Crítica Primos; El gusto por la buena comedia

 7,5/10
Tenemos la vaga sensación de que al género de comedia contemporáneo se le han adherido demasiados atributos inútiles que han desvirtuado su propia esencia y que obedecen a diferentes tendencias en boga entre el público; comedias románticas, casposas, de adolescentes, de parodia, de humor negro, etc. De forma paralela, se ha ido arrinconando el ejercicio de ese tipo de película bienintencionada, gratificante, de personajes tiernos y divertidos, sin demasiadas pretensiones autorales y cuyo único objetivo era suscitar la carcajada y el placer entre el público que acudía a la sala. Un arquetipo de cine, al fin, que nos recuerda uno de los cometidos primigenios de este arte masivo; entretener y conmover a partes iguales sin recurrir a la violencia u otros medios más "espectaculares". Quién nos iba a decir que un director español de un talento desbordante nos haría recobrar ese espíritu cómico tan necesario en estos tiempos.
Daniel Sánchez Arévalo, quien ya demostró su valía en su ópera prima Azuloscurocasinegro y corroboró su proyección cualitativa con la estimulante Gordos, nos traslada en su tercer largometraje a la idílica villa cántabra de Comillas de la mano de un peculiar trío de primos de personalidades antagónicas en busca de ese sentimiento de felicidad perdida que sólo nos puede devolver el recuerdo de la infancia. Una época de la vida en la que los colores son más brillantes, como los verdes y azules del pueblo donde Diego, Julián y José Miguel pasaban en familia sus largos veranos de juventud; y las sensaciones más intensas, como la evocación de ese primer amor que nunca se olvida a pesar de los años y el bagaje de toda una vida.
Al bueno de Diego (interpretado con una genuina comicidad por Quim Gutiérrez), un romántico empedernido con cierta facilidad para enamorarse, le ha dejado su novia unos días antes de casarse. Este, sin renunciar a un último resquicio de esperanza, se presenta en la iglesia el día de la boda ante todos los invitados de la que hubiese sido su mujer (que no habían sido advertidos de la última hora) y suelta un largo discurso sobre el desarrollo de los acontecimientos en una escena de obertura memorable. Suerte que allí también están sus primos; Julián (el gran Raúl Arévalo), un relaciones públicas malhablado y un tanto gamberro, y José María (Adrían Lastra), un ex-combatiente de Afagnistán traumatizado y con algunos problemas mentales que resolver; para sacarlo de la depresión más absoluta y embarcarlo en un absurdo y excitante viaje hacia Comillas para reconquistar a su primer amor, Martina (una sugerente Inma Cuesta).
A partir de ahí, una ocurrente serie de casualidades y aventuras llevan a esta inefable terna de primos desquiciados a rememorar lo felices que fueron en aquellos veranos de fiestas populares, cucañas, días de pesca y bailes en la plaza del pueblo. Y en aquel lugar, en la sencillez y el gusto por la vida apacible y despreocupada que representa el entorno rural, es precisamente donde terminan por hallar el auténtico sentido de sus vidas, la solución para las infinitas taras de su personalidad, una razón para practicar esa necesaria y sana alegría de vivir. Y de paso, donde volver a enamorarse de la chica de sus sueños.
Primos es una comedia sobre la amistad, la familia y las ganas de pasárselo bien. Sánchez Arévalo consigue empatizar con el público al dibujar con acierto y hondura el carácter de sus personajes centrales, tiernos, románticos y repletos de matices, a los cuales inserta en una divertida trama de despropósitos con un genuino aroma a nostalgia. Concretamente esa vaga melancolía que asedia a los adultos cuando se sienten demasiado maduros para vivir las aventuras con las que un día fueron felices y las locuras que jalonaron su adolescencia de momentos inolvidables. 
 De ahí el espectacular regreso de los 'BackStreetPrimos' para el gozoso jolgorio del pueblo de Comillas, como punto culmen de ese regreso a los orígenes, de esa cruzada por la juerga y el placer de la buena compañía. 
Primos es una película especialmente concebida para disfrutarla. Por ello se me antoja artificial y carente de sentido continuar reflexionando acerca de las bondades de la misma. Vayan a verla, ríanse con la descacharrante interpretación de un Raúl Arévalo en estado de inspiración constante, identifíquense con la encrucijada emocional del personaje de Quim Gutiérrez, sientan como suyos los miedos viscerales de José María hasta su apoteósica emancipación final, conmuévanse con la terrible historia del personaje de esa imponente figura artística que es Antonio de la Torre. Les puedo asegurar que no se van a arrepentir. Saldrán de la sala con una amplia sonrisa en el rostro, el ánimo por las nubes y la sensación de haber disfrutado tanto como todo el equipo de producción al rodar este canto cinematográfico a la comedia sin concesiones.

2 comentarios:

  1. Muy buena entrada, Jesús. No sabía que el director fuera el mismo de esa maravilla titulada Azuloscurocasinegro. Si está al nivel de ésta merecerá la pena verla. Me suelen atraer bastante esas comedias que desprenden nostalgia y que, a la vez (si no he entendido mal tu buenísima entrada), son optimistas y miran hacia el futuro, con alegría. La veré sin duda. Preferiría hacerlo en el cine, pero a ver si lo permita la agenda y se echa algún tiempo en el cine. Hasta otra, Jesús.

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  2. Muchas gracias por tus palabras Javi!. Intenta limpiar tu agenda de responsabilidades y ve a verla en el cine. Después me cuentas, y si no te gusta, te debo una disculpa pública!. Un saludo!

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