Crítica Manhattan; El placer de escuchar a ese neurótico mordaz...

8/10


Son ya un número considerable las películas de Woody Allen que he tenido la grácil oportunidad de disfrutar, y a medida que estas se van cruzando en mi experiencia vital, siento cómo, progresivamente y de forma inconsciente, he ido entablando una extraña relación con este sujeto hilarante y verborreico. La sensación que me invade supongo que es algo parecido a la complicidad; no puedo dejar de escuchar un instante cada uno de sus diálogos grotescos y geniales o maravillarme con su sutil forma de crear escenarios románticos y melancólicos, probablemente porque me identifico o, al menos, entiendo aquello que Woody quiere transmitir en cada una de sus películas, aunque esto último pueda parecer misión imposible. Una suerte de conexión íntima, en fin, que suscita un placer infinito con tan solo visionar alguna de sus obras, fenómeno que, con la mayor seguridad, no sólo me ocurre a mí.
Manhattan es una de esas obras canónicas que todo buen conocedor de Woody Allen debe mencionar como insoslayable referencia de su carrera. Concebida como un emotivo y lírico canto a la ciudad que lo vio nacer y que le sirvió como escenario de excepción de buena parte de sus películas, Manhattan ahonda en el complejo mundo de las relaciones sentimentales, tal y como comenzó a prodigar dos años antes en Annie Hall y en contraposición a sus primeras comedias, aunque en esta ocasión la disfuncionalidad del alter ego de Allen en torno a los asuntos del amor es de tal calado que sus relaciones estarán condenadas irremediablemente al fracaso. Ni siquiera Diane Keaton, la dulce Annie Hall que logró encandilar a Alvy Singer, estará en condiciones de domeñar al neurótico y cáustico Isaac Davis, ya que son sus propios tics y su afán de superioridad (los de su personaje, Mary) los que supondrán un insalvable obstáculo para el amor entre ambos.
Sin lugar a dudas, Isaac Davis tenía razones para encontrarse en una situación algo inestable; abandonado por su mujer (Meryl Streep), la cual había descubierto que era lesbiana y prepara ahora un libro sobre las frustraciones sexuales de su relación heterosexual, Isaac inicia un romance con una chica de 17 años (Mariel Hemingway) que sabe no lleva a ningún lugar, al tiempo que se siente atraído por la amante de su mejor amigo (Michael Murphy), a la que este abandona por su esposa. Así pues, Mary encuentra en su antítesis intelectual el refugio necesario para soportar la pérdida, aunque este fuese completamente ficticio.
Una trama compleja al servicio de una mordaz sátira de la clase intelectual neoyorkina, atrincherada en su superioridad moral y corroída por la inseguridad de sus disquisiciones internas, en la que, paradójicamente, es la joven novia de Allen la que mayor madurez sentimental y coherencia en sus actos muestra a lo largo de la película, a pesar de que éste no desista en repetir una y otra vez lo inexperta que es y toda la vida que aún le queda por vivir.
Manhattan puede que sea una de las películas de Allen que atesore una mayor cantidad de monólogos ingeniosos, frases para anotar y momentos disparatados; desde ese apabullante comienzo con la ciudad de Manhattan como protagonista y la voz en off de su amante ciudadano recitando sus bondades, hasta los enfrentamientos intelectuales de Isaac y Mary en torno al cine y la televisión (esos “rayos gamma que se comen el cerebro” de una generación de drogadictos), pasando por las paternalistas conversaciones con la joven Tracy (para la que él sólo era “un desvío en la autopista de la vida”).
Woody Allen firma aquí una de sus mejores películas, puesto que Manhattan nace del corazón del genio. La cámara destila poesía en cada uno de los planos de la ciudad, sus diálogos alcanzan la originalidad de sus mejores trabajos, el elenco de actores que lo rodea es sencillamente espectacular, la fotografía en blanco y negro de Gordon Willis deliciosa... Multitud de razones para hacer de esta película una recomendación imprescindible en la retrospectiva que venimos realizando en este blog en torno a ese mordaz y neurótico personaje que consigue el embelesamiento placentero de este servidor en algo más de hora y media.

Crítica El Séptimo Día; La crueldad de los rencores y la vida rural

9/10

Desde la primera vez que vi esta cinta Carlos Saura comencé a fijarme especialmente en la forma de narrar de uno de nuestros directores más ilustres, respetados y mayor capacidad para reflejar cada una de las épocas por las que ha pasado España. Desde que su primera magna obra, La Caza, cautivara a medio mundo por reflejar las actitudes de tres hombres en un bosque que fue escenario de una batalla de la Guerra Civil. Pasando por genialidades como Ana y los Lobos o El Jardín de las Delicias, los años 90 trajeron las que, para este humilde escritor, son dos de sus mejores obras: Ay Carmela y El Séptimo Día.
En esta última retrata de una manera magistral, aunque con la libertad que le otorga una historia basada en hechos reales, la trágica matanza que sucedió en la pedanía extremeña de Puerto Hurraco, el atardecer del 26 de agosto de 1990. Los hermanos Izquierdo asesinaron a 9 personas inocentes e hirieron a otras 12 en su intento de vengar la muerte de su madre, quemada viva años antes víctima de rencores entre su familia y los Cabanillas.
La historia es complicada pero se resume en lo siguiente. Ángela Izquierdo se enamoró de Amadeo Cabanillas. Éste, cansado, la repudió dejando a Ángela con el ajuar de boda preparado. Jerónimo, hermano de Ángela, asesinó a Amadeo a sangre fría en venganza por el daño que le había hecho a su hermana. Sin embargo, años después, se dice que Antonio Cabanillas, doliente por su hermano asesinado, quemó el granero de los Izquierdo con la madre dentro, lo que provocó la ira de la familia Izquierdo, que volvieron a Puerto Hurraco sedientos de venganza.
Carlos Saura cambia los nombres de las familias e introduce historias de relleno, como la del joven que se enamora de una de las hijas de Antonio Cabanillas o la de las aventuras sentimentales de la esposa del dueño de un bar de la localidad. Pero el eje de la historia crece y se va hundiendo en la mente del espectador a medida que avanza la película. Las portentosas interpretaciones del gran Juan Diego y de Victoria Abril dotan a la película de una sensación de angustia y continuo suspense a pesar de conocer el desenlace de la historia a priori.
Una cinta en la que Saura teje la vida rural de una forma exquisita. Yo, que tengo familia en una localidad a escasos kilómetros de la comarca de La Serena, conozco de primera mano la vida del campo que se retrata en la cinta. Carreteras solitarias dominadas por las señalizaciones y donde pasa un coche a cada cuarto de hora. Pueblos donde las señoras mayores "toman el fresco" mientras hacen punto y comentan entre ellas las últimas noticias de la gente de su alrededor. Entre punto y punto, tienen tiempo para protestar enérgicamente contra los niñatos que hacen ruido con sus motos. Los hombres llegan del campo, un lugar donde ganarse la vida y todo transcurre entre cerdos, gallinas y lo necesario para subsistir en una vida que ellos consideran como suya y de la cual, algunos, jamás se desprenderían por ir a la capital.
Pero lo que trata de reflejar la película, más allá de estar basada en la tragedia de Puerto Hurraco, son los rencores típicos de una sociedad limitada a unos escasos kilómetros cuadrados. Donde todo el mundo sabe de todo el mundo. Obra, vida y milagros de todas y cada una de las personas del pueblo. Donde si alguien no saluda por la calle es sinónimo de comienzo de enemistad. Hay familias con ansias de libertad, que quieren huir de un encierro, en ocasiones, provocado por los propios vecinos del pueblo. Ansias de ir a Madrid, a Sevilla, a Barcelona, a lugares donde nadie conoce a nadie y donde se puede hacer una vida más relajada y despreocupada, en la que tu mano derecha no sepa lo que ha hecho tu mano izquierda.
Un buen guión de Ray Loriga permite a los actores lucirse. Juan Diego está pletórico. Victoria Abril, genial. Por no hablar de las tres niñas, una de ellas Yohana Cobo, a la que veremos como "chica Almodóvar" en Volver, junto a Penélope Cruz. José García, Carlos Hipólito, Eulalia Ramón o Elia Galera acompañan al elenco protagonista en una película en la que todavía se siguen poniendo los pelos de punta al llegar a la escena final, el desenlace, donde los hermanos Izquierdo desatan toda su ira contra los inocentes vecinos de Puerto Hurraco.
Suaves movimientos de cámara, una fotografía excepcional de François Lartigue que permite al espectador contemplar los bellos paisajes del campo extremeño así como la fantástica banda sonora de mi idolatrado Roque Baños, que con una guitarra y un piano teje una de las partituras más bellas que mis oídos han escuchado en los últimos años del cine español, amén de la partitura final en la que asistimos a la tragedia al son de una guitarra y un tambor.
Acérquese a una de las obras cinematográficas más interesantes de la última década del cine español. Reviva uno de los acontecimientos más trágicos de la historia reciente de nuestro país y disfrute de grandes interpretaciones que sirven a una fantástica película de uno de los creadores cinematográficos más importantes de España: Carlos Saura.
Para terminar, me gustaría rescatar la frase con la que terminé de ser cautivado por esta película. De una forma poética, uniéndolo al arraigo religioso, Saura definió la tragedia de Puerto Hurraco de la siguiente manera:

"Dios creó el mundo en seis días y al séptimo descansó. Por eso las cosas más terribles suceden en domingo, cuando Dios está descansando."

Crítica London River, los caminos entrelazados de la desgracia

7/10


Las consecuencias trágicas que suele acarrear un acontecimiento tan dramático e injusto como un atentado terrorista contra personas inocentes pueden llegar a ser tan profundas e imbricadas en la misma esencia humana que su retrato o mera descripción se ve impedido por un extenso abanico de prejuicios, sentimientos encontrados, convencionalismos condescendientes y emociones demasiado fuertes para el que observa alejado de todo el vórtice dramático que el acontecimiento conlleva. Ello puede ser una razón relativamente justificada del porqué de la escasa prodigalidad del cine en asuntos tan espinosos como el 11-S, los atentados de Madrid o los de Londres, prácticamente inéditos en cada una de las cinematografías nacionales (si exceptuamos acercamientos patrióticos y frustrantemente épicos como el de World Trade Center por parte de los americanos).

El cine independiente parece suscitar esa salida necesaria a una cierta tibieza de las grandes productoras en torno a todo este asunto, aportando visiones diversas, focalizando sus objetivos en historias personales directamente relacionadas con la catástrofe y creando debates que impelan al conocimiento y la superación de los hechos. Un muy interesante ejemplo de ello es London River, una coproducción franco-británica con participación argelina (principalmente su director) que aborda el drama que desencadenaron las bombas de julio de 2005 de Londres en las vidas de un padre y una madre. Dos personas de orígenes completamente antagónicos, una, cristiana tradicional, otro, un musulmán africano emigrado en Francia, cuyos caminos se ven entrelazados por la incertidumbre de la suerte que corrieron sus hijos, de los que dejaron de tener noticias a raíz de los atentados.

Una historia que esconde en su sencillez una fuerza magnética que encuentra en el espectador al cómplice idóneo, una suerte de compañero de viaje fiel y comprensivo de la odisea desesperada de unos padres en busca de la verdad, zarandeados por el destino, unidos en la tragedia. El camino es arduo, las pistas desconcertantes, y si a ello unimos las reticencias iniciales que despierta el carácter multicultural de un Londres cosmopolita en los ojos de una mujer que vive en una pequeña isla de la costa inglesa, obtenemos un drama social que va más allá del retrato más o menos acertado de una tragedia. London River es también una película sobre la comunicación, sobre el encuentro con el otro, sobre el arrumbamiento de prejuicios culturales y la confianza entre personajes más allá de colores de piel y religiones. En un principio, la humilde granjera que viaja a la gran urbe se encuentra perdida entre personas extrañas, establecimientos de productos exóticos y señales inequívocas de que su hija mantiene una relación sentimental con un chico negro y musulmán; el rechazo es instintivo y la sospecha se cierne sobre el padre del chico, con el que coincide en cada uno de los lugares que ella misma recorre en busca de respuestas. Más tarde, se habitúa al cambio para, al fin, unirse a ese extraño personaje en una especie de comunión íntima del dolor donde ya poco importan las valoraciones mentales previas.

Mención aparte precisan sus dos intérpretes protagonistas. En primer lugar, esa actriz británica madura, sencilla y profundamente veraz que descubrió hace ya casi quince años Mike Leigh en Secretos y Mentiras, tras un pequeño y lúcido papel años antes en El río de la vida de Robert Redford. Brenda Blethyn encuentra en su nada fingida naturalidad el genio de su poder interpretativo, puesto una vez más en claro en esta película donde construye un personaje fuerte aunque desconcertado, roto al fin por el dolor. En segundo lugar aunque no menos importante, el actor malí Soutiqui Kouyate, ganador del premio al mejor actor en el Festival de Berlín de 2009 y viejo conocido de Rachid Bouchared, quien ya precisó de su poderosa presencia en pantalla en su ópera prima, Little Senegal (2001). Kouyate impresiona, impacta su apariencia desastrada y su rostro sabio, se nos asemeja a una especie de hechicero tribal detentor de un poder que va más allá de nuestro conocimiento terrenal. Su camino tras los pasos de un hijo del que guarda pocos recuerdos es, simplemente, conmovedor.

London River confirma a Bouchared como un director a seguir dentro de la filmografía europea y africana. El éxito de su Little Senegal y Days of Glory (nominada al Oscar y ganadora de dos premios en Cannes) lo alzaron como promesa y sus películas son ya habituales dentro del circuito de festivales europeos. No en vano, su última película, Fuera de la ley, fue presentada hace tan solo unos meses en Cannes en medio de una fuerte polémica por el controvertido retrato que realiza el director en torno a la independencia de Argelia. En London River, por el contrario, opta por la mesura y la sencillez para narrar una historia profunda de dolor y encuentro, necesaria dentro de nuestro cine, que aborda unos acontecimientos que pocos antes se atrevieron a tocar.


Crítica Toy Story 3; Una obra maestra animada por la fantasía y el espíritu de la infancia perdida


9/10

La escabrosa espera ha terminado. No me avergüenza reconocer que llevaba ya algunos meses en un cierto estado de nerviosismo y agitación cinéfila al conocer la fecha de estreno de la tercera entrega de los juguetes animados más inolvidables de la historia del cine. Son muchas las emociones traídas a mi mente en fogonazos de melancolía e ilusión que arrastra una saga como la forjada por esa factoría de sueños llamada Pixar. Woody y Buzz, esa improbable pareja de héroes antitéticos unidos por la más inquebrantable amistad, se han asentado en mi imaginario personal como dos viejos compañeros de fantasía, aquella que contribuyeron a construir cuando yo apenas contaba siete años y la primera película de Toy Story abría la senda de un exitoso catálogo de historias tiernas y divertidas que espolearon la imaginación de millones de niños de todo el mundo. Ahora regresan por tercera vez y la ocasión bien merece la expectación impaciente de mi espíritu de niño grande y el intelecto de un adulto en ciernes que no reusa el deleite suscitado por una historia tan conmovedora como profundamente humana.

La felicidad es aún mayor cuando aquello en lo que has puesto dosis ingentes de esperanza y promesas que sueñas sean cumplidas, se ven correspondidas por una película frenética en cuanto a la diversión que origina, emotiva por los sentimientos que hace saltar como resortes automáticos en nuestro interior, y asombrosamente cinematográfica en su depurado argumento, su cuidada puesta en escena y su retrato fiel y sincero de cada uno de los personajes que conforman un elenco excepcional. Toy Story 3 arrumba con los tradicionales estereotipos en torno a la maldición de segundas y terceras partes por méritos propios, porque la imperiosa necesidad impuesta por los productores de hacer caja no corre en detrimento de la calidad de la película en cuestión, y de ello siempre han sido conscientes los responsables de Pixar, quienes han sabido guardar y explotar con suma brillantez la esencia que les da identidad a cada una de sus obras.

Si las dos primeras entregas sirvieron para que el público entregado interiorizara ese mundo de fantasía que conectaba íntimamente con nuestra niñez y esos objetos que le dieron vida, la película que ahora nos llega completa ese cosmos, lo extiende a través de aventuras trepidantes y ahonda aún más en la personalidad de juguetes con características puramente humanas (aunque a muchos humanos ya les gustaría contar con al menos una tercera parte de los valores de los que hacen gala Woody y compañía). El paso del tiempo y el destino de aquello que deja de ser útil para los demás se erigen como dos de los argumentos centrales de una trama que sitúa a los juguetes de Andy en una compleja situación cuando este, ya a las puertas de la vida adulta, se marcha a la universidad y tiene que decidir qué hacer con esos viejos trastos que forman parte de su propia vida. Sin embargo, una cadena de casualidades accidentales depara un camino diferente a nuestra querida tropa, que cae en las redes de una mafia regentada por un malvado oso de peluche con olor a fresas en la aparentemente idílica guardería de Sunnyside.

Sin querer desvelar demasiados detalles de un argumento preciso y en ocasiones hilarante, se me antoja fundamental reseñar la obertura brillante y el final apoteósico de una cinta que opta en mayor medida por la acción pero que no ceja en su intento de emocionar al público adulto. La fábula del western inicial, con protagonistas tan disparatados como el señor Patata o el malvado “Chuleta de cerdo”, sirve como excusa perfecta para introducir esa nostálgica pieza de video casera, testimonio de una época ya perdida, en la que los juguetes eran los actores predilectos de un flujo incesante de imaginación desbordada por la mente inquieta de Andy. Todo ello conecta con la emotiva ceremonia de legado que cierra la película y, probablemente, la saga, en la que un Andy casi adulto y melancólico se despide de sus juguetes, percatándose de que estos no son meros cacharros de plástico sin vidas futuras, sino objetos a los que, de alguna manera, se les ha transmitido vida a lo largo de cuantiosas horas de juegos y fantasía. Sin embargo, todo ello trasciende en una realidad aun más profunda que dota de una espiritualidad especial a esos juguetes como portadores de un trozo de vida del joven que, en el momento de la despedida, siente ese desgarro, ese traumático paso a una etapa muy diferente de su vida en la que ya no tendrán cabida los episodios estrambóticos que imaginaba en su infancia con seres de otras galaxias y vaqueros heroicos; cuando Andy se desprende de sus juguetes se está despidiendo de una etapa de su vida que ya no volverá aun manteniéndolos con él, por ello decide trasmitirlos, legarlos a una dulce niña que les regalará nuevas aventuras que vivir y protagonizar. Es imposible no sobrecogerse ante una escena que supone un shock contra nuestros propios recuerdos, nuestra infancia perdida, aquella en la que clicks de Playmobil, action man, power Rangers, barbies (y Ken), bebés terroríficos y un largo etcétera de juguetes inolvidables tornaron nuestros largos días de aburrimiento y despreocupación en excitantes aventuras con la imaginación como único artífice.

Toy Story 3 es, pues, la guinda perfecta a una saga ya inmortal en la historia del cine. No sólo dentro del género de animación o infantil, sino como una obra maestra del cine con mayúsculas, aquel de grandes iconos de carne y hueso, proyecciones ancestrales y absolutos genios de la dirección. Pixar lo ha logrado por méritos propios, con cariño enternecedor, mesura, diversión sana y originalidad sin límites. Que continúe la función; toda una generación de niños grandes esperan ansiosos una nueva sesión de cine para soñar.

Llamamiento especial. Adultos de todo el mundo, por favor, no corran fuera de la sala cuando los primeros créditos finales aparezcan si no quieren perderse un epílogo excepcional con momentos francamente desternillantes, como ese Buzz Lightyear congraciado inconscientemente cuando nuestra cultura popular. De igual modo, no lleguen tarde, ya que no podrían disfrutar de otro emotivo y brillante cortometraje de Pixar, Día y Noche.

Crítica Noche y Día; Alcalde, ¿qué has hecho?

5/10

- "No te preocupes, Antonio. La película va bien. Tiene momentos graciosos. Has sonreído muchas veces a lo largo de la cinta. Te lo estas pasando bien. Tom Cruise es uno de tus actores favoritos.
- Ya lo se. Pero no dejo de pensar que esto podría haberse hecho de otra manera. Están desaprovechando un poco a los actores, ¿no?
- Pero piensa que la película no está hecha para pasar a la Historia del Cine, sino para reírte un buen rato en el cine y pasar un rato agradable.
- ¿Qué narices pone ahí? SEVILLA, ESPAÑA. Anda, por fin vamos a ver Sevilla. Espera. Un momento. Pero, ¿qué han hecho?"

Esta es la reproducción exacta de la conversación que se estaba produciendo entre mi cerebro y mi subconsciente cinéfilo y tan aficionado al cine americano anoche en el cine Cervantes de Sevilla. Noche y Día no es más que un entretenimiento pasajero que no hace mal ni bien a nadie exceptuando a la ciudad de Sevilla. En primer lugar comentaré la carnaza del asunto antes de pasar a los aspectos técnicos de la cinta de Mangold.
Quiero comenzar esta crítica expresando mi pesar ante la imagen de Sevilla y de España que se ofrece en esta película. Yo, que ya llevo muchas películas a mis espaldas, he visto como en La Vuelta al Mundo en 80 Días (Michael Anderson, 1965), Sólo para Sus Ojos (John Glen, 1981), Misión Imposible II (John Woo, 2002) o En el Punto de Mira (Pete Travis, 2008) se ofrecía una imagen un tanto borrosa de España. Pero la culpa no la tenemos nosotros, que queremos acabar con los tópicos de raíz. La culpa la tienen nuestros ineptos gobernantes, que utilizan el cine como medio para conseguir dinero y votos. Eso es lo que le ha pasado al señor Sánchez Monteseirín con esta cinta. Si yo soy el alcalde de Sevilla, exijo en primer lugar leer el guión antes de dar permisos a diestro y siniestro. Él es la máxima autoridad en la ciudad y por tanto el responsable último de todo lo que tenga que ver con la capital andaluza. Vergonzoso es que veamos la catedral de Sevilla en una imagen inmejorable de la cinta y a la vez que aparece el rótulo "Sevilla, España" escuchemos de fondo "Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo...." Es una auténtica vergüenza. Yo, que soy sevillano de nacimiento pero criado en el neutral terreno de Madrid, considero un grave equívoco lo que vi anoche en el cine. No rodaron en Pamplona porque el precio que pedían en la capital navarra era muy alto. Buscando en Google escribiendo "toros españa" les salió el nombre de otra ciudad: Sevilla. Hablo como ciudadano de Sevilla al cual no le ha hecho demasiada gracia la jugarreta del equipo de la película. Ellos son ignorantes por haber confundido Sevilla con Pamplona y sus Sanfermines, pero nosotros tenemos que dejar de reírnos cuando vemos estas cosas en el cine. Si queremos acabar con los tópicos, hemos de dejar de aceptar los dólares americanos e invertir nosotros en cultura más allá de nuestras fronteras. Para que nos conozcan de verdad y acabemos de una vez por todas con el tópico del "españolito".
Ahora me toca hablar como aficionado al cine. Tengo que decir que Noche y Día es una película entretenida, con un guión flojo pero que contiene partes de absoluto delirio sobre todo al principio del metraje y con dos actores principales con mucha química en pantalla. Tom Cruise, uno de mis actores favoritos desde que yo era un chavalín, teje en esta película una parodia de agente secreto que aúna en si mismo todos los elementos que caracterizan a James Bond y a su Ethan Hunt. Tom está en su línea. Es mordaz, divertido, irónico, inteligente, buen tirador... No ofrece una buena interpretación pero trabaja lo suficientemente bien para que cuando salgas del cine no te tengas que acordar de la madre que lo trajo a este mundo. Por otro lado, Cameron Díaz. Una actriz con una gran belleza (por lo menos, a mi me lo parece) que es aún más latente en la pantalla y que en Noche y Día nos trae a una inocentona chica que se cruza en el camino de nuestro agente secreto interpretado por Cruise. Es un papel hecho a su medida para cumplir el simple objetivo de lucirse. Y lo consigue con creces, quizás lo mejor de la película.
Trepidantes escenas de acción muy bien rodadas y con un ritmo frenético que hacen que no te despegues de la butaca. Pero falta algo más de historia en esta película. El espectador se acaba perdiendo en una trama que no sabe muy bien que dirección quiere tomar. Nos quieren explicar el origen del nombre de la cinta, pero es imposible discernir algo en el doblaje al castellano. Pero no intenten traducir Knight & Day, que tampoco tiene sentido. Hay que contemplar el metraje para descubrir el sentido de un título discutido tras haber descartado Wichita, el nombre original del metraje. De la banda sonora mejor ni hablamos.
Si quiere acercarse al cine, será bienvenido. Si prefiere esperar al DVD, casi mejor. Pero disfrute de un buen entretenimiento y, por favor, no se lo tomen en cuenta ni al bueno de Mangold, ni a mi admirado Cruise ni a la bella Cameron.


Películas para Dos Vidas, El Apartamento


En ocasiones, una mirada puede aportar una luminosidad inalcanzable para dos deliciosas horas de mordacidad desmedida. Cuando esta mirada se cruza con la viva imagen del amor verdadero, ese que permanece a pesar de todo y de todos, en el rostro absorto de quien se sabe hechizado irremediablemente hasta el fin de sus días por el encanto que irradia la placidez de un ser entregado a un sueño al fin realizado; el universo parece girar con armonioso ritmo en torno a ese improbable dúo reunido por el azaroso destino. La felicidad albergada es tan inmensa que no se desborda, no se derrama arrasando con incontenible pasión lo que antes era una quimera, sino que fluye por las venas como un reconfortante alivio por todas las desdichas sufridas en una vida de suerte dispar. Las víctimas habituales son ahora los felices y silenciosos vencedores de una batalla tan real como la vida misma, que nos empuja hacia el amor con nuestro inocente engreimiento, haciéndonos caer en las redes de los viles aprovechados, profesionales de la mentira y embaucadores de los más tiernos corazones. Suerte que nunca es tarde si el amor es verdadero; lo que parecía muerto, derrotado, resignado, resurge con el ímpetu de una juventud recobrada por las dulces mieles del encuentro con esa alma gemela, según la terminología tradicional, que nos completa, nos eleva y nos empuja a vivir con autoconsciente libertad.

El Apartamento es una lección magistral de cómo trasladar al fotograma en movimiento emociones tan rotundas e inmortales como las que encierra las relación entre la pizpireta Fran Kubelik y el bonachón C.C.Baxter, desveladas en un final antológico para la historia del cine y su posterior devenir, como una atronadora caja de Pandora romántica abierta a golpes de azar y sufrimiento de sus protagonistas. Un sufrimiento marcado por la crueldad de una historia que zarandea al abnegado oficinista de la planta 19 de una aseguradora neoyorkina hacia la desesperación velada por el entusiasmo gratuito en una vida solitaria en la que los aprovechados se rifan sus servicios como una máquina expendedora de favores nunca lo suficientemente correspondidos.

El bueno de Buddy presta su céntrico y acogedor apartamento a los jefes de la gigantesca empresa en la que trabaja anónimamente con la esperanza de un ascenso que lo reivindique más allá de la masa trabajadora homogénea y alienadora. Estos superiores llevan allí a las ingenuas muchachas que creen en las falsas promesas de una clase tan previsible como execrable, la de aquellos hombres que utilizan su poder para subyugar a todo al que se le antoje con el único objetivo de cumplir sus deseos. Este es también el retrato de un colectivo, el de la mujer, maltratado por una sociedad machista, que no caballeresca, que las oprime y exprime en su juventud y luego las abandona en su madurez, tanto si han sido desposadas como si han quedado solteronas.

El señor Sheldrake es el vivo ejemplo de un directivo de éxito, casado y con dos hijos, que periódicamente embauca a alguna de sus empleadas con promesas de amor y de un improbable matrimonio. La última víctima es la vivaz señorita Kubelik, ascensorista del edificio y golpeada una y otra vez por el amor no correspondido. La ilusión crece de nuevo en ella, pero pronto se percata de que vive de nuevo en una mentira, por ello se reafirma como mujer independiente, cortándose su cabello y arrumbando con los clichés que asolan a las de su clase. Pero nunca es fácil romper con el prototípico galán en una relación destinada al sufrimiento perpetuo. Tal y como dice la señorita Kubelik en un pasaje de la película; “estoy destinada a enamorarme del hombre equivocado”. Como antítesis, el señor Baxter, un hombre entusiasta y romántico que la cuida cuando, tras un trágico episodio de intento de suicidio en su propio apartamento al que acudió con Sheldrake, ella queda a su cargo, abandonada una vez más por el hombre casado. Sus destinos se unen accidentalmente. Dos animales heridos, moribundos, abandonados, se encuentran y lamen sus heridas. Pero hay algo más; el amor.

El Apartamento es la obra culmen del gran Billy Wilder, y esto no es una afirmación gratuita teniendo presente el enorme historial de uno de los más grandes directores que ha dado Hollywood a lo largo de su historia. En esta película de 1960 (de la que se han cumplido recientemente 50 años desde su estreno), Wilder repitió el éxito de público y crítica de su cinta anterior, Con faldas y a lo loco, pero fue más allá y triunfó del mismo modo en la ceremonia de los Oscar, en la que consiguió cinco estatuillas incluyendo la de Mejor Película, Guión (compartido con el inmortal I.A.L. Diamond), Director, Dirección Artística y Montaje, además de otras cinco nominaciones sin recompensa entre las que destacaban la de sus actores principales; Jack Lemmon y Shirley McLaine. El trabajo de ambos como esa particular pareja de víctimas en un mundo de aprovechados roza la perfección en este complejo drama de tintes cómicos al que aportaron frescura, versatilidad y dulzura en cada instante que era necesario a unos personajes inolvidables, que quedaran inermes al paso del tiempo en la mente de cada uno de nosotros, cinéfilos que jamás rechazarán ver, una vez más, una cinta deliciosa, cruel, romántica, sincera e inmortal como esta.

El Apartamento precisa de un lugar de excepción dentro de este blog, un lugar que nace de la admiración profunda al genio que la concibió, del deleite de su visionado, de la ensoñación de su melancólica historia de amor que marcó nuestras vidas para siempre, como un proyector que repite en bucle una obra maestra con mayúsculas.

Dulce Cine de Juventud; Willow, la fantástica épica de un mundo entre el Bien y el Mal

7/10


Es curioso hacer notar el culto irredento al que ven sometidas buena parte de las películas de aventuras de los años 80 y primeros 90. No importa demasiado si fueron un éxito rotundo en su fecha de estreno o si cuentan, al menos, con un plantel actoral de excepción que las mantenga indemnes al paso del tiempo. El género de entretenimiento para toda la familia, del que hemos venido dando cuenta en nuestra sección “Dulce Cine de Juventud” y que cosechó su más amplia difusión en el periodo de tiempo antes mencionado, posee unas características comunes que confieren a este cine una marca identitaria ampliamente reconocible; un gusto evidente por la fantasía, grandes dosis de épica y acción frenética acompañada de humor y romanticismo complaciente.

Willow es, sin duda alguna, un ejemplo paradigmático de todo ello. Concebida por la mente soñadora de George Lucas, quien forjó esta historia de gente pequeña ante la imposibilidad de hacerse con los derechos de autor de la novela de J.R.R Tolkien, El Hobbit (la maldición en torno a esta parece subsistir en la actualidad tras el abandono de Guillermo del Toro de la producción), con la que mantiene claras referencias y similitudes, la película contó con un aliado idóneo en el entusiasta director Ron Howard (se había dado a conocer hacía unos años con 1,2,3…Splash), quien aportó ritmo a la película y cierta ternura (cursilería podrían decir algunos) en los recesos bucólicos que afloraban entre batallas y persecuciones de alto voltaje.

La historia es concebida como un viaje hacia a lo desconocido que emprende el joven Willow tras hallar a una bebé daykini (como las personas pequeñas llamaban a los hombres de alta estatura) en el curso del río que pasa por su tranquila población, la cual resulta ser la protagonista de una profecía que amenaza acabar con el poder tiránico de la malvada reina Bavmorda. Para alcanzar su objetivo, Willow contará con la inestimable compañía de un grotesco grupo compuesto por el soldado desterrado y pendenciero McMartigan, dos seres diminutos de los bosques y una hechicera encerrada en el cuerpo de un cuervo que muta redundantemente ante los intentos frustrados del joven aprendiz de hechicero.

Bajo la simplicidad de su premisa, Willow se erige como una cinta épica de corte clásico que, no obstante, innovaba en el terreno de los efectos especiales con novedosas técnicas para la época (no en vano cosechó una nominación al Oscar por esta categoría), aunque actualmente la podemos encontrar risibles por su artesana producción. Es el caso del monstruo de dos cabezas que atemorizaba a todo un ejército enemigo en la ciudad abandonada de Tir Asleen con las llamaradas que expulsaba por la boca, así como las transformaciones de la hechicera Raziel a través de la técnica de morphing.

Sin embargo, Willow es mucho más que una cinta de efectos especiales más o menos conseguidos y batallas a espada de corte medieval. La película de Howard bucea en los mitos y la magia soterrada de nuestra cultura para conformar una épica sana, apacible y simpática apta para todos los públicos, muy alejada del tan en boga gusto por la sangre y la violencia desmedida de la actualidad, que gira en torno del anti-héroe McMartigan, un irónico y valiente soldado caído en desgracia interpretado por un Val Kilmer en plena forma (venía de darse a conocer en Top Gum) y al intrépido mediano al que da vida Warwick Davis (en los últimos años parecido en la saga de Harry Potter como el profesor Flitwick).

Para este humilde crítico, por encima de todo, Willow es una historia para soñar con un mundo de fantasía en el que el valor y la honradez son los poderes primigenios para triunfar sobre el mal y sus efectos perversos. Poco importa la simplicidad de sus preceptos o el inexcusable maniqueísmo de su desarrollo; esto es cine para disfrutar, para iniciarse en el deleite de la épica, para sentir cómo la acción fluye ante nuestros ojos ávidos de aventuras imposibles y mundos paralelos; cine, al fin y al cabo. Willow pertenece ya a ese mundo inmortal de películas inolvidables que sembraron mi infancia y adolescencia de fantasía desmedida; las nuevas generaciones llegan y la necesidad de que estas recuperen este cine se me antoja imperiosa; la imaginación está en juego.


Retrospectiva Woody Allen; Sombras y Niebla

5/10

No se yo que deciros acerca de esta película. Bien es cierto que Woody Allen intenta homenajear a los grandes directores y películas del expresionismo alemán de los años 30, una corriente que desgraciadamente desapareció cuando Hitler accedió al poder. Creadores como Fritz Lang, F.W. Murnau, Georg Wilhem Pabst y Robert Wiene dejaron pasmado a todo el mundo conocido con inquietantes cintas como El Gabinete del Doctor Caligari, Nosferatu o El Vampiro de Düsseldorf, la que Allen se encarga de retratar en esta película realizada en 1991.
Para su realización, el director neoyorquino reflejó de una manera sublime el ambiente que transmitían las películas originales: sombras, siluetas de los personajes y una intensa niebla que le da a la cinta el toque de terror necesario para llevar a cabo su proyecto. Pero falta algo.
La puesta en escena es excelente y Allen consigue llevarnos a la Alemania de los años 30 pero sacrifica una buena historia en favor de la aparición de más y más personajes que no hacen más que ahogar la historia en un pozo del que no se sabe salir. La película termina de una manera brusca, momento en que un mago atrapa al asesino protagonista (que no sale más de diez minutos) para que luego desaparezca sin dejar el menor rastro.
Si en el expresionismo había terror y un suspense que dejaba helado al más acostumbrado, aquí nos encontramos ante una mezcla indeterminada entre romance, comedia y poco más. Es una película indefinida. A medida que avanza el metraje vamos captando menos cosas que al principio, dejando al espectador con una extraña sensación de vacío al terminar la película.
Parte de lo poco que me ha apasionado esta película en comparación con otras obras, se debe a una actriz llamada Mia Farrow. Cuando la veo en pantalla me preguntó porque Woody Allen no siguió emparejado a Louise Lasser ni ella casada con Frank Sinatra. Pero el uno se cruzó en el camino del otro. Farrow me sigue pareciendo una actriz que siempre interpreta el mismo tipo de papel: fría, débil, miedica, tímida y algún que otro calificativo más. Sólo he conseguido soportarla en La Semilla del Diablo de Roman Polanski, quizás porque Satanás hacía lo que quería con ella.
Pero ni John Malkovich, perdido en un guión que no es propio de su talento, ni Madonna (de la que me reservo hablar) ni el desfile de actores secundarios que veremos (Phillip Bosco, William H. Macy, Kathy Bates, Jodie Foster, John Cusack) consiguen que esta película me guste. No voy a ponerle una nota negativa a la película porque tampoco se la merece. Una puesta en escena fantástica y un actor principal como Woody Allen y sus mágicos diálogos, con fuertes e intensas conversaciones acerca del sexo, no hacen que Sombras y Niebla sea una película que merezca ver por segunda vez.
Espero más de tí, querido Woody.

Crítica Nip/Tuck, (1º temporada, 2003); La cínica respuesta televisiva al cínico mundo de la cirugía estética

7/10

Desembarazada de las ataduras de lo políticamente correcto que las cadenas norteamericanas públicas infringen sobre sus productos de ficción, la serie de la FX Networks Nip/Tuck (A golpe de bisturí en España) ha hecho de la libérrima creatividad y el autoconsciente uso del cinismo su marca de distinción dentro del panorama televisivo. La controversia no ha abandonado a las andanzas de los dos cirujanos plásticos de Miami a lo largo de estos siete años de existencia, y es que el lenguaje soez, las abundantes escenas de escenas de alto contenido erótico, o la reproducción de situaciones cuanto menos grotescas y nunca antes mostradas en la pequeña pantalla, indujo la protesta de los sectores más conservadores de Estados Unidos, quienes incluso demandaron la retirada de los anunciantes que apoyaban la serie. No obstante, Nip/Tuck ha continuado con paso firme, brindando las audiencias más abultadas de la cadena de cable y renovando año tras año nuevas temporadas con su característica dosis de humor negro.

En su primera temporada hemos presenciado lecciones aceleradas de cómo practicarse a sí mismo una prepuciotomía, asistimos a una eutanasia asistida, al enamoramiento fulgurante de una lesbiana y una transexual, a una operación apresurada y ciertamente sádica de botox, a tríos adolescentes y fiestas de swingers de clase alta, extorsiones mafiosas con asesinados de por medios, hámsters precipitados al desagüe, infidelidades varias y embarazos frustrados, o no, y si no que se lo digan al orgulloso padre de un bebé negro inesperado en un apoteósico final de temporada.

Sin embargo, y a pesar de los escabrosos episodios mencionados anteriormente, no podemos caer en el error de reducir esta serie de más que digna existencia a una sucesión de momentos curiosos y hasta cierto punto bizarros. El creador de Nip/Tuck, Ryan Murphy, (responsable asimismo de Glee y de la nueva película de Julia Roberts y Javier Bardem, Come, reza, ama) ha catalogado la serie como una historia de amor entre dos hombres heterosexuales. Y lo cierto es que, si se ahonda en las complejas relaciones establecidas entre los doctores Sean McNamara (Dylan Walsh) y Christian Troy (Julian McMahon) más allá de lo meramente morboso, podemos percibir el enorme respeto entablado entre ellos, así como la envidia y la inseguridad que los domina cuando la vida del otro se interpone en sus propias consciencias, en sus propias percepciones de una existencia vacía y falsa. Como falsa es la identidad misógina y gamberra de Troy, o el matrimonio sobre el que se sustenta McNamara, asediado por las dudas y el trío amoroso establecido entre su mujer, Julia (Joely Richardson), y los dos doctores y amigos.

La acción se desarrolla encabalgando las consultas de la clínica y las aventuras dramático-eróticas de los protagonistas, no sin renunciar al desarrollo de tramas paralelas que complementan al eje central y algo fragmentado sobre el que gira la serie. Como aglutinante; el humor negro, la sátira, el erotismo y el cinismo. en un mundo, el de la cirugía estética, plagado de mentiras, dobles raseros y una falta preocupante de moral Los episodios se suceden livianos, a veces trágicos, engarzados por una cierta sensación de surrealismo sutil que embarga al espectador en una suerte de ensoñación catódica. Por su libertad sin concesiones y por su carácter transgresor, Nip/Tuck se erige como una alternativa necesaria dentro del panorama televisivo norteamericano, reconocida por público y crítica. No en vano, en una sorprendente edición de los Globos de Oro de 2005, la serie se hizo con el premio a la Mejor serie dramática por encima de Los Soprano, premio al que ya fue nominada la edición anterior junto a las de sus actores Julian McMahon y Joely Richardon.

Desde El cine que vivimos peligrosamente no perderemos la vista las andanzas de McNamara y Troy y continuaremos reseñando las siguientes temporadas en los próximos meses. Ya saben, háganse la pregunta, “¿qué es lo que no le gusta de su cuerpo?”

Crítica Shrek 4; La necesaria despedida del ogro verde

4/10

Es un hecho consumado que cuando los tiburones de Hollywood, esas eminencias grises que controlan el dinero y las ideas que mueven el cine aunque sólo sean expertos en el primer elemento, focalizan su punto de mira en un producto de éxito auspiciado por cierta creatividad y espíritu transgresor, el desarrollo del mismo, una vez absorbido por el poder burocrático del entretenimiento financiero, tiende a un declive manifiesto, una crisis preocupante de nuevos recursos y una homogeneización evidente de su planteamiento.

El caso de la saga Shrek es un ejemplo paradigmático de cómo dar al traste con una idea inicial de incuestionable valor innovador e inteligente dentro del cine para niños y mayores, para finalizar con un producto de consumo repetitivo, sin gracia y vacío en todos los ámbitos. La primera entrega de las aventuras del ogro verde en el año 2001 supuso una bocanada de aire fresco al género de animación, una vuelta de tuerca que rompía con los apacibles y sentimentales argumentos de la tradicional Disney e iniciaba una tendencia al cinismo y la parodia con el objeto de atraer al público adulto. Además, el éxito de Dreamworks ponía en jaque la hegemonía de la factoría Pixar, forjadora misma del género gracias a Toy Story y secuela (1995, 1999), Bichos (1998) o Monstruos S.A. (2001).

Basado en la apabullante recaudación y el aplauso unánime de la crítica internacional, los creadores del anti-héroe cascarrabias fueron instados a alargar la historia y dar rienda suelta a su más descabellada imaginación. Si bien la segunda entrega funcionó tanto en taquilla como entre la crítica, aunque los primeros síntomas de risas forzadas y situaciones estándar comenzaron a aparecer, la tercera entrega representó el colapso creativo de la saga. El argumento era cansino, predecible y absurdo; la esencia de la obra primigenia se había perdido en favor del enriquecimiento desmedido de los productores, verdaderos triunfadores de todo el asunto.

Bajo el anuncio de ser el capítulo final, Shrek felices para siempre intenta recuperar la senda de la comicidad perdida poniendo patas arriba todo el mundo que Shrek y sus amigos construyeron en las entregas precedentes, en virtud del contrato que el primero firma con el maquiavélico Rumpelstiltskin, una especie de Napoleón de medio pelo, quien lo engaña deformando el país de Muy Muy Lejano, gobernado ahora despóticamente por él mismo. Sin embargo, la misión más ardua de Shrek será reconquistar a Fiona, líder de la resistencia de los ogros, quien no recuerda su relación con su amado y ni siquiera tienen hijos.

La crisis de madurez que vive Shrek en esta nueva película, asfixiado por su labor como padre, marido y hombre para todo en la casa, prometía ser una interesante vuelta de tuerca al devenir de la historia, sin embargo, las promesas se quedan en eso, en vanas esperanzas de un mero atisbo de creatividad o inteligencia. La película es tediosa, no aporta absolutamente nada nuevo a la saga y los personajes, desgastados en su propio éxito, se esfuerzan en repetir los gags y tics consabidos que tantas risas suscitaron hace años pero que hoy suenan forzadas y prescindibles. Por otro lado, la acción se desarrolla enteramente en una penumbra incomprensible teniendo presente las enormes posibilidades técnicas del 3D y el IMAX, que puede hacer algo más inaccesible la cinta al público joven, perdido en colores apagados y aventuras poco trepidantes.

Desgraciadamente, el broche final de la saga ha confirmado la regla que apuntábamos al comienzo de esta crítica; cuando el éxito hace acudir a los hombres de los maletines, la creatividad difícilmente puede salir indemne.

El cine sigue estando en la televisión


Somos muchos los que pensamos que las buenas historias se han mudado desde el cine a la televisión. Esta semana hemos conocido los nominados a los Premios Emmy y se puede certificar la calidad de cada uno de los participantes.
Perdidos, Mad Men, Dexter, Breaking Bad, The Good Wife y True Blood se rifarán el Emmy a la mejor serie dramática. Todo ello será el 29 de agosto. En esta categoría está, principalmente, la referencia para valorar la calidad de los productos televisivos que nos llegan desde Estados Unidos. Pero tampoco vamos a dejar de lado a las comedias. Y es que The Office, Rockefeller Plaza, Glee, Larry David, Jackie y Modern Family se pelearán por conseguir la codiciada estatuilla de los Emmy, casi tan apreciada últimamente (o incluso más) que los propios premios Oscar.
Los máximos galardones de la televisión se entregarán a finales de agosto y la expectación es máxima. Todo el mundo está apurando las últimas temporadas de todas las series a concurso para valorar la justa, o no, decisión de los miembros de la Academia de la Televisión de los Estados Unidos.
Las productoras, como hemos venido viendo desde hace algunos años, han preferido invertir directamente en guiones de calidad máxima para ser desarrollados con más detenimiento que en las dos horas de duración estándar que ofrece una película. Así, hemos visto como Los Soprano, The Wire, House o Los Tudor se introdujeron en la pequeña pantalla contando historias apasionantes sobre Medicina, Historia o retratos de la Mafia que ya quisieran las mejores películas de la Historia del Cine. De este modo, se ha conseguido que el espectador se sienta más satisfecho viendo cada capítulo de una serie que yendo al cine a ver una película.
Casi todos estamos de acuerdo cuando decimos que las buenas historias se cuentan en televisión. Buena nota de ello la dan miniseries como The Pacific, producida por dos pesos pesados de Hollywood como son Tom Hanks y Steven Spielberg. Ambos creyeron que el salón de casa era el mejor espacio para recrear la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. Nominada este año a la mejor miniserie, The Pacific es un goce para los sentidos y para cualquier espectador que busque una buena historia bélica. Sin duda, toda una referencia.
Otra prueba más de lo que estoy argumentando es el trasvase de actores desde la gran a la pequeña pantalla. Profesionales como Alec Baldwin, Ian McKellen, Jeff Bridges, Al Pacino, Michael Sheen, Judi Dench, Maggie Smith, Michael Gambon, John Goodman, Julia Ormond, Susan Sarandon o Kathy Bates. Todos ellos nominados este año por sus participaciones en series o miniseries; roles principales o secundarios. Es una prueba más de que el futuro de los buenos guiones está en la televisión. Esas buenas historias que antes se contaban en el cine ahora parece que han caminado hacia HBO, FOX, AMC y todas las productoras que han abogado por una televisión de calidad en Estados Unidos.
Todos estaremos pendientes el 29 de agosto de todas las series mencionadas en los primeros párrafos. De The Pacific. Y sobre todo de los actores. Aquellos que ya se están convirtiendo en nuestros actores favoritos: Jon Hamm (Mad Men), Michael C. Hall (Dexter), Hugh Laurie (House), Bryan Cranston (Breaking Bad) o la sorpresa de este año, Matthew Fox por Perdidos. A su vez, la categoría de "mejor actor principal en miniserie o telefilm" no tiene nada que envidiarle a los Oscar: Ian McKellen, Jeff Bridges, Michael Sheen, Dennis Quaid y Al Pacino.
Por su parte, las actrices. Aquellas que adoramos por su increíble belleza y su talento interpretativo (desde aquí aprovecho para mostrar mi adoración a Julianna Margulies y, sobre todo, a January Jones).
Si quiere saber más acerca de los nominados a los Emmy este año, le animo a visitar el enlace de la página oficial de los Emmy (pulse aquí) y la web de temática cinematográfica Filmaffinity (pulse aquí)

Retrospectiva Woody Allen; Todo lo Que Usted Siempre Quiso Saber sobre el Sexo (Pero Nunca Se Atrevió a Preguntar)

6/10

No hay demasiado que decir acerca de esta tercera película de Woody Allen. Como si un libro de sexo se tratara, Allen trata de dar respuesta a las inquietudes del ser humano en cuestiones sexológicas dividiendo la cinta en siete capítulos a cual más hilarante.
En el primero, observamos a Lynn Redgrave vestida de reina mientras el bufón de la Corte (en la carne y tela de Woody Allen) intenta obtener de ella favores sexuales. Después, Gene Wilder se transmuta en la piel de un médico que se enamora, como si le fuera la vida en ello, de una oveja. En la tercera historia, la inseparable actriz de estas primeras películas de Allen, Louise Lasser, es una mujer que sólo consigue excitarse en lugares públicos…
Así sucesivamente hasta que, en la última historia, Tony Randall, Burt Reynolds y Allen son miembros de un cuerpo humano inquietos ante la próxima eyaculación que está a punto de acaecer. Sin duda, una comedia irreverente con personajes con una profundidad psicológica suficiente como para descubrir cada una de las perversiones y filias de los protagonistas. Aunque es una cinta entretenida, puede llegar a resultar un tanto pesada puesto que muchos de los chistes ya parecen estar de repetición y relleno.
No soy demasiado optimista respecto a la multiplicación de las visiones de esta película. Soy de los que dice que, con como mucho dos visionados, basta. Es preferible intentar averiguar las fobias, filias, perversiones o miedos de cada personaje de Woody Allen en las películas siguientes. No obstante, si usted es de los que no va a hacerme caso, disfrute con la gran cantidad de situaciones absurdas que contiene esta película. Se va a reír en demasía con el amor hacia la cabra, el muñeco del bufón, los miedos de un espermatozoide ante su inminente viaje y otras tantas realidades que despertarán la carcajada del espectador.
Woody Allen es un psicólogo en toda regla y es normal que toque todos los aspectos de la vida. Aquí, son las perversiones sexuales las que le preocupan al director neoyorquino. Durante toda su carrera veremos toda clase de personajes, casi siempre encarnados en él, viendo a un hombre muy preocupado por el sexo y su relación con las mujeres. En todas las películas de Allen, el sexo es un tema candente y siempre aparece de una manera u otra. De forma latente o de forma encubierta, aunque siempre obedecemos al primer caso. Todas las películas de Woody Allen tienen como punto de partida algún elemento relacionado con el amor y el sexo. Es algo inherente a la creación del director. Y así se lo hace transmitir a los actores que trabajan con él, haciendo que tracen personajes basados la mayoría de ocasiones, en la preocupación por las relaciones de pareja, los matrimonios, las relaciones sexuales llegando a estar algunas veces mimetizados con el crimen y el homicidio, como veremos más adelante.
Pero en esta ocasión, Woody Allen profundiza en la mente del ser humano para ofrecernos una visión paródica acerca de lo que piensa y siente la especie acerca del sexo. Nos proporciona un manual, alejado del kamasutra o cualquier libro relacionado con el sexo tal y como lo entendemos.
Todo lo que Usted Siempre Quiso Saber Sobre el Sexo… no es una de las mejores películas de Woody Allen y la englobamos en la categoría de “obras menores”. Ha pasado a la Historia por haber desbancado a Teléfono Rojo: ¿Volamos hacia Moscú? como la película con el título más largo de la Historia del Cine. Pero poco más. Personajes brillantes psicológicamente y sexualmente hablando y un guión sublime acerca del sexo.
Pero falta algo que no tardará mucho en llegar: Annie Hall.

Dulce Cine de Juventud; Trilogía Indiana Jones

Es imposible que no me acuerde de una de las películas más importantes de mi infancia en esta sección en la que rescatamos todas las cintas que significaron algo en nuestra más tierna juventud. Es el caso de Indiana Jones. Y sí, ha leído bien. Hablo de la trilogía. Sin duda, El Reino de la Calavera de Cristal es una película entretenida y bien hecha pero ha perdido la esencia de las anteriores. Indiana ya no es el mismo. La bifurcación de la trama en el hijo de Jones, Henry Jr. (interpretado por Shia LaBeouf) no me aportan nada. Pero es ineludible hablar de En Busca del Arca Perdida, Indiana Jones y el Templo Maldito y Indiana Jones y la Última Cruzada.
La primera de ellas, realizada en 1981, muestra la obsesión del creador, George Lucas, por lo sobrenatural. Es algo que advertiremos en esta y en la tercera, cuando Indiana busque el Santo Grial. En esta ocasión, el Arca de la Alianza y su fidedigna representación bíblica es el eje de la trama. Con una dirección trepidante de Steven Spielberg que hace que ésta sea la más entretenida de la saga para algunos críticos y para parte del público. Por su parte, Harrison Ford se hizo conocido y su estrella aumentó considerablemente. Esto, sumado a su papel de Han Solo en Star Wars, le hicieron un merecido hueco en el estrellato del cine y pasar a la Historia como uno de los más grandes aventureros del cine. Con un guión formidable de Lawrence Kasdan donde exploramos la selva sudamericana, los bazares de El Cairo, una desconocida isla griega y somos testigos de una de las mejores persecuciones jamás filmadas. Con secundarios de lujo como Karen Allen (vista en A la Caza, El Zoo de Cristal o La Tormenta Perfecta), Paul Freeman (un actor inglés curtido en el teatro británico), John Rhys-Davies (visto posteriormente en El Señor de los Anillos) o Denholm Elliot (un gran actor británico al que veremos en la tercera película y en alguna obra de Woody Allen o Peter Bogdanovich).
Con este plantel de actores, un guión formidable y frenético, una banda sonora digna de elogio del gran John Williams así como el aval de 8 nominaciones a los Oscar de los cuales consiguió 4: Dirección artística, sonido, montaje y efectos visuales. Estuvo nominada a la mejor película y al mejor director. ¿Qué más se necesita para disfrutar de las aventuras de Indiana Jones?
Por su parte, la segunda, una trepidante historia que tiene lugar en la India recibe el nombre de Indiana Jones y el Templo Maldito. Un templo de una antigua secta sirve de excusa para que Spielberg y Lucas, que por aquel entonces se estaba divorciando, tejieran una siniestra pero deliciosa aventura en la que nos reiremos y lo pasaremos bien si nos ponemos en la piel de nuestro protagonista. Mientras Karen Allen era el contrapunto perfecto para la personalidad del personaje de Jones, en esta ocasión es la esposa en la vida real de Spielberg, Kate Capshaw, la que interpreta a una inocente cantante de cabaret que sufrirá sin quererlo los avatares y aventuras del Dr. Jones. Acompañados por Tapón, un espabilado niño conductor y casi "niñera" de nuestro protagonista. Un guión de Gloria Katz y William Huyck acompaña a nuestro héroe por media Asia luchando contra poderes de sacerdotes y una secta. Yo, personalmente, es con la que más disfruto. Aventura, acción, drama, romance. Todo en una película. Y esa es Indiana Jones y el Templo Maldito.
La tercera parte, aquella de la que tengo decenas de copias en VHS de todas las cadenas de televisión habidas y por haber. Con un pletórico Sean Connery en el papel del padre de Indiana Jones, volvemos a recuperar a todos los secundarios de la primera película: Denholm Elliott y John Rhys-Davies. Jeffrey Boam se pone detrás de la pluma estilográfica para repetir la fórmula que tanto éxito otorgó a En Busca del Arca Perdida. Algunos agujeros de guión que no se notan en absoluto gracias al gran trabajo interpretativo. Mención especial merece Alison Doody, una bellísima actriz que hace las veces de buena y mala otorgándole a Indiana Jones la debilidad en el terreno femenino que no tenía en las cintas precedentes. Indiana Jones y la Última Cruzada es el punto y final a una maravillosa saga que marcó toda una infancia, la mía y la de muchos niños que disfrutamos con el cine de aventuras que hizo Spielberg en los años 80. Todo un homenaje al cine de los años 30. Bebiendo de cintas como, por ejemplo, Las Minas del Rey Salomón, Spielberg y Lucas tendieron la mano a toda una generación que echa de menos aquellas películas sin artificios informáticos y donde se valora el duro trabajo de efectos visuales "de cartón piedra".
Tres bellezas del cine que, sin duda, deberán ver las generaciones futuras. Aquellas que estarán contaminadas, desgraciadamente, por el cine en 3D y los ordenadores. Sólo espero que se valoren los grandes trabajos del pasado. Yo estaré ahí siempre, melancólico, para recordar el cine de mi infancia.

Películas para dos vidas; Infiltrados

Considerablemente superior a Uno de los Nuestros, Martin Scorsese teje una de las historias más apasionantes que he visto en toda mi vida. Con un reparto de altura encabezado por Jack Nicholson, Matt Damon y Leonardo DiCaprio, Infiltrados es toda una experiencia digna de elogio.
El guión, escrito por William Monahan y basado en una película de Hong Kong titulada Infernal Affairs, estrenada en 2002 y con mucho éxito en toda Asia, narra la historia de dos policías de Boston que son destinados a cazar al mafioso local, Frank Costello. Ambos estarán infiltrados por un lado, en el cuerpo mafioso de Costello y por otro, en el cuerpo de Policía de Boston, dirigido por tres buenos actores como Martin Sheen, Alec Baldwin y un más que sorprendente Mark Wahlberg, que incluso fue nominado a un Oscar al mejor actor de reparto por su arriesgada recreación del sargento mayor Dignam. He de confesar mi malestar ante la película la primera vez que la vi. No obstante, un segundo visionado me abrió los ojos ante tamaña obra maestra de la filmografía de otro genio de Nueva York, Martin Scorsese.
Con unas interpretaciones principales realmente excelentes, destacando sobre todo al siempre histriónico pero inimitable Jack Nicholson en un papel hecho a su medida y que fue ninguneado por las grandes entregas de premios. Por su parte, Leonardo DiCaprio deja de ser el niñato rompecorazones que fue con Titanic y pasa a convertirse en un gran actor avalado por su interpretación de Billy Costigan en esta cinta así como en películas como Revolutionary Road, El Aviador o Shutter Island, estas últimas también de Scorsese. Pendiente de estreno tiene Inception, junto a Christopher Nolan y dos proyectos más con su mentor neoyorquino. Por su parte, Matt Damon teje un personaje perfecto y alejado de sus anteriores intervenciones en el cine, donde interpretaba al prototipo de chico joven (El Indomable Will Hunting, El Talento de Mr. Ripley) o que meramente servían de entretenimiento, como el que realizó en la trilogía de Ocean´s, dirigida por Steven Soderbergh. En Infiltrados realiza una poderosa interpretación de uno de los dos ejes centrales de la trama y lleva su peso en la película de una manera prodigiosa. Lo que más se echa en falta es que todos estos actores fueron olvidados por los grandes certámenes de premios.
Esta película es entretenida, asegura al espectador toda una serie de situaciones que le recordarán a obras anteriores del director. Vivirá desde dentro los entresijos de la mafia en Boston, alejados del crimen organizado de Nueva York y Nueva Jersey, al que ya estamos acostumbrados. Acción, drama y romance se entremezclan en esta maravilla de película que marcó mi visión del cine sobre la Mafia. Ya no hay ambiente setentero con grandes Cadillac, ni camisas horteras con cuellos por encima de la chaqueta al estilo Ray Liotta en Uno de los Nuestros. Ahora vemos la actualidad. Scorsese ya no tiene necesidad de remontarse a décadas pasadas para retratarnos el mundo de la Mafia. Lo hace desde la visión que le proporciona el crimen organizado a principios de este nuevo milenio.
Nominada a cinco Oscars de los cuales consiguió cuatro, dejando en el camino el premio a Mark Wahlberg, consiguió ser reconocida como la mejor película del año, así como el mejor guión y montaje. Por su parte, Scorsese consiguió ser premiado después de tantas ocasiones frustradas. Con Infiltrados, quizás una de sus mejores películas, consiguió un reconocimiento que tampoco le hacía falta puesto que medio mundo conoce y aprecia el cine del genial director neoyorquino.
Una banda sonora fantástica con melodías de corte irlandés, muy al tono de la narración del metraje y con piezas como I´m Shipping Up to Boston de los Dropkick Murphys y que ahora pertenecen a la cultura popular. La música adereza las escenas dramáticas, los asesinatos, los horribles crímenes de una manera perfecta.
Infiltrados es una de las mejores películas de lo que llevamos de siglo XXI. Pocos directores han igualado su puesta en escena. Si usted considera Uno de los Nuestros la mejor película de Scorsese, no ha visto detenidamente Infiltrados. Su visionado es puro disfrute y descarga de adrenalina. Una película dura, violenta, ácida y con portentosos actores.