¿Quién no ha llorado alguna vez recordando alguna de las mágicas secuencias que incluye la película Mary Poppins? ¿Quién no se emociona cantando, cuando la ocasión lo requiere (o no) aquellas armoniosas melodías que permanecen en generaciones de niños, adultos y mayores? Es todo un acierto que Disney Pictures quiera dedicarle este año a la cinta de Robert Stevenson un cincuenta aniversario como se merece. Además, decenas de nuevas ediciones en alta definición aparecen en estas fechas como onomástica perfecta para celebrar y recordar el rodaje de tan mítica película.
Disney tira de archivo para recuperar viejas conversaciones, olvidados nombres de las bambalinas de Mary Poppins para homenajear, no al personaje en cuestión interpretado dulcemente por Julie Andrews, sino a su autora. Una Pamela Lyndon Travers encarnada con una solvencia shakesperiana por la siempre genial Emma Thompson, en un papel que la dignifica como intérprete tras años alejada de su verdadero talento. Al encuentro de Mr. Banks no funcionaría de la misma manera con otra actriz.
Las traseras de la producción, algunas de ellas por lo menos, quedan al descubierto en esta película mientras observamos los intentos frustrantes de un Walt Disney (representado con una soltura encomiable por Tom Hanks) por hacerse con los derechos que le permitan tener el control total y absoluto de la adaptación de la novela de Travers a la gran pantalla. Sesiones de grabaciones y lectura del guión, a cual más hilarante, de las cuales los créditos finales darán buena muestra.
Pero, Al encuentro de Mr. Banks, no es solamente la trastienda de la fábrica de los sueños que fue la factoría Disney en sus buenos tiempos. Es también un viaje al pasado a través de la propia P. L. Travers, sus propios miedos y traumas, sus recuerdos familiares los que le llevaron a concebir el personaje tan inmortalizado por Stevenson en 1964. En estas sesiones de viaje en el tiempo, encontramos a un Colin Farrell crecido en su papel de padre, convencido de su trabajo y alejado de cualquier tópico al que podamos articularlo.
Detrás de Mary Poppins hay una historia que merece ser contada, una tragedia personal que refleja un sufrimiento. Y ahí, John Lee Hancock sabe utilizar los elementos más dramáticos de la narrativa cinematográfica, entre ellos una meritoria banda sonora, para impostarnos una lágrima en los ojos, para empatizar con una niña que se siente en plena soledad en el mundo. Estos detalles le servirán para crear un icono que, tras veinte años de lucha por parte de Mr. Disney, llegó finalmente a la gran pantalla no sin las desaprobaciones pertinentes de P. L. Travers, incluso después del estreno pese a que la película quiera manifestar lo contrario.
Al encuentro de Mr. Banks es tremendamente gozosa. Los que recordamos Mary Poppins como una de las películas imprescindibles de nuestra infancia disfrutaremos como niños volviendo a entonar aquellas melodías que no transcribiré aquí por falta de espacio. Y, sinceramente, por no soltar una lagrimita de emoción pensando que este tipo de películas ya no se hacen.
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