Comenzamos nuestro viaje, supuestamente introspectivo por las mieles, dolores y sabores del sexo, guiados por la mano de un Lars Von Trier que entrega su primera obra desde la polémica edición del Festival de Cannes donde decidió autoflagelarse (dialécticamente hablando) con la presente y futura dirección del certamen. Tras aquella obra magna titulada Melancolía, nos adentramos en lo más oscuro de la adicción al sexo, la ninfomanía en este primer volumen de esta polémica nueva película del cineasta danés.
Tomando como guía un sorprendente prólogo inicial, al son de Rammstein, descubrimos a una Charlotte Gainsbourg dispuesta a contarle, así de primeras, los aspectos más oscurso de su vida a un señor al que no conoce de nada y del cual solo sabemos que ama la pesca, la polifonía y la serie de Fibonacci. Si Lars Von Trier intenta decirme algo, va por muy mal camino. A lo largo de las dos horas restantes, nos encontramos con un tratado de psicología que, personalmente, me resulta demasiado lejano. Las correrías, si se me permite, de la protagonista terminan por parecerme absurdos intentos del director por conseguir de nuevo seguir autocalificándose de maestro de maestros.
Bien es cierto que Von Trier ha entregado al cine una serie de obras cumbre entre las que recordamos Rompiendo las olas o Bailar en la oscuridad, quizás dos de sus películas más conocidas y, justamente, las que le dieron una fama y reconocimiento más que merecido. Sin embargo, el rizo no se puede rizar más. A Von Trier se le permiten pocas licencias. Su fama de pretencioso le precede y su trabajo en Nymphomaniac, aunque estéticamente correcto y bien llevado, no le libra de acabar siendo cargante y displicente.
En este primer volumen, a la espera de todos los actores que llegarán en el segundo, solamente me quedo con la entrega de dos intérpretes. Un Christian Slater que hace unas breves apariciones, una de ellas en un símil majestuoso con la muerte de Edgar Allan Poe rodado en blanco y negro con toques de genialidad y una Uma Thurman ante la que merece la pena las dos horas de psicología “a lo Dogma”. Su capítulo condensa toda la ideología que intenta transmitir la película. El miedo, la pasión, la hipocresía, el engaño, los celos, el sexo, la familia, el dolor ante la pérdida. El fragmento de Thurman es lo único realmente auténtico en este panfleto psico-sexual de Von Trier.
Demasiada narración irregular, demasiada voz en off y centrada únicamente en el personaje femenino (muy del gusto del danés). Nymphomaniac merece algo más en el Volumen 2. O bien ser destruida por completo de nuestras retinas o ser elevada por su complejidad y profundidad final.
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