[Retrospectiva Hitchcock] Marnie, la ladrona

8/10

Tippi Hedren vuelve a colaborar con Alfred Hitchcock, maestro indiscutible del suspense, en Marnie, una película que explora los miedos y las adicciones de una manera más que notable. La película, aunque no cuenta con uno de los mejores guiones de Hitchcock, la sustentan dos portentosas interpretaciones con nombres y apellidos: Hedren y Sean Connery.
El actor escocés, llegado al éxito tras su paso por las dos primeras películas de la saga Bond (Dr. No y Desde Rusia con amor), tocaba su propia gloria personal en los primeros años de su carrera al trabajar con el orondo director que venía de cosechar uno de sus mayores éxitos con Los pájaros.
Marnie, con un miedo obsesivo a las tormentas y al color rojo y una adicción incontrolable a apropiarse de lo ajeno, encuentra su apoyo en el personaje de Connery. A través de una narración perfecta que ilustra como los dos personajes se encuentran emocionalmente, el maestro del suspense teje una compleja trama en la que investiga sobre el pasado de la protagonista. A través de un estilo inconfundible, con primeros planos faciales, travellings, panorámicas y picados, Hitchcock nos va introduciendo en una espiral de locura y obsesiones muy del estilo de sus mejores películas.
Sin embargo, no consigue enganchar tanto como lo hicieron sus mayores obras maestras. Los dos actores protagonistas no tienen el encanto que podían poseer Cary Grant, Ingrid Bergman, Grace Kelly o James Stewart. Sin embargo, hay algo que nos mantiene pegados al asiento, el morbo por saber qué es lo que le sucede realmente a Marnie y porqué se encuentra en ese estado. Queremos saber si su cleptomanía tiene alguna explicación o sí es meramente un recurso para distraer al espectador.
El espectador se identifica con el personaje de Connery. Queremos saber más pero vamos minuto a minuto. Hitchcock no tiene ninguna prisa en contarnos de que va realmente la película. Y cuando queremos darnos cuenta, ya estamos en su tela de araña. Hitchcock nos atrapa, sea cual sea la película, sea cuales sean sus protagonistas. Aunque Marnie no sea una película que podamos encontrar en los rankings de sus mejores cintas, lo cierto es que se trata de una de sus películas más personales, con los elementos que más se ajustan a su estilo como director. Junto con La trama y Frenesí, Hitchcock elaboró en su última etapa como cineasta una serie de tramas que reflejaban sus obsesiones, sus traumas y su forma de ver la psique como nunca antes lo había explorado.
En Marnie hay desvaríos psicológicos de todo tipo. Quizás sea el compendio de obsesiones y miedos que siempre quiso rodar Hitchcock y nunca pudo. Hay sexo, aunque no explícito, hay fobias, cleptomanía, violencia, elementos sádicos. Es una película sobre una enfermiza rodada por un enfermizo. No hay más que recordar diversas obsesiones que tenía el director, siendo la más conocida la que tenía con las mujeres rubias.
El uso del color y la fotografía (el plano de Tippi Hedren en el interior del servicio de señoras es impagable) es un elemento a tener muy en cuenta a la hora de analizar la película. Hitchcock cuidaba mucho los detalles y gracias a Marnie, tenemos una excelente muestra de su enorme trabajo como cineasta. Bellísima también es la partitura que Bernard Herrmann, colaborador habitual, compuso para el hilo narrativo de una película tan personal como intrigante.

[Festival de Cannes 2013] El palmarés entrega la Palma de Oro a La vie d´ Adele


La 66º edición del Festival de Cannes, pistoletazo de salida a una larga temporada de certámenes cinematográficos, acaba de anunciar su palmarés. Steven Spielberg, presidente del jurado de esta edición, leyó el nombre de la película vencedora en una disputadísima Sección Oficial: la francesa La vie d´ Adele, de Abdellatif Kechiche.
Entre las favoritas a alzarse con el gran premio de este certamen, teníamos películas como Nebraska (Alexander Payne), Inside Llewyn Davis (Joel & Ethan Coen), Le Passé (Ashgar Farhadi), The Immigrant (James Gray) o La Grande Bellezza (Paolo Sorrentino). Todas ellas acudieron a La Croissette como piezas fuertes de una Sección Oficial con nombres propios. También hemos podido ver este año lo nuevo (y último antes de su retirada) de Steven Soderbergh, Behind The Candelabra, o la nueva cinta de Mads Mikkelsen, en la que compartía cartel con Sergi López, Bruno Ganz o Denis Lavant.

Palma de Oro

La vie d´ Adele de Abdellatif Kechiche

Mejor Director

Amat Escalante por Heli

Gran Premio del Jurado

Inside Llewyn Davis de Joel & Ethan Coen

Mejor Actor

Bruce Dern por Nebraska

Mejor Actriz

Berenice Bejo por Le Passé

Mejor Guión

A Touch of Sin de Jia Zhangke

Premio Especial del Jurado

Like Father, Like Son de Kore-Eda

Cámara de Oro: Mejor Ópera Prima

Ilo-Ilo de Anthony Chen

[Crítica] Stoker

6/10

Park Chan Wook debuta en el cine norteamericano con una sugerente historia acerca de una joven embaucada por la figura de su siniestro tío. Nos encontramos ante Stoker, una película atractiva y adictiva en numerosos aspectos de su desarrollo.
El realizador de la trilogía formada por Oldboy, Sympathy For Mr. Vengeance y Sympathy For Lady Vengeance llega a Estados Unidos con una intrigante narrativa, fruto de su propio cine, en el que los elementos violentos y eróticos se dan la mano para tejer complejas tramas narrativas con una actitud técnica sobresaliente.
El montaje, exquisito y sobresaliente, es la clave de una película que no naufraga en ningún momento pero posee diversos fragmentos en los que el guión parece perderse hacia lugares que no van a ningún sitio. Sin embargo, el uso de una excelente banda sonora permite al espectador volverse a enganchar al argumento en los momentos en los que más perdido se halla. Park Chan Wook conoce demasiado bien los recursos que tiene disponibles y sabe jugar unas cartas que nos remiten a Alfred Hitchcock o a Martin Scorsese. El misterio, encarnado por las figuras de Mia Wasikowska y Matthew Goode, alcanza cotas máximas en una película en la que uno de los más interesantes planteamientos es relacionar su título con la historia de la Literatura universal. 
Stoker tiene parte de originalidad en su planteamiento. No encontramos una manera lineal de narrar una historia, sino que parece que su director pretende que por capítulos nos vayamos sumando a la adicción que provocan las pretensiones de cada uno de los personajes. Stoker es extraña, y he ahí donde radica su encanto. Nos recuerda a esa novela epistolar titulada Drácula, en la que la sangre era la gran protagonista. Remite al angustioso universo de los asesinos en serie, los psicópatas sedientos de tan preciado líquido rojo.
Cada película rodada por Park Chan Wook es un ejercicio de estilo que refina en cada una de sus secuencias una cuidada puesta en escena, movimientos de cámara delicados, seguros, delicados, que se introducen dentro de la mirada de los personajes y que crean una sensación de desazón en el espectador al que hipnotiza durante toda la película. Stoker tiene trampas, muchas. Hay un gran número de cabos sueltos y un personaje algo desaprovechado como es el de Dermot Mulroney. Sin embargo, y pese al esfuerzo de su director en crear algo totalmente novedoso, nos encontramos ante una película que navega por un mundo de oscurantismo, vampirismo, crimen y sexo. Una mezcla demasiado común en nuestros días.

[Crítica] Iron Man 3

5,5/10

La fórmula comienza a agotarse. Muchas son las secuelas a las que se ve venir de lejos que terminarán sus días en ésta o en la sucesiva película. Será el caso, seguro, de Resacón 3 y lo es de Iron Man 3. El carisma de Robert Downey Jr. comienza a resultar repetitivo y el actor deberá tomar la decisión de si sigue explotando su derroche de buen humor y cara dura en películas similares o si comienza a demostrar su talento en otro tipo de cintas, como bien hizo en Tropic Thunder.
Shane Black coge el testigo de Jon Favreau en la dirección para orquestar este conjunto de explosiones y acción barata que termina de provocar el naufragio avanzado de la saga del héroe de Marvel. Hay considerables lagunas de guión que, separadas por un montaje insulso, se combinan unas detrás de otras para crear la ilusión de que estamos ante una gran cinta de superhéroes.
Nada más lejos de la realidad. Pese a la forma y la holgura que demuestra su protagonista y el subidón interpretativo de Guy Pearce y Gwyneth Paltrow, Iron Man 3 nos hace pensar de nuevo en la primera entrega de la saga como la auténtica referencia en los héroes contemporáneos. Shane Black es complaciente con los fans de la saga y utiliza los recursos más característicos del personaje sin huir de la intriga y los inolvidables toques de humor.
Iron Man, lo bueno que tiene, es que no soporta comparaciones con ninguno de sus compañeros en Los Vengadores o con los héroes de DC, a la espera de lo que haga Superman el próximo mes de junio. Iron Man, en la figura de Downey Jr., es el superhéroe más cómodo, desairado, desgarbado, agradable, atrayente y seductor que ha pasado en mucho tiempo por una pantalla de cine. Y la taquilla lo nota. Iron Man 3 no ser la mejor de la saga ni tampoco no es la mejor de la franquicia Marvel. Ni el interesante comienzo con tan nostálgica melodía ni el despliegue de efectos especiales supera a la calidad de su predecesora original. Y la echamos de menos.
Todo parece encajar. Las piezas del puzzle quieren combinarse entre sí y por momentos parecen funcionar. Sin embargo, la trama se descuelga en ciertos momentos aunque sus protagonistas no tengan la culpa. La presencia de Ben Kinsgley no parece demasiado acertada ni tampoco la de una secundaria y desaprovechada Rebecca Hall. Sin embargo, Gwyneth Paltrow consigue zafarse de todos sus miedos y crear un personaje a la altura y, en ocasiones, de superior carisma al del héroe protagonista. Pero el que se lleva la función por completo a su terreno, pese a sus escasas apariciones, es el siempre eficaz Guy Pearce. Estamos ante un actor con un talento innegable demostrado en películas como Memento o L.A. Confidential y que nos ofrece en esta película el toque necesario para satisfacer los giros de guión de los que presume la película.
Aquel que opte por ver Iron Man 3, deberá saber que contemplará un interesante ejercicio de efectos especiales con un protagonista inimitable y secundarios a la altura. Sin embargo, notará el cansancio de una saga que comienza, inevitablemente, a decaer.

[Retrospectiva Hitchcock] La ventana indiscreta (1954)

8,5/10

Con La ventana indiscreta nos encontramos ante otro de los ejemplos de buen hacer que Alfred Hitchcock desarrolló a lo largo de su extensa carrera. Una película de espionaje “casero”, del que solemos practicar todos cada día al levantarnos y mirar hacia la ventana de enfrente esperando encontrar una vida paralela a la nuestra preguntándonos qué sucederá con ellos.
El director analiza la perspectiva del voyeurismo como forma de entender las relaciones sociales. A través de los ojos de James Stewart, descubrimos a lo largo del metraje como los roles en las diferentes viviendas se van cambiando, nos damos cuenta de que la felicidad aparente realmente no existe e incluso podemos reírnos de las típicas ocurrencias de nuestros vecinos.
Con una dirección sobresaliente, Alfred Hitchcock realiza un portentoso trabajo de montaje y dirección de cámara. Manejando a su antojo al vecindario, el realizador nos sitúa en los ojos de un impresionante James Stewart en la piel de un fotógrafo postrado en una silla de ruedas. Cuatro son los protagonistas de los que el director se nutre para tejer una de las historias mejor narradas de la historia del Cine. Stewart, Grace Kelly, Thelma Ritter y Raymond Burr se encargan de otorgar a la película un status de clásico imperecedero que mejora en cada visionado.
El uso de la cámara lejana, con planos generales y el uso de las grúas con travellings que inducen a seguir la acción de cada uno de los pisos en liza son un elemento importante para el desarrollo del metraje. Hitchcock nos hace partícipes de todo lo que pasa por la mente de James Stewart. Y es que nos trata por iguales a pesar de estar al otro lado de la pantalla. 
El realizador sabe cómo manejar la narración a su antojo y crear una impecable sensación de suspense ante lo que está a punto de suceder. Los elementos narrativos que desprende la película son una muestra del inmenso talento que desplegó en esta película a la hora de hacernos deducir quién es cada cual y por qué se comportan de tal o cual manera.
Por si fuera poco, también tenemos la oportunidad de contar con la última colaboración de Grace Kelly con Alfred Hitchcock. La bella actriz se retiró dos años después para contraer matrimonio con el príncipe Raniero de Mónaco e iniciar su vida al frente de la casa real monegasca. Su legado como intérprete nos dejó grandes muestras de su talento como actriz con películas como Atrapa a un ladrón, Alta sociedad o Sólo ante el peligro.
Somos conscientes de que algo pasa al otro lado de la ventana. Pero nos sentimos impotentes de manera doble. Una, por no poder enterarnos de qué es y por no poder hacer nada para remediarlos. Permanecemos con James Stewart en su apartamento durante toda la película. No nos separamos ni un momento de sus ojos, de su cámara, de sus prismáticos. El suspense está servido. Queremos entender pero no podemos. Queremos ver pero no miramos.

"Nos estamos convirtiendo en una raza de mirones..."

[Retrospectiva Hitchcock] Topaz (1969)

8/10

El cine de espías ha sido siempre un género controvertido por la utilización de sus fuentes, las tensiones políticas y el manejo del guión, el cual siempre ha de asegurar al espectador que está frente a una película que no le tome el pelo ni le cree falsas expectativas. De ahí, que remitiéndose a la experiencia de este joven redactor, haya que ver una película de espionaje con la mente absolutamente liberada.
Es el caso de Topaz, una de las últimas películas de Alfred Hitchcock, maestro del suspense y creador de algunas de las cintas más recordadas y míticas de la memoria cinéfila de cualquier espectador. Sin embargo, tras rodar Los pájaros, Hitchcock perdió a numerosos compañeros y el apoyo de los que antes le habían encumbrado. Por si fuera poco, comenzaba a hacerse mayor y el público entendía que otro tipo de cine estaba por llegar. Para esta ocasión, adaptó una novela de Leon Uris, autor de uno de los mayores best-sellers de aquella época: Éxodo.
Nos situamos en 1969. La Guerra Fría está en su punto álgido y las tensiones entre los países contendientes estaban a flor de piel. Los americanos y los rusos pugnaban por conseguir la mayor red de información de su adversario. Y para ello, solicitaban los servicios de la inteligencia de sus aliados. También estamos en los años en los que Fidel Castro y Ernesto Guevara alcanzan el poder en una Cuba que decide virar su rumbo político y económico a los designios de la Unión Soviética, utilizando la isla como base militar cercana a Estados Unidos. Por si fuera poco, dentro de la supuesta unión de los países europeos, la tensión de Francia con sus aliados, lleva al presidente galo Charles De Gaulle a abandonar la OTAN ante la imposibilidad de lograr los objetivos pactados.
En este contexto complicado, políticamente hablando, es en el que se desarrolla una obra ampliamente infravalorada de Alfred Hitchcock. Su complicado planteamiento, su enrevesado desarrollo y su brusco final la han llevado a ser considerada como una de las peores películas del orondo director. De hecho, el mismo François Truffaut (autor de la entrevista más conocida al genio británico) la calificó como la peor de toda su filmografía.
Y no es por falta de interés. Ni tan siquiera por malas interpretaciones. En el reparto, plagado de nombres desconocidos en la época, excepto John Forsythe, construyen unos personajes creíbles y una trama bien hilada con sorprendentes giros de guión que no resultan artificiales ni improvisados. Con el paso del tiempo, reconocemos a Michel Piccoli y a Philippe Noiret entre los protagonistas y los tenemos de referencia para hablar de la menos americana de las películas de Alfred Hitchcock.
En opinión de este que os escribe, Topaz es una de las mejores películas de espías que he visto en mucho tiempo. Tiene defectos de sonido y montaje que afean la producción final. Hay que prestar atención desde el primer minuto y verla en versión original. Por si fuera poco, también hay que conocer el contexto histórico de la película. Pero es que es ahí donde radica la fuerza narrativa de la película. Pocas han reflejado los intrincados laberintos de los servicios de inteligencia y pocas han cubierto la tensión internacional como Topaz. No es la peor de las películas de Hitchcock. Simplemente es la más incomprendida, la más europea y uno de sus proyectos más personales.
A lo largo de la película hay secuencias maravillosas, que demuestran que Hitchcock sigue en plena forma. El plano cenital de un asesinato, la incorporación del soldado tras conocer a la persona que lo ha traicionado o el comienzo, sin un solo diálogo audible son muestras del buen hacer de uno de los más grandes cineastas que ha dado la Historia del Cine.

[Retrospectiva David Lean] El puente sobre el río Kwai (1957)

6,5/10

Hablamos siempre de las películas que tratan el exacerbado patriotismo como muestras del chovinismo cinematográfico que ha pasado a la Historia del Cine. El último gran ejemplo lo observamos en Argo o Lincoln, presentes en la pasada ceremonia de los Oscars. Sin embargo, hoy nos vamos a ir más atrás en el tiempo. Nos desplazamos hasta el Hollywood dorado para admirar a uno de los más grandes realizadores de la cinematografía británica.
Si recordamos muchas de sus películas, obtenemos por lo menos cinco obras que consideramos en la memoria de cualquier cinéfilo y esenciales para entender el concepto de “superproducción”. El puente sobre el río Kwai, Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago, La hija de Ryan y Pasaje a la India. Estas cinco películas resumen, pese a ser las últimas que realizó, la forma de entender el cine que tenía Lean. Algo grandilocuente, exagerado, tremendista y algo pretencioso.
Sin embargo, su manejo del montaje y de la fotografía nos ha legado secuencias que contamos entre las más maravillosas de la Historia del Cine. Aunque David Lean, en la primera de sus grandes películas, pecó de un exceso de patriotismo que nubla por completo la concepción teórica de la película. Con un reparto encabezado por William Holden y Alec Guinness, David Lean adaptó la obra de Pierre Boulé cambiando el final y otorgando otra moralidad y decisiones a personajes como el del coronel Nicholson, interpretado de manera sublime por el gran Alec Guinness. Por el contrario, no encontró el verdadero sitio en la narración de la obra para William Holden quien, hasta bien entrado el metraje, no comienza a encontrarle sentido a su personaje. Poco a poco, nos vamos convenciendo de la dimensión histórica de los hechos mientras asistimos a un final anunciado desde el primer minuto.
La película, pese a acentuar el patriotismo británico frente a la inherente barbarie japonesa, omite detalles de la obra de Boulle que hubiesen hecho entender aún más las diferencias culturales, sociales e históricas entre las diferentes nacionalidades. Temas como el racismo, acentuado en cualquier conflicto bélico, quedan omitidos o pasan casi desapercibidos con lo que la contextualización histórico-social de la película queda algo en entredicho.
Sin embargo, la majestuosidad con la que David Lean rodaba sus proyectos, esos largos planos en exteriores donde la naturaleza se fundía con la cámara para crear paisajes de una belleza extraordinaria merecen la pena conservarlos en el mueble de alta definición de nuestra videoteca particular. Es una de las grandes películas de David Lean, y aunque no sea su mejor muestra de cine, sin duda El puente sobre el río Kwai es una experiencia altamente disfrutable.

[Clásicos de Autor] El vídeo de Benny (Michael Haneke, 1992)

7,5/10

Un impagable Arno Frisch se eleva entre el reparto de esta, una de las películas más conocidas de Michael Haneke y su segunda como realizador tras El séptimo continente. En El vídeo de Benny, el director austriaco navega por la mente de un niño sin aparente control paterno y seducido por su nueva cámara de vídeo con la que pretenderá inmortalizar momentos no demasiado amables.
La cinta comienza de la peor manera posible. Somos testigos impasibles de la matanza de un cerdo, algo típico en las zonas rurales y que se practica desde hace siglos como un ritual anual al que nunca hay que faltar. Por si fuera poco, Haneke nos regala la secuencia del asesinato una segunda vez y en esta ocasión lo hace a cámara lenta, para recordarnos que el pobre animal sufre un disparo mortal que acaba con su vida.
Nuestro protagonista acude casi diariamente a un videoclub, donde alquilará muestras de una violencia a la que parece acostumbrarse a cada minuto que transcurre del metraje. Su obsesión ira in crescendo mientras somos testigos, como siempre pasa con la narrativa del director, del paso del tiempo hacia un final que intuimos sobrecogedor.
El vídeo de Benny parece en ocasiones el telón de fondo, el backstage de otra de las obras cumbre de Haneke: Caché. Las autorreferencias son algo de lo que Haneke suele beneficiarse a la hora de realizar sus películas. Y aquel cinéfilo o espectador que lo siga atentamente, comprenderá la dimensión que adquiere la narración de esta cinta con la posterior. Y es que lo que no se vio en Caché parece mostrarse ante nuestros ojos en esta película de una manera fría, cortante y muy violenta. Al igual que su anterior película, y futuras producciones, Michael Haneke explora el concepto de voyeur y lo sirve al espectador poniéndolo en el lugar de aquel que sólo puede mirar atónito ante lo que sucede pero se siente impotente por su imposibilidad de hacer absolutamente nada. Y ese es el juego que define el cine de Haneke.
Muchos son los elementos que comparte El video de Benny con El séptimo continente. De nuevo volvemos a explorar a la clase media, a una familia que lo tiene todo. Una vida que parece más que solucionada hasta que un suceso implacable azota la trayectoria humana de sus respectivas existencias. Es curioso comprobar como ese joven protagonista que decide hacer de la violencia su peor arma, es el psicópata que atormenta a la familia de Funny Games, donde el hombre de la casa (y también curiosamente) es interpretado por el malogrado Ulrich Mühe, padre de Frisch en El vídeo de Benny.
Haneke sorprende con cada producción que realiza. Y lo hace siempre en base a su propio estilo. Sin florituras ni adornos de ningún tipo. La realidad es la que vemos y es tan cruel como nos la podemos imaginar. Siempre que queramos observar y sufrir con los retazos de nuestra propia existencia debemos acudir al genio cinematográfico de uno de los autores europeos más importantes de nuestra Historia.

[Clásicos de Autor] El séptimo continente (Michael Haneke, 1988)


7,5/10

Michael Haneke y su inconfundible estilo han sacudido Europa durante los últimos 25 años. Con esta primera película de su trilogía de la violencia, el director austriaco pretende retratar el desdén de la clase media y el tedio que provoca una rutina autoimpuesta en una sociedad repetitiva y harto preocupada.
Durante los primeros minutos de la película, vemos como nos hallamos en presencia de una familia bien posicionada a la cual no conseguimos ver sus rostros. En vez de ello, Haneke nos coloca la cámara en un modo voyeur para que observemos los hábitos y las rutinas que envuelven la vida de estos tres seres de los que apenas conocemos nada.
El uso, e incluso en ocasiones el abuso, de los primeros planos y los planos detalle nos provoca una sensación de incomodidad a la hora de introducirnos en una trama que consideramos vacía, fría y lejana a nuestros convencionalismos narrativos. Los saltos entre secuencias (o cambios de capítulos, hablando en modo literario) no se realizan con un cortante fundido a negro sino que ese mismo oscuro permanece ante nosotros un par de segundos, agudizando nuestro malestar ante lo que se nos presenta. 
El séptimo continente es una tragedia de la cotidianeidad, donde los personajes están deshumanizados y son tratados como máquinas, seres autómatas, sin alma y sin personalidad. La robótica mirada al televisor que poseen los dos protagonistas es retratada por Haneke de una forma casi cruel, con un primer plano en el que rozamos el detalle de cada rostro. Hasta un simple gesto típico en numerosas familias, se torna tedioso y aburrido. El rezo de cada noche no se hace con la devoción que se le presupone a las personas religiosas. Se hace de manera automática sin saber exactamente qué se está diciendo y por qué. 
La película es un abrumador retrato del rumbo que estaba tomando en aquel entonces la clase media-alta de la Alemania cómoda, la que no sufría los achaques políticos. La que vivía bien, desahogada. Haneke nos insufla la creencia (y en ocasiones la sensación de realidad) de que la vida se asemeja a la secuencia del salto al potro. Todos pasamos, uno detrás de otro, sorteando obstáculos y sin saber que nos espera al final de ese bache. Presuponemos que es la tranquilidad cotidiana aunque contamos con el indefinido del destino.
Este demoledor retrato de la soledad individual tiene sus mayores muestras de desazón en dos escenas clave de la película. El momento en que dos personajes inician un momento de llanto incontrolado en busca de algo que les aleje de su situación actual, que les reencuentre con el sentido de su condición de humanos, de seres con alma. En ciertos momentos de la película, los personajes reclaman atención de sus congéneres. Están cansados de vivir de manera pausada y rutinaria. Y deciden otorgar a su existencia una nueva dimensión.
Michael Haneke, tras una larga trayectoria en la televisión, inicia su camino por el largometraje con este debut, primera parte de una trilogía que seguirá con 71 fragmentos de una cronología del azar y la impresionante El vídeo de Benny