[Crítica] Centro histórico

6,5/10

Aki Kaurismaki, Pedro Costa, Víctor Erice y Manoel de Oliveira nos entregan una obra que rebosa autor por todos los costados de sus fotogramas. Las cuatro historias que vemos en Centro histórico, la última aventura de tan importantes cineastas, contiene elementos característicos de cada uno de ellos y se convierte en joya del cine más recóndito y oculto que podemos ver en la cartelera.
Centro histórico rinde homenaje a Portugal y más concretamente a la ciudad donde se gestó la historia del propio país: Guimaraes. La ciudad se sitúa como epicentro capital para entender la trayectoria del país luso desde 1139, cuando el primer rey, Afonso Henriques, se coronó. Es precisamente el mayor de todos estos cineastas, Manoel de Oliveira, quien se encarga de hacernos un tour turístico muy peculiar que culmina con uno de los chascarrillos más desvergonzados que podamos ver en una sala de cine. Y, sobre todo y más importante, viniendo de quien viene. Un director mayúsculo de 105 años que posee la inteligencia y la capacidad para sorprender y dejar callado a todo un patio de butacas. Sin embargo, tal chiste no debe sonarnos extraño. Al comienzo de su episodio, un travelling sigue una de las murallas de la ciudad para culminar frente a la estatua de Henriques, la cual permanece impasible al paso del tiempo, los viandantes, turistas y cámaras fotográficas.
Sin embargo, antes del pequeño cortometraje de Oliveira, hemos sido testigos de una pieza maestra, otra más, de uno de nuestros cineastas más estudiados y admirados: Víctor Erice. El realizador vizcaíno viaja hasta el corazón industrial de Guimaraes, la fábrica textil de Rio Vizela. Esta factoría fue cerrada en 2002 y con ella fueron cerrándose los capítulos de vidas que demuestran en estas “pruebas para una película en Portugal” su nostalgia por aquellos tiempos mientras, tristemente, nos damos cuenta de que es algo que se encuentra en la primera página de la actualidad. La maquinaria sustituye a la mano de obra humana despersonalizando la industria y creando nuevas familias sin recursos. Una detrás de otra. Desvelar cualquier detalle de este tercer capítulo de la película sería un craso error. Es mejor dejarse llevar, como siempre hemos hecho, por la buena mano de Víctor Erice.
El finlandés Aki Kaurismaki nos entrega otro de sus mejores trabajos. Cabe preguntarse si el realizador de Le Havre o La vida de bohemia tiene alguna película inferior o, simplemente, que podamos catalogar como menor. Sus quince minutos en Centro histórico no demuestran interés alguno por incluir ni una sola línea de diálogo hablado. Somos testigos de una cómica existencia. Tan cómica que finalmente resulta tan triste como la soledad de la vida cotidiana. Con la simple utilización de unos pequeños gestos, Kaurismaki nos devuelve a su universo cromático, esta vez situado en las calles de Guimaraes.
Pedro Costa, maestro del cine experimental teje una compleja pieza para exorcizar los demonios de la memoria. Ventura recrea la historia de Portugal en un ascensor y con la única compañía de un soldado inmóvil, armado y silente. Por su cabeza, pasan los mayores horrores de su vida, de su país y de su familia. Es extraño este pasaje de Costa pero igual de estimulante que los de sus compañeros. No es raro que Centro histórico sea la primera película de Pedro Costa que se exhibirá en salas comerciales.

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