No me comeré el tarro buscando un titular para la crítica. Parafrasearé a Kubrick por una razón muy sencilla. Es uno de mis directores predilectos y mi deber es hacerle un buen homenaje. Termina marzo y queremos terminar este mes con dos películas del director neoyorquno: 2001, Una Odisea del Espacio y Teléfono Rojo.
Como no quiero meterme en camisa de once varas ya que es demasiado temprano para hacer una tesis doctoral sobre 2001, he preferido lanzarme a transmitir a usted, querido lector, mi punto de vista y mis reflexiones acerca de una de las más grandes sátiras que se han hecho acerca de la Guerra Fría. El humor negro que en esta película se hace acerca de un tema tan complejo como fue el enfrentamiento entre las dos grandes potencias de la época, los Estados Unidos contra la Unión Soviética, es la nota dominante.
Si repasamos la sinopsis de manera rápida, la película comienza cuando un bombardero norteamericano recibe la orden de bombardear las bases soviéticas. La tripulación pone rumbo hacia sus objetivos. El mandato viene del general Jack D. Ripper (anagrama que en inglés se leería Jack The Ripper o lo que es lo mismo, Jack El Destripador), un loco al que se le ha ido la cabeza (magistralmente interpretado por Sterling Hayden). Inmediatamente y en el plazo de veinticinco minutos, la delirante Sala de Guerra deberá impedir el ataque a la Unión Soviética y evitar el estallido de la Tercera Guerra Mundial. El presidente de los Estados Unidos Merkin Muffley (interpretado por Peter Sellers) deberá luchar por cual de las ideas de sus dos asesores es la correcta. Por un lado, la que le ofrece el general Buck Turgidson (genial George C. Scott) y el Dr. Strangelove, un ex-nazi interpretado de nuevo por Sellers que terminará por ser el personaje más surrealista de la cinta.
Durante la hora y media de la película, el presidente contactará con la base del general Ripper donde su ayudante, el capitán Lionel Mandrake (de nuevo interpretado por Sellers) se hará cargo de la situación cuando su superior ha decidido renunciar a su puesto. Mientras, en la Sala de Guerra se llega a convocar al embajador soviético, más pendiente de la comida que hay puesta en el buffet que de solucionar la grave crisis que azota al mundo y que está a punto de convertirse en una verdadera catástrofe.
Al hablar de esta película hemos de hacerlo en primer lugar de la valentía que su director adoptó para, en una época tan convulsa, hacer una película sobre la destrucción del mundo. Además, los poderes políticos quedan reflejados como unos auténticos tarambanas. Si ahora, alguno se decidiera a hacer una nueva versión (ojala no sea así), los personajes serían completamente extrapolables. Es una película atemporal que, aunque se enmarque en el contexto de la Guerra Fría, es perfectamente acoplable a la situación que vivimos actualmente con las armas nucleares y de destrucción masiva. Con un guión del propio Kubrick y de Terry Southern, el cuidado con el que ambos escogieron los lugares de rodaje, la iluminación tenebrosa que la película iba a tener así como el fantástico reparto que dotará a la película de una gran calidad interpretativa.
En este sentido hay que reconocer en primer término a un inconmensurable Peter Sellers, un actor que no resulta de mi agrado por su excesivo histrionismo pero que en esta película está simplemente brillante. Su caracterización de tres personajes en la misma cinta ha servido para que otros actores se lanzaran a hacer lo mismo a lo largo de la Historia del Cine reciente. Tanto el presidente Muffley, el capitán Mandrake así como el Dr. Strangelove son auténticas proezas de la intepretación del que ya se considera un actor único e irrepetible. Por otro lado, George C. Scott, un actor excelente y que dota a su personaje, el general Buck Turgidson de la locura que podríamos tener cualquiera de nosotros si nos enfrentamos a este tipo de catástrofe. No debemos olvidar tampoco a un actor que, al estar al borde de la destrucción física y moral consiguió hacer que su carrera reflotara gracias a su personaje del general Jack D. Ripper. Hablamos de Sterling Hayden, un gran actor visto en Atraco Perfecto o El Padrino II.
La película integra un gran número de situaciones completamente surrealistas. Desde la "Máquina del Juicio Final", que los soviéticos tienen en su poder y utilizan cuando los demás países les tocan las narices hasta la pelea final de tartas que iba a tener lugar en plena reunión de la Sala de Guerra y que al final quedó eliminada por considerarse, precisamente, demasiado "surrealista". Es una cinta angustiosa ya que en todo momento se hace mención a la "destrucción total de la humanidad". El espectador atento irá consumiendo los minutos de la película a la espera de cual será el resultado o el premio que se llevarán todos. Porque todo el mundo en esta historia, por mucho poder que tenga, está indefenso ante un ataque nuclear de una envergadura considerable.
Teléfono Rojo es conocida también por ser la película con el nombre más largo hasta la fecha. Y es que el título original en inglés es Dr. Strangelove or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb. En España fue traducido como Teléfono Rojo o Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar a la bomba. Hay algunas ediciones que directamente optaron por traducirlo como Teléfono Rojo: ¿Volamos hacia Moscú? Mientras los anglosajones prefirieron darle el protagonismo del título al Dr. Strangelove, en España se hizo referencia a la línea de teletipo que unía Estados Unidos con la Unión Soviética y que se realizó precisamente para evitar un desastre nuclear a gran escala. Pocos años después, este fantástico titulo se vio superado (en longitud) por una película de Woody Allen: Todo lo que Usted Siempre Quiso Saber Sobre el Sexo Pero Nunca se Atrevió a Preguntar.
La película tuvo numerosos reconocimientos. En los Premios Oscar de 1965 obtuvo 4 nominaciones a la mejor película, al mejor director, al mejor guión original y al mejor actor para Peter Sellers. No se llevó absolutamente ningún premio, ni siquiera uno de los favoritos, el de Peter Sellers en detrimento de una película claramente inferior como es My Fair Lady. En los BAFTA obtuvo el reconocimiento a la mejor película, a la mejor película británica aunque no así al mejor director y al mejor actor, galardón que compartían Peter Sellers y Sterling Hayden.
Nos quedamos con una de las frases más míticas de la película, donde el Dr. Strangelove hace alarde de su poder y su "inteligencia" (busque usted información acerca del Síndrome de la Mano Extraña, le ayudará a entender el comportamiento de este personaje):
"Sugiero que los aquí presentes deberíamos vivir en galerías subterráneas por al menos 100 años. A cada uno de los hombres nos serían asignadas 100 voluptuosas jóvenes para reproducirnos".
Lo peor de todo es que esta decisión, sí se aprobó por unanimidad.
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