[Crítica] Aprendiz de gigoló

John Turturro y Woody Allen revisitan los clásicos del cine y se fijan para su nueva película, especialmente Turturro a la hora de escribir el guión, en aquellos Dustin Hoffman y Jon Voight que se hicieron aún más celebres por las calles de Nueva York buscando fortuna. Cowboy de medianoche es un drama de un calado personalista muy destacado. Dos hombres deciden que una buena forma de buscar dinero es dedicarse a la prostitución, sin juzgar las posibles consecuencias o la moralidad de sus actos. 
Salvando las distancias y notables diferencias entre ellas, Aprendiz de gigoló supone un trabajo de guión, dirección e interpretación interesante aunque muy insuficiente. La trama no está todo lo bien desarrollada que debería y debemos agradecer la presencia de un Allen soberbio en un terreno que no domina pero que se le hace muy cercano por la influencia de sus propios libretos en el de Turturro. 
Cada vez que el cineasta neoyorquino desaparece de la pantalla, la película se vuelve una historia de amor y romance del montón, sin lugar a la comedia pura ni al juicio que se le presupone a una temática tan controvertida como la tratada. Junto a los dos protagonistas, aparecen muy desdibujadas Sharon Stone, Sofia Vergara y Vanesa Paradis, en quien reside el mayor interés de una trama que tras algunos minutos de metraje, se vuelve muy tedioso y poco atractivo. De nuevo, los instantes en los que Woody Allen hace su aparición en escena sirven para situarnos otra vez en el disparadero narrativo de un John Turturro que, por más que lo intenta, nunca consigue interesarnos más de lo debido. 

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