"La película de ciencia ficción más espectacular jamás realizada". Así recogía la revista norteamericana Entertainment Weekly las impresiones más favorables que se desprendieron tras el estreno de esta cinta de Stanley Kubrick en 1968. Una película que trata de manera magistral la evolución del hombre desde que era un primate hasta que da el salto al espacio para investigar la vida más allá del planeta Tierra.
Con una obertura de unos cuatro minutos de duración en la que escuchamos una pieza clásica que forma parte de la maravillosa banda sonora en la que se incluyen obras de Richard Strauss (Así Habló Zaratustra), Johann Strauss (El Danubio Azul) o Gyorgy Lygeti (Atmospheres). Tras la obertura, se abre ante nosotros un paisaje espacial en el que vemos una estrella y un planeta que están dispuestos como un eclipse perfecto. Esta entrada sirve de presentación para la película, el director y la productora.
Hasta los 10 minutos aproximadamente, la película no comienza a tomar cuerpo. Sin duda, un espectador que vea esta película de primeras y sin haber tenido contacto con ninguna forma de explicación, creerá que está delante de una de las mayores tonterías que un director de cine puede rodar. Por esta razón y para no minusvalorar tamaña obra maestra, predicaré con el ejemplo.
La primera parte de la película se nos presenta bajo el título "El Amanecer del Hombre". Aparecen una serie de primates en medio de un planeta incierto. Es como si esta escena la hubiese dirigido Franklin J. Schaffner. Pero no. Aquí se nos presenta la que pudo ser la realidad de hace millones de años en la Tierra. Un grupo de seres que convivían entre sí intentando sobrevivir según la naturaleza les dejaba. Sin embargo, una mañana aparece ante ellos una extraña figura que les deja, en un primer momento, atónitos y expectantes. Sienten miedo aunque no les durará demasiado. Su escasa inteligencia no les permite identificar si ese objeto, ese monolito, les causará algún problema o no. A medida que avanzan las secuencias descubrimos como el futuro "hombre" va tomando conciencia de que puede interactuar con los objetos que va encontrando. De hecho, un hueso le sirve de base para conocer que puede romper otros objetos, que puede cazar y que puede tomar el mando de la comunidad donde habita y dominar a sus congéneres. Con este prólogo y con la imitadísima escena del primate arrojando el hueso al cielo termina la primera parte de la cinta.
Ese hueso se convierte en una nave espacial que sirve para explicarnos la elipsis que Kubrick ha querido imponer a la película. Nos ahorramos todos los miles de años que han pasado desde que el primer hombre tiene conciencia de lo que tiene alrededor hasta que tiene conciencia de que fuera de su planeta puede también intervenir. La era planetaria y espacial sirve para introducirnos a la segunda parte de la cinta. Si nos damos cuenta, es la elipsis más larga de la Historia del Cine ya que abarca un periodo de unos 4 millones de años. En esta parte de la película, tiene lugar una de las escenas más bellas de la Cinematografía mundial: la coreografía de naves espaciales mientras suena de fondo "El Danubio Azul". El protagonista de esta sección de la película, el Dr. Floyd, viaja a través del espacio en una nave hasta una estación donde mantendrá conversaciones con científicos de la URSS, algo más que relevante puesto que es una época donde la Guerra Fría está a la orden del día. Kubrick propone que la carrera espacial fue, es y será cosa de las dos potencias. El descubrimiento de un monolito sirve de hilo conductor para la investigación del Dr. Floyd. Y es que queda claro que esa extraña figura, oculta en un cráter de la Luna, ha sido enterrado con premeditación. Queda evidentemente reflejada la hipótesis de la vida inteligente fuera de la Tierra.
El resto de la cinta no deja de ser la revelación de que una máquina puede llegar a pensar por sí misma y a tener "vida" propia. Y si no, que se lo pregunten al personaje de Keir Dullea, con el que asistiremos a un viaje psicodélico por un más allá incierto y que le lleva a la resurrección como único ser perfecto y redimido de todos sus males, los males que ha llevado el hombre desde que nació por primera vez.
Si tengo que rescatar alguna escena memorable, sin duda ninguna, será la muerte de HAL-9000. Uno de los asesinatos más cruentos que ha visto la pantalla. El hombre mata a la máquina. Por fin, un futuro libre de "pensamientos artificiales". ¿A dónde llegaremos?
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