La semana pasada se cumplieron diez años desde la muerte de Billy Wilder y la sensación generalizada es que el tiempo no pasa por la genial obra del director de origen austriaco. Más allá de efemérides y homenajes puntuales, las películas de Wilder permanecen de forma indeleble en nuestro patrimonio cinematográfico colectivo como una referencia indiscutible para los amantes del séptimo arte. Y es que, probablemente, ningún director haya abordado las ingentes contradicciones del ser humano con tanta ironía, comicidad y trascendencia en una dilatada filmografía repleta de obras capitales. En un ejercicio de sincretismo extremo, aquí damos cuenta del genio de Billy Wilder a partir de tres fragmentos fundamentales de tres de sus películas más recordadas y entrañables que definen no sólo un modo de hacer cine, sino una manera de entender la vida. Me uno así a la excelente retrospectiva realizada por mi compañero Antonio Sánchez.
Con faldas y a lo loco (1959)
Con faldas y a lo loco (1959)
Cumbre absoluta de la producción cómica de Wilder; alocada, desternillante e ingeniosa en cada una de sus secuencias. La posibilidad de ver a dos actores de la talla de Jack Lemmon y Tony Curtis trasvestidos en una orquesta femenina itinerante disputándose la atención de una despampanante Marilyn Monroe, convierten a esta película en un referente incuestionable del género conducida de forma magistral por un Billy Wilder en estado de gracia. Por si fuera poco, y tras un metraje sostenido por un ritmo vertiginoso donde se suceden las situaciones rocambolescas protagonizadas por los dos entrañables granujas, el filme concluye con una de las escenas más recordadas y absolutamente delirantes de la historia del cine con un Lemmon pletórico al que da réplica Joe E. Brown con el ya mítico "Nadie es perfecto".
El Apartamento (1960)
Probablemente ningún director de Hollywood haya tenido jamás la sensibilidad necesaria para componer una melodrama tan cautivador como El Apartamento. El dúo interpretativo compuesto por un Jack Lemmon en el mejor papel de su carrera y una espléndida Shirley McLaine, el incisivo guión escrito a dos manos entre Wilder e I.A.L. Diamond o la recreación minuiciosa de la rutinaria vida del antihéroe C.C. Baxter, son ingredientes más que suficientes para componer una película redonda, de esas a las que el paso del tiempo no daña su esencia, su capacidad de atracción, su tierna comicidad y su romanticismo descubierto en un final antológico. Ese en el que un champagne descorchado siembra el terror en la dama arrepentida que regresa a los brazos del improbable y entregado amante, éste abre la puerta, y los sentimientos se desbordan como el vino espumoso, las palabras de amor se derraman, las promesas brotan como burbujas surgidas al calor de la pasión escondida durante noches de incertidumbre. Pero quizás este no sea el momento, todo a su tiempo; ahora, juguemos a las cartas…
El crepúsculo de los Dioses (1950)
El mundo glamouroso de Hollywood también detenta su lado oscuro, en los márgenes del éxito, donde los sueños se ven truncados y el tiempo no respeta las glorias efímeras. Billy Wilder retrató con una ironía tan sutil como abrumadora la decadencia de una antigua estrella del cine mudo que barrunta entre los doseles de su mansión su anhelado regreso ante los focos entre la locura y la obsesión enfermiza por la popularidad que un día tuvo y que jamás volverá. Gloria Swanson, también actriz de cine mudo venida a menos (una vuelta de tuerca más al sarcasmo que impregna el filme), da vida a la histriónica Norma Desmond en una interpretación memorable que bucea en los más bajos instintos humanos. El recientemente galardonado Michel Hazanavicius recordó a Billy Wilder en su discurso de recogida del Oscar por The Artist, pues en cierto modo su película no deja de ser el reverso luminoso (con happy end incluido) de la dramática historia de Norma, en la que las sombras imperan en un final antológico que nos muestra hasta dónde podemos llegar por la realización de un sueño imposible.
Yo soy de la opninión de Trueba (lo único que me une a este sñor, por cierto), Billy Wilder es Dios. Es muy difícil llegar a tener una filmografía semejante. Insuperable. Un saludo.
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