Una pluma blanca que, ingrávida, danza al capricho de las corrientes de aire, sin dirección o meta a la que dirigirse, que sólo vive momentáneamente en la frágil levedad de un espacio infinito, hostil y profundamente tentador; es la obertura de una obra de orquesta, magistralmente interpretada y dirigida, en la que, como la pluma, las situaciones se desarrollan caprichosamente, como producto del azaroso destino, en episodios tiernos, hilarantes e incluso mágicos. Curiosamente, es esa misma pluma la que pone el punto y final a la sinfonía, como recordándonos que todo lo que ha vivido nuestro peculiar héroe ha sido causa y resultado de una instancia superior que dirige arbitrariamente sus pasos, o bien a un cúmulo de casualidades yuxtapuestas engarzadas por el ímpetu del protagonista. Sea como fuere, la historia que aquí se nos presenta nos traslada a un mundo improbable de fantasía recubierto de una profunda pátina de realismo que únicamente puede ser relacionado con la vida misma. La vida como confluencia de caminos, como generadora de magia, como forjadora de relaciones incorruptibles, como condición del amor. Forrest Gump es una historia de amor, de amor a la vida y a todo lo que ella conlleva.
Posiblemente sea ese amor que desprende en cada fotograma, en cada frase, en cada nota musical, lo que hace a esta película grande. Una película que tiene como protagonista a un hombre que vence sus propias limitaciones convirtiéndose en héroe de guerra, empresario de éxito, deportista de élite o figura mediática, pero al que se le resiste el amor que, desde la más tierna edad, se le descubrió para rescatarlo de la soledad del incomprendido social. Ese amor es una constante en su vida, una nota que se repite periódicamente, que reaparece y desaparece bruscamente a golpe de azar y que, una vez tras otra, le va calando con mayor fuerza propiciando su desarrollo como hombre, un hombre si bien incompleto pues, desgraciada o afortunadamente, ya ha descubierto lo que significa amar.
La figura de madre protectora es fundamental en el devenir de nuestro personaje, pues es, al fin y al cabo, quien lo introduce en un mundo hostil con armas para defenderse y un gran corazón para conquistar a aquellos que quieran ver más allá de las apariencias. A partir de ahí, Forrest camina (o más bien corre) con la seguridad del que se sabe bien la lección y la ingenuidad del niño que al final dejará de ser obligado por las circunstancias. Su vida se constituye como un catálogo de experiencias extrañas aunque emocionantes en las que jamás dejará de ser él mismo, a pesar de que muchos intenten socavar el mundo paralelo en el que discurre. Se empeñan en decir que se trata de un chico subnormal cuando, a través de sus actos, no hace más que reivindicarse como un maestro.
Forrest Gump es una historia de vida elevadora, tierna, maravillosa. Como espectadores, disfrutamos de las andanzas de Forrest, de todas las etapas por las que transcurre su vida a golpe de suerte o destino, las situaciones cómicas en las que se ve envuelto, así como en las dramáticas que de igual modo sufre.
Además de ello, Forrest Gump es también historia. Historia de un país grande y poderoso que, sin embargo, cuenta en su haber con demasiados episodios trágicos que han marcado a generaciones de ciudadanos, ya sea través de la Guerra de Vietnam, el asesinato de los Kennedy o el caso Watergate. Aquí, la inteligencia con la que se ha insertado a Forrest en el devenir de los hechos, incluso como protagonista de los mismos con técnicas tan novedosas como la mezcla de imágenes antiguas y actuales, supone un nuevo aliciente y una lectura complementaria de la película a modo de crónica de una época convulsa en un país que se erigía como amo del mundo.
Por último, la crítica de esta película quedaría francamente incompleta si se obviara la interpretación magistral que Tom Hanks hizo de su personaje, calzándolo como una segunda piel, haciendo suyos sus movimientos, gestos y diálogos; creando, al fin, una persona tangible, poderosamente cercana, con taras y tics que llegan a olvidarse por la calidez que transmite en la pantalla. Hanks jamás ha llegado al nivel de perfección del que hizo gala en Forrest Gump, pues es en la esencia del personaje donde se encuentra ese brillo especial que refulge en la piel del actor. Desgraciadamente, Hanks continúa con una clara tendencia dramática en la elección de sus personajes, dejando a un lado su apreciable vis cómica que conjugó a la perfección en Forrest Gump y que le llevó a ganar su primer Oscar con todo merecimiento. Además, su personaje estaba apoyado por grandes actores como Sally Field en el papel de madre, Robin Wrigth Penn en el de la huidiza Jenny o Gary Sinise como el inolvidable teniente Dann, un personaje traumatizado por la guerra que se debate entre las más bajas pasiones y que finalmente es salvado por segunda vez por Forrest (desafortunadamente para Sinise, en esa edición de los Oscar se encontraba una peso pesado como Martin Landau, quien triunfó gracias a su interpretación en Ed Wood).
Todos ellos fueron dirigidos por un director de incuestionable imaginación (aunque con derivas extrañas en su carrera) que tocó el cielo gracias a esta película (no en vano logró el único Oscar de su carrera) por méritos propios, basándose en el guión que Eric Roth tomó de la novela homónima de Winston Groom. Alan Silvestri acompañó musicalmente a las imágenes, ya fuese por piezas de composición propia o por canciones inolvidables de la época y Don Burguess firmó la fotografía de forma impecable.
Forrest Gump es una de las películas de mi vida por varias razones, algunas expuestas ya a lo largo de esta crítica; se trata de una cinta que emociona, entretiene y conmueve a través de un personaje que llega directamente al corazón, con situaciones emocionantes, algunas disparatadas, que contagian unas ganas irrefrenables de vivir, de soñar, de correr. Jamás podré olvidar esa primera carrera con metales saltando a cámara lenta o aquella por la que salvó a cinco compañeros en Vietnam, o por la que, con barba de varias semanas, fue el centro de todos los medios de comunicación. La gran hazaña de Forrest Gump es que perdura en el tiempo, frases que asaltan tu memoria, imágenes que ya pertenecen a tu propia vida; es una película-experiencia que siempre irá en el corazón de este cinéfilo.
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