Era refinada, eficiente, cándida, laboriosa, amable, tenía buena mano con los más pequeños... una perfecta niñera británica para armonizar un familia desestructurada por el traumático divorcio de sus progenitores. No obstante, como diría John E. Brown en el antológico final de Con faldas y a lo loco; "Nadie es perfecto", y la encantadora señora Doubtfire resultó no serlo por el nimio detalle de esconder una verdad tan frívola como que en realidad era Robin Williams travestido magistralmente en anciana en un arrebato desesperado por disfrutar del tiempo que el juez le negaba para estar con sus tres hijos. Suerte que su amor tenía más vigor que su ignorancia manifiesta en tareas del hogar ordinarias como cocinar, hacer la colada o servir de consejero amoroso de su propia mujer; una misión francamente engorrosa si, de forma paralela, debe ocultar su identidad (no siempre de forma cuidadosa, y si no que le pregunten a su hijo adolescente cuando descubrió a la dulce nannie haciendo pis desde las alturas), al mismo tiempo que intenta conseguir un trabajo digno o sortear las exigencias de una inspectora social asfixiante y demasiado exigente.
En resumen, todo un clásico del género cómico familiar con una decena de escenas memorables conectadas por el talento indiscutible de un comediante total venido a menos pero con una carrera de éxito arrolladora en la década de los 90. Y es que nadie como Robin Williams para hacer de la personalidad disociativa de su personaje un ejemplo perfecto de comedia amable, divertida y saludable con la que seguir profiriendo carcajadas tras un ingente número de visionados en televisión. Es lo que tienen los clásicos (cada uno en su categoría); el tiempo no causa los estragos inherentes a su naturaleza, sino que se reivindican entre tanto producto cínico y sin gracia.
En resumen, todo un clásico del género cómico familiar con una decena de escenas memorables conectadas por el talento indiscutible de un comediante total venido a menos pero con una carrera de éxito arrolladora en la década de los 90. Y es que nadie como Robin Williams para hacer de la personalidad disociativa de su personaje un ejemplo perfecto de comedia amable, divertida y saludable con la que seguir profiriendo carcajadas tras un ingente número de visionados en televisión. Es lo que tienen los clásicos (cada uno en su categoría); el tiempo no causa los estragos inherentes a su naturaleza, sino que se reivindican entre tanto producto cínico y sin gracia.
En ese sentido, Chris Columbus siempre tuvo meridianamente claro que su carrera como cineasta no era más que una excusa para hacer un poco más feliz al espectador medio, y así lo demuestra en Señora Doubtfire, conjugando ternura con cierto toque gamberro al jugar con el profundo contraste entre el candor de la anciana y la masculinidad incontenible del hombre que cobija bajo su apariencia; de hecho, nunca se vio en el lugar una abuela que bien podría haberse presentado al rookie del año de baloncesto, a la reina de la pista de baile con aspiradora y escoba como acompañantes al más puro estilo Risky Bussines, o a lanzadora olímpica de peso, en este caso de kiwis, como el que sobrevoló con asombroso tino hasta la nuca del galán de turno, Pierce Brosnan.
Y es que el bueno de Daniel Hillard tenía razones para guardar cierto rencor hacia este personaje (y a su coche), pues con su encanto irresistible conquistaba a su ex mujer (Sally Field no puede desembarazarse de esa vis neurótica que la caracteriza y que hace las delicias de sus seguidores), al mismo tiempo que se internaba peligrosamente en la vida de sus hijos como sustituto paterno; algo que no impidió que la señora Doubtfire (o lo que quedaba de ella tras la ingesta apresurada de varios whiskys) lo salvara de una intoxicación (previamente planeada) por pimienta en su comida que dejó al descubierto la farsa que había iniciado con la sesión de maquillaje más divertida de la historia del cine (categoría en la que consiguió el Oscar). Las cosas, finalmente, no le salieron nada mal a Hillard-Doubtfire y a pesar de las mentiras piadosas vertidas durante su doble vida, su ex mujer comprendió las locuras que se pueden llegar a cometer por el amor irrefrenable hacia unos hijos.
Robin Williams (consiguió el Globo de Oro por este papel) debería ser recordado en la posteridad con interpretaciones tan decididamente histriónicas como la que lleva a cabo en esta deliciosa Señora Doubtfire, pues todo en ella, cada gesto, cada voz impostada, cada escena disparatada, es una clase magistral de comedia en estado puro en la que resulta imposible contener la risa. Qué felicidad produce seguir recordando películas como esta, clásicos de un género en peligro de extinción, pero con un patrimonio que permanecerá en el tiempo. Les dejo con una muestra de lo que se han perdido aquellos que han sorteado las innumerables reemisiones televisivas de la cinta.
Robin Williams (consiguió el Globo de Oro por este papel) debería ser recordado en la posteridad con interpretaciones tan decididamente histriónicas como la que lleva a cabo en esta deliciosa Señora Doubtfire, pues todo en ella, cada gesto, cada voz impostada, cada escena disparatada, es una clase magistral de comedia en estado puro en la que resulta imposible contener la risa. Qué felicidad produce seguir recordando películas como esta, clásicos de un género en peligro de extinción, pero con un patrimonio que permanecerá en el tiempo. Les dejo con una muestra de lo que se han perdido aquellos que han sorteado las innumerables reemisiones televisivas de la cinta.
Divertida e inolvidable. Sí, definitivamente es una peli imprescindible.
ResponderEliminarSaludos!
Una película con con el paso de los años retoma su valía. Contiene aspectos muy positivos y es entretenida.
ResponderEliminarSaludos!!
Me ha gustado mucho tu artículo, de hecho, me encanta leer todo lo que escribes. Te felicito. Se podría decir que crecí con La Señora Doubtfire, es una película que no se debe tener muy en serio porque esta hecha simplemente para disfrutarla, sin analizar, sin criticar duramente, simplemente hay que reír porque está francamente bien hecha en ese sentido. Un lujo para cualquiera.
ResponderEliminarGran trabajo ;D. ¡Un abrazo!