Son muchos los señores Scrooge que nos rodean. Avaros sin sentimientos apreciables, malencarados, seres indolentes al dolor ajeno e inalterables en su acusado desdén por cualquier atisbo de fraternidad. La Navidad no es más que la canalización idónea para los odios y rencores anidados en sus oscuros y maltratados espíritus. Ese antihéroe literario decimonónico concebido por Charles Dickens (del que buena cuenta dimos aquí hace tan sólo unos días), perseguido por los fantasmas de las navidades pasadas, presente y futuras, nos queda ya muy lejos en su apariencia formal, aunque el preciso retrato psicológico del escritor permanezca indemne y de evidente actualidad. Ahora el señor Scrooge ha mutado en su forma, no escatima en gastos para conservar una imagen exterior acorde con sus ambiciones, y sí que le importa la opinión del resto para legitimar su posición dentro de la sociedad. Podría ser un banquero, un abogado, un traficante de armas (de esos de altos vuelos), un político o, por qué no, un directivo de una cadena de televisión.
Con la década de los 80's desgranando sus últimas obras maestras populares, el mítico Richard Donner (Los Goonies, Arma Letal) produjo y dirigió Los fantasmas atacan al jefe (o Scrooged en su título original), una divertida y cáustica actualización de la legendaria obra de Dickens, Un cuento de Navidad, en torno a la figura de un despiadado director de contenidos televisivo. Curiosamente es esta obra premonitoria la que encomienda Frank Cross a todo el equipo de la cadena para ser representada en directo la noche del 24 de Diciembre, impidiendo de esta forma que todos ellos pasen esas entrañables fechas con la familia y acrecentando el macabro prestigio del jefe. Y quién mejor para dar vida a este impasible personaje que Bill Murray, ese actor que con un simple parpadeo es capaz de expresar tantos de grados de pesadumbre e ironía. Aquí es él quien llena la pantalla, quien vertebra la trama, quien provoca la carcajada desde su histrionismo espontáneo o su contenido sarcasmo, haciendo de Los fantasmas atacan al jefe todo un catálogo de momentos gozosos de un cómico inspirado.
Con la década de los 80's desgranando sus últimas obras maestras populares, el mítico Richard Donner (Los Goonies, Arma Letal) produjo y dirigió Los fantasmas atacan al jefe (o Scrooged en su título original), una divertida y cáustica actualización de la legendaria obra de Dickens, Un cuento de Navidad, en torno a la figura de un despiadado director de contenidos televisivo. Curiosamente es esta obra premonitoria la que encomienda Frank Cross a todo el equipo de la cadena para ser representada en directo la noche del 24 de Diciembre, impidiendo de esta forma que todos ellos pasen esas entrañables fechas con la familia y acrecentando el macabro prestigio del jefe. Y quién mejor para dar vida a este impasible personaje que Bill Murray, ese actor que con un simple parpadeo es capaz de expresar tantos de grados de pesadumbre e ironía. Aquí es él quien llena la pantalla, quien vertebra la trama, quien provoca la carcajada desde su histrionismo espontáneo o su contenido sarcasmo, haciendo de Los fantasmas atacan al jefe todo un catálogo de momentos gozosos de un cómico inspirado.
A través de surrealistas episodios coincidentes con los de su original literario, Donner ofrece un producto destinado al gran público sin grandes alardes de estilo pero con un acusado gusto por la sátira de la actualidad y el mundo de los medios de comunicación como escenario de excepción para ilustrar el Scrooge moderno. No existen los escrúpulos en un mundo donde la lógica de los beneficios es la que impera sobre el bienestar de los trabajadores o la salud mental de sus espectadores (a estos hay que golpearlos con anuncios martilleantes, explosiones y eslóganes sentenciosos), y así lo demuestra en cada escena Frank Cross, hasta que la aparición súbita de unos extraños seres provoquen la ruptura de su aparentemente cohesionada existencia. Cada uno de ellos, ya sea un taxista diabólico (una caracterización fascinante), un hada irritante y maliciosa o el mismísimo Caronte, le mostrarán lo despiadado de su conducta y las terribles consecuencias que esta acarrea en aquellos que lo rodean.
Los fantasmas atacan al jefe es una viva muestra del cine ochentero que ha inspirado a tantas generaciones y que aún hoy continúa vigente en nuestras mentes. La navidad televisiva no se concibe sin la enésima reposición de un clásico que nos recuerda, como ya lo hiciera el gran Dickens aunque ahora desde una visión actualizada, lo poco que cuesta hacer feliz a los seres queridos que nos rodean, concretamente con algo menos de acritud en el carácter y dosis moduladas de dulzura tan necesaria en esta época del año. Tomemos ejemplo del reformado Frank Cross en esa actuación final apoteósica en directo, apelando a los corazones de su público desde la sinceridad de un espíritu al que se le ha mostrado la cruda realidad y amenazado con la más solitaria de las muertes. Bill Murray acrecienta aquí su leyenda de cómico particular de la mano de un maestro del género de entretenimiento, Richard Donner, con momentos de gran brillantez y un producto final apreciable de visionado obligatorio cuando las navidades se acercan. Sólo queda relajarnos en una de estas gélidas tardes de apacible desocupación y disfrutar de la sutil ironía y el hábil sentido del humor de Los fantasmas atacan al jefe.
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