Si algo hemos aprendido a lo largo de nuestros siglos de historia es que las grandes tragedias que han asolado la humanidad tienden a repetirse para nuestra propia desgracia; las guerras mundiales, el festival de Eurovisión, las catástrofes naturales, el discurso navideño del rey, los brotes xenófobos, la enésima reedición de Gran Hermano... En el mundo del cine no escapamos de esta cruel realidad y los espectadores de medio planeta han tenido que sufrir siete entregas de American Pie, otras tantas de Saw, innumerables remakes de terror adolescente, y parodias absurdas de grandes éxitos comerciales como Epic Movie, Scary Movie, Date Movie y una larga retahila de títulos sin sentido.
El cine español, como no podía ser de otra forma, no ha dejado pasar la oportunidad de instaurar su propia saga bizarra aunque enormemente lucrativa desde un enfoque castizo de lo que podríamos catalogar como el James Bond patrio (da risa de sólo pensarlo) con el genio y figura de Santiago Segura. Si ya padecimos a lo largo de tres entregas el machismo militante, las coletillas enervantes, el sentido del humor basado en el cacaculopedopis más propio del género infantil, o los particulares gustos musicales de este inefable personaje autodenominado como Torrente y bajo el muy acertado subtítulo de el brazo tonto de la ley; ahora renace en su cuarta aventura cinematográfica con nuevos mimbres tridimensionales y una sincera apuesta por protagonizar la versión definitiva del apocalipsis del mal gusto.
El cine español, como no podía ser de otra forma, no ha dejado pasar la oportunidad de instaurar su propia saga bizarra aunque enormemente lucrativa desde un enfoque castizo de lo que podríamos catalogar como el James Bond patrio (da risa de sólo pensarlo) con el genio y figura de Santiago Segura. Si ya padecimos a lo largo de tres entregas el machismo militante, las coletillas enervantes, el sentido del humor basado en el cacaculopedopis más propio del género infantil, o los particulares gustos musicales de este inefable personaje autodenominado como Torrente y bajo el muy acertado subtítulo de el brazo tonto de la ley; ahora renace en su cuarta aventura cinematográfica con nuevos mimbres tridimensionales y una sincera apuesta por protagonizar la versión definitiva del apocalipsis del mal gusto.
Para ello, Santiago Segura, todo un visionario en el negocio de canjear liquidez por humor zafio y cutre, se ha rodeado, una vez más, de los personajes más casposos del panorama televisivo-social español, (sólo así se entiende la participación de Belén Esteban, Kiko Matamoros, Carmen de Mairena o María Patiño entre muchos otros) y alguna que otra estrella del mundo del fútbol (el 'Kun' Agüero, Sergio Ramos) de la música (David Bisbal sigue inmerso en su trepidante campaña por ser el hazmerreir de este país después de su escándalo twittero) o de la comunicación (Pablo Motos, Risto Mejide, Andreu Buenfuente); sin olvidar a ese alter ego impagable por su fidelidad original con el ficticio engendro (Paquirrín, lanzado a la interpretación y deseando trabajar con realizadores más personales como Isabel Coixet; de risa); para componer una trama de chistes fáciles, escenas de acción desmesuradas (y por otro lado bien confeccionadas) y toneladas de freakismo concentradas en 90 minutos de metraje que pasarán volando para los acérrimos seguidores del humor más castizo e hilarantemente poco ingenioso.
Ante este panorama es curioso, no obstante, observar la conducta adoptada por la 'gran familia' del cine español, compuesta por pretendidos intelectuales, creadores, videoartistas y académicos muy comprometidos con su profesión, que se rinden sin ningún disimulo a las bondades de una película a priori poco acorde con sus gustos cinéfilos. Para ellos, Santiago Segura no deja de ser el bufón al que soportar (incluso en la gala de los Goya) para que salve los muebles de una industria nacional inmersa en una brutal crisis de cifras y legitimidad en la que ya ni siquiera Almodóvar parece ser el ídolo al que adorar para inflar los números de recaudación. Torrente 4 arranca su particular idilio en la cartelera con 657 copias, de las cuales unas 300 serán en salas 3D, lo que supone todo un récord histórico que promete reventar la taquilla como nunca antes lo había hecho ninguna película española. Un salvavidas, pues, que ha propiciado la promoción unánime de todos los medios de comunicación.
Y es que no vamos a quitar mérito a Santiago Segura en su habilidad para hacer dinero. Sólo pondremos en duda la idoneidad de que sus películas sean el mayor referente de nuestro cine ante el público, el cual tendrá muy fácil identificar el resto de propuestas cinematográficas nacionales con esta burda muestra de sinsentido argumentativo, chascarrillos de mal gusto y caspa en cantidades industriales. Esperemos que con esta estúpida y hasta inmoral forma se hacer dinero se llegue a financiar propuestas verdaderamente interesantes de jóvenes directores con cosas que contar. La ley del mercado es, al fin, la que manda.
Y es que no vamos a quitar mérito a Santiago Segura en su habilidad para hacer dinero. Sólo pondremos en duda la idoneidad de que sus películas sean el mayor referente de nuestro cine ante el público, el cual tendrá muy fácil identificar el resto de propuestas cinematográficas nacionales con esta burda muestra de sinsentido argumentativo, chascarrillos de mal gusto y caspa en cantidades industriales. Esperemos que con esta estúpida y hasta inmoral forma se hacer dinero se llegue a financiar propuestas verdaderamente interesantes de jóvenes directores con cosas que contar. La ley del mercado es, al fin, la que manda.
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