8/10
El cine de espías ha sido siempre un género controvertido por la utilización de sus fuentes, las tensiones políticas y el manejo del guión, el cual siempre ha de asegurar al espectador que está frente a una película que no le tome el pelo ni le cree falsas expectativas. De ahí, que remitiéndose a la experiencia de este joven redactor, haya que ver una película de espionaje con la mente absolutamente liberada.
Es el caso de Topaz, una de las últimas películas de Alfred Hitchcock, maestro del suspense y creador de algunas de las cintas más recordadas y míticas de la memoria cinéfila de cualquier espectador. Sin embargo, tras rodar Los pájaros, Hitchcock perdió a numerosos compañeros y el apoyo de los que antes le habían encumbrado. Por si fuera poco, comenzaba a hacerse mayor y el público entendía que otro tipo de cine estaba por llegar. Para esta ocasión, adaptó una novela de Leon Uris, autor de uno de los mayores best-sellers de aquella época: Éxodo.
Nos situamos en 1969. La Guerra Fría está en su punto álgido y las tensiones entre los países contendientes estaban a flor de piel. Los americanos y los rusos pugnaban por conseguir la mayor red de información de su adversario. Y para ello, solicitaban los servicios de la inteligencia de sus aliados. También estamos en los años en los que Fidel Castro y Ernesto Guevara alcanzan el poder en una Cuba que decide virar su rumbo político y económico a los designios de la Unión Soviética, utilizando la isla como base militar cercana a Estados Unidos. Por si fuera poco, dentro de la supuesta unión de los países europeos, la tensión de Francia con sus aliados, lleva al presidente galo Charles De Gaulle a abandonar la OTAN ante la imposibilidad de lograr los objetivos pactados.
En este contexto complicado, políticamente hablando, es en el que se desarrolla una obra ampliamente infravalorada de Alfred Hitchcock. Su complicado planteamiento, su enrevesado desarrollo y su brusco final la han llevado a ser considerada como una de las peores películas del orondo director. De hecho, el mismo François Truffaut (autor de la entrevista más conocida al genio británico) la calificó como la peor de toda su filmografía.
Y no es por falta de interés. Ni tan siquiera por malas interpretaciones. En el reparto, plagado de nombres desconocidos en la época, excepto John Forsythe, construyen unos personajes creíbles y una trama bien hilada con sorprendentes giros de guión que no resultan artificiales ni improvisados. Con el paso del tiempo, reconocemos a Michel Piccoli y a Philippe Noiret entre los protagonistas y los tenemos de referencia para hablar de la menos americana de las películas de Alfred Hitchcock.
En opinión de este que os escribe, Topaz es una de las mejores películas de espías que he visto en mucho tiempo. Tiene defectos de sonido y montaje que afean la producción final. Hay que prestar atención desde el primer minuto y verla en versión original. Por si fuera poco, también hay que conocer el contexto histórico de la película. Pero es que es ahí donde radica la fuerza narrativa de la película. Pocas han reflejado los intrincados laberintos de los servicios de inteligencia y pocas han cubierto la tensión internacional como Topaz. No es la peor de las películas de Hitchcock. Simplemente es la más incomprendida, la más europea y uno de sus proyectos más personales.
A lo largo de la película hay secuencias maravillosas, que demuestran que Hitchcock sigue en plena forma. El plano cenital de un asesinato, la incorporación del soldado tras conocer a la persona que lo ha traicionado o el comienzo, sin un solo diálogo audible son muestras del buen hacer de uno de los más grandes cineastas que ha dado la Historia del Cine.
El cine de espías ha sido siempre un género controvertido por la utilización de sus fuentes, las tensiones políticas y el manejo del guión, el cual siempre ha de asegurar al espectador que está frente a una película que no le tome el pelo ni le cree falsas expectativas. De ahí, que remitiéndose a la experiencia de este joven redactor, haya que ver una película de espionaje con la mente absolutamente liberada.
Es el caso de Topaz, una de las últimas películas de Alfred Hitchcock, maestro del suspense y creador de algunas de las cintas más recordadas y míticas de la memoria cinéfila de cualquier espectador. Sin embargo, tras rodar Los pájaros, Hitchcock perdió a numerosos compañeros y el apoyo de los que antes le habían encumbrado. Por si fuera poco, comenzaba a hacerse mayor y el público entendía que otro tipo de cine estaba por llegar. Para esta ocasión, adaptó una novela de Leon Uris, autor de uno de los mayores best-sellers de aquella época: Éxodo.
Nos situamos en 1969. La Guerra Fría está en su punto álgido y las tensiones entre los países contendientes estaban a flor de piel. Los americanos y los rusos pugnaban por conseguir la mayor red de información de su adversario. Y para ello, solicitaban los servicios de la inteligencia de sus aliados. También estamos en los años en los que Fidel Castro y Ernesto Guevara alcanzan el poder en una Cuba que decide virar su rumbo político y económico a los designios de la Unión Soviética, utilizando la isla como base militar cercana a Estados Unidos. Por si fuera poco, dentro de la supuesta unión de los países europeos, la tensión de Francia con sus aliados, lleva al presidente galo Charles De Gaulle a abandonar la OTAN ante la imposibilidad de lograr los objetivos pactados.
En este contexto complicado, políticamente hablando, es en el que se desarrolla una obra ampliamente infravalorada de Alfred Hitchcock. Su complicado planteamiento, su enrevesado desarrollo y su brusco final la han llevado a ser considerada como una de las peores películas del orondo director. De hecho, el mismo François Truffaut (autor de la entrevista más conocida al genio británico) la calificó como la peor de toda su filmografía.
Y no es por falta de interés. Ni tan siquiera por malas interpretaciones. En el reparto, plagado de nombres desconocidos en la época, excepto John Forsythe, construyen unos personajes creíbles y una trama bien hilada con sorprendentes giros de guión que no resultan artificiales ni improvisados. Con el paso del tiempo, reconocemos a Michel Piccoli y a Philippe Noiret entre los protagonistas y los tenemos de referencia para hablar de la menos americana de las películas de Alfred Hitchcock.
En opinión de este que os escribe, Topaz es una de las mejores películas de espías que he visto en mucho tiempo. Tiene defectos de sonido y montaje que afean la producción final. Hay que prestar atención desde el primer minuto y verla en versión original. Por si fuera poco, también hay que conocer el contexto histórico de la película. Pero es que es ahí donde radica la fuerza narrativa de la película. Pocas han reflejado los intrincados laberintos de los servicios de inteligencia y pocas han cubierto la tensión internacional como Topaz. No es la peor de las películas de Hitchcock. Simplemente es la más incomprendida, la más europea y uno de sus proyectos más personales.
A lo largo de la película hay secuencias maravillosas, que demuestran que Hitchcock sigue en plena forma. El plano cenital de un asesinato, la incorporación del soldado tras conocer a la persona que lo ha traicionado o el comienzo, sin un solo diálogo audible son muestras del buen hacer de uno de los más grandes cineastas que ha dado la Historia del Cine.
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