Danny Boyle, con su personalísimo estilo, vuelve a hacer las delicias de sus incondicionales y a interesar en mayor o menor medida a sus detractores. Con Trance, Boyle realiza un auténtico ejercicio de estilo que navega por las profundidades de la mente humana con un único objetivo, darle la vuelta al anquilosado cine de atracos.
Y es que Trance es un experimento más que interesante, una película donde el espectador llega a estar casi tan desequilibrado como los propios protagonistas. Una cinta donde los giros de guión están a la orden del día y a la que el espectador debe acudir dispuesto a dejarse sorprender. Todo ello aderezado con la presencia de tres actores de cartel que sirven en bandeja una de las películas más interesantes de la cartelera actual.
Unir a Vincent Cassel, James McAvoy y Rosario Dawson en una misma película es garantía de atractivo. Puede que no sean los mejores actores de la actualidad pero la construcción de sus personajes parece en inicio definida. Sin embargo, a medida que irá avanzando la trama nos iremos encontrando con una laberíntica puesta en escena que, aunque rápidamente evasiva, nos permite continuar pendientes de lo que está sucediendo.
Aunque en la recta final del metraje ya parecemos casi tan perdidos como los actores en mitad de la maraña narrativa que se nos propone, intentamos descubrir los secretos que nos tiene preparados en una retorcida conjunción de elementos que parecen no tener una desembocadura firme. La premisa con la que llegamos a ver Trance es más que suficiente para sentarnos en una sala de cine y, simplemente, disfrutar.
El montaje, el uso de los planos y la banda sonora son los tres elementos más destacados de una película visionaria y con diversos elementos que hacen pensar que Danny Boyle está reinventando el film-noir. De hecho, así podríamos afirmarlo de no ser porque su experimento no le llega a salir redondo debido a la inclusión de diversos pasajes en el guión que resultan sobrantes, faltos de coherencia y parcheados con el resto de la trama. De hecho este es el punto más negativo de una película que, aunque interesante, no llega a cautivar al espectador más exigente.
Podríamos identificar a Trance como una de las mejores películas de Danny Boyle, un director tan complicado como pretencioso y que posee una legión de admiradores que conocen perfectamente a dónde se dirige su director. Es de agradecer que de vez en cuando salgan historias distintas que sorprendan al espectador y no repitan los mismos códigos una y otra vez hasta caer en el más absoluto tedio.
Y es que Trance es un experimento más que interesante, una película donde el espectador llega a estar casi tan desequilibrado como los propios protagonistas. Una cinta donde los giros de guión están a la orden del día y a la que el espectador debe acudir dispuesto a dejarse sorprender. Todo ello aderezado con la presencia de tres actores de cartel que sirven en bandeja una de las películas más interesantes de la cartelera actual.
Unir a Vincent Cassel, James McAvoy y Rosario Dawson en una misma película es garantía de atractivo. Puede que no sean los mejores actores de la actualidad pero la construcción de sus personajes parece en inicio definida. Sin embargo, a medida que irá avanzando la trama nos iremos encontrando con una laberíntica puesta en escena que, aunque rápidamente evasiva, nos permite continuar pendientes de lo que está sucediendo.
Aunque en la recta final del metraje ya parecemos casi tan perdidos como los actores en mitad de la maraña narrativa que se nos propone, intentamos descubrir los secretos que nos tiene preparados en una retorcida conjunción de elementos que parecen no tener una desembocadura firme. La premisa con la que llegamos a ver Trance es más que suficiente para sentarnos en una sala de cine y, simplemente, disfrutar.
El montaje, el uso de los planos y la banda sonora son los tres elementos más destacados de una película visionaria y con diversos elementos que hacen pensar que Danny Boyle está reinventando el film-noir. De hecho, así podríamos afirmarlo de no ser porque su experimento no le llega a salir redondo debido a la inclusión de diversos pasajes en el guión que resultan sobrantes, faltos de coherencia y parcheados con el resto de la trama. De hecho este es el punto más negativo de una película que, aunque interesante, no llega a cautivar al espectador más exigente.
Podríamos identificar a Trance como una de las mejores películas de Danny Boyle, un director tan complicado como pretencioso y que posee una legión de admiradores que conocen perfectamente a dónde se dirige su director. Es de agradecer que de vez en cuando salgan historias distintas que sorprendan al espectador y no repitan los mismos códigos una y otra vez hasta caer en el más absoluto tedio.