7/10
Uno de los personajes centrales de The Help aseveraba al comienzo de la trama que siempre supo que trabajaría toda su vida como criada, al fin y al cabo, su madre y su abuela también lo habían sido. Nadie le había preguntado si deseaba dedicarse a cualquier otra tarea. Sus aspiraciones y anhelos sencillamente no importaban. Había nacido negra en el estado de Mississippi y ese era el único dato trascendental para conocer su destino irrebocable. Como ella, cientos de mujeres de color habían heredado de sus antepasados, los esclavos del sur estadounidense, un modo de vida que no distaba en demasía de las viejas prácticas de los terratenientes blancos, aunque ahora bañado por una ligera pátina de igualdad ficticia y conmiseración impostada que apenas podía ocultar la tiranía de las clases medias emergentes de los barrios residenciales.
La revisión histórica de las miserias domésticas de Estados Unidos siempre ha estado sujeta a un estricto control por parte de la industria de Hollywood. El rol del país como abanderado mundial de los valores democráticos y los derechos humanos no casaba con la auténtica realidad vivida por las minorías étnicas (mayoría en algunas zonas) despojadas de los derechos civiles que la clase política federal pregonaba con soberbia para el resto de países. El racismo era una vergüenza nacional vivida en silencio por aquellos que la padecían en la tierra de las oportunidades, tan flagrante como otros episodios trágicos de la humanidad (el apartheid en Sudáfrica), aunque conocida en menor medida ante la superioridad moral esgrimida por el país en el escenario internacional.
Tate Taylor compone sobre la novela de Kathryn Stockett una bonita película sobre mujeres atrapadas en un ambiente opresivo que desvela algunas de las grandes lacras sociales arrastradas en el sur del país aún en los años 60, momento de eclosión de los movimientos de reivindicación racial que brotaron por todo el territorio ante una situación de exclusión insostenible. La historia se cimienta en torno al personaje de Skeeter, una joven periodista que no acepta la vida predeterminada de las chicas de Jackson (consistente en casarse, tener hijos y mantener una vida social respetable ante los ojos de la comunidad), y que decide indagar en la realidad cotidiana de las criadas negras que cuidan de los hijos de sus patronos y desempeñan todas las tareas del hogar por un mísero sueldo y ante la mirada desdeñosa de las remilgadas señoras. Para escribir su revelador libro de testimonios, deberá ganarse previamente la confianza de las mujeres y romper así la barrera de silencio impuesta por el miedo a ser despedidas de sus trabajos.
La revisión histórica de las miserias domésticas de Estados Unidos siempre ha estado sujeta a un estricto control por parte de la industria de Hollywood. El rol del país como abanderado mundial de los valores democráticos y los derechos humanos no casaba con la auténtica realidad vivida por las minorías étnicas (mayoría en algunas zonas) despojadas de los derechos civiles que la clase política federal pregonaba con soberbia para el resto de países. El racismo era una vergüenza nacional vivida en silencio por aquellos que la padecían en la tierra de las oportunidades, tan flagrante como otros episodios trágicos de la humanidad (el apartheid en Sudáfrica), aunque conocida en menor medida ante la superioridad moral esgrimida por el país en el escenario internacional.
Tate Taylor compone sobre la novela de Kathryn Stockett una bonita película sobre mujeres atrapadas en un ambiente opresivo que desvela algunas de las grandes lacras sociales arrastradas en el sur del país aún en los años 60, momento de eclosión de los movimientos de reivindicación racial que brotaron por todo el territorio ante una situación de exclusión insostenible. La historia se cimienta en torno al personaje de Skeeter, una joven periodista que no acepta la vida predeterminada de las chicas de Jackson (consistente en casarse, tener hijos y mantener una vida social respetable ante los ojos de la comunidad), y que decide indagar en la realidad cotidiana de las criadas negras que cuidan de los hijos de sus patronos y desempeñan todas las tareas del hogar por un mísero sueldo y ante la mirada desdeñosa de las remilgadas señoras. Para escribir su revelador libro de testimonios, deberá ganarse previamente la confianza de las mujeres y romper así la barrera de silencio impuesta por el miedo a ser despedidas de sus trabajos.
La historia es sencilla y se desarrolla con fluidez, alternando los momentos dramáticos con instantes de gran comicidad que alivian el peso de la trama, quizás algo dilatada pero sostenida por un ritmo ameno que logra mantener la atención del espectador hasta el final. Y es que, a pesar de desvelarse en ciertos detalles un tratamiento algo artificioso en la búsqueda de la lágrima fácil, la película logra conmover en virtud a las propias vivencias de las criadas, engarzadas a partir de una narración sin artificios y con un cuestionable gusto por el flashback, aunque eficaz en la descripción emocional de sus personajes.
A ello contribuye el excelente reparto femenino encabezado por la majestuosa Viola Davis, que aporta veracidad y profundidad al personaje de Aibleen, y secundado por la oronda y expresiva Octavia Spencer, la omnipresente Emma Stone (muy pronto la novia del nuevo Spiderman) como la joven periodista a través de la que se filtra cierta cordura en un ambiente demencial, y las señoras Bryce Dallas Howard (sensacional en su rol de maquiavélica ama de casa), Jessica Chastain y las veteranas Sissy Spacek y Allison Janney (qué tiempos en los que encandilaba en cintas como Willow).
Criadas y Señoras tiene los ingredientes imprescindibles para ser la sorpresa del año; una historia atractiva con trasfondo histórico, excelentes interpretaciones y una narración sencilla que mantiene el interés incluso en el espectador más inquieto. La taquilla estadounidense ya la ha respaldado ampliamente y su nombre comienza a sonar en las quinielas de los próximos Oscar, aunque sea en forma de una merecida nominación al mejor guión adaptado. Lo cierto es que la película conmueve y entretiene, algo que no es superfluo en los tiempos que corren.
A ello contribuye el excelente reparto femenino encabezado por la majestuosa Viola Davis, que aporta veracidad y profundidad al personaje de Aibleen, y secundado por la oronda y expresiva Octavia Spencer, la omnipresente Emma Stone (muy pronto la novia del nuevo Spiderman) como la joven periodista a través de la que se filtra cierta cordura en un ambiente demencial, y las señoras Bryce Dallas Howard (sensacional en su rol de maquiavélica ama de casa), Jessica Chastain y las veteranas Sissy Spacek y Allison Janney (qué tiempos en los que encandilaba en cintas como Willow).
Criadas y Señoras tiene los ingredientes imprescindibles para ser la sorpresa del año; una historia atractiva con trasfondo histórico, excelentes interpretaciones y una narración sencilla que mantiene el interés incluso en el espectador más inquieto. La taquilla estadounidense ya la ha respaldado ampliamente y su nombre comienza a sonar en las quinielas de los próximos Oscar, aunque sea en forma de una merecida nominación al mejor guión adaptado. Lo cierto es que la película conmueve y entretiene, algo que no es superfluo en los tiempos que corren.
Esta película tiene pinta de aparecer en la gran mayoría de categorías de Los Globos de Oro 2012. Aún no he podido verla pero tu crítica es una de las muchas positivas que he leído de ella. La trama me llama mucho, estas historias se deben contar en algún momento y si además alterna la comedia será plenamente disfrutable.
ResponderEliminarGenial la crítica, ¡un abrazo!
Yo sólo he visto la película, no leí el libro. Y la película es interesante (por momentos me recordaba a la gran Tomates Verdes Fritos), aunque desde mi punto de vista, demasiado pastelona (en todos los sentidos posibles). La excusa que pone para denunciar el racismo (creo que para eso no hace falta excusa) de que el servicio utilice un cuarto de baño distinto al de los dueño de la casa, flojea un poco. Hay miles de motivos de mayor peso y menos comprensibles. Es cierto que si alguien es bueno para cuidar de tus hijos, también debería serlo para hacer sus necesidades en tu excusado, pero ¡cuanta gente no hay que es incapaz de hacer nada en un baño público o fuera de su propia casa!. Mucho más importante me parece y, apenas se esboza, el hecho de acusar a las criadas negras de robar, por ejemplo.
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