7/10
En el dilatado recorrido histórico de la humanidad existe un puñado de personajes que, por su trascendencia en el desarrollo de acontecimientos cruciales y la mitología creada en torno a ellos, justifican el acercamiento del ámbito cinematográfico para su recreación y, por tanto, el surgimiento del género biográfico. El general mexicano Emiliano Zapata es una de esas figuras de incuestionable valor para la historia de un país que aún hoy se siente deudor de su entrega en pos del triunfo de la revolución y su posterior y trágico final.
Curiosamente no fueron los mexicanos los encargardos de rendir un merecido tributo a Zapata en forma de película (aunque hayan realizado algunos intentos fallidos y de cuestionable gusto), sino los norteamericanos, con toda la espectacularidad que los define y un selecto elenco de estrellas de la meca de Hollywood al servicio de un guión del escritor John Steinbeck y la dirección del laureado Elia Kazan, los que mostraron al mundo la historia de un líder campesino que hizo de su vida una constante lucha contra aquellos que arrebataban las tierras a su pueblo. La fascinación suscitada por el personaje iba más allá del simple retrato épico de un combatiente con ideales férreos; enlazaba con la recreación de una época en la que la lucha sin escrúpulos por el poder magnificaba la coherencia y la altura moral de nuestro personaje, quien elevaba sus objetivos de la atmósfera cerrada de traiciones y miserias de los gabinetes gubernamentales.
Quizás por ello Emiliano Zapata haya sido encumbrado por el tiempo como el líder revolucionario más popular y venerado por los mexicanos; por que, ya fuese por su muerte prematura o lo indefectible de su conducta, nunca se dejó corromper por las mieles de la autoridad en la misma medida que el resto de generales coétaneos. Su figura ha resistido a la historia, ha crecido en virtud a un sentido de justicia que únicamente se correspondía con la indignación que le suscitaba la avaricia de los terratenientes y el sufrimiento de los campesinos que, como él, padecían el hambre y la desesperación de los sin tierra. Sus ambiciones no iban más allá de restituir lo que sabía que era de su pueblo desde tiempos inmemoriales, y eso fue precisamente lo que acabó con su vida; su falta de codicia y la fidelidad a sus orígenes lo hicieron un elemento extraño, incómodo, dentro de una cúpula militar que únicamente anhelaba la misma silla dejada vacante por Porfirio Díaz.
Curiosamente no fueron los mexicanos los encargardos de rendir un merecido tributo a Zapata en forma de película (aunque hayan realizado algunos intentos fallidos y de cuestionable gusto), sino los norteamericanos, con toda la espectacularidad que los define y un selecto elenco de estrellas de la meca de Hollywood al servicio de un guión del escritor John Steinbeck y la dirección del laureado Elia Kazan, los que mostraron al mundo la historia de un líder campesino que hizo de su vida una constante lucha contra aquellos que arrebataban las tierras a su pueblo. La fascinación suscitada por el personaje iba más allá del simple retrato épico de un combatiente con ideales férreos; enlazaba con la recreación de una época en la que la lucha sin escrúpulos por el poder magnificaba la coherencia y la altura moral de nuestro personaje, quien elevaba sus objetivos de la atmósfera cerrada de traiciones y miserias de los gabinetes gubernamentales.
Quizás por ello Emiliano Zapata haya sido encumbrado por el tiempo como el líder revolucionario más popular y venerado por los mexicanos; por que, ya fuese por su muerte prematura o lo indefectible de su conducta, nunca se dejó corromper por las mieles de la autoridad en la misma medida que el resto de generales coétaneos. Su figura ha resistido a la historia, ha crecido en virtud a un sentido de justicia que únicamente se correspondía con la indignación que le suscitaba la avaricia de los terratenientes y el sufrimiento de los campesinos que, como él, padecían el hambre y la desesperación de los sin tierra. Sus ambiciones no iban más allá de restituir lo que sabía que era de su pueblo desde tiempos inmemoriales, y eso fue precisamente lo que acabó con su vida; su falta de codicia y la fidelidad a sus orígenes lo hicieron un elemento extraño, incómodo, dentro de una cúpula militar que únicamente anhelaba la misma silla dejada vacante por Porfirio Díaz.
La película de Elia Kazan muestra en gran parte el recorrido vital de Zapata en sus episodios capitales, al mismo tiempo que indaga en los terrenos más personales del general, como su matrimonio con Josefa (interpretada por Jean Peters), la relación con su hermano Eufemio o el analfabetismo que arrastra como un lastre con el que ansía acabar. El guión de Steinbeck, al igual que el de la magistral Las uvas de la Ira, posee una solidez clásica, con diálogos incisivos y una narración segmentada en grandes cuadros por el uso eficaz de la elipsis temporal; no obstante, la vaga sensación creada en el espectador una vez finalizado el film es que la vida de Zapata daba para mucho más, que la época revolucionaria mexicana era un excitante cosmos de intrigas políticas del cual la película únicamente da fe de forma colateral, que la historia en sí, con todos sus mitos populares y leyendas, proveía de un material ingente por explotar desaprovechado en parte por la certera pluma de Steinbeck.
Al fin y al cabo, no debemos obviar de que se trata de una película de Hollywood que, además de divulgar la figura de Zapata, debe rendir pleitesía al star system que lo sustenta. Por ejemplo, si bien es cierto que la presencia en pantalla de Marlon Brando es abrumadora, es igualmente comprensible que por sus características físicas no llega a encajar en el personaje de Zapata, a pesar del mostacho de pega que luce como única caracterización. Por el contrario, Anthony Quinn sí llega a convencer como Eufemio (y por tanto claro merecedor del Oscar), al igual que el gran Alan Reed como Pancho Villa. También nos rechina algunas amables referencias de campesinos al sistema ideal de Estados Unidos en un tiempo en el que aún quedaba relativamente cerca la pérdida de la mitad del territorio mexicano a manos de los gringos; lo que muestra escasa veracidad histórica y una clara licencia de los productores para su propio agasajo.
A pesar de ello, nadie duda de que Viva Zapata! es una buena película que nos desvela a uno de los grandes personajes del pasado siglo, traicionado en su muerte y en su recuerdo. México lo homenajea con orgullo, sin embargo, los campesinos de Morelos continúan sin tierras y el pueblo pasa hambre mientras una casta de políticos corruptos continúa saqueando un país tan maravilloso como contradictorio.
Al fin y al cabo, no debemos obviar de que se trata de una película de Hollywood que, además de divulgar la figura de Zapata, debe rendir pleitesía al star system que lo sustenta. Por ejemplo, si bien es cierto que la presencia en pantalla de Marlon Brando es abrumadora, es igualmente comprensible que por sus características físicas no llega a encajar en el personaje de Zapata, a pesar del mostacho de pega que luce como única caracterización. Por el contrario, Anthony Quinn sí llega a convencer como Eufemio (y por tanto claro merecedor del Oscar), al igual que el gran Alan Reed como Pancho Villa. También nos rechina algunas amables referencias de campesinos al sistema ideal de Estados Unidos en un tiempo en el que aún quedaba relativamente cerca la pérdida de la mitad del territorio mexicano a manos de los gringos; lo que muestra escasa veracidad histórica y una clara licencia de los productores para su propio agasajo.
A pesar de ello, nadie duda de que Viva Zapata! es una buena película que nos desvela a uno de los grandes personajes del pasado siglo, traicionado en su muerte y en su recuerdo. México lo homenajea con orgullo, sin embargo, los campesinos de Morelos continúan sin tierras y el pueblo pasa hambre mientras una casta de políticos corruptos continúa saqueando un país tan maravilloso como contradictorio.
Que acontecimientos de la revolucion mexicana no muestran?
ResponderEliminarQuiero ver viva zapata en español
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