Llega mi primera crítica en esta sección que mi compañero, muy acertadamente ha decidido inaugurar para mostrar a todos vosotros, fieles lectores, cuáles son nuestras películas más personales y porqué han marcado nuestra vida.
Ya que aquí abrimos nuestros corazones para transmitir nuestras sensaciones al ver las películas de nuestra vida he decidido comenzar por la que quizás fue la primera que me impresionó cuando la vi por primera vez, a los 16 años y recién llegado a la vida rural.
De la mano de Marlon Brando, mi actor de referencia, el hombre que mejor define el cine (a mi entender, claro está) y todo un símbolo para mí, comencé el visionado de esta cinta como una más del ciclo Brando que comenzó por aquella época. La compré, me gasté el dinero en la edición metálica de la obra porque tenía un buen presentimiento hacia esta cinta de Arthur Penn.
Y sin duda, no me equivoqué.
Con un comienzo digno de las mejores películas de Hitchcock, se nos plantea la vida en un pequeño pueblo de Texas gobernado por un supermagnate del petróleo al que parece que hay que agradecerle todo lo bueno que pase en el lugar. Cada persona lleva su propia vida y se inmiscuye en la de los demás, como buena persona pueblerina. Hay todo tipo de negocios, tiendas y establecimientos. Bares, zapaterías y tiendas de moda donde las mujeres entran a comprar modelitos y a despotricar de su vecina o de su más íntima amiga. Pero la vida del pueblo cambia cuando se conoce la noticia de que un habitante, convicto en una prisión estatal, se ha fugado de la cárcel y se rumorea que se encuentra en las inmediaciones del lugar. En ese momento, su ex-mujer intenta por todos los medios protegerlo a pesar de las objeciones de su padrastro y su novio (hijo primogénito del supermagnate local). Y en todo esto aparece el personaje de Brando, un sheriff serio, honrado y en busca del cumplimiento de la ley por encima de todo. El sheriff Calder se enfrenta diariamente a acusaciones de todo tipo acerca de su "enchufismo" en el puesto de jefe de policía local en base a favores personales con el magnate.
¿Qué es lo que se pretende en esta película? Mostrar la hipocresía de la gente. La sociedad rural en la que se desarrolla la cinta es perfectamente extrapolable a cualquier sociedad, rural o urbana. Y es que nadie es dueño más que de su vida. Es muy incómodo llegar a un sitio en el que nadie te conoce, especialmente un pueblo, y sentirte encerrado mientras te interrogan constantemente sobre ti, tu vida, tus apetencias y tus deseos. Pero la cosa no acaba ahí. La gente interesada indaga como el mejor Sherlock Holmes hasta encontrar tus puntos flacos, tus debilidades. Y cuando crees que puedes confiar en una persona, descubres de la noche a la mañana que se trata de una cortina, que nada es lo que parece y que la falsedad así como la hipocresía están a la orden del día.
Mi experiencia personal me llevó a identificarme con el sheriff Calder. Mi vida tomó un cambio de rumbo radical cuando marché de Madrid para ir a parar a un pueblo perdido en el sur de la más profunda Extremadura donde intentar coger una línea de autobús para moverte a cualquier ciudad es una auténtica odisea. Allí, prácticamente incomunicados, se desarrolló mi vida durante dos eternos años. Yo, al igual que el personaje de Brando, era interrogado constantemente sobre mi pasado, mi vida y demás datos que no incumben a nadie. Afortunadamente, y por caprichos del destino, no terminé igual que el sheriff Calder pero poco me faltó.
La Jauría Humana es un retrato descarnado de la vida rural americana. Yo, que soy un cinéfilo bastante americanizado, tengo por cabecera esta película que tantas veces he visto y tantas veces veré. Siempre me recordará una etapa de mi vida digna de olvido. Es evidente que las costumbres pueblerinas de Texas no son las mismas que las de un pueblo de Extremadura. Pero como el cine lo que precisamente pretende es transmitir sensaciones e identificarte con la historia que te están contando, el objetivo está más que plenamente cumplido.
A usted, querido lector, le animo a ver esta película. Todas y cada una de las interpretaciones merecen ser citadas. Tanto Robert Redford, en una de sus primeras películas, Jane Fonda, James Fox, Robert Duvall y Angie Dickinson hacen interpretaciones realmente verdaderas y dotan a sus personajes de una realidad pasmosa que a mí me impresionó. Y como olvidar a Marlon Brando y una de las escenas más sobrecogedoras de toda su filmografía. Un actor que siempre vendrá conmigo allá donde vaya y al cual siempre recordaré como base y pilar fundamental de mi pasión desmedida por el Séptimo Arte.
La Jauría Humana. Incomprendida en su época. Olvidada en nuestros días. Una verdadera pena. Es por esto que insto a todo aquel que me lea a que vea esta película y se siente a disfrutar de dos horas de gran cine. No le dejará indiferente y estoy muy seguro que se verá identificado con alguno de los protagonistas.
Hágame caso, merece la pena.
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