[Crítica] El camino de vuelta

7/10

Nos encontramos ante la típica apuesta indie que nos trae cada año Fox bajo su pseudónimo de productora independiente. Este sello, Fox Searchlight, se caracteriza por producir todas aquellas cintas que no entran en los planes de la gran factoría de Rupert Murdoch y que, casi siempre, se cuelan en la categoría de Mejor Guión Original en los Oscars. 
El camino de vuelta no es más que una historia sincera, directa, sin pretensiones sobre el paso de la adolescencia a la madurez psicológica, que no física, de un muchacho apartado conscientemente por los mayores que tiene alrededor y que no comprende el mundo que le rodea. Sin embargo, en el preciso momento en que la persona que más quiere comienza a destruir su autoestima y a verse engañada, toma conciencia de los acontecimientos y una actitud de cambio, optimista, pragmática.
Al principio, parece que no llegamos a entender qué hacen los personajes en cada momento ni cuáles son las interrelaciones últimas entre ellos. Como ejemplo, ponemos a Sam Rockwell y Liam James. Su evolución, intrínseca al desarrollo de la trama es ejemplar. El camino de vuelta es una cinta familiar, amable aunque no para ver en cualquier momento. Pese a lo optimista de su tramo final, el análisis breve de circunstancias tan complejas y opuestas como son la infidelidad o el divorcio comparadas con el primer amor de verano, tan americano, nos hacen pensar en que realmente nos encontramos ante una película de lo más cotidiano aunque necesitemos un día libre de presiones para poder disfrutar de su calidad.  
El camino de vuelta trata de la casuística adolescente. De la incomprensión ante el mundo adulto, de la necesidad de convencerse de que hay que madurar, encontrar un trabajo y evolucionar como persona. El primer trabajo, el primer amor, los primeros problemas influyen en tu capacidad para afrontar todas las situaciones de la vida. 
Nos encontramos un reparto asociado ya a este tipo de cine. Steve Carell y Toni Colette repiten con Fox Searchlight al igual que hicieran con Pequeña Miss Sunshine, uno de los buques insignias de la productora. En los últimos años, la factoría ha sido responsable de ofrecer los éxitos más importantes del cine independiente norteamericano con títulos como Los descendientes, Cisne negro, 127 horas o El árbol de la vida. Todas ellas multipremiadas en la mayor parte de los festivales y premios de años anteriores. 
Pese a contar con Colette y un renovado Carell, en un papel que no nos imaginábamos viendo su trayectoria en la comedia, el que realmente se lleva su peso en la función es Sam Rockwell. El californiano es uno de los actores más versátiles de su generación y pilar fundamental de la nueva generación de intérpretes a los que tener en cuenta en años venideros. Sus interpretaciones en cintas como Moon, Confesiones de una mente peligrosa, La milla verde o El asesinato de Jesse James... le acreditan como uno de los rostros más llamativos del nuevo cine americano. 
¿Por qué debemos ir a ver El camino de vuelta? Pues sencillamente por lo sencillo de su planteamiento, valga la redundancia. No encontraremos artificios de guión ni grandes dotes de dirección. Encontraremos una historia emotiva, sincera, optimista y que deja con la mejor de las sonrisas recordándonos que las pequeñas decisiones marcan un gran futuro. 

[Crítica] Turbo

6,5/10

El primer largometraje oficial de David Soren, tras su paso por los cortos navideños y románticos de la saga Madagascar, es una aventura muy simpática en su planteamiento y con un componente de diversión óptimo para los más pequeños de la casa. Además, en algo que sucede últimamente, el uso del 3D está totalmente justificado a la hora de disfrutar de la alta velocidad que propone el desarrollo del metraje.
Uno de los elementos que le otorga más autenticidad a la película es el carisma del personaje protagonista, un joven caracol que vive por y para las carreras de coches. Su sueño es acabar corriendo con Guy Gagné, su ídolo del automovilismo y con quien desea con todas sus fuerzas batirse en duelo. Con este gasterópodo vivimos la idea principal, desarrollada de manera surrealista, en la que Turbo escapa del jardín donde vive con sus amigos y familia para acabar en una autovía sorteando los peligros de la velocidad. Sin comerlo ni beberlo, su diminuto tamaño le hará introducirse por accidente en el motor de un coche y acabar “intoxicado” por el óxido nitroso, al más puro estilo Need For Speed.
Los más pequeños de la casa disfrutarán, insisto, aún más del 3D gracias a la espectacularidad de las escenas de velocidad, rodadas con nervio, brío y con un montaje muy destacable en la que no faltará la emoción. Sin embargo, y si algo bueno tiene la película también es el mensaje positivo que transmite desde el primer minuto. Hay que perseguir los sueños incansablemente; lo que uno se propone, tiene que pelearlo y conseguirlo por mucho que nos pongan obstáculos por delante. Si nuestros hijos, nietos, sobrinos o amigos más peques son capaces de hallar y comprender este mensaje que comunica Turbo, recuperaremos el valor del cine de animación para la infancia.
Con las voces, en versión original, de Ryan Reynolds, Paul Giamatti o Samuel L. Jackson, Turbo transita por la emoción de las carreras, lo extraño y sin igual de su planteamiento y la falta de prejuicios que se exige mentalmente para ver una película de estas características. Se leen críticas referentes a las cualidades del guión, de si narrativamente está bien construida o no. Turbo no es más que un buenísimo entretenimiento para su público objetivo. Su target son aquellos niños y niñas que disfrutan con la Fórmula 1, los rallies, que tienen en casa videojuegos de competición.
DreamWorks, desde hace algunos años, no tiene nada que envidiarle a Pixar. Siempre solemos poner que una es muy superior a las demás por su trayectoria. Sin embargo, a veces nos encontramos películas que, aunque tengan su multitud de fallos, nos hacen retroceder hasta nuestra infancia. Aquella en la que mirábamos la cartelera para ver cuál era la siguiente película de “dibujitos” que podíamos ir a ver. Unos tiempos que se han perdido, incluso ahora para los más pequeños.
Turbo nos pone la primera marcha hacia la diversión, sin pretensiones de ningún tipo. Solamente para que seamos testigos de que todos los sueños pueden hacerse realidad. De que el que la sigue, la consigue.

[Crítica] Prisioneros

8/10

Prisioneros, la nueva película del realizador canadiense Denis Villeneuve, es todo un ejercicio de suspense, angustia e ira que nos sumerge en un peligroso infierno hasta desembocar en uno de los mejores thrillers de lo que va de año y, esperemos, cabeza de serie de cara a los próximos Oscars.
Ante la atenta mirada del paternal, e impresionante, Hugh Jackman, Villeneuve nos muestra el doloroso sufrimiento de dos familias que se ven azotadas por el secuestro de sus respectivas hijas. En Prisioneros nos encontraremos una muestra de lo que puede llegar a suceder cuando alguien, rabioso y lleno de ira, decide tomarse la justicia por su mano. Y precisamente ahí es donde se sitúa uno de los pilares de la película, la conjunción entre dos actores absolutamente impagables en sus papeles. De un lado, un Hugh Jackman avanzando en su status dentro del Hollywood moderno y optando de nuevo a ser considerado entre los grandes intérpretes del año. De otro, un Paul Dano ya consagrado gracias a sus papeles en Pequeña Miss Sunshine o Pozos de ambición, donde le valieron el favor y la consideración de crítica y público.
Una sorpresa nos llevamos al descubrir a Jake Gyllenhaal en el que posiblemente sea el papel de su carrera. Un policía, con un distintivo tic nervioso, culpable en todo momento de lo que está sucediendo sin poder hacer más de lo que la burocracia le permite. Su papel, discreto y en ocasiones ensombrecido por el colérico Hugh Jackman, es un punto fuerte a la hora de descubrir y disfrutar de Prisioneros.
El argumento puede resultar algo enrevesado y la duración es excesiva para una película de estas características. Sin embargo, al salir de la sala se siente que no sobra ninguna escena. Todo está calculado de manera sobresaliente para hacer caer al espectador en un submundo de miseria, maldad, fe y venganza. La religión está presente en la película de una manera latente y veremos cómo se oponen las cualidades más ruines del ser humano con las oraciones propias de la religión católica.
En la película, todos los personajes son prisioneros de sí mismos, de su pasado. Estamos ante un laberinto de culpabilidad, una espiral de violencia, sed de venganza. Hay giros argumentales que, aunque esperados, no dejan de sorprender. Prisioneros es un gran ejercicio cinematográfico, una de las películas más impactantes del año. El estilo visual de su director, cultivando una fotografía oscura, áspera, ayudándose en un montaje rápido, cortante, distante, sin tiempo para hacer una reflexión sobre lo que vemos en tiempo real.
Prisioneros es extremadamente cruel. Lo mejor que tiene la película es que podemos empatizar con todos y cada uno de los personajes, culpables o no. Prisioneros es un rompecabezas donde todas las piezas encajan a la perfección y poseedor de uno de los mejores finales que se hayan podido ver en mucho tiempo. ¿Debe perdérsela? No lo creo. Por nada del mundo.

[Crítica] El mayordomo


5/10

Decepción absoluta. Es la expresión que se me viene a la cabeza cuando hablo de El mayordomo. Vendida como una película cabeza de cartel de cara a los Oscars, con un reparto de leyenda y una historia, a priori, interesante sobre uno de los periodos más desgraciados de las décadas recientes de Estados Unidos, nos encontramos ante un sketch de Celebrities de Muchachada Nui, lleno de caracterizaciones que rozan el patetismo, falta de seriedad y rigor en el tratamiento de un tema tan controvertido y algunos actores absolutamente fuera de lugar.
Cuando ya llevamos dos horas de sopor presidencial y el final de tan supuestamente épica historia se acerca, comenzamos a intentar averiguar qué ha sido lo mejor de lo que hemos visto. La discreta pero intensa interpretación de Forest Whitaker, buen actor donde los haya, que acaba hundida en un mar de despropósitos que no le hacen justicia como actor, pese a lo grandilocuente de su planteamiento.
Una galería de presidentes de lo más variopinta dibujada por el peor director de casting que se ha visto en mucho tiempo en una sala de cine. ¿Alguien le dijo a Robin Williams que su parecido con Eisenhower era nulo? ¿O la prótesis nasal de John Cusack le iba a dar más aproximación a Nixon? Por no hablar de la aparición de Lyndon Johnson, de la cual evito hablar por no hacer mayores spoilers. Tenemos adjetivos para todos los presidentes que aparecen en la cinta, por orden cronológico: el pintor, el llorón, el defecador, el mendigo borracho y el bonachón. No hay decisiones políticas, no hay tensión ante lo que le sucede al país.
Pese a contar con unas secuencias muy bien dirigidas en lo que a la lucha de derechos civiles se refiere, todas protagonizadas por David Oyelowo, encontramos una falta de interés que se transmite al espectador por lo que le está sucediendo al mayordomo protagonista y lo que acontece alrededor suyo. De la mano de Oyelowo, que interpreta a Louis Gaines, asistimos a una verdadera micropelícula sobre la crueldad que los blancos tenían con las personas de color en aquella época despiadada y odiosa. Nos parece muy bien que el mayordomo protagonista no se quiera meter en política pero considero que necesitamos conocer el contexto histórico mucho más de lo que Lee Daniels aporta en esta fallida película.
Sin embargo, el contar con el apoyo monetario y el lobby de los Weinstein hará que esta película esté, inmerecidamente, en la carrera por los Oscars. Resulta carne de Academia ya que es correcta, con un reparto nutrido en estrellas y un retrato histórico flojo que no ahonda en detalles. Lo peor de todo es que, si nadie lo remedia y si no hay una rebelión en Hollywood, Oprah Winfrey pagará por su Oscar a Mejor Actriz de Reparto (y esperemos que sea este) la suma que haya que pagar. Fumar, beber y poner cara de circunstancias es su función en la película. Y eso sería demasiado triste. No me quiero aventurar pero esperaremos a que comiencen a salir nombres para tal categoría antes de asegurar un futuro que parece diáfano.
Ojalá me equivoque.

[Crítica] Gravity

9/10

Nunca en un cine había experimentado la sensación de estar atrapado, angustiado, atormentado, nervioso, de salir sudoroso como si el protagonista de tal aventura hubiese sido yo. Es complicado hablar de Gravity sin caer en el consecuente entusiasmo ante la experiencia sensorial a la que Alfonso Cuarón nos ha sometido durante noventa minutos de metraje.
No sé a ciencia cierta si Gravity pasará a la historia del Cine o si quedará en el recuerdo de los espectadores que, abrumados por tal sensación de vértigo, la recordarán en sí mismos como parte de su propia vida. Es diferente a todo lo que hemos visto hasta ahora. Desde el impresionante plano secuencia inicial de treinta minutos de duración hasta el final, acompañados por la banda sonora de Steven Price, donde Sandra Bullock y George Clooney nos consiguen transportar fuera de los límites de nuestro planeta.
Gravity es poderosa en toda su dimensión, es sorprendente en sus escenas y es emotiva, cuando tiene que serlo. Prácticamente podríamos decir que lo tiene todo. El que escribe, ferviente detractor del 3D, ha tenido que cerrar su boca ante lo que el realizador mexicano ha conseguido con esta cinta. He sido uno más de la trama. Nos sentimos atrapados en el traje espacial, hablando a través de la radio, esperando contactar con la Tierra. Somos uno más de la misión. Detrás del casco escuchamos nuestra voz, llamando desesperadamente a nuestro compañero.
He ahí precisamente la magia de esta película. Narrativamente, existen ciertos detalles algo ligeros que afean el conjunto final. A nadie se le ocurriría dejarle el peso de una trama a Sandra Bullock. Sin embargo, y pese a pequeños matices, su papel es el más poderoso de la película. Y es que Gravity es una película sobre el coraje, la valentía, el nihilismo, la superación, el existencialismo. Dentro del guión de Jonás y Alfonso Cuarón se encuentran las mejores líneas escritas que hemos escuchado en mucho tiempo en este tipo de cine, abandonado a su suerte en los últimos años en la gratuidad que supone la destrucción de la Tierra.
No sé a ciencia cierta si Gravity pasará a la historia del Cine o si quedará en el recuerdo de los espectadores que, abrumados por tal sensación de vértigo, la recordarán en sí mismos como parte de su propia vida. Es diferente a todo lo que hemos visto hasta ahora. Desde el impresionante plano secuencia inicial de treinta minutos de duración hasta el final, acompañados por la banda sonora de Steven Price, donde Sandra Bullock y George Clooney nos consiguen transportar fuera de los límites de nuestro planeta.
Gravity es poderosa en toda su dimensión, es sorprendente en sus escenas y es emotiva, cuando tiene que serlo. Prácticamente podríamos decir que lo tiene todo. El que escribe, ferviente detractor del 3D, ha tenido que cerrar su boca ante lo que el realizador mexicano ha conseguido con esta cinta. He sido uno más de la trama. Nos sentimos atrapados en el traje espacial, hablando a través de la radio, esperando contactar con la Tierra. Somos uno más de la misión. Detrás del casco escuchamos nuestra voz, llamando desesperadamente a nuestro compañero.
He ahí precisamente la magia de esta película. Narrativamente, existen ciertos detalles algo ligeros que afean el conjunto final. A nadie se le ocurriría dejarle el peso de una trama a Sandra Bullock. Sin embargo, y pese a pequeños matices, su papel es el más poderoso de la película. Y es que Gravity es una película sobre el coraje, la valentía, el nihilismo, la superación, el existencialismo. Dentro del guión de Jonás y Alfonso Cuarón se encuentran las mejores líneas escritas que hemos escuchado en mucho tiempo en este tipo de cine, abandonado a su suerte en los últimos años en la gratuidad que supone la destrucción de la Tierra.
Aquí no hay más que mala suerte opuesta a las grandes virtudes del ser humano, aquellas que lo convierten en el ser más poderoso del planeta. Una desafortunada misión que tendrá que poner a prueba los límites de los astronautas y los del propio espectador. Ver esta película sin 3D es todo un error, un fallo que no debemos cometer. Esta experiencia implica a todos y cada uno de nuestros sentidos. Todo lo majestuoso que retrata Emmanuel Lubezki con su fotografía se convierte en pesadilla en apenas unos segundos.
Todavía es pronto para calificar a Gravity como la mejor película del año o firme candidata a alzarse con todos los premios habidos y por haber a partir del próximo mes. Lo que sí es cierto es que esta película es un paso de gigante en el uso de las nuevas técnicas cinematográficas y una bofetada a todos aquellos realizadores que, de manera arbitraria y en un amplio sentido de estafa y timo, utilizan las tres dimensiones para hacerse de oro sin respetar lo más mínimo al espectador.
Al finalizar la proyección, y evocar aquella obra maestra titulada 2001: Una odisea del espacio, no podía dejar de preguntarme qué hubiera dicho Stanley Kubrick de esta impresionante, espectacular, portentosa y asombrosa película. Esos planos que Cuarón, desde una cámara que no cesa en su movimiento, nos recuerdan aquel mítico baile de naves espaciales al son del Danubio Azul. Es reconfortante comprobar que, de vez en cuando, existe en el cine la más absoluta magia.

[Crítica] Runner, Runner

4/10

Hoy llega a nuestras pantallas la última incursión de Ben Affleck y Justin Timberlake en la gran pantalla. Runner Runner constituye el sueño de todo estafador y delincuente. Una quimera por la que podemos tocar las narices de los grandes magnates ecónomicos siendo unos auténticos don-nadie y salir absolutamente indemnes. Y, por supuesto, llevándonos a la chica como premio en un avión privado que nadie nos ha regalado.
No es que Runner Runner sea una película mala ni desdeñable. Directamente es un telefilm con mucha música discotequera, demasiadas curvas y exceso de billetes verdes. Es una historia cien veces repetida a lo largo de la historia, en la que un joven entra en la organización de un poderoso, playboy y codicioso hombre de “negocios” para trabajar como su mano derecha y le acaba entregando en pro de una justicia que le haga parecer ético y moral.
En Runner Runner nos falta de todo. Desde un buen guión que nos explique de donde viene cada personaje, sus inquietudes, su desarrollo psico-personal, su ascensión al poder y sus contactos. En este tipo de películas, por experiencia, todo aquello que no explique lo que rodea a las mafias, sean del tipo que sean, están condenadas a ser tratadas como mero producto ligero y de consumo rápido, fácilmente olvidable.
Pese a que no vamos a crucificar a los actores, no nos cabe ninguna duda que son papeles que debieron coger para poder financiar proyectos futuros que, en el caso de Ben Affleck, parecen mucho más interesantes desde que conocemos su implicación en la nueva película de David Fincher o el caché que ha retenido como realizador tras conseguir el Oscar por Argo.  
Runner Runner ha sido su primera prueba de fuego en pantalla tras conocerse que encarnaría a Bruce Wayne y su álter ego en la secuela de El Hombre de Acero. Y ya se han generado ciertas expectativas o, por lo menos, la concesión del beneficio de la duda.
Destellos de buen ejercicio de fotografía, composiciones de montaje bastante salvables y una dirección correcta pero sin profundidad es el resultado de una película que arranca bien pero acaba naufragando sin control alguno. La trama queda sostenida únicamente por las tablas de sus tres intérpretes principales los cuales, en alguna contada ocasión, consiguen que nos olvidemos por un momento de mirar el reloj para ver cuánto falta para poder terminar.
Tal y como está la actualidad cinematográfica resulta complicado no animar al público a ir a ver una película. Sin embargo, el bolsillo agradecerá más si vemos Runner Runner en DVD o alquilada mediante los sistemas actuales para poder disfrutar del cine en casa. Créame que la cartelera está cargada de mejores experiencias.