9/10
Misterioso asesinato en Manhattan reúne el sentimiento de unos amigos por reunirse, trabajar duramente para sacar un guión y construir una de las mejores comedias de aquel que encabeza magistralmente el reparto. Woody Allen consigue deleitarnos de nuevo con una de sus más grandes comedias sin olvidar uno de los fondos de suspense más espectaculares con los que podemos encontrarnos.
Y es que esta cinta, rodada y estrenada en 1993, de nuevo pone de manifiesto la capacidad de Allen para introducirse en terrenos que, aunque le son desconocidos de manera usual, los aborda con una capacidad narrativa sobresaliente. Una cinta de suspense en la que no podemos parar de reír es, cuanto menos, una de las paradojas más perfectas jamás encontradas.
Con un reparto a cual más singular, Woody Allen se hace deudor de uno de los mejores homenajes que veremos en su cine. Orson Welles y su La dama de Shanghai, con el magistral final en aquella sala de los espejos donde Welles y Allen dan por finalizadas sus respectivas, y sobresalientes, tramas. En esta ocasión nos encontramos con una pareja de mediana edad que, al llegar una noche de vuelta a casa, se enteran de que su vecina acaba de fallecer de un infarto. No obstante, Carol (magistral Diane Keaton) decide investigar por su cuenta mientras su marido se mantiene al margen. Con la ayuda de dos conocidos, intentarán dar caza al asesino mientras arriesgan sus propias vidas.
Con esta sinopsis, parece que estamos ante una cinta del mejor cine negro que la Historia nos puede ofrecer. Sin embargo, y con referencias continuas a Perdición de Billy Wilder, Woody Allen se erige como un personaje poseedor de las frases más míticas de toda su filmografía. Y es que quien no recuerda que “si escucho tanto a Wagner, me entran ganas de invadir Polonia.” O aquellas que rezan, en medio de un ascensor:
- “Aprieta algo. Que se acabe. Esto no me gusta. Voy corriendo por el campo. Veo inmensas praderas. Veo un semental, soy un semental.”
- “No me asusto, no me asusto. Voy a rezar el rosario.”
- “Oh, dios mio. Claustrofobia y un cadáver. ¡El colmo de un neurótico!”
¿Qué puedo decir ante tal demostración de humor introducido en el clímax de suspense de la película de manera tan sublime? Esto no es más que una prueba del buen hacer de Allen en el cuidado aspecto narrativo de sus cintas. Sin embargo, y para agilizar el ritmo de la película aumentando nuestra sensación de suspense, el cineasta decide volver a coger la cámara al hombro (como ya hiciera el año anterior en Maridos y mujeres) e introducirnos de lleno en la trama como si fuéramos cómplices de cada acción que van cometiendo los protagonistas.
Un guión bien tensado, sostenido por la gran Diane Keaton (quien volvía a trabajar con Allen 14 años después de Manhattan y a la que nunca debió sustituir), un siempre correcto Alan Alda y una Anjelica Huston, cuyos primeros minutos parecen dejarla al margen de la trama pero que termina protagonizando una de las escenas clave, y no por ello más divertidas, de la película.
Misterioso asesinato en Manhattan es una de las comedias mayores de Woody Allen. Una película con la que todos los públicos disfrutarán hasta niveles insospechados. Es imposible no contagiarse con la neurosis de Allen ni con la curiosidad de Keaton. No se pierda por nada del mundo la oportunidad de ver por primera vez, o repetir en su caso, esta magnífica experiencia.
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