La realidad. Cada uno de nosotros somos una pequeña parte de ella. Una minúscula partícula que divide la inmensidad. El cineasta italiano, en su novena película, recoge esta idea a la hora de crear una obra tan compleja como interesante que forma una de sus obras maestras más inmortales. Blow Up (Deseo de una mañana de verano) es una parábola sobre el voyeurismo, la superposición de realidades y la combinación de varios puntos de fuga ante una misma (o distintas) realidades.
Con dos papeles protagonistas interpretados por David Hemmings y Vanessa Redgrave, Antonioni se adentra en el interior del ojo humano para identificar la mirada del otro. Una cámara es un artificio ocular que retrata diversas realidades vistas por el fotógrafo protagonista. En una de ellas, a partir de la mitad del metraje, persigue la visión de un asesinato en mitad de un parque mientras ejerce su posición de voyeur al contemplar y retratar a una joven pareja.
Basada libremente en un cuento de Julio Cortázar llamado Las babas del diablo, Michelangelo Antonioni compone una obra a medio camino entre lo conceptual y el cine mod. Pese a las interpretaciones modernistas que surjan de esta obra, Blow Up no podrá calificarse como tal puesto que no identificamos ningún rasgo propio de este movimiento. La posterior Quadrophenia basada en la ópera rock de los The Who o la inclusión de The Kinks o Small Faces serán clave a la hora de entender el movimiento mod.
El personaje de Hemmings no va en scooter ni viste de cuero sino que circula en Rolls Royce, viste encamisado y aparentemente parece vivir bastante bien en los barrios londinenses más alejados de cualquier atisbo de turismo, modernidad o peregrinación. Pese a estar ambientada en Londres, Antonioni se preocupó de no mostrar en ningún momento ni Buckingham Palace, ni la Torre de Londres ni el Big Ben. Sólo vemos bloques de casas humildes, de barrios obreros en una historia compleja que se desarrolla en mitad de una sociedad clásica casi escondida de su amplitud correspondiente de la realidad.
Elipsis, planos secuencia, fragmentación de planos es lo que encontraremos en esta joya de Antonioni que consiguió ganar la Palma de Oro del Festival de Cannes por su arriesgada apuesta. En ningún momento sabemos como se llama el protagonista. La percepción de la realidad es tan amplia que su misma ambigüedad nos impide conocer los detalles más comunes de las relaciones sociales. Antonioni se pregunta si lo que vemos responde a la definición de lo real frente a lo que el ojo contempla. Una cámara fija la realidad y la convierte en imagen. Lo que vemos en ese momento se diluye y se fragmenta en nuevas realidades, aquellas que estudia Hemmings en su habitación mientras contempla decenas de fragmentos aumentados (blow-up en inglés) en busca de un asesino que responda a su percepción de la realidad.
Imperdible también es la secuencia final, una de las más destacadas de la filmografía de Antonioni. Una secuencia en la que la queda demostrado que no somos más que parte de una inmensa realidad de la que no podemos captar ni tan siquiera lo que tenemos alrededor. Tampoco nos llega el raciocinio para entender todo lo que sucede en torno a nosotros. Nos hacemos miles de preguntas a lo largo de nuestra vida pero ¿cuántas de ellas llegamos a responder?
Con dos papeles protagonistas interpretados por David Hemmings y Vanessa Redgrave, Antonioni se adentra en el interior del ojo humano para identificar la mirada del otro. Una cámara es un artificio ocular que retrata diversas realidades vistas por el fotógrafo protagonista. En una de ellas, a partir de la mitad del metraje, persigue la visión de un asesinato en mitad de un parque mientras ejerce su posición de voyeur al contemplar y retratar a una joven pareja.
Basada libremente en un cuento de Julio Cortázar llamado Las babas del diablo, Michelangelo Antonioni compone una obra a medio camino entre lo conceptual y el cine mod. Pese a las interpretaciones modernistas que surjan de esta obra, Blow Up no podrá calificarse como tal puesto que no identificamos ningún rasgo propio de este movimiento. La posterior Quadrophenia basada en la ópera rock de los The Who o la inclusión de The Kinks o Small Faces serán clave a la hora de entender el movimiento mod.
El personaje de Hemmings no va en scooter ni viste de cuero sino que circula en Rolls Royce, viste encamisado y aparentemente parece vivir bastante bien en los barrios londinenses más alejados de cualquier atisbo de turismo, modernidad o peregrinación. Pese a estar ambientada en Londres, Antonioni se preocupó de no mostrar en ningún momento ni Buckingham Palace, ni la Torre de Londres ni el Big Ben. Sólo vemos bloques de casas humildes, de barrios obreros en una historia compleja que se desarrolla en mitad de una sociedad clásica casi escondida de su amplitud correspondiente de la realidad.
Elipsis, planos secuencia, fragmentación de planos es lo que encontraremos en esta joya de Antonioni que consiguió ganar la Palma de Oro del Festival de Cannes por su arriesgada apuesta. En ningún momento sabemos como se llama el protagonista. La percepción de la realidad es tan amplia que su misma ambigüedad nos impide conocer los detalles más comunes de las relaciones sociales. Antonioni se pregunta si lo que vemos responde a la definición de lo real frente a lo que el ojo contempla. Una cámara fija la realidad y la convierte en imagen. Lo que vemos en ese momento se diluye y se fragmenta en nuevas realidades, aquellas que estudia Hemmings en su habitación mientras contempla decenas de fragmentos aumentados (blow-up en inglés) en busca de un asesino que responda a su percepción de la realidad.
Imperdible también es la secuencia final, una de las más destacadas de la filmografía de Antonioni. Una secuencia en la que la queda demostrado que no somos más que parte de una inmensa realidad de la que no podemos captar ni tan siquiera lo que tenemos alrededor. Tampoco nos llega el raciocinio para entender todo lo que sucede en torno a nosotros. Nos hacemos miles de preguntas a lo largo de nuestra vida pero ¿cuántas de ellas llegamos a responder?
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