“Akiva, si no sabes torear. ¿Pa qué te metes?” Así podriamos empezar una reseña más que correcta que defina a la perfección una de las películas más condenadas al ostracismo que nos podamos imaginar en este año, década casi de cine. Akiva Goldsman, guionista de Batman Forever, Batman & Robin, Ángeles y demonios o El código Da Vinci, ha decidido meterse a director y reventar la taquilla con una mala película “de amigos”. Y es que para salvar los muebles no hay nada mejor que levantar el teléfono y contactar con quienes te dieron días de gloria: Russell Crowe, Jennifer Connelly o Will Smith con el fin de preparar la superproducción del año. Y no hay mejor forma de empezar que contratando como protagonista a un Colin Farrell a quien el destino no para de jugarle malas pasadas.
Hay poco defendible en esta monstruosidad fantástica que pretende recrear el amor perdido por el azaroso destino y la necesidad de encontrar un milagro para poder seguir adelante. Un milagro es lo que ha llevado a Akiva a dirigir una película, a escribir guiones durante veinte años y encima ganar un Oscar por el guión de Una mente maravillosa. Hay un enfado monumental detrás de todas estas líneas que no terminan de expresar con totalidad una sensación de estafa con una duración de casi 120 minutos en los que no se si has pagado tu inexperiencia, Akiva, o me has querido robar mi dinero en un día tan comercialmente especial.
Con esta representación de la batalla cielo-infierno, bien-mal, bondad-maldad lo único que consigue es aburrir, provocar inexplicables movimientos en el asiento y aumentar la miopia de quien se atreve a ver la película. Cuento de invierno es todo lo malo que le podamos desear al cine, un guión farragoso lleno de frases estrelladas, una construcción de personajes fallida y una capacidad para dilapidar el talento de actores como William Hurt o la propia Jennifer Connelly que quedará, o no, para los anales de la historia.
Esta tarde veré Batman & Robin. No porque me guste sino porque Goldsman me acaba de convencer que es lo mejor que ha hecho en toda su (milagrosa) carrera. Frases como “Hola Frío, soy Batman” o “Ahora sé porqué Superman trabaja solo” no me dolerán tanto.
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