5/10
Las carteleras se inundan en este periodo navideño de decenas de películas que muestran el lado más comercial del cine, aquel por el que familias enteras o jóvenes adolescentes con ganas de divertirse acuden y pagan masivamente las entradas a una sala de cine. Este tipo de público acude con la intención de desconectar, pasar un buen rato y no sacrificar su tiempo a dos horas de pensamiento filosófico o análisis profundo de una obra magna.
Una de esas películas que justifican el párrafo anterior es Immortals, la película que coge el mito de Teseo y se lo pasa por el forro de los pantalones para traernos una obra que plantea dos polos diametralmente opuestos del mismo metraje. Por un lado, unos efectos especiales, sonoros y visuales dignos de mención aunque no provocan masivas ilusiones como sí lo hicieran en su tiempo los de 300, por citar una cinta similar. De otro lado, la revisión de los mitos de los dioses olímpicos, Teseo, el Monte Tártaro y ese rey cretense llamado Hiperión.
Si después de ver la película tenemos ganas de consultar un libro de Mitología helénica, el objetivo de los guionistas ha surtido efecto. El problema es que al solventar las dudas sobre el metraje nos encontramos con una sarta de errores, coincidencias falsas y transfusiones de mitos bastante sangrantes. Sería complicado enumerar todo aquello por lo que Immortals falla desde la primera escena puesto que ninguno de los personajes se enmarca en el lugar mitológico que los griegos otorgaron a sus dioses.
Es encomiable, no obstante, el intento de Tarsem Singh de ofrecer al espectador una cinta que transfiere buenas sensaciones. Su duración no se nota en exceso puesto que la continua sucesión de secuencias de acción lo suficientemente dramáticas dota al metraje de una espectacularidad muy digna. Por otro lado, tenemos unas interpretaciones destacables aunque no excelentes de los correctos Henry Cavill, John Hurt, Luke Evans, Freida Pinto o Stephen Dorff. Y eso por no hablar del `resurrecto´ Mickey Rourke, quien nos regala un personaje malvado en exceso que configura uno de los más imponentes del género. Sin embargo, son numerosas las voces que claman contra el aspecto de los dioses del Olimpo, antaño armarios de cuatro puertas que se ven limitados a hombrecillos cachas sin poco más que demostrar. Atrás queda el poderoso Zeus que vimos en la genial aventura de Disney Hércules o las forzudas recreaciones italianas de mediados del siglo XX.
Immortals no se acerca ni de lejos a obras maestras como Jasón y los Argonautas, 300, la excelsa Hércules o la irregular Troya. Sin embargo, ofrece un entretenimiento puro y duro en una época en la que tampoco conviene pensar mucho a la hora de ir al cine. El espectador se limita a disfrutar en las cenas navideñas y despejarse en una sala. Y si decide ir a pasarlo bien sin necesidad de quebrarse los sesos, Immortals es su película.
Pero no se crea nada de lo que le cuenten…
Una de esas películas que justifican el párrafo anterior es Immortals, la película que coge el mito de Teseo y se lo pasa por el forro de los pantalones para traernos una obra que plantea dos polos diametralmente opuestos del mismo metraje. Por un lado, unos efectos especiales, sonoros y visuales dignos de mención aunque no provocan masivas ilusiones como sí lo hicieran en su tiempo los de 300, por citar una cinta similar. De otro lado, la revisión de los mitos de los dioses olímpicos, Teseo, el Monte Tártaro y ese rey cretense llamado Hiperión.
Si después de ver la película tenemos ganas de consultar un libro de Mitología helénica, el objetivo de los guionistas ha surtido efecto. El problema es que al solventar las dudas sobre el metraje nos encontramos con una sarta de errores, coincidencias falsas y transfusiones de mitos bastante sangrantes. Sería complicado enumerar todo aquello por lo que Immortals falla desde la primera escena puesto que ninguno de los personajes se enmarca en el lugar mitológico que los griegos otorgaron a sus dioses.
Es encomiable, no obstante, el intento de Tarsem Singh de ofrecer al espectador una cinta que transfiere buenas sensaciones. Su duración no se nota en exceso puesto que la continua sucesión de secuencias de acción lo suficientemente dramáticas dota al metraje de una espectacularidad muy digna. Por otro lado, tenemos unas interpretaciones destacables aunque no excelentes de los correctos Henry Cavill, John Hurt, Luke Evans, Freida Pinto o Stephen Dorff. Y eso por no hablar del `resurrecto´ Mickey Rourke, quien nos regala un personaje malvado en exceso que configura uno de los más imponentes del género. Sin embargo, son numerosas las voces que claman contra el aspecto de los dioses del Olimpo, antaño armarios de cuatro puertas que se ven limitados a hombrecillos cachas sin poco más que demostrar. Atrás queda el poderoso Zeus que vimos en la genial aventura de Disney Hércules o las forzudas recreaciones italianas de mediados del siglo XX.
Immortals no se acerca ni de lejos a obras maestras como Jasón y los Argonautas, 300, la excelsa Hércules o la irregular Troya. Sin embargo, ofrece un entretenimiento puro y duro en una época en la que tampoco conviene pensar mucho a la hora de ir al cine. El espectador se limita a disfrutar en las cenas navideñas y despejarse en una sala. Y si decide ir a pasarlo bien sin necesidad de quebrarse los sesos, Immortals es su película.
Pero no se crea nada de lo que le cuenten…