8/10
Tippi Hedren vuelve a colaborar con Alfred Hitchcock, maestro indiscutible del suspense, en Marnie, una película que explora los miedos y las adicciones de una manera más que notable. La película, aunque no cuenta con uno de los mejores guiones de Hitchcock, la sustentan dos portentosas interpretaciones con nombres y apellidos: Hedren y Sean Connery.
El actor escocés, llegado al éxito tras su paso por las dos primeras películas de la saga Bond (Dr. No y Desde Rusia con amor), tocaba su propia gloria personal en los primeros años de su carrera al trabajar con el orondo director que venía de cosechar uno de sus mayores éxitos con Los pájaros.
Marnie, con un miedo obsesivo a las tormentas y al color rojo y una adicción incontrolable a apropiarse de lo ajeno, encuentra su apoyo en el personaje de Connery. A través de una narración perfecta que ilustra como los dos personajes se encuentran emocionalmente, el maestro del suspense teje una compleja trama en la que investiga sobre el pasado de la protagonista. A través de un estilo inconfundible, con primeros planos faciales, travellings, panorámicas y picados, Hitchcock nos va introduciendo en una espiral de locura y obsesiones muy del estilo de sus mejores películas.
Sin embargo, no consigue enganchar tanto como lo hicieron sus mayores obras maestras. Los dos actores protagonistas no tienen el encanto que podían poseer Cary Grant, Ingrid Bergman, Grace Kelly o James Stewart. Sin embargo, hay algo que nos mantiene pegados al asiento, el morbo por saber qué es lo que le sucede realmente a Marnie y porqué se encuentra en ese estado. Queremos saber si su cleptomanía tiene alguna explicación o sí es meramente un recurso para distraer al espectador.
El espectador se identifica con el personaje de Connery. Queremos saber más pero vamos minuto a minuto. Hitchcock no tiene ninguna prisa en contarnos de que va realmente la película. Y cuando queremos darnos cuenta, ya estamos en su tela de araña. Hitchcock nos atrapa, sea cual sea la película, sea cuales sean sus protagonistas. Aunque Marnie no sea una película que podamos encontrar en los rankings de sus mejores cintas, lo cierto es que se trata de una de sus películas más personales, con los elementos que más se ajustan a su estilo como director. Junto con La trama y Frenesí, Hitchcock elaboró en su última etapa como cineasta una serie de tramas que reflejaban sus obsesiones, sus traumas y su forma de ver la psique como nunca antes lo había explorado.
En Marnie hay desvaríos psicológicos de todo tipo. Quizás sea el compendio de obsesiones y miedos que siempre quiso rodar Hitchcock y nunca pudo. Hay sexo, aunque no explícito, hay fobias, cleptomanía, violencia, elementos sádicos. Es una película sobre una enfermiza rodada por un enfermizo. No hay más que recordar diversas obsesiones que tenía el director, siendo la más conocida la que tenía con las mujeres rubias.
El uso del color y la fotografía (el plano de Tippi Hedren en el interior del servicio de señoras es impagable) es un elemento a tener muy en cuenta a la hora de analizar la película. Hitchcock cuidaba mucho los detalles y gracias a Marnie, tenemos una excelente muestra de su enorme trabajo como cineasta. Bellísima también es la partitura que Bernard Herrmann, colaborador habitual, compuso para el hilo narrativo de una película tan personal como intrigante.
El actor escocés, llegado al éxito tras su paso por las dos primeras películas de la saga Bond (Dr. No y Desde Rusia con amor), tocaba su propia gloria personal en los primeros años de su carrera al trabajar con el orondo director que venía de cosechar uno de sus mayores éxitos con Los pájaros.
Marnie, con un miedo obsesivo a las tormentas y al color rojo y una adicción incontrolable a apropiarse de lo ajeno, encuentra su apoyo en el personaje de Connery. A través de una narración perfecta que ilustra como los dos personajes se encuentran emocionalmente, el maestro del suspense teje una compleja trama en la que investiga sobre el pasado de la protagonista. A través de un estilo inconfundible, con primeros planos faciales, travellings, panorámicas y picados, Hitchcock nos va introduciendo en una espiral de locura y obsesiones muy del estilo de sus mejores películas.
Sin embargo, no consigue enganchar tanto como lo hicieron sus mayores obras maestras. Los dos actores protagonistas no tienen el encanto que podían poseer Cary Grant, Ingrid Bergman, Grace Kelly o James Stewart. Sin embargo, hay algo que nos mantiene pegados al asiento, el morbo por saber qué es lo que le sucede realmente a Marnie y porqué se encuentra en ese estado. Queremos saber si su cleptomanía tiene alguna explicación o sí es meramente un recurso para distraer al espectador.
El espectador se identifica con el personaje de Connery. Queremos saber más pero vamos minuto a minuto. Hitchcock no tiene ninguna prisa en contarnos de que va realmente la película. Y cuando queremos darnos cuenta, ya estamos en su tela de araña. Hitchcock nos atrapa, sea cual sea la película, sea cuales sean sus protagonistas. Aunque Marnie no sea una película que podamos encontrar en los rankings de sus mejores cintas, lo cierto es que se trata de una de sus películas más personales, con los elementos que más se ajustan a su estilo como director. Junto con La trama y Frenesí, Hitchcock elaboró en su última etapa como cineasta una serie de tramas que reflejaban sus obsesiones, sus traumas y su forma de ver la psique como nunca antes lo había explorado.
En Marnie hay desvaríos psicológicos de todo tipo. Quizás sea el compendio de obsesiones y miedos que siempre quiso rodar Hitchcock y nunca pudo. Hay sexo, aunque no explícito, hay fobias, cleptomanía, violencia, elementos sádicos. Es una película sobre una enfermiza rodada por un enfermizo. No hay más que recordar diversas obsesiones que tenía el director, siendo la más conocida la que tenía con las mujeres rubias.
El uso del color y la fotografía (el plano de Tippi Hedren en el interior del servicio de señoras es impagable) es un elemento a tener muy en cuenta a la hora de analizar la película. Hitchcock cuidaba mucho los detalles y gracias a Marnie, tenemos una excelente muestra de su enorme trabajo como cineasta. Bellísima también es la partitura que Bernard Herrmann, colaborador habitual, compuso para el hilo narrativo de una película tan personal como intrigante.
Pues es verdad que no está nunca en el ranking de las mejores del maestro, pero yo siempre he tenido debilidad por esta cinta.
ResponderEliminarUn saludo
Es de justicia mencionar esta película como una de sus mejores y más personales creaciones. Gracias por tu comentario!!
ResponderEliminarSaludos!
Hola!! tu blog está genial, me encantaria afiliarlo en mis sitios webs y por mi parte te pediría un enlace hacia mis web y asi beneficiarnos ambos con mas visitas.
ResponderEliminarme respondes a emitacat@gmail.com
besoss!!
Emilia