5/10
La decepción proviene de una película vacía, con multitud de referencias aisladas a la propia idiosincrasia de Clark Kent pero con una dispersión narrativa muy prolongada a lo largo de unas eternas dos horas y media de metraje donde, gracias a Hans Zimmer y su portentosa banda sonora, no conseguimos caer en el tedio y abandonar la proyección.
No es que El Hombre de Acero sea una película mala. Simplemente, no cumple las expectativas que habíamos depositado en una película dirigida por Zack Snyder, con Christopher Nolan en la producción y David S. Goyer detrás del libreto. No conseguimos más que intentar vislumbrar qué actor consigue llevarse el gato al agua en esta fastuosa y artificial producción. Un protagonista sin carisma ninguno, con un pétreo rostro a lo largo de la película que no se mueve por muy mal que vayan los tiempos. Un villano recargado, excesivo y sobreactuado interpretado por el decepcionante Michael Shannon. Y una pareja, falta de química, formada por Henry Cavill y Amy Adams culminan el cénit del desengaño.
Hemos pasado a lo largo de la Historia del Cine desde el mundo al sonoro y desde el sonoro al ruidoso. Eso nos lleva a preguntarnos si realmente nadie es capaz de crear una superproducción en la que no sea necesario destruir ciudades enteras para conseguir los objetivos propuestos. Nos cuestionamos si realmente los estudios se creen que a la gran mayoría nos conquistan con un festival de pirotecnia computerizada sin sentido alguno ni un mínimo respeto por los decibelios. Es el momento de ponernos nostálgicos y recordar aquella primera aparición de Clark Kent en la gran pantalla, a cargo de Richard Donner y con un excelso Christopher Reeve, un enorme Marlon Brando y un magnífico Gene Hackman en la piel de Lex Luthor (referencia en El Hombre de Acero incluida).
Man of Steel deriva en una sucesión de efectos especiales que transitan entre secuencias de una impagable calidad en las que descubrimos el lado más humano (y a la par divino) de nuestro protagonista. Numerosas son las referencias a Jesucristo y su similitud originariamente concebida con Superman. Impagables están Russell Crowe como Jor-El y Kevin Costner como Jonathan Kent, ambos los padres de la función, y que sintetizan ambos aspectos del alma del joven Clark.
A lo largo de la película observamos un buen número de razones positivas para quedarnos en la sala. Descubrimos por primera vez el aspecto de Krypton, contemplamos las razones que motivaron a Jor-El y Lara a salvar la vida de su hijo y nos metemos de lleno en la complicada adolescencia de Clark Kent. Sin embargo, en este último aspecto es donde la cinta debería haber indagado más. Los orígenes, su preparación, el descubrimiento de sus poderes de una manera íntima y ligada tanto a su presente como a su pasado. Pero no. Snyder y Nolan nos han privado de una grandiosa película del siempre castigado Superman para legarnos algo parecido a un ruidoso patio de colegio donde las peleas gratuitas y la violencia bizarra quedan al servicio del espectador menos exigente.