Al son de violines y tambores escuchamos una de las bandas sonoras más emblemáticas de la Historia del Cine. Así comienza Con la Muerte en los Talones. El compositor Bernard Herrmann realizó un portentoso trabajo realzando el impetuoso suspense de esta película que nació de la mente del gran guionista Ernest Lehman.
Hay poca gente que todavía no haya contemplado esta maravilla por la que siempre habremos de dar las gracias a ese orondo director llamado Alfred Hitchcock. Y también hay muy poca gente que admita que no ha visto en su vida ninguno de los metrajes realizados por el aclamado realizador británico, apodado no sin razón, "el maestro del suspense". Y especialmente ésta película, una de las más famosas del genial director donde tenemos oportunidad de perdernos en una maraña de espías, confusiones y terceras identidades que nos harán disfrutar de lo lindo.
Con la Muerte en los Talones fue realizada en 1959 y estrenada con un éxito atronador que aún, hoy en día, dura entre las generaciones más recientes de cinéfilos. Todas y cada una de sus secuencias son magia pura del cine. Hitchcock era único a la hora de hacernos temblar en el asiento del cine y, ahora, en las ediciones de vídeo doméstico donde ver Psicosis o Los Pájaros en una noche oscura no es lo más recomendable.
Un director que explotó los recovecos más profundos de la mente humana en cintas de corte más psicológico como Sabotaje, Marnie o Frenesí, realizó en esta ocasión una simple y diáfana película de suspense y espionaje donde tenemos oportunidad de recrearnos con uno de los intérpretes más maravillosos que la Historia del Cine nos legó, un Cary Grant en estado de gracia que nos obsequia con, posiblemente, una de las secuencias más impresionantes jamás rodadas la cual se halla en el imaginario colectivo de millones de amantes del buen cine. Hablamos de la secuencia donde está a punto de morir abatido por los disparos de una avioneta fumigadora en mitad del desierto más árido de la zona central de Estados Unidos.
Sin embargo, no es solamente esta escena por lo que Con la Muerte en los Talones merece ser recordada por siempre. Interpretaciones sublimes de grandes actores como James Mason, Eva Marie Saint o Martin Landau sostienen un guión fácil pero con más de una trampa que el espectador debe intentar resolver a medida que transcurren los minutos de esta gran película.
Nos encontramos también con un libreto castigado por la censura de la época. Es por ello que algunas partes de la película están montadas a posteriori con un doblaje bastante más deficiente que la cinta original. El sexo era un elemento tabú en aquella mitad del siglo XX y por ello los censores decidieron meterle la tijera al metraje dañando por siempre el resultado final.Algo que debemos tener en cuenta a la hora de ver la película es el elemento llamado MacGuffin, una palabra acuñada por el propio Hitchcock en el que se fija un objetivo dentro del guión a través del cual todos los personajes se van interrelacionando. Pero la trampa está en que ese objetivo no es nada, no representa nada en particular sino que simplemente es una excusa para tejer alrededor de uno o varios personajes una serie de acontecimientos que lo irán llevando a un destino, a veces simpático, otras veces muy desagradable.
Con la Muerte en los Talones representa lo mejor del cine clásico. Cary Grant fue el galán por excelencia de una época en la que las mujeres (y muchos hombres) bebían los vientos por cada película que aparecía de este formidable intérprete británico. Su soltura en la gran pantalla y su química con el espectador hicieron que trabajase hasta cuatro veces con Alfred Hitchcock, siendo ésta la última de ellas tras Encadenados, Sospecha y Atrapa un Ladrón. Ingrid Bergman, Joan Fontaine y Grace Kelly tuvieron la oportunidad de deleitarse con la compañía en escena de un actor tan grande como universal.
George Kaplan siempre será ese personaje del que todos los amantes del cine de Hitchcock siempre tendremos como cabecera de los guiones de uno de los directores sagrados para todo buen aficionado al buen Séptimo Arte, ese del que siempre nos acordamos cuando vamos a las salas de cine y no encontramos más que bazofias indeseables fruto de una economía de mercado que nos está castigando día si y día también.
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