8/10
"Nunca he vuelto a tener amigos como los que tuve con 12 años. Dios mio, ¿quién los tiene?". Esa es la conclusión que extrae un maduro Gordie Lachance (con el rostro de Richard Dreyfuss) tras una dolorosa y a su vez inspiradora retrospección de aquel tórrido verano en el que compartió momentos inolvidables con Chris Chambers, Teddy Duchamp y Vern Tessio, amigos de la infancia ahora olvidados, extraños en la remota memoria atesorada en sedimentos imperturbables al paso del tiempo; al fin y al cabo, las experiencias y aventuras vividas en la más tierna (y en ocasiones desgarrada) juventud se adhieren a la naturaleza misma de una personalidad en desarrollo, sensible a cada mutación en el entorno más próximo, como una impávida cáscara de recuerdos imborrables.
Probablemente sea así. Ninguno de nosotros podamos recobrar esa inocencia infantil y lealtal marcial que hacía de nuestros amigos extensiones vivas de nuestra existencia, de nuestro modo de ver el mundo. Entonces no había tiempo para disgustos ni envidias, tan sólo diversión, conversaciones absurdas, juegos inventados, bromas maledicientes. Naturalmente, todo pasado está sujeto al embellecimiento postrero, sin embargo, la infancia y esa etapa previa a la adolescencia permanece indeleble en su perfección, como un improbable edén al que todos anhelamos retornar aunque sólo fuese para unas horas de esparcimiento.
Gordie miraba al infinito en los compases finales de esta mítica película, los ojos vidriosos y el alma encogida, al tiempo que escribía melancólicamente lo que había sido de sus amigos; uno de ellos, Chris, había sido apuñalado en una pelea en la que se había inmiscuido para apaciguar los ánimos, Teddy había estado en varias ocasiones en la cárcel, Vern trabajaba en Castle Rock, en su pueblo de toda la vida. Ya guardaban escasos nexos de unión, llevaban décadas sin hablar, sin embargo todos ellos recordaban esa hermosa y brutal aventura que los llevó a recorrer decenas de millas para ver el primer cadáver de sus cortas vidas.
Probablemente sea así. Ninguno de nosotros podamos recobrar esa inocencia infantil y lealtal marcial que hacía de nuestros amigos extensiones vivas de nuestra existencia, de nuestro modo de ver el mundo. Entonces no había tiempo para disgustos ni envidias, tan sólo diversión, conversaciones absurdas, juegos inventados, bromas maledicientes. Naturalmente, todo pasado está sujeto al embellecimiento postrero, sin embargo, la infancia y esa etapa previa a la adolescencia permanece indeleble en su perfección, como un improbable edén al que todos anhelamos retornar aunque sólo fuese para unas horas de esparcimiento.
Gordie miraba al infinito en los compases finales de esta mítica película, los ojos vidriosos y el alma encogida, al tiempo que escribía melancólicamente lo que había sido de sus amigos; uno de ellos, Chris, había sido apuñalado en una pelea en la que se había inmiscuido para apaciguar los ánimos, Teddy había estado en varias ocasiones en la cárcel, Vern trabajaba en Castle Rock, en su pueblo de toda la vida. Ya guardaban escasos nexos de unión, llevaban décadas sin hablar, sin embargo todos ellos recordaban esa hermosa y brutal aventura que los llevó a recorrer decenas de millas para ver el primer cadáver de sus cortas vidas.
Cuenta conmigo (Stand by me) entronca desde un enfoque realista con ese cine nostálgico de los 80 en el que cineastas de diferente signo rememoraban su juventud con la amistad como valor sublime de la misma. Podríamos aseverar que esta película de Rob Reiner (La princesa prometida, Cuando Harry encontró a Sally, Misery) es el reverso emotivo y cabal de la trepidante Los Goonies; aquí no se dan cita malhechores perseguidos por la policía, ni tesoros de piratas, ni aventuras épicas, tan sólo el tedio inherente a la vida rural y la perserverancia de unos chicos movidos por la curiosidad. Todos ellos están marcados por una realidad inclemente, demasiado severa para la juventud que atesoran. A Chris le pegan en su casa y debe convivir con los prejuicios de una sociedad cerrada que le censura por aquello que ha hecho su familia, Teddy ha crecido sin padre, ya que este se encuentra ingresado en un sanatorio mental, Gordie ha perdido a su hermano mayor y sus padres le ignoran conmocionados por la pérdida. Pero a pesar del dolor, se apoyan, viven el día a día con el mismo espíritu irredento, ansían la libertad por encima de todas las cosas. Tal y como dice la canción inmortal de Ben E King incluída en la banda sonora; "Cuando cae la noche/ y la tierra está oscura/ y la luna es la única luz que vemos/ no tendré miedo/ no tendré miedo/ siempre y cuando cuentes conmigo".
Al igual que los personajes de la película, los jóvenes actores que les dieron vida han corrido suertes dispares. El malogrado River Phoenix pasó de estrella juvenil con un futuro prometedor a un cuerpo inerte en la acera del club Viper Room por una sobredosis; Corey Feldman trabajó en otros éxitos de la época como Los Goonies y Jóvenes Ocultos, pero terminó perdiéndose en los 90; Will Wheaton no se prodigó más en el cine, y tan sólo ha participado en algunas series norteamericanas; Jerry O'Connell ha encontrado su hueco en la televisión gracias a series como Crossing Jordan, Las Vegas o The Defenders. También aparecen rostros más conocidos, como John Cusack, dando vida, paradójicamente, al hermano fallecido de Gordie, y Kiefer Sutherland, casi debutante en el cine, como el líder de los matones; ambos también en horas bajas.
Cuenta conmigo es más que una referencia cinematográfica generacional. Ayudó a configurar un género ya muerto (a pesar de excepciones tan gratas como la reciente Héroes, de Pau Freixas), demasiado frágil, profundo y descarnado para subsistir entre realidades configuradas por efectos especiales y vertebradas por la violencia más gratuita. Al fin, nos percatamos de que, progresivamente, vamos perdiendo por el camino la capacidad de recordar lo que fuimos y, por ende, lo que somos; chiquillos curiosos en busca de tesoros ocultos y aventuras vibrantes que compartir con amigos. Dejémonos llevar, una vez más, por esa melancólica oda a la camaradería de nuestra dúlce época de juventud.
Cuenta conmigo es más que una referencia cinematográfica generacional. Ayudó a configurar un género ya muerto (a pesar de excepciones tan gratas como la reciente Héroes, de Pau Freixas), demasiado frágil, profundo y descarnado para subsistir entre realidades configuradas por efectos especiales y vertebradas por la violencia más gratuita. Al fin, nos percatamos de que, progresivamente, vamos perdiendo por el camino la capacidad de recordar lo que fuimos y, por ende, lo que somos; chiquillos curiosos en busca de tesoros ocultos y aventuras vibrantes que compartir con amigos. Dejémonos llevar, una vez más, por esa melancólica oda a la camaradería de nuestra dúlce época de juventud.
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