Series de Televisión; Juego de Tronos

Es un hecho incontestable; las fronteras interpuestas entre los formatos televisivos convencionales y la producción cinematográfica tradicional han sido arrumbadas finalmente propiciando un transvase de calidad y presupuesto desde la industria del séptimo arte hasta el mercado masivo de la pequeña pantalla. Para aquellos que aún guardaban ciertas reticencias en legitimar este movimiento iniciado por series como Hermanos de Sangre, Los Soprano o The Wire, la cadena de cable estadounidense Home Box Office (HBO) ha dado un rotundo golpe de autoridad en el panorama televisivo con una nueva propuesta de ficción de tintes épicos, tanto en su argumento como en su despligue financiero, que promete marcar el definitivo hito histórico de la gran época dorada que estamos viviendo desde nuestros hogares.
Juego de Tronos (Game of Thrones) no es ya sólo una muestra más del rigor creativo de una productora independiente que ha suplido la carencia de originalidad de Hollywood, sino la traslación definitiva del espectáculo cinematográfico a un formato seriado de infinitas posibilidades narrativas al que se adhieren elementos hasta este momento inéditos en el espectro catódico. Lejos quedan ya las historias convencionales filmadas según patrones rutinarios y con un indisimulado conservadurismo formal; la televisión de hoy es un estimulante laboratorio de apuestas transgresoras que no eluden la violencia, el sexo o el humor más negro para cautivar a una audiencia masiva global. En ese sentido, la nueva serie de HBO concentra en sí misma muchos de esos ingredientes y les añade un escenario totalmente nuevo, inaudito, reservado hasta ahora para las grandes superproducciones cinematográficas. Juego de Tronos podría haber sido una saga fantástica al estilo de la trilogía de El Señor de los Anillos, no en vano se basa igualmente en una serie de novelas (Canción de Hielo y Fuego) escritas por George R.R. Martin; sin embargo su singularidad viene dada por su adaptación a un formato episódico que puede elevarla a una categoría antológica.
Al menos sus responsables, la plana mayor del panorama televisivo entre los que destacan Tim Van Patten (Los Soprano, Boardwalk Empire), Brian Kirk (Los Tudor, Luther), Daniel Minahan (Deadwood, True Blood) y Alan Taylor (Roma, Bored to Death); van a poner todo su empeño en conseguirlo con el respaldo económico suficiente para lograr una ambientación fiel al original literario. Juego de Tronos en un proyecto majestuoso que ya en su capítulo piloto sienta las bases de lo que promete ser todo un espectáculo visual sustentado en un tejido argumental complejo subdividido en diferentes tramas y en las interpretaciones sólidas de un elenco actoral encabezado por el siempre convincente Sean Bean.
Llega el invierno... y con él la oscuridad de una época cruda y larga en la que la amenaza de criaturas salvajes y las ambiciones enconadas por el trono de los siete reinos se extiende como una sombra preludio de aventuras y empresas por llevar a cabo. La acción se abre paulatinamente, con cierto aire enigmático, tenebroso, en los confines del Muro, en un bosque helado donde unos soldados se enfrentan a un enemigo incierto, temido desde hace siglos. El pulso del primer acto es brillante, algo grotesco, pero con un sentido del ritmo deudor de las grandes obras del suspense, hasta dar paso a un desarrollo más disperso aunque no menos cruento. En este primer episodio, los personajes son esbozados con cierto hondura por una cámara curiosa, con el genuino estilo de Van Patten (pues ya en televisión podemos hablar de cierta autoría), que enlaza los tres grandes bloques de una historia que confluye en la lucha por el tan ansiado vértice de poder, a través de una sólida narración enmarcada por el ambiente gris, frío e implacable de Invernalia.
Una obertura que anticipa algunas de las bondades de una serie en la que la violencia, el sexo sin tapujos y las truculentas relaciones entre sus protagonistas van abriéndose paso en el flujo discursivo de los episodios, hilvanados por un necesario componente adictivo emplazado en el final de cada uno de ellos (o al menos eso se intuye tras la primera entrega). La expectación en torno a Juego de Tronos ha estado, pues,  justificada a tenor de la calidad indiscutible de su inicio demoledor, por lo que las sombras de dudas acerca de si logrará mantener el pulso en su posterior desarrollo están desacreditadas. La HBO ha apostado fuerte y su consecuencia directa no puede ser otra que la competitividad de un mercado que vive un esplendor al que auguramos una larga existencia. Millones de espectadores ya han quedado prendidos por este espectacular entrega de fantasía épica que adapta lo inadaptable según los propios directivos de la cadena, y aún quedan otros once capítulos por disfrutar, además de una segunda temporada confirmada. La aventura continua..nosotros no nos la perderemos.

1 comentario:

  1. Vaya manera de escribir, apasionante. He visto el capítulo hace unas horas y he quedado impresionado. Se crea a la perfección una épica que no tiene nada que envidiar ni al Ridley Scott más inspirado ni al mismísimo William Wallace. Estoy ansiosa por ver más capítulos.

    ¡Un abrazo!

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