6/10
Brad Pitt y Andrew Dominik vuelven a la carga con este pretencioso thriller en el que, basándose en diversos elementos del film-noir, se nos consigue atrapar en una insaciable madeja de personajes que convergen todos en una nueva definición del cine de gángsters.
Pese a que no estamos ante una película del género propiamente dicha encontramos elementos definitorios que nos hacen pensar que Andrew Dominik quiere regresar a una época en la que los asesinos a sueldo tienen pensamiento propio y no actúan como simples marionetas. El personaje confeccionado por Brad Pitt posee muchas características que lo hacen ser el protagonista magno de la película. Sin embargo, diversos fallos de contexto en la redacción del guión ocasionan una pérdida instantánea de la atención en la figura del renacido Pitt.
Los que se llevan la función y al público al bolsillo son tres secundarios de lujo que se posicionan brevemente en la película pero de una manera sobresaliente. Ray Liotta, Richard Jenkins y el excelso James Gandolfini otorgan el contrapunto al personaje protagonista. Andrew Dominik navega por la más rabiosa actualidad económica en una suerte de imitación de la cinta italiana Una jornada particular, dirigida por Ettore Scola y en la que podemos escuchar la radio durante todo el metraje. En aquella ocasión era Hitler el que visitaba en Roma a Mussolini. Aquí es Obama el que, según demuestra su director, pronuncia diversas mentiras que hacen confundir a los ciudadanos equivocados con su grata presencia.
Fruto de esta mentira nace el final de la película. Una conclusión lapidaria que escuchamos de boca de uno de los actores más reconocidos y talentosos del panorama norteamericano. Brad Pitt culmina la película con la sensación de vivir en un mundo mucho peor que el que heredamos de nuestros antepasados. Cargando contra Jefferson y el propio Obama, Andrew Dominik no muestra falsedades sino que pretende reflexionar acerca de los verdaderos motores que mueven cualquier mundo. Desde el universo de los negocios hasta el del crimen: el poder y el dinero.
Cierta escena con Ray Liotta puede recordar al cine de Sam Peckinpah, por nombrar otra influencia de Dominik a la hora de rodar Mátalos suavemente. La lentitud de planos y el regocijo por lo violento dominan la última cinta del director de El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford. Las sombras, la noche, el humo del tabaco, la cultura de lo soez, el uso de la mujer como elemento de divertimento son algunas de las claves para entender este new film noir, una nueva corriente de cine negro que nace desde el hastío de realizadores que pretenden huir del clásico drama y ofrecer una visión mucho más maquiavélica de la sociedad, ingrata y podrida sociedad.
Pese a que no estamos ante una película del género propiamente dicha encontramos elementos definitorios que nos hacen pensar que Andrew Dominik quiere regresar a una época en la que los asesinos a sueldo tienen pensamiento propio y no actúan como simples marionetas. El personaje confeccionado por Brad Pitt posee muchas características que lo hacen ser el protagonista magno de la película. Sin embargo, diversos fallos de contexto en la redacción del guión ocasionan una pérdida instantánea de la atención en la figura del renacido Pitt.
Los que se llevan la función y al público al bolsillo son tres secundarios de lujo que se posicionan brevemente en la película pero de una manera sobresaliente. Ray Liotta, Richard Jenkins y el excelso James Gandolfini otorgan el contrapunto al personaje protagonista. Andrew Dominik navega por la más rabiosa actualidad económica en una suerte de imitación de la cinta italiana Una jornada particular, dirigida por Ettore Scola y en la que podemos escuchar la radio durante todo el metraje. En aquella ocasión era Hitler el que visitaba en Roma a Mussolini. Aquí es Obama el que, según demuestra su director, pronuncia diversas mentiras que hacen confundir a los ciudadanos equivocados con su grata presencia.
Fruto de esta mentira nace el final de la película. Una conclusión lapidaria que escuchamos de boca de uno de los actores más reconocidos y talentosos del panorama norteamericano. Brad Pitt culmina la película con la sensación de vivir en un mundo mucho peor que el que heredamos de nuestros antepasados. Cargando contra Jefferson y el propio Obama, Andrew Dominik no muestra falsedades sino que pretende reflexionar acerca de los verdaderos motores que mueven cualquier mundo. Desde el universo de los negocios hasta el del crimen: el poder y el dinero.
Cierta escena con Ray Liotta puede recordar al cine de Sam Peckinpah, por nombrar otra influencia de Dominik a la hora de rodar Mátalos suavemente. La lentitud de planos y el regocijo por lo violento dominan la última cinta del director de El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford. Las sombras, la noche, el humo del tabaco, la cultura de lo soez, el uso de la mujer como elemento de divertimento son algunas de las claves para entender este new film noir, una nueva corriente de cine negro que nace desde el hastío de realizadores que pretenden huir del clásico drama y ofrecer una visión mucho más maquiavélica de la sociedad, ingrata y podrida sociedad.
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