Lo siento por La diligencia, Centauros del desierto o El hombre que mató a Liberty Valance. Considero Misión de audaces como una de las grandes películas del género de manera incontestable. Aquí no hay indios ni vaqueros. Sólo la inmensidad de los Estados Unidos, llevados al éxtasis del entretenimiento en un recorrido por la Guerra Civil americana.
Capitaneados por John Ford y dirigido por John Wayne y William Holden, este escuadrón de caballería del ejército de la Unión representa una de las tramas que siempre quise ver de niño cuando me decían que las películas del Oeste eran una maravilla. El derroche de talento y carisma que desbordan en la pantalla dos genios como Wayne y Holden es suficiente motivo para elevar a categoría de masterpiece esta genialidad del maestro Ford.
En una época en la que Estados Unidos estaba rasgada en dos, John Ford pone en su punto de mira una historia sobre un escuadrón de caballería cuyo coronel va a hacer cruzar hasta llegar a la boca del lobo, Baton Rouge, en poder del ejército de los Confederados. El Sur contra el Norte. Y en ese clima de crispación, Ford crea una obra llena de energía, desbordante de escenas antológicas y un ritmo endiabladamente entretenido.
John Wayne interpreta, con su habitual maestría en estos papeles, al férreo coronel de la Unión a quien ni una bala puede detener en su empeño de acabar con cuanto soldado confederado se le ponga por el camino. Acompañándolo está el siempre inimitable William Holden, interpretando a un médico militar que pronto hará chocar sus humanizadas ideas con el salvajismo patriótico de su coronel. Y por la trama circula una mujer que hará temblar los cimientos del escuadrón por su tendencia a simpatizar con los muchachos del Sur.
Un guión estruendoso en esplendor de un género que enamoró a generaciones de personas que disfrutaron con las magníficas aventuras que John Wayne y John Ford nos regalaron. La intensidad de todas las interpretaciones sumada al frenético ritmo de la trama son motivos suficientes para detenerse ante esta producción que en la época fue despreciada por la crítica por ensalzamiento de la guerra cuando lo cierto es que se desprende un asco y una repulsión por todo lo que tiene que ver con lo bélico.
Si desea pasar dos horas entretenidas con el mejor cine del western, no debe perderse esta obra maestra que merece la pena rescatar como una de las mejores piezas del género. Con dos actores inolvidables que conocen al dedillo cómo desenvolverse en cualquier papel y que harán que la función sea totalmente deseable e incluso repetible.
Capitaneados por John Ford y dirigido por John Wayne y William Holden, este escuadrón de caballería del ejército de la Unión representa una de las tramas que siempre quise ver de niño cuando me decían que las películas del Oeste eran una maravilla. El derroche de talento y carisma que desbordan en la pantalla dos genios como Wayne y Holden es suficiente motivo para elevar a categoría de masterpiece esta genialidad del maestro Ford.
En una época en la que Estados Unidos estaba rasgada en dos, John Ford pone en su punto de mira una historia sobre un escuadrón de caballería cuyo coronel va a hacer cruzar hasta llegar a la boca del lobo, Baton Rouge, en poder del ejército de los Confederados. El Sur contra el Norte. Y en ese clima de crispación, Ford crea una obra llena de energía, desbordante de escenas antológicas y un ritmo endiabladamente entretenido.
John Wayne interpreta, con su habitual maestría en estos papeles, al férreo coronel de la Unión a quien ni una bala puede detener en su empeño de acabar con cuanto soldado confederado se le ponga por el camino. Acompañándolo está el siempre inimitable William Holden, interpretando a un médico militar que pronto hará chocar sus humanizadas ideas con el salvajismo patriótico de su coronel. Y por la trama circula una mujer que hará temblar los cimientos del escuadrón por su tendencia a simpatizar con los muchachos del Sur.
Un guión estruendoso en esplendor de un género que enamoró a generaciones de personas que disfrutaron con las magníficas aventuras que John Wayne y John Ford nos regalaron. La intensidad de todas las interpretaciones sumada al frenético ritmo de la trama son motivos suficientes para detenerse ante esta producción que en la época fue despreciada por la crítica por ensalzamiento de la guerra cuando lo cierto es que se desprende un asco y una repulsión por todo lo que tiene que ver con lo bélico.
Si desea pasar dos horas entretenidas con el mejor cine del western, no debe perderse esta obra maestra que merece la pena rescatar como una de las mejores piezas del género. Con dos actores inolvidables que conocen al dedillo cómo desenvolverse en cualquier papel y que harán que la función sea totalmente deseable e incluso repetible.
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