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En ocasiones, la ficción ejerce las funciones de una gigantesca caja de resonancia de la propia realidad, completando aquellos huecos que nuestra naturaleza de espectador nos impide conocer. Día tras día asistimos a una crónica apresurada y a todas luces incompleta de los acontecimientos más trascendentales de la actualidad, de los cuales se nos ofrecen apenas unos datos con los que formarse una vaga conciencia del asunto. Podemos observar cómo se detienen a presuntos culpables de corrupción y el revuelo mediático levantado en torno a ellos, sin embargo ¿qué sabemos realmente de sus historias personales, de los detalles de sus actos fraudulentos, de las personas implicadas en las tramas?
Crematorio aborda un tema candente en la sociedad española a partir de una recreación ficticia de una realidad más que verosímil. Misent, la localidad donde se desarrolla la serie, no existe geográficamente, aunque sus similitudes con algunos de los emporios urbanísticos de la costa andaluza y levantina son más que evidentes. Rubén Bertomeu es un magnate de la construcción ideado en la mente de alguno de los hermanos Sánchez Cabezudo (creadores de la ficción televisiva), no obstante bien podría compartir rasgos, actitudes y trayectoria con muchos de los empresarios y políticos corruptos que pululan, la mayoría con total impunidad, por la geografía española, haciendo y deshaciendo a su antojo la fisonomía de nuestro país.
Se trata, pues, de una fábula adherida indefectiblemente a la realidad, a la cual completa a partir de todos aquellos datos y dinámicas internas que no llegan a la ciudadanía mediante los medios de comunicación. Incluso se podría decir que la serie no deja de ser un amplio reportaje de investigación de pulso sostenido, estética sencilla (sin concesiones al espectáculo) y narración rigurosa que se sumergue en el seno de de una compleja trama de intereses y servilismos entre toda una variopinta clase de hombres de una ambición impúdica regidos por los hilos invisibes del auténtico caudillo. Un hombre cuya codicia no le impide divisar el bosque en toda su amplitud, consciente de los sacrificios y riesgos por emprender en un gigantesco juego de ajedrez en el que se conjugan la lealtad interesada y un miedo desmedido a caer sin red.
Crematorio aborda un tema candente en la sociedad española a partir de una recreación ficticia de una realidad más que verosímil. Misent, la localidad donde se desarrolla la serie, no existe geográficamente, aunque sus similitudes con algunos de los emporios urbanísticos de la costa andaluza y levantina son más que evidentes. Rubén Bertomeu es un magnate de la construcción ideado en la mente de alguno de los hermanos Sánchez Cabezudo (creadores de la ficción televisiva), no obstante bien podría compartir rasgos, actitudes y trayectoria con muchos de los empresarios y políticos corruptos que pululan, la mayoría con total impunidad, por la geografía española, haciendo y deshaciendo a su antojo la fisonomía de nuestro país.
Se trata, pues, de una fábula adherida indefectiblemente a la realidad, a la cual completa a partir de todos aquellos datos y dinámicas internas que no llegan a la ciudadanía mediante los medios de comunicación. Incluso se podría decir que la serie no deja de ser un amplio reportaje de investigación de pulso sostenido, estética sencilla (sin concesiones al espectáculo) y narración rigurosa que se sumergue en el seno de de una compleja trama de intereses y servilismos entre toda una variopinta clase de hombres de una ambición impúdica regidos por los hilos invisibes del auténtico caudillo. Un hombre cuya codicia no le impide divisar el bosque en toda su amplitud, consciente de los sacrificios y riesgos por emprender en un gigantesco juego de ajedrez en el que se conjugan la lealtad interesada y un miedo desmedido a caer sin red.
José Sancho, en una de las interpretaciones de su carrera, logra componer verazmente a un personaje con luces y sombras, implacable en los negocios, comprensivo y fiel en sus relaciones emocionales, que nunca pierde la compostura ante las adversidades. De hecho, Crematorio es la crónica de la caída en desgracia de Rubén Bertomeu tras décadas de fortuna e impunidad forjadas en turbios negocios y en un privilegiado sentido para detectar las oportunidades, aunque estas fueran de una inmoralidad insultante. Tal y como aseveraba en uno de los capítulos finales, no había que hacer caso a aquellos que lo criticaban, pues eran unos mediocres que envidiaban el éxito. Sin duda alguna, él no era un mediocre, pero su visión de la vida como un auténtico campo de batalla en el que todos tenían un precio, si bien le dio grandes resultados durante mucho tiempo, terminó por acabar con él sin remisión, pues, al menos en eso queremos creer, existen personas que no lo darían todo por fortuna o poder. Al fin y al cabo, dónde reside la felicidad cuando no te quedan personas con las que compartir tus logros o cuando la presión a la que te somete tu propia codicia te impide disfrutar de todo aquellos que has acumulado.
La serie, confeccionada con una seriedad y solvencia envidiables, se inscribe en una tendencia (esperemos prolongada en el tiempo) de valorización de la ficción televisiva de la mano de Canal+ España en la misma senda que los canales de cable estadounidenses, quienen han conseguido implantar una nueva edad dorada de la televisión con productos de una calidad en la mayoría de los casos superior a las propuestas cinematográficas actuales. Crematorio es quizás, en este sentido, una base de lo que puede dar de sí una industria con talento. A través de sus ocho episodios, basados en la novela de Rafael Chirbes, la serie transcurre de forma implacable, apoyada por un reparto coral que más allá de su calidad confiere verosimilitud a una trama resuelta quizás de forma precipitada aunque sostenida sin altibajos en su desarrollo. Ficción para tiempos de crisis. Tal sólo podemos desear que la realidad supere a esa ficción y finalmente todos los corruptos de este país sean encerrados después de devolver a la sociedad lo que no era suyo.
La serie, confeccionada con una seriedad y solvencia envidiables, se inscribe en una tendencia (esperemos prolongada en el tiempo) de valorización de la ficción televisiva de la mano de Canal+ España en la misma senda que los canales de cable estadounidenses, quienen han conseguido implantar una nueva edad dorada de la televisión con productos de una calidad en la mayoría de los casos superior a las propuestas cinematográficas actuales. Crematorio es quizás, en este sentido, una base de lo que puede dar de sí una industria con talento. A través de sus ocho episodios, basados en la novela de Rafael Chirbes, la serie transcurre de forma implacable, apoyada por un reparto coral que más allá de su calidad confiere verosimilitud a una trama resuelta quizás de forma precipitada aunque sostenida sin altibajos en su desarrollo. Ficción para tiempos de crisis. Tal sólo podemos desear que la realidad supere a esa ficción y finalmente todos los corruptos de este país sean encerrados después de devolver a la sociedad lo que no era suyo.
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