5/10
Decepción absoluta. Es la expresión que se me viene a la cabeza cuando hablo de El mayordomo. Vendida como una película cabeza de cartel de cara a los Oscars, con un reparto de leyenda y una historia, a priori, interesante sobre uno de los periodos más desgraciados de las décadas recientes de Estados Unidos, nos encontramos ante un sketch de Celebrities de Muchachada Nui, lleno de caracterizaciones que rozan el patetismo, falta de seriedad y rigor en el tratamiento de un tema tan controvertido y algunos actores absolutamente fuera de lugar.
Cuando ya llevamos dos horas de sopor presidencial y el final de tan supuestamente épica historia se acerca, comenzamos a intentar averiguar qué ha sido lo mejor de lo que hemos visto. La discreta pero intensa interpretación de Forest Whitaker, buen actor donde los haya, que acaba hundida en un mar de despropósitos que no le hacen justicia como actor, pese a lo grandilocuente de su planteamiento.
Una galería de presidentes de lo más variopinta dibujada por el peor director de casting que se ha visto en mucho tiempo en una sala de cine. ¿Alguien le dijo a Robin Williams que su parecido con Eisenhower era nulo? ¿O la prótesis nasal de John Cusack le iba a dar más aproximación a Nixon? Por no hablar de la aparición de Lyndon Johnson, de la cual evito hablar por no hacer mayores spoilers. Tenemos adjetivos para todos los presidentes que aparecen en la cinta, por orden cronológico: el pintor, el llorón, el defecador, el mendigo borracho y el bonachón. No hay decisiones políticas, no hay tensión ante lo que le sucede al país.
Pese a contar con unas secuencias muy bien dirigidas en lo que a la lucha de derechos civiles se refiere, todas protagonizadas por David Oyelowo, encontramos una falta de interés que se transmite al espectador por lo que le está sucediendo al mayordomo protagonista y lo que acontece alrededor suyo. De la mano de Oyelowo, que interpreta a Louis Gaines, asistimos a una verdadera micropelícula sobre la crueldad que los blancos tenían con las personas de color en aquella época despiadada y odiosa. Nos parece muy bien que el mayordomo protagonista no se quiera meter en política pero considero que necesitamos conocer el contexto histórico mucho más de lo que Lee Daniels aporta en esta fallida película.
Sin embargo, el contar con el apoyo monetario y el lobby de los Weinstein hará que esta película esté, inmerecidamente, en la carrera por los Oscars. Resulta carne de Academia ya que es correcta, con un reparto nutrido en estrellas y un retrato histórico flojo que no ahonda en detalles. Lo peor de todo es que, si nadie lo remedia y si no hay una rebelión en Hollywood, Oprah Winfrey pagará por su Oscar a Mejor Actriz de Reparto (y esperemos que sea este) la suma que haya que pagar. Fumar, beber y poner cara de circunstancias es su función en la película. Y eso sería demasiado triste. No me quiero aventurar pero esperaremos a que comiencen a salir nombres para tal categoría antes de asegurar un futuro que parece diáfano.
Ojalá me equivoque.
Cuando ya llevamos dos horas de sopor presidencial y el final de tan supuestamente épica historia se acerca, comenzamos a intentar averiguar qué ha sido lo mejor de lo que hemos visto. La discreta pero intensa interpretación de Forest Whitaker, buen actor donde los haya, que acaba hundida en un mar de despropósitos que no le hacen justicia como actor, pese a lo grandilocuente de su planteamiento.
Una galería de presidentes de lo más variopinta dibujada por el peor director de casting que se ha visto en mucho tiempo en una sala de cine. ¿Alguien le dijo a Robin Williams que su parecido con Eisenhower era nulo? ¿O la prótesis nasal de John Cusack le iba a dar más aproximación a Nixon? Por no hablar de la aparición de Lyndon Johnson, de la cual evito hablar por no hacer mayores spoilers. Tenemos adjetivos para todos los presidentes que aparecen en la cinta, por orden cronológico: el pintor, el llorón, el defecador, el mendigo borracho y el bonachón. No hay decisiones políticas, no hay tensión ante lo que le sucede al país.
Pese a contar con unas secuencias muy bien dirigidas en lo que a la lucha de derechos civiles se refiere, todas protagonizadas por David Oyelowo, encontramos una falta de interés que se transmite al espectador por lo que le está sucediendo al mayordomo protagonista y lo que acontece alrededor suyo. De la mano de Oyelowo, que interpreta a Louis Gaines, asistimos a una verdadera micropelícula sobre la crueldad que los blancos tenían con las personas de color en aquella época despiadada y odiosa. Nos parece muy bien que el mayordomo protagonista no se quiera meter en política pero considero que necesitamos conocer el contexto histórico mucho más de lo que Lee Daniels aporta en esta fallida película.
Sin embargo, el contar con el apoyo monetario y el lobby de los Weinstein hará que esta película esté, inmerecidamente, en la carrera por los Oscars. Resulta carne de Academia ya que es correcta, con un reparto nutrido en estrellas y un retrato histórico flojo que no ahonda en detalles. Lo peor de todo es que, si nadie lo remedia y si no hay una rebelión en Hollywood, Oprah Winfrey pagará por su Oscar a Mejor Actriz de Reparto (y esperemos que sea este) la suma que haya que pagar. Fumar, beber y poner cara de circunstancias es su función en la película. Y eso sería demasiado triste. No me quiero aventurar pero esperaremos a que comiencen a salir nombres para tal categoría antes de asegurar un futuro que parece diáfano.
Ojalá me equivoque.
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