Si bien las películas de amor adolescente no son especialmente de mi agrado por la manida recreación de lugares comunes y clichés repetidos hasta la saciedad, me acerqué a Querido John con la curiosidad del que desea ser sorprendido o, al menos, entretenido por una historia de pasiones de las de antes. Mi gozo se fue a lo hondo del pozo. Querido John no es solo una película para adolescentes extasiadas con los músculos de Channig Tatum, sino además una inverosímilmente fallida historia de amor sin un ápice de sentimiento o credibilidad.
El director Lasse Hallstrom , que continua en su caída libre hacia la más absoluta mediocridad, utiliza el best-seller de Nicholas Sparks (adaptado con algo más de fortuna en El diario de Noa) en lo que prometía ser una almibarada película de amores sin fronteras y sentimientos profundos, para acabar en una frustración realmente molesta. Es obvio que el género romántico, que tan buenos resultados ha dado al cine a lo largo de su historia, se encuentra en una grave crisis de identidad. Desde uno y otro lado se ha venido a criticar lo ordinario de los finales felices o el triunfo del amor sobre todo lo demás, incluso la muerte, dando paso a la adopción de un giro radical en la concepción de la trama amorosa; hoy día lo común es el cinismo, la desconfianza, la banalización del amor o el simple truncamiento de la misma historia. Por otro lado, la acaparación de este género por el cine adolescente tampoco aporta demasiado pues las emociones se instalan en el nivel más básico, es decir, en el atractivo físico o en el simple flirteo de los implicados.
Querido John es un claro ejemplo de todo lo anteriormente dicho. La historia arranca con el clásico pavoneo del chico duro y misterioso, que conquista a la joven sensible y hastiada de compañías insustanciales. Surge, pues, el romance; la etapa de besos, promesas y confesiones, por la que se desvelan sus personalidades, realmente planas por otro lado. El chico es miembro de un batallón de élite del ejército americano con un pasado oscuro, remendado, parece ser, por la “disciplina” del servicio, hasta acuñarlo en una moneda idéntica a las demás, como muy acertadamente se cataloga el propio protagonista. Así pues, la guerra se interpone entre la feliz pareja y los años transcurren pero su relación jamás se vuelve a recobrar por circunstancias cada vez más extrañas. Como pueden ustedes observar, aquí de amor se trata muy poco, a pesar de lo que se ha querido vender a los millones de jóvenes que han acudido a ver la cinta.
Afortunadamente, la película adquiere cierto vuelo gracias a la subtrama dominada por el gran Richard Jenkins, en el papel del padre autista del chico. Y es que este actor llena la pantalla con su sencillez, con su callada maestría y su rostro abatido; una verdadera joya interpretativa por reivindicar.
Así pues, podríamos concluir con la desesperanza del ya consabido no retorno del cine romántico, ese con el que se disfruta en pareja, que llega a nuestros corazones y, por qué no, nos hace llorar. Cualquier género, en sus dosis justas, es necesario para configurar una oferta cinematográfica de calidad, donde elegir de acuerdo con las apetencias de cada momento, de nuestra situación personal o simples preferencias. Desgraciadamente, Querido John no cumple ninguna función y se erige como un simple y aburrido fracaso más del cine comercial que intenta empobrecer el ánimo de los adolescentes. ¡Con lo grande que es el amor!