser considerada como monumental, es uno de los mejores trabajos de la carrera de su director. Spielberg, entregado a la causa, rinde tributo al gobernante que abolió la esclavitud tras años de ausencia de derechos civiles a las personas de color. Lincoln, en una maniobra política que costó miles de vidas en la Guerra Civil, consiguió reconocer la libertad de todos aquellos esclavos de raza negra en todo el territorio estadounidense bajo el amparo de la Constitución y la recién aprobada 13º enmienda. Pese a que no fue el único que luchó contra aquel derecho, sí fue el que más nombrado ha sido con el paso del tiempo. Comenzamos en los instantes previos al discurso de Gettysburg y culminamos con su segundo discurso de investidura.
¿Cómo sobrellevar las dos horas y media de proyección? Simplemente observando a un inspiradísimo Daniel Day-Lewis, el espectador comienza a relajarse conforme avanza un gran trabajo de dirección de Spielberg, contenido y sin aspavientos de ningún tipo. La figura del actor protagonista, vivo retrato del presidente, inunda la pantalla. Se hace el silencio para escuchar la voz de Lincoln, rescatado a través del paso del tiempo por un enorme trabajo de un magnífico, épico, maravilloso, mítico, sublime y magnético Day-Lewis, posiblemente el mejor actor de los últimos años.
No podemos pasar por alto una de las composiciones más sugerentes de John Williams, una banda sonora plagada de temas heróicos orquestados con las formas más patrióticas de las que el gran músico dispone. Tampoco podemos obviar una fotografía magnífica, plagada de claroscuros y dirigida por el siempre eficaz Janusz Kaminski. El guión de Tony Kushner, autor también de Munich y basado en la novela de Doris Kearsn Goodwin, resulta complejo en un principio aunque adictivo a medida que transcurre el metraje.
Sin embargo, las películas que suelen cimentar su narración en la figura del protagonista no suelen ser experimentos que salgan satisfactoriamente. Aquí, por el contrario, nos encontramos a Sally Field, a un Tommy Lee Jones y a un Joseph Gordon-Levitt inconmensurables en sus recreaciones. Incluso el parecido entre Jared Harris y el futuro presidente Grant es más que evidente. Sin embargo, todos quedan eclipsados ante esa maravilla de la interpretación a la que observamos embelesados. Cada plano, rodados ligeramente en contrapicado, realzan la desgarbada y enjuta figura del presidente Lincoln.
No estamos ante una lección de Historia, en la que Spielberg nos trata como a niños de escuela enseñándonos dónde y cuándo fueron las batallas más significativas de la Guerra Civil. Estamos ante un retrato moral, familiar y humano de un presidente hecho divinidad en los Estados Unidos. Recordemos pues las dimensiones del Lincoln Memorial y la estatua que habita en su interior. ¿Dónde está el presidente mientras se decide la enmienda más importante de la Constitución? ¿De qué se preocupa Lincoln al ver como su hijo duerme en el suelo frente al fuego? Steven Spielberg no pretende endiosar al presidente sino retratar las triquiñuelas políticas, la corrupción y los engaños con los que se consiguen los hechos históricos más representativos de la Historia.
Quizás sea una película que peque de chovinismo. Posiblemente en Europa no entendamos la dimensión de la obra que ha rodado Spielberg. Tampoco es que tengamos muchos políticos o estadistas e incluso genios militares de los que sentirnos orgullosos. Sin embargo, en Estados Unidos sí. Y eso es precisamente lo que recoge su director, el sentir de una nación por aquel que pereció en su intento, interesado o no, de convertir a los esclavos en libres.

[Cannes 2013] Lista de la Sección Oficial del Festival de Cannes 2013



El Festival de Cannes, uno de los más respetados y conocidos a nivel mundial ha dado el pistoletazo de salida a los medios y cinéfilos para apuntar las primeras quinielas sobre el ganador de la ansiada Palma de Oro. El jurado de la Sección Oficial estará presidido este año por el cineasta estadounidense Steven Spielberg mientras que el danés Thomas Vinterberg (The Hunt) será el encargado de presidir la sección Una Cierta Mirada, una de las más interesantes del certamen.
Entre los platos fuertes, nos encontramos el regreso de Nicolas Winding Refn tras triunfar en la edición de 2011 con el galardón al Mejor Director por Drive. También volvemos a ver a Paolo Sorrentino (Il Divo, Un lugar donde quedarse), Steven Soderbergh o los hermanos Coen, quienes presentan su último proyecto Inside Llewyn Davis. Roman Polanski regresa al festival con La Venus a la Fourrure mientras que veremos también la última película de Alexander Payne (Entre copas, Los descendientes) en la que ha trabajado con una de las leyendas vivas del cine: Bruce Dern.
Takashi Miike y Ashgar Farhadi regresan a Cannes con Wara No Tate y Le Passé, respectivamente. El ganador del Oscar a la Mejor Película Extranjera por Irán gracias a la película Nader y Simin: Una Separación supone también el regreso a la gran pantalla de Bérénice Bejo, protagonista de la gran The Artist. La ceremonia inaugural tendrá lugar el próximo 15 de mayo y la película que abrirá el certamen será El Gran Gatsby, revisión del clásico de Jack Clayton protagonizado por Robert Redford y que llevan a la gran pantalla Baz Luhrmann y Leonardo DiCaprio.

SECCIÓN OFICIAL

Only God Forgives, de Nicolas Winding Refn
Borgman, de Alex Van Warmerdam
La Grande Bellezza, de Paolo Sorrentino
Behind The Candelabra, de Steven Soderbergh
La Venus a la Fourrure, de Roman Polanski
Nebraska, de Alexander Payne
Jeune et Jolie, de François Ozon
Wara No Tate, de Takashi Miike
La Vie D´Adele, de Abdellatif Kechiche
Soshite Chichi Ni Naru, de Hirokazu Kore-Eda
Tian Zhu Ding, de Jia Zhangke
Grisgris, de Mahamet-Saleh Haroun
The Immigrant, de James Gray
Le Passe, Asghar Farhadi
Heli, de Amat Escalante
Jimmy P., de Arnaud Desplechin
Michael Kohlhaas, de Arnaud Despallieres
Inside Llewyn Davis, de Ethan & Joel Coen
Un Chateau en Italie de Valeria Bruni-Tedeschi

FUERA DE COMPETICIÓN

El Gran Gatsby, de Baz Luhrmann (Inauguración)
Zulu, de Jérôme Salle (Clausura)
Blood Ties, de Guillaume Canet
All Is Lost, de J.C Chandor

UNA CIERTA MIRADA (A CERTAIN REGARD)

Death March, de Adolfo Alix Jr.
Fruitvale Station, de Ryan Coogler
Les Salauds, de Claire Denis
Norte, Hangganan Ng Kasaysayan de Lav Dia
As I Lay Dying de James Franco
Miele, de Valeria Golino
L´ Inconnu Du Lac, de Alain Guiraudie
Bends, de Flora Lau
L´Image Manquante, de Rithy Panh
La Jaula de Oro, de Diego Quemada-Diez
Anonymous, de Mohammad Rasoulof
Sarah Préfère La Course, de Chloé Robichaud
Grand Central, de Rebecca Zlotowski

[Atlántida Film Fest] Berberian Sound Studio


7/10

Giallo: Subgénero del cine de terror cuyas producciones se ubican principalmente en la Italia de los años 70 y que pretenden atemorizar al espectador más por sus artificios formales que por su fondo argumental.
Podríamos definir el giallo de una manera simplista. Alejándonos de cualquier definición academicista, lejana de tópicos y cercana al sentimiento que imprime este tipo de cine en el espectador italiano de los años 70 que acude al cine a ver una cinta de Dario Argento, Mario Bava o Lucio Fulci.
El cineasta británico Peter Strickland regresa tras Katalin Varga para realizar su propio homenaje a este subgénero del cine de terror, capital para entender muchos de los convencionalismos del actual género. El horror se plasmaba en la sangre, las triquiñuelas visuales, la simpleza argumental y el uso del sonido como arma terrorífica. Y es aquí donde el director de Berberian Sound Studio pretende que gire toda la trama de su película.
Utilizando memoria fílmica, Strickland introduce un lenguaje metacinematográfico, es decir, una narración en la que contemplamos un proceso de preparación de una película contada por sus propios técnicos. Algo a lo que se ha conocido siempre como “cine dentro del cine”. Si en anteriores ocasiones eran los directores o los actores los que nos traían su punto de vista sobre la preparación de una cinta, en esta ocasión vivimos a través de los ojos de un técnico de sonido (magistral Toby Jones) que comienza a perder la razón conforme su cabeza se va llenando de extraños sonidos.
Algunos han llegado a afirmar que la influencia del cine de David Lynch queda muy marcada en esta película. Bien es cierto que no peca de onirismo ni hay retazos muy latentes del cine del estadounidense a excepción de ciertos planos que recuerdan a Terciopelo azul. Sin embargo, Strickland pretende desmarcarse de cualquier comparación y crear un homenaje propio a un estilo cinematográfico hoy casi perdido víctima de la maquinaria hollywoodiense.
En ningún momento vemos la película a la que se está poniendo la banda sonora. Pero tampoco hace falta. Su director nos va especificando a cada momento cual es la brutalidad de la que seremos testigos en el hipotético estreno de la película. Sandías que caen, grillos que cantan, el frotar de una bombilla o el simple grito de una mujer son artimañas más que suficientes para aterrorizar a cualquier espectador.
Berberian Sound Studio no es sólo una película más del Atlántida Film Fest de Filmin. Es todo un homenaje al género giallo y a los artesanos del cine, aquellos que sin efectos de ordenador, ocupaban sus horas de trabajo en crear algo diferente a partir de elementos cotidianos. Porque no hay que olvidar que el cine es magia. Y la magia tiene grandes trucos…

[Crítica] Django desencadenado


8/10

Quentin Tarantino vuelve a brillar. Django desencadenado ofrece la mejor versión de uno de los directores más importantes del cine contemporáneo. La versión del narrador de grandes historias y no la del simple retratista de pasajes míticos de la serie B, el spaghetti-western o el cine asiático.
Django desencadenado resulta más apasionante que su anterior obra, Malditos bastardos, pero lejana (aunque no demasiado) a sus dos obras clave: Reservoir Dogs y Pulp Fiction. Sin embargo, la película ofrece un entretenimiento estimulante, plagado de referencias a Ennio Morricone o Sergio Leone y Sam Peckinpah pasando por Lee Van Cleef o Sergio Corbucci. Todo ello aderezado de algunas de las secuencias más desvergonzadas de las que es capaz el cine de Tarantino.
Sin embargo, la película posee un grave problema. Y es que aunque Jamie Foxx está más que correcto, Tarantino no sabe jugar las cartas del equilibrio de personajes haciendo hincapié en uno u otro sin posibilidad a la equidad interpretativa. Christoph Waltz se merienda durante los primeros cuarenta y cinco minutos a un Foxx que parece desubicado. Y es que el actor alemán, deudor de su éxito al coronel Hans Landa de Malditos bastardos, es una de las piezas clave de la película. Sin él, la cinta pierde fuelle y navega en un mar de diálogos hasta que encontramos al siguiente gran personaje.
Hablamos de un Leonardo DiCaprio con piel de lobo. Sorprende ver a un maduro y consecuente actor disfrutando con su papel mientras ejerce de villano al más puro estilo Griffith en El nacimiento de una nación. El personaje de Calvin Candie resulta de lo más apetecible de una película en la que el lucimiento de su verdadero protagonista no llega hasta el final, en un clímax insuperable entre siluetas.
Django desencadenado es bizarra. La sangre fluye a borbotones, como era de esperar en cualquier proyecto que lleve el nombre de Tarantino. La banda sonora es ejemplar, como no podía ser de otra manera. Temas míticos y antológicos del gran Ennio Morricone procedentes de cintas como Los días de la ira o la antigua Django, de la que Tarantino ha rescatado a Franco Nero y alguna que otra escena para su ópera prima. Películas como El gran silencio, La muerte tenía un precio o Mandingo han sido una fuente clara y diáfana de inspiración para este southern al más puro estilo Tarantino.
La polémica surge en el momento en que nos tomamos en serio las licencias narrativas que acoge el director en su guión, por otro lado, plagado de sentencias y prácticas muy graves contra las personas de color pero que realmente, y no me extrañaría, pudieron suceder en su época. Y es que la esclavitud, como la Alemania nazi en su anterior película, le sirve a Tarantino para crear una atmósfera divertida por la que puede haber alguien sensible que se sienta herido. Existe un componente de denuncia en el metraje. Pero hay que entender de quién viene esa denuncia.
Django desencadenado es una de las mejores películas del año. No por su extensa duración, por otro lado justificada, sino por lo sugestivo de su planteamiento. ¿Por qué ver un western de Tarantino de casi tres horas de duración? Es una experiencia para los amantes del cine del director y para aquellos que se sienten y se dejen llevar por una historia bien llevada y con un trasfondo apasionante. El amor, el drama, la violencia, el suspense, el miedo e incluso el humor están tratados de forma equilibrada. Ojo a la aparición, rebosante de surrealismo, del Ku Klux Klan.
Y no digo más.

[Atlántida Film Fest] Los Increíbles


7,5/10

La nueva obra del cortometrajista David Valero se suma a la corriente de documentales centrados en la tristeza que supone para muchas personas las temibles circunstancias que rodean la coyuntura económica y social actual. Con un cartel más que sugerente, donde se nos emula a los protagonistas con superhéroes de la vida real, Valero navega por la tragicomedia al ritmo que marcan unos personajes principales tan naturales como sus propias vidas.
Aquí no hay artificios ni sentimentalismos. Lo que vemos es la realidad tal cual. Un discapacitado, una enferma de cáncer y una anciana sobreviven como pueden a su situación y pelean cada día por salir adelante. Una haciendo un ejercicio físico impropio de su edad, otro intentando encauzar su vida y encontrar a alguien dispuesto a romper las barreras superficiales y otra que, pese a la terrible enfermedad que la acecha, pretende dejar un más que bello recuerdo en su familia.
Con una belleza y naturalidad narrativa ampliamente sobresaliente, David Valero nos introduce de lleno en la familiaridad transmitida por todos los personajes principales y la gente que les rodea. Imposible es evitar esbozar una sonrisa o alguna carcajada cuando vemos una secuencia de lo más surrealista y, a la vez, demasiado real. Nunca aprenderemos de los baches que nos plantea la vida si no los vemos desde un punto de vista cercano. Y Los Increíbles parece acercar la desgracia a la cotidianeidad. Eulalio, María y Joana son tres personas normales a las que algún tipo de desdicha se les cruzó en la vida. Sin embargo, se pueden sacar muchas y muy importantes lecciones de todos ellos. La primera y principal es que la vida y el amor están por encima de todo.
Sin duda, Los Increíbles es una de las películas más hermosas y más atrayentes del Atlántida Film Fest que ha preparado Filmin durante estos meses de marzo y abril. Cuesta encontrar grandes obras que estén a la altura de las circunstancias y no hay duda de que Los Increíbles se encuentra en uno de los puestos más altos del ránking de las películas más importantes del certamen on-line.
La ópera prima de David Valero es tan apetecible de ver como corta su duración. En apenas una hora y media, asistimos a una fotografía en imágenes sobre la vida real. Sobre nuestra propia vida. Superación, perseverancia, lucha, ingenio o paciencia son algunos de los términos que evoca el guión de un documental tan importante como impecable.

[Atlántida Film Fest] Les Invisibles


7,5/10

La homosexualidad es una tendencia sexual llevada a la práctica desde tiempos inmemoriales. Siglos y siglos de historia se han empeñado en esconder y tachar de inmoral a las personas que decidían, libremente, amar a aquellos seres humanos de su mismo sexo. En el documental Les Invisibles, Sébastien Lifshitz, nos sumerge en la vida diaria de aquellas personas que ocultaron su inclinación sexual bien por motivos políticos, morales u obligados por una época que no les quiso reconocer. 
De una naturalidad pasmosa, Les Invisibles recuerda mediante diversos testimonios, un tiempo tortuoso para personas que tuvieron que esconderse de la sociedad por motivos ajenos a ellos. Muchos se casaron de una forma heterosexual aunque sabían que su inclinación les llevaría, con el tiempo, a romper su familia para huir con su verdadera ansia de amor. Encontraron relaciones maravillosas, románticas, solitarias. Muchos de ellos descubrieron su verdad cuando eran mucho menos que adolescentes y cuentan sus experiencias, honestas y sinceras. Y en más de uno de los casos reflejados, hay mucho más amor y cariño que el que desprende cualquier pareja de las supuestas “morales”.
Capear una tortura social es harto complicado. Una Francia gobernada por De Gaulle, Pompidou, Giscard D´ Estaing o Miterrand y que no mostró valentía legal para reconocer algo que era absolutamente inmoral, contrario a los principios naturales y religiosos que dominaban la época. Todos y cada uno de los participantes de este documental son abuelos entrañables, con sus inquietudes laborales y personales, con una vida que contar a todo aquel que quiera acercarse a ellos.
Normalmente, el cine suele mostrar la homosexualidad desde el punto de vista de los jóvenes que se descubren a sí mismos en amores incipientes que más tarde les provocan todo tipo de heridas. En este caso, y de una forma muy sincera, Sébastien Lifshitz resuelve su papel con maestría, documentación y una dirección honorable con la gente que le abre su casa, su corazón y su ya vetusta memoria. Les Invisibles puede disfrutarse actualmente en la plataforma Filmin gracias al Atlántida Film Fest, iniciativa que pretende poner sobre la mesa una treintena de películas de diversos autores que han sido galardonadas en los certámenes más importantes de todo el mundo. 

[Atlántida Film Fest] Perfect Sense


7/10

El amor lo puede todo. El amor vencerá. El amor… Para unos mágica, para otros caótica palabra. El amor, protagonista absoluto de Perfect Sense, se erige como absoluto y poderoso dueño de la vida. El único objetivo al que cualquier ser humano debe llegar, se pierda lo que se pierda por el camino. Una bella lección es la que nos propone David Mackenzie, director que repite con Ewan McGregor tras Young Adam y que regresa a la senda del buen cine tras la deplorable American Playboy. En esta ocasión, y en forma de paradigma psicofilosófico, dos actores portentosos como son McGregor y Eva Green, nos trasladan a un presente apocalíptico en el que una misteriosa enfermedad tiende a hacer desaparecer cualquier capacidad sensitiva del ser humano.
El planteamiento inicial de la película resulta tan optimista como necesario. Las cosas pequeñas de la vida, aquellas que creemos sin importancia, también desaparecen. ¿Sobrevive la vida sin esos alicientes que día a día nos ayudan a seguir mirando al horizonte? ¿Supera el ser humano cada medianoche la sensación de estar viviendo por y para nada? Perfect Sense nos lleva hasta un extremo que recuerda la desazón con la que José Saramago culminó su Ensayo sobre la ceguera, de la cual se hizo alguna adaptación con menor suerte que su excelente precedente literario. 
La plataforma de visionado cinematográfico online Filmin nos propone con el Atlántida Film Fest acercarnos a una serie de películas que costará encontrar en las salas comerciales. Pese a lo arriesgado de su planteamiento, Perfect Sense intuimos que encontrará dificultades para su explotación comercial ya que los exhibidores necesitan menos filosofía y más caja para poder subsistir. Sin embargo, y gracias a plataformas como esta, conseguimos acercarnos a este cine que parece lejano y, pese a todo, conseguimos sobrecogernos en el salón de nuestra casa con historias reales, cercanas a nuestras vidas y que en cualquier momento podrían sucedernos.
Perfect Sense nos recuerda que podemos sentir día a día. Todo lo que tenemos alrededor es producto de una cadena de sentimientos y emociones que se encadenan minuto tras minuto. Si cualquier elemento externo falla, hay algo que siempre sobrevivirá. Ese amor que sentimos por el/la que tenemos a nuestro lado y que jamás se apagará. Mucha atención a las últimas frases de la película, auténticos panegíricos del final o el principio de toda una vida.

[Crítica] Reality


6,5/10

Matteo Garrone regresó a Sevilla durante el pasado SEFF´12 con Reality, una historia en la que asistimos a un cambio de personalidad del protagonista motivado por aquello que siempre hemos llamado “caja tonta”. La televisión tiene el poder de hacer modificar nuestra conducta hasta límites insospechados y eso es lo que le ocurre, precisamente, al protagonista de la nueva cinta del director de Gomorra.
Con la excusa de contarnos la trágica y dramática historia de Luciano, Garrone se adentra en una crítica hacia los instrumentos de control de la personalidad y compara la fuerza de un Gran Hermano, o cualquier vehículo televisivo, con incluso la de la Iglesia oponiéndolos en un final digno pero que no está a la altura del resto del metraje.
Este paranoico final es consecuencia de toda una serie de acciones previas en las que, alejados de la concepción de las películas italianas contemporáneas, encontramos a un hombre que posee un trabajo que le sirve para alimentar a su familia ayudado por pequeñas y cómicas estafas que le proporcionan unos ansiados ingresos extra. Su misma familia es la que le convence para que caiga en la espiral psicológica en la que desembocará sus ansias de participar en un programa de televisión de una mecánica tan absurda como exitosa que ya ha triunfado en el mundo entero.
Luciano parece estar descontento con lo que tiene alrededor y busca lo que ve en televisión. Un ente superior que le haga olvidar lo aparentemente nefasta que es su vida actual. Tiene envidia de aquellos que salen del programa y cobran sólo por acudir a bodas y eventos de toda índole para decir dos frases a gente que ni siquiera conocen. Los conocidos como “bolos” son el único vivir que Luciano ve en su futuro. Matteo Garrone comienza el film con un plano secuencia aéreo envidiable, con un nivel técnico que permanecerá a lo largo del metraje. Un enigmático comienzo, en el que trataremos de ponerle cara a los actores de esta función, le sirve al director como punto de partida para una película muy destacable en la presente Sección Oficial del Sevilla Festival de Cine Europeo.
Su protagonista, Aniello Arena, es un actual convicto que permanece en régimen de cadena perpetua. Su participación en un ajuste de cuentas por parte de la Camorra y el asesinato de dos personas le llevaron a la prisión de Volterra. Garrone quiso contar con este ahora actor, curtido en el teatro, en Gomorra pero las autoridades le denegaron el permiso que sí le concedieron para rodar Reality. Sin duda este es uno de los aspectos más interesantes del background de la película, algo que animará a más de uno a acudir a la sala de cine.
Matteo Garrone utiliza la metáfora del Gran Hermano para preguntarnos cuál es el precio de nuestras ilusiones. ¿Estaríamos dispuestos a dejarlo todo por seguir un supuesto sueño? ¿Son realmente las ilusiones meras fantasías o hay algo detrás de ellas que pueda cambiar nuestra vida? Reality consiguió, con su sencilla premisa, el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes donde consiguió mayor proyección y se hizo con un puesto en el disparadero del cine europeo.