Premios Oscar 2011; El Discurso del Rey se alza como gran triunfadora


Terminó el año cinematográfico con la gala que se celebró anoche en el Kodak Theatre de Los Ángeles con una ceremonia que provocó el tedio en más de un asistente. Todo el mundo va recordando aquella mágica noche en la que, hace tres años, Hugh Jackman sorprendía a medio mundo con una presentación jamás vista y que dejaba el listón muy alto. James Franco y Anne Hathaway lo intentaron pero no pudieron superar el nivel ni llegar siquiera a ser recordados para próximas ceremonias.
Ha sido una gala en la que se ha premiado con justicia y mesura. Ninguna película ha sobresalido por encima de las demás. El Discurso del Rey tenía 12 nominaciones y Valor de Ley, 10. Sin embargo, ninguna de ellas ha sido la gran triunfadora. De hecho, la cinta de los hermanos Coen no se ha llevado absolutamente ninguno de los premios a los que optaba. 
Lo que sí ha habido es un empate de premios que, al que suscribe estas líneas, le ha parecido justo y necesario. El Discurso del Rey ha sido la gran película del año alzando los galardones a Mejor Película, Director (Tom Hooper), Actor (Colin Firth) y Guión Original. Cuatro premios que suenan a poco comparado con las nominaciones con las que aterrizaba pero que han hecho que esta fantástica producción británica haya sido la excelsa ganadora de la noche.

Por otro lado, y es algo que me hace especial ilusión, está una película que todos creíamos olvidada. De hecho, en las nominaciones, la Academia de Hollywood se olvidó incluso de su director. Hablamos de Origen, la espectacular cinta dirigida por Christopher Nolan que ha logrado alzar cuatro de los ocho premios a los que optaba. Son los correspondientes a Mejor Fotografía, Sonido, Efectos Sonoros y Efectos Visuales. Sin duda, la justicia ha aterrizado este año sobre el Kodak Theatre de Los Ángeles y ha repartido su aura sobre unos premios muy disputados.
La gran favorita de la noche, La Red Social, se fue deshinchando a medida que transcurría la noche. De sus ocho candidaturas sólo consiguió levantar a los galardonados al Mejor Guión Adaptado, Banda Sonora (el galardón inexplicable de la noche) y Montaje. 
El resto de premiados fueron bajando en número de galardones incluyendo la incursión de Alicia en el País de las Maravillas entre las películas que obtuvieron dos premios. En este caso, la cinta de Tim Burton consiguió los referentes a Mejor Dirección Artística y Vestuario. Por su parte, The Fighter se alzó con otros dos galardones en las categorías que eran favoritos. Hablamos del gran Christian Bale (Mejor Actor de Reparto) y Melissa Leo (Mejor Actriz de Reparto). Dos premios que le servían de consolación a una cinta que optaba a unos buenos siete galardones.

La cinta dirigida por Darren Aronofsky competía con cinco nominaciones aunque finalmente sólo consiguió aquel por el que suspiraba su protagonista y todos los que hemos visto la película. Una embarazada Natalie Portman subía a recoger el premio a Mejor Actriz, merecidísimo por otro lado, único que se llevaría Cisne Negro en esta ceremonia de entrega de los Oscar.
En el apartado de Mejor Película de Habla No Inglesa estábamos muy atentos a qué ocurría con, especialmente, tres metrajes. Por un lado, la mexicana-española Biutiful, con Javier Bardem a la cabeza el cual se quedó sin su premio al Mejor Actor. De otro costado, En Un Mundo Mejor, cinta que tuvimos la oportunidad de ver en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, dirigida por Susanne Bier y que finalmente se ha consagrado como una de las mejores películas continentales de este año 2010. En último lugar estaba Canino, una película de nacionalidad griega, quizá la única vez que me he salido de un cine. Si vencía, ya me podía ir retirando de todo lo que tuviera que ver con el cine. Finalmente, ha habido criterio y se ha premiado a una película con mayúsculas, de una directora muy destacada como es Susanne Bier que ya compitió en 2006 con Después de la Boda.
Por último, hemos de hacer mención a la película más querida del año 2010. Toy Story 3 llevaba cinco nominaciones y finalmente ha alzado dos, los correspondientes a Mejor Película de Animación y Mejor Canción. Es la tercera película en toda la Historia que se cuela entre las nominadas a Mejor Película. Ya lo hizo La Bella y la Bestia en 1992 y el pasado año lo realizó Up. Todavía ninguna ha conseguido lograr el gran premio. ¿Ocurrirá algún día? Se abre el debate.
Hasta aquí todo lo que ha dado de sí una gala aburrida y previsible, sin lugar a las sorpresas. Pero eso tampoco es nada malo. Al contrario. Es señal de que todos hemos sido unánimes a la hora de entregar unos galardones que nos marcarán durante todo el año hasta que volvamos a prepararlo todo para el año que viene. Hoy se da el pistoletazo de salida a los Oscars 2012. 
Pero como todo, poquito a poquito. Aprovechemos el momento y disfrutemos de lo que nos ha deparado este buen año de cine.

Las Diez películas nominadas al Oscar 2011


El gran momento es inminente. La ceremonia de los premios de la Academia de Cine estadounidense ya ultima preparativos ante la expectación de buena parte del mundo cinéfilo internacional, quien espera impacientemente al vencedor absoluto de la que es, sin duda, una de las ediciones más competitivas de los últimos años. La ampliación a diez nominadas dentro de la categoría de Mejor Película, ya puesta en marcha el año anterior, ha posibilitado la inclusión en la quinielas de diferentes propuestas que a priori contarían con escasas oportunidades en el circuito comercial, enriqueciendo de este modo la selección final con enfoques divergentes tan necesarios para una industria como el cine. 
Como no podría ser de otra forma, desde El Cine que Vivimos Peligrosamente no hemos faltado a nuestra cita de analizar, ponderar y calificar a todas estas películas seleccionadas como lo mejor del año y así se lo hemos transmitido a través de críticas tan personales como regidas por el pertinente rigor de unos buenos cinéfilos. A modo de recopilación y de cara a una mejor visualización de todas las cintas que competirán esta noche por la preciada estatuilla, adjuntamos a continuación todos los enlaces que conducen a las mencionadas críticas. 

Toy Story 3                        9/10        Origen                                 9/10
Cisne Negro                      8/10        El discurso del Rey             8/10
Valor de Ley                     7/10         Winter's Bone                     7/10      La red social                7/10
Los Chicos están bien      6'5/10     The Fighter                          6/10
127 Horas                          4/10

Crítica Los Chicos están bien; La familia cambia, el amor perdura

6'5/10
La familia convencional está en crisis, y de qué manera. Si hace algunos años los hogares monoparentales compuestos por mujeres y hombres divorciados o incluso solteros constituían una realidad insólita para una sociedad en constante mutación, estas mismas dinámicas se han intensificado en los últimos años dando el salto a su fiel reflejo en la gran pantalla. En este contexto, no nos resulta extraño el panorama familiar que nos presenta Lisa Cholodenko en su Los Chicos están bien, formado por un matrimonio de lesbianas con dos hijos adolescentes que comienzan a hacerse preguntas sobre el hombre que, desinteresadamente, donó el esperma requerido para su propia concepción. 
Más allá de lo exótico de la situación, si verdaderamente aún podemos sorprendernos ante ella, es curioso, no obstante,  hacer notar la pervivencia de ciertos roles heredados del entorno familiar tradicional y trasladados ahora a tesituras diferentes que desmienten la absoluta modernidad  en el hogar de la sociedad contemporánea. Al fin y al cabo, en esta curiosa y divertida historia de líos domésticos, cada matriarca concentra en sí misma algunos de los roles consabidos de unos padres (madres en este caso) preocupados por sus hijos adolescentes; por un lado, el carácter estricto y perfeccionista de Nic, por otro, la naturaleza bohemia y permisiva de Jules; en una interacción continua que afectará a su propia relación como pareja.
Aunque aquí la auténtica caja de los truenos se identifique más bien con la irrupción en escena de Paul, el padre biológico de los chicos, un soltero empedernido de espíritu libre que colisionará frontalmente con la sobreprotectora Nic y congeniará (quizás demasiado) con la un tanto confusa Jules. El feliz matrimonio, asentado en una buena posición socioeconómica y gozando de las mieles de la madurez, sentirá como los cimientos de su vida se tambalean al tiempo que las insatisfacciones reprimidas salgan al exterior de forma inesperada. 
Lisa Cholodenko consigue alcanzar ese tono apacible, sosegado y a su vez estimulante  de las películas pequeñas con aroma independiente gracias en parte al trabajo exquisito de todo el plantel actoral, encabezado por una sublime Annette Bening que demuestra película tras película el vano empeño de muchas actrices por permanecer ancladas en una juventud ficticia. Bening aporta toda la frescura de una madurez sin complejos que exhibe para el deleite del espectador; las arrugas tienden a desaparecer en pos de los matices de una intérprete cada día más interesante que ha desarrollado un intuitivo gusto por las buenas historias. Su Globo de Oro y su cuarta candidatura al Oscar es sólo una merecida recompensa. 
En una senda similar (aunque más discutible) parece encaminarse Julianne Moore, quien se muestra en todo su esplendor dando vida a la otra madre de la película. Como contrapunto, un divertido Mark Ruffalo, un actor que ha pasado de caracterizarse por su perfil bajo, de eterno secundario, a constituirse como un actor a seguir con buenas películas en su haber. El caso de Mia Wasikovska es, sin embargo, muy diferente al erigirse como una de las grandes promesas de Hollywood tras su papel estelar en la Alicia de Tim Burton, algo que no ha impedido que continúe trabajando en proyectos más personales; la veremos en los nuevo de Gus Van Sant y de Rodrigo García. 
Los chicos están bien corrobora la buena salud del cine indie hollywoodiense tras el éxito apabullante en diferentes certámenes de Entre Copas (2004), Pequeña Mis Sunshine (2006) o Juno (2007), y se cuela en la terna de favoritos de los Oscar 2011 gracias a una historia divertida, bien interpretada y con momentos de gran comicidad (esa escena de sexo bajo las sábanas). Es una lástima que en ocasiones la trama se resienta y el ritmo decaiga hasta niveles peligrosos, defraudando en cierta forma las expectativas suscitadas por buena parte de la crítica internacional. 
De cualquier forma, la película de Cholodenko supone un contrapunto cómico necesario a la tradicional gravedad y dramatismo de las apuestas preferidas de la Academia. Los chicos están bien nos hace sonreir, nos transmite buenas vibraciones, y eso, al fin, es lo mínimo exigido a un buen melodrama que pone en solfa los cambios de una familia que no tiene por qué ser disfuncional. El amor, ante todo, es el mayor aglutinante posible entre las personas, más allá de clichés sociales y prejuicios sin fundamentos. 

Crítica The Fighter; Dobles Sensaciones

6/10

Tras ver detenidamente The Fighter y comprobar que realmente la película finalizó por completo, me quedó la sensación de haber visto una buena película, de excelente talla y fantástica factura pero sin un trasfondo verdaderamente claro. Impresionado me hallo, por el contrario, ante las dos interpretaciones de dos grandes actores, Mark Walhberg y Christian Bale que, posiblemente, realizan los mejores roles de sus carreras.
Por un lado, un Walhberg nominado a los Globos de Oro por su portentosa interpretación de Micky Ward. Un Walhberg que ya trabajó con David O. Russell en Tres Reyes y que ahora se consagra como intérprete serio y ampliando sus registros más allá del típico `musculitos´ que nos anunciaba calzoncillos en las vallas publicitarias de Times Square allá por los años 80. Comenzó su ascensión gloriosa al Olimpo de Hollywood cuando Martin Scorsese lo encumbró con una nominación al Oscar por su recreación de un teniente de policía tosco, árido y excesivamente malhablado en Infiltrados. Ahora, con The Fighter, se consagra y nos situamos a la espera de sus próximos proyectos para valorar si realmente lo visto en esta película se sigue traduciendo en buenas sensaciones para con este intérprete.
Por otro lado, encontramos a un hombre que se ha aficionado demasiado a ganar y perder peso a su absoluto antojo. Un Christian Bale que adelgazó lo indecible para El Maquinista y volvió a ganar una masa muscular envidiable para sus roles en Batman Begins y El Caballero Oscuro. Como un acordeón, ha vuelto a perder peso para esta cinta por la cual está triunfando de manera absoluta en todos los galardones que se han celebrado y que lo han premiado como Mejor Actor de Reparto. El Globo de Oro y el BAFTA son dos de los méritos más importantes a la espera de lo que suceda en la próxima edición de los Oscar, para la cual parte como claro favorito, sensación a la que me uno desde estas líneas.
Con un guión correcto y sin prácticamente ningún exceso, The Fighter es una película más sobre boxeo. El Luchador, Toro Salvaje, Million Dollar BabyRocky o Cinderella Man ya trataron el mismo tema casi de la misma manera. Quizá sea por eso que no me ha sorprendido absolutamente nada ningún extracto del metraje de la cinta. Sin duda, Toro Salvaje y Million Dollar Baby son palabras mayores por estar dirigidas por dos maestros como Scorsese y Eastwood. Sin embargo, no aporta nada más allá de lo que Russell Crowe y Ron Howard nos contaron en la gran Cinderella Man. O lo que Sylvester Stallone y John G. Avildsen nos retrataron en Rocky (la primera, por supuesto). 
Me queda una doble sensación. La de haber visto una buena película pero que no me ha transmitido nada. Me ha gustado su banda sonora, su ritmo y su guión. Eso sin contar a las dos actrices protagonistas, encomiables ambas, Melissa Leo y Amy Adams. Me gusta The Fighter pero pienso que no debería llevarse más premios de los necesarios. Hay apuestas mucho mejores en este año 2010 pero quizás no las haya más interesantes. 

Crítica Winter's Bone; La naturaleza crepuscular de la América profunda

7/10
Como si de un western crepuscular se tratase, los parajes áridos y solitarios que han inspirado a todo un género cinematográfico enraizado en la industria hollywoodiense, han dado paso a un escenario en el que persiste la decadencia y la implacable ley por la supervivencia de sus orígenes. La actual 'América Profunda' continua siendo ese vasto e irredento territorio de tintes monocromáticos y anodina rutina, habitado por seres silenciosos en los que anida el rencor y la impotencia ante un destino designado de antemano: una atmósfera asfixiante en la que se aglutinan las más bajas pasiones humanas y donde el alcohol y las drogas hallan su particular e idóneo campo de batalla en el que devastar los frágiles espíritus que lo pueblan. 
Esa es al menos la descarnada visión que aporta Debra Granik de un hipotético lugar del entorno rural norteamericano en su Winter's Bone, una película con el incontestable sello de cine independiente que ha logrado franquear las rígidas fronteras de los círculos minoritarios de exhibición para internarse en los mercados comerciales internacionales gracias a sus cuatro nominaciones a los Oscar y su éxito en el pasado Festival de Sundance, donde se alzó con el Gran Premio del Jurado. 
Y es que la solidez de un guión sosegado, con momentos de gran brillantez narrativa y con un devastador y a su vez hipnótico  poder de atracción; la aspereza de una fotografía fiel al ambiente ruinoso y opresivo en el que se desarrolla la trama; y las interpretaciones inspiradas y dotadas de una poderosa veracidad de todo su elenco; hacen de Winter's Bone una cinta apreciable por su valentía al retratar sin concesiones la vida rural norteamericana.
Y lo hace con el ritmo pausado de las buenas historias, repleto de matices (es excepcional ese rito de iniciación con las armas), desvelando paulatinamente las claves de unos trágicos sucesos que giran en torno a la desaparición del padre de Ree, una joven de diecisiete años que se enfrenta al embargo de su casa con dos hermanos pequeños a su cargo y una madre con problemas psicológicos ausente de la realidad. A medida que se van desgranando los hechos, la historia comienza a cobrar coherencia y despertar el interés del espectador, todo ello vertebrado por el carácter intransigente de la joven, quien se enfrentará al cruel entorno en el que vive con la audacia de los desesperados. 
Ante la importancia central de Ree en el desarrollo de la trama, es digno de reseñar la portentosa interpretación de Jennifer Lawrence, quien ya demostró sus dotes dramáticas en la película de Guillermo Arriaga Lejos de la tierra quemada secundando a Charlize Theron, y que ahora vuelve a meterse en la piel de un personaje de una fuerza inaudita que ya le ha valido su primera y merecida nominación al Oscar. En Winter's Bone, la réplica se la concede un imponente John Hawkes, que actualiza el arquetipo del viejo vaquero venido a menos. 
Winter's Bone se nos antoja, al fin, con el contrapunto necesario a un cine de cifras abultadas y rostros estelares. Con sus virtudes y errores (el tramo final de la cinta es algo precipitado y pierde cierto poder de atracción), la película de Debra Granik es el apreciable último fruto del actual cine independiente norteamericano, que narra, sin ambages ni giros efectistas, una historia tan devastadora como veraz. 

Series de Televisión; Sherlock Holmes (BBC)

8/10
Los clásicos de la literatura universal parecen estar sujetos a una perpetua revisitación que los traslada a las tablas de un escenario, las páginas de un cómic o la gran pantalla de un sala de cine. A esta constatable tendencia de espíritu retrospectivo se suma ahora el incipiente mercado de la ficción televisiva, consciente de las oportunidades de un formato, el literario, fácilmente adaptable al carácter episódico de los productos de la pequeña pantalla. A este respecto, la última de las inmortales figuras del acervo popular resucitadas por la maquinaria creativa del mundo televisivo ha sido el cáustico y perspicaz personaje concebido por el británico sir Arthur Conan Doyle, el detective Sherlock Holmes. 
Y además regresa con evidentes aires de modernidad; en pleno siglo XXI, deudor de las nuevas tecnologías de la comunicación y en un Londres cosmopolita y renovado en plena fiebre pre-olímpica. No obstante, todo ello no es óbice para que este Sherlock conserve ese genuino espíritu que le dio carta de naturaleza a lo largo de innumerables aventuras entre pliegos de papel y olor a libro viejo. La figura del personaje literario perdura en la pantalla con una fidelidad digna de admiración, más aún en tiempos en los que la espectacularización de las historias y los héroes es una tendencia manifiesta (el Sherlock Holmes de Guy Ritchie, aunque divertido y apabullante, no tiene nada que ver con el ideado por Conan Doyle).
Puede que parte de esta minuciosidad en la recreación del mundo victoriano del sempiterno detective se deba a la vigorosa producción de la BBC británica, una cadena que ha sabido relanzar con maestría el género de ficción gracias a productos tan estimables como Doctor Who, Jekyll, Luther o la recientemente estrenada Outcasts. Creada por Mark Gatiss, Steven Moffat y Paul McGuigan (Obsesión, El caso Slevin), Sherlock es una miniserie dividida en tres episodios de 90 minutos de duración que sigue las pesquisas de la mente deductiva más brillante del universo literario en los sucesivos casos que se le presentan. 
Con el rostro del joven Benedict Cumberbatch, ya visto como secundario en algunas películas británicas (Las hermanas Bolena, Amazing Grace), el nuevo Holmes da verdadera entidad a la célebre flema del viejo imperio con su distinguida pose aristocrática y su conducta un tanto soberbia que le granjearán no pocos problemas en sus complejas relaciones sociales. No obstante, para la interacción con testigos y policías, goza de la compañía de un John Watson traumatizado por la guerra de Afganistán de la que acaba de regresar como médico y al que da vida Martin Freeman (coprotagonista de la original The Office y un rostro que nos será cada vez más familiar, ya que interpretará a Bilbo Bolsón en la versión de El Hobbit que prepara Peter Jackson).
Vertebrada por este improbable dúo de personalidades antitéticas, la serie nos sumerge en un asfixiante mundo de rastros inciertos, asesinatos sin resolver y rincones oscuros de un Londres desconocido; todo ello aderezado por una banda sonora absorbente y una cuidada puesta en escena que elevan cualitativamente la libre adaptación televisiva de la figura de Sherlock Holmes. De hecho, ante el aplauso unánime de la crítica y una gran acogida por parte del público británico, la BBC ya rueda una segunda temporada que volverá a contar con tres capítulos de 90 minutos y que previsiblemente se emitirá en el periodo estival. 
Y es que Sherlock no decepcionará a los acérrimos seguidores de las aventuras literarias de Conan Doyle, pues su espíritu, irónico, pretencioso, altivo, desconsiderado y con ciertas tendencias paranoides, continúa vivo, aunque ahora utilice teléfonos móviles e Internet en lugar de su legendaria lupa. Así pues, el nuevo Sherlock espera impacientemente en su apartamento de la calle Baker a ser redescubierto en la pequeña pantalla, renovado, pero eso sí, tan astuto como siempre. 

Películas Para Dos Vidas; El Padrino

Pocas veces una melodía ha sido tan significativa. En escasos momentos hemos vivido comienzos tan emocionantes en la Historia del Cine. En contadas ocasiones hemos sido testigos de una buena adaptación literaria al cine, sin duda la asignatura pendiente del entramado hollywoodiense. En 1969, el novelista Mario Puzo escribió una magistral obra sobre una familia heredera de la auténtica Mafia siciliana que exportan sus negocios al Nueva York de los años 30. Su cabeza de familia, Vito Corleone, ha sido uno de los grandes iconos de los más de cien años de retrospectiva cinematográfica. 
Un joven Francis Ford Coppola se atrevió a dirigir una adaptación de esta novela de Puzo y llevarla a la gran pantalla con una complicada labor de redacción, producción y dirección que hizo temblar los cimientos de Paramount Pictures y a punto estuvo de arruinar el futuro de la cinta.
Nombrada como "la mejor película de la Historia", de serlo es un título más que merecido. Jamás contemplaremos un mejor trabajo de interpretación como lo realizaron Al Pacino, Robert Duvall, John Cazale, James Caan, Diane Keaton o Sterling Hayden, muchos de ellos nominados a los más reconocidos premios del cine. Mención aparte merece mi adorado Marlon Brando, el actor con el que suelo comparar a todos los intérpretes que observo. Su naturalidad al frente de un complicadísimo rol en la película le hicieron merecer un Oscar que despreció por cuestiones relacionadas con el maltrato a los pueblos indígenas por parte del conjunto de Hollywood. Pero olvidando este incidente que dejó a Roger Moore y a Liv Ullmann con la estatuilla dorada en las manos sin saber qué hacer con ella. Aquí tiene el vídeo para recordar aquel mítico momento de la historia de los Oscar. 
Sus prótesis en las mandíbulas, su manera de morir mientras juega con su nieto mordiendo una naranja con el único fin de asustarlo, sus gestos y sus modos de enfrentarse a un papel que le hizo inmortal son razones más que suficientes para adorar a un Brando pletórico y lleno de vitalidad en una película única e irrepetible.
De libreto sencillo pero de duración extensa, Coppola manejó los hilos de una trama en la que las relaciones familiares entre clanes mafiosos e incluso las traiciones internas tomaban la nota predominante en la mayoría de las secuencias. Todos los personajes tienen su psicología bien definida. Pronto, nada más comenzar la película y escuchar ese famoso Vals, podemos comenzar a empatizar con cualquiera de los seres, algunos más malévolos que otros, que aparecen a lo largo del metraje.
Y no es sólo cuestión de grandes interpretaciones ni de un gran guión. Ni tan siquiera de una gran dirección. Es cuestión de que cada persona, amante del cine, debe detenerse ante todas y cada una de las secuencias. Todavía me emociono cuando escucho el violín melancólico del tema de apertura. Mi vello corporal se eriza cuando ese tirano productor recibe en su propia cama un castigo "que jamás olvidará" donde la cabeza de un caballo tiene todo el significado. Todavía se me remueve el cuerpo cuando contemplo impertérrito el asesinato en el peaje de Sonny Corleone. 
Son pequeños detalles que, acumulados uno tras otro, confeccionan una de las películas más grandes jamás realizadas. Quizás no sea la mejor. Pero se acerca bastante a ese ideal de trama que todos querríamos contar y que nos contaran en una película. Poco a poco se comenta que, a lo mejor, Coppola debió conformarse con terminar la saga Corleone con la segunda película, realizada un par de años después con prácticamente el mismo éxito. Sin embargo, nos sobra la tercera entrega en la que en un intento desesperado por recordar que existe la familia Corleone, lo único que Coppola logra es matarnos de aburrimiento y hacernos sentir estúpidos ante la nostalgia que nos invade al recordar a Marlon Brando o a Robert De Niro en aquellas inimitables recreaciones.
¿Por qué hay que ver El Padrino? Porque es cine en estado puro. No es una idea original. Pero jamás un libro estuvo tan bien llevado a la gran pantalla. Porque tenemos la oportunidad de ver a un Marlon Brando que comenzaba el ocaso de su carrera cinematográfica, el cual llegaría con Superman y Apocalypse Now. Porque no podemos evitar mantener la boca abierta ante las más de dos horas y media de auténtica Mafia siciliana, infinitamente superior a la posterior Uno de los Nuestros o Los Soprano, dos obras que beben directamente del libreto de Francis Ford Coppola. 
Busque el DVD. Encienda su aparato y su televisión. Apague todas las luces y déjese llevar por una de las películas por las que merece la pena dar las gracias al cine por su existencia.

Crítica Enredados; La resurrección de las princesas Disney

7/10

Hace mucho que no teníamos noticias de una buena película que fuese digna sucesora de las grandes aventuras que generaciones y generaciones de personas vivimos durante años con cintas como La Sirenita, Aladdin, La Cenicienta, Blancanieves y toda aquella sucesión de películas donde la animación a mano hacía las delicias de espectadores embobados en la gran y pequeña pantalla.
Las películas Disney dejaron de ser películas Disney en el preciso momento en que veíamos los créditos finales de Mulán, aquella hipnótica, aunque flojita, historia acerca de una joven china que desea entrar en el ejército imperial de su país con el consecuente inconveniente de que es una mujer que pretende irrumpir en un mundo de hombres. En ese momento, las princesas Disney dejaron de existir en detrimento de unas magníficas películas que Disney produjo en la sombra a la factoría Pixar: Toy Story, Wall-E o Up, por citar algunas de las más importantes.
¿Qué fue de aquellas princesas, reinas, mujeres capaces de hacer frente a cualquier adversidad y romper los grilletes de las sociedades donde vivían? Parece que hace mucho que no oímos hablar de Ariel, de Mulán, de Jazmín o de Esmeralda. Recuerdo como muchas de mis compañeras de colegio tenían sus muñecas con las figuras de estas heroínas de la factoría Disney.
Pero estamos de enhorabuena. Este 2010 es testigo de la llegada de Rapunzel, una princesita hija de reyes que es secuestrada por una malvada bruja la cual encierra en una torre sin posibilidad alguna de escapatoria. Pese a estar realizada íntegramente por ordenador, los que tenemos las retinas curtidas en las aventuras de Disney, notamos como no se ha pretendido exagerar los efectos sino que existen secuencias en las que parece que estamos asistiendo a otra resurrección: la de la animación a mano. 
Con un guión apto para todos los públicos donde se suceden escenas que recuerdan a los mejores momentos románticos de aquellas aventuras que nos enamoraron de pequeños nos llega Enredados. Sin duda, y como en todas las cintas Disney, hay personajes que recordaremos el resto de nuestra existencia. Si en La Sirenita la estrella era el cangrejo Sebastián, en El Rey León eran Timón y Pumba, en Aladdin era el genio de la lámpara, en Enredados la nota de color la ponen tres personajes. En primer lugar, un camaleón de tamaño casi minúsculo que con sus curiosos y simpáticos gestos ha hecho las delicias de todos los públicos. En segundo puesto, un caballo que más que un equino se asemeja a un perro siempre a las órdenes de todo aquel que le da alguna orden. Y para terminar, un príncipe que recuerda a aquellos "machitos" que poblaban las aventuras Disney de antaño. Su "pose" ha quedado en el imaginario de más de uno (y una) que seguramente está leyendo estas líneas.
Lo único que parece más cansino en esta buena película de Disney son las canciones. La originalidad se ha perdido y prácticamente ninguno de los temas que aparecen a lo largo de la banda sonora merecen absolutamente la pena. Aunque había que completar el podio de cara a los Oscar y para ello se escogió a "I See The Light" con el fin de competir de cara a la próxima edición de los premios más importantes del mundo del cine. 
Absolutamente recomendable esta Enredados para compartir una buena tarde de cine con los niños, con tu pareja o con un grupo de amigos que sean verdaderamente unos nostálgicos de aquellas películas con las que los niños de aquella época no podíamos despegar ni un momento los ojos de la pantalla. Enredados es un homenaje a los clásicos, a las princesas y a toda una generación que triunfó gracias a los esfuerzos de aquella "malvada empresa" (véase Los Simpsons: La Película, 2008) llamada Walt Disney Pictures.

Crítica Cisne Negro; Nudo en la Garganta

8/10

Es complicado hablar de Cisne Negro sin mencionar que es una de las películas con el sello más cualitativo que se han estrenado en mucho tiempo. Su director, el siempre indeterminado y atrevido Darren Aronofsky, nos regala una película única en su género, el cual tampoco podemos identificar sin caer en el ambigüo término de "drama".
La trama no puede ser más simple. Pero, a la vez, es de lo más complejo que se ha realizado en estos últimos meses. Una pseudo surrealista historia acerca de una bailarina apasionadamente enamorada de su profesión que sufre una desgarradora transformación en su cuerpo y su mente cuando debe enfrentarse a una rival por conseguir el puesto de bailarina principal en la representación de El Lago de los Cisnes, donde la misma intérprete debe saber transformarse en el cisne blanco y en su contrario psicológico, el cisne negro.
En Black Swan nada es lo que parece gracias, en su mayor parte, a la sublime interpretación de sus dos protagonistas: una Natalie Portman pletórica y una Mila Kunis realmente absorbente. En Cisne Negro el espectador no identifica que es lo que realmente está sucediendo y qué hay de falsedad en la trama que Aronofsky nos narra. Es de agradecer que actrices como Portman den un giro en su carrera y se arriesguen a interpretar papeles que las encumbran a lo más alto. Si en críticas anteriores rogué el Oscar para Colin Firth no voy a ser menos para la actriz israelí, la cual traza una interpretación que roza la perfección dramática. Y este tipo de cosas se merecen un buen premio. Los Globos de Oro ya los tienen y eso es señal de que no voy demasiado desencaminado.
Mención aparte merece la apabullante, como siempre, dirección de Darren Aronofsky (Pi, Réquiem por un Sueño, El Luchador). Su decisión de colgarse la cámara al hombro durante la mayor parte de la película hace que el realismo que adopta a lo largo de la película se haga aún más verosímil. Nos sentimos parte de la trama. Cuando el personaje de Portman se pelea o ríe con su madre (una gran Barbara Hersey), el espectador está ahí. Lo mismo ocurre en las secuencias de los ensayos, donde asistimos a cada movimiento como si estuvieran danzando alrededor nuestro.
Con un guión simple pero que aboga a los sentimientos más oscuros del ser humano, Cisne Negro es una de las mejores películas de esta temporada. Interpretaciones secundarias de altura, bien sea las de la joven Mila Kunis o la del francés Vincent Cassel, el cual teje uno de los personajes más grandiosos y enigmáticos de la película.  Y todo eso ni no hablamos de la pequeña resurrección de Winona Ryder, en un papel muy alejado de los clichés a los que nos ha acostumbrado a lo largo de su carrera.
Si he de hablar de la banda sonora, he de hablar de la maravillosa pieza que suena a lo largo de toda la cinta: El Lago de los Cisnes de Piotr Tchaikovsky y que sirve como telón de fondo entre la primera parte de la película, posiblemente identificada con ese cisne negro bondadoso y humano y la segunda parte del metraje, donde Natalie Portman muestra sus armas como actriz dejando boquiabierto a más de uno. Acreditado como compositor aparece Clint Mansell, el cual adapta la obra como si un fantástico director de orquesta se tratara. Además, sus escasas composiciones para piano, las cuales aparecen a lo largo del metraje, son piezas de una calidad envidiable.
Sin embargo, aunque pueda parecer que hay partes sobrantes, en Cisne Negro todo tiene relación. Perderse una secuencia es no tener una referencia clara a la hora de seguir este camino hacia una transfiguración anunciada que sufrirá, inevitablemente, nuestra protagonista. Cada palabra de Portman, cada frase de Cassel y cada gesto de cada uno de los intérpretes es la llave maestra de las escenas posteriores. 
Cisne Negro es excesivamente paranoica. Es por eso que la calificación no llega al máximo absoluto. Pero es que a Aronofsky le gusta hacernos caer en sus redes. Le gusta que pensemos como él para poder entender sus películas. Lo hizo con Pi, lo repitió con más éxito si cabe en Réquiem por un Sueño, defraudó en La Fuente de la Vida, nos contó una buena historia de autosuperación en El Luchador y ahora, vuelve por sus fueros con Cisne Negro
Aquel espectador que decida sumergirse en esta historia, deberá saber que tendrá que liberarse de cualquier prejuicio o cliché y dejarse llevar. No hacer preguntas y abrir los ojos ante una de las obras cumbre de esta temporada de cine. Tendrá que pasar de ser un cisne blanco a convertirse en el más malvado cisne negro. Sólo así logrará empatizar con esta maravillosa película.

Dulce Cine de Juventud; Big (1988)

El ámbito de los sueños infantiles es un vasto campo de deseos extravagantes, aspiraciones irrealizables y caprichos alimentados por una acusada capacidad para imaginar situaciones grotescas. Todos nosotros, al fin y al cabo, hemos fantaseado con ser robots todopoderosos, animales prehistóricos, personajes de manga, o intrépidos aventureros. No obstante, uno de los anhelos que parece vertebrar toda infancia es la aspiración irrefrenable a ser mayores, a crecer de forma apresurada y convertirse en un adulto para realizar todas aquellas cosas que de pequeño tus padres te prohibían con toda la razón del mundo. Cuando, efectivamente, ese niño que fantaseaba con las infinitas bondades de la madurez se interna en el intrincado territorio de los mayores, su percepción muta de forma irrevocable y parece buscar el retorno a esa etapa infantil de felicidad sin concesiones, asfixiado tanto por las obligaciones inherentes a ser adulto como a las complejos relaciones entabladas entre ellos.
Todo ese proceso que suele durar largos años de dudas y cambios traumáticos lo vive en una sola noche el bueno de Josh Baskin, un chico de 13 años prendido de una chica mayor que él,  tras pedir un deseo a la enigmática atracción de feria de Zoltar. Para su evidente sorpresa, a la mañana siguiente descubre que se encuentra atrapado en el cuerpo de un hombre de 30 años, con los considerables problemas acarreados a raíz del pavor de su madre al comprobar que su hijo ha desaparecido y en su lugar hay un hombre desconocido en casa. Apoyado por su gran amigo Billy Kopeke, Josh emprende un incierto viaje a la gran ciudad para averiguar dónde se encuentra la atracción que le concedió su inconsciente deseo; una búsqueda infructuosa que le llevará a establecerse como una persona adulta, buscar un trabajo estable e incluso internarse en el mundo de las relaciones sentimentales hasta comprobar que no existen tantas diferencias entre los hombres maduros que le rodean y el carácter tierno e inocente del niño que en realidad es.
Big es todo un clásico del género de entretenimiento familiar que no precisa de mayores cartas de presentación. Una película que ha vencido al tiempo gracias a esa perfecta conjunción de ingenua comicidad infantil y ese espíritu de aventura y nostalgia que vertebra el cine de la década de los 80's, sirviéndose de una sencilla premisa que suscita la moraleja final; y es que la vida con 13 años es más divertida de lo que nunca será en el futuro. De la mano de Baskin, recorremos un excitante periplo por un mundo de hombres de negocios ambiciosos y amargados que quedan a merced de la mente despierta y simple del improbable vicepresidente de una compañía de juguetes que, además, conquistará a una chica resignada a una vida amorosa rutinaria y sin alicientes. Todo ello, sin dejar de jugar como un niño, pues, ¿quién no ha sentido envidia de ese aplio loft de Baskin con máquinas de pin-ball, camas elásticas, canasta de baloncesto y muñecos gigantes con los que disfrutar a todas horas?.
La película de Penny Marshall (producida por James L. Brooks y con Barry Sonnefield como director de fotografía), por otro lado, no tendría razón de ser sin el protagonismo de Tom Hanks como ese niño grande que interpreta con una comicidad y veracidad deslumbrantes (de hecho, este rol le valió su primera nominación al Oscar). Ampliamente versado en el género cómico gracias a films como Despedida de Soltero, 1,2,3...Splash! o Esta casa es una ruina, Hanks comenzó aquí a apuntar su más tarde explotada vena dramática (quizás se echan de menos más papeles como este en su última etapa como actor) al ilustrar el debate interno que se abre en la vida de su personaje tras asentarse en la vida de adulto y a su vez añorar su mundo infantil. Hanks, además, nos regala todo un repertorio de momentos inolvidables que han provocado la carcajada a generaciones de espectadores, desde su triunfal entrada en la fiesta de la empresa con esmoquin blanco, hasta sus guarradas con la comida (en la cafetería jugando con una guinda), pasando por su risible inocencia al llevar a la chica (interpretada por Elizabeth Jenkins) a su casa sin más pretensión que divertirse juntos, tal y como lo harían dos niños de 13 años.
Como botón de muestra, os dejamos uno de esos momentos que le han dado trascendencia a la película más allá de su época en el que podemos disfrutar con Tom Hanks y Robert Loggia interpretando el mítico tema musical de la película en el 'walking piano' de una juguetería. Big nos entretiene y además conmueve, una naturaleza dual que extrañamos en el actual cine familiar (si existe más allá de la animación) y que eleva a la película a clásico indiscutible de un cine de juventud que debe pervivir en el tiempo por su ternura e inocencia.


Premios Goya 2011; El cine español vive su fiesta bajo la sombra de la controversia

El cine español parece estar condenado a una perpetua lucha de supervivencia que lo enfrenta a su propio sustento; el público. Las cifras de recaudación anuales continúan inmersas en su partícular dinámica decreciente (este año un 30% que el anterior) y la cuota de mercado apenas supera un risible 10% del volumen del total en el que impera el cine norteamericano de las majors. Ante estas circunstancias, se nos antoja absurdo e incluso fraticida la campaña de hostilidad desarrollada por el Gobierno español y su Ministra de Cultura a la cabeza, Ángeles Gonzáles Sinde, contra un nutrido sector de la audiencia potencial del cine patrio, la comunidad internauta. Un enfrentamiento que ahonda sus raíces en el empecinamiento del ejecutivo, previamente presionado por intereses empresariales extranjeros, por legislar con carácter represivo la libertad en la red y el uso compartido de contenidos, cuya principal manifestación son las denominadas "descargas ilegales".
El futuro se presenta aciago para el cine español si la incompetente clase política que nos regenta aviva el conflicto de una forma tan incongruente, pues al fin y al cabo, es la propia industria la que se resiente con la polémica y el surgimiento de odios viscerales. La 25º edición de los premios Goya no ha estado exenta de controversias, tal y como ha ilustrado la rivalidad manifiesta entre el hasta hoy Presidente de la Academia de Cine, Álex de la Iglesia, y la Ministra González Sinde; y ello ha empañado de forma evidente el verdadero objetivo de una gala de estas caracteríscas, una glamourosa estrategía para la promoción del cine nacional. De hecho, en estos momentos estoy escribiendo sobre pugnas y debates en lugar de tratar los galardones entregados, las cintas vencedoras o los monólogos divertidísimos de ese excepcional maestro de ceremonias que es Andreu Buenafuente, rebajando desde el primer momento los niveles de tensión.
Así, sin más preámbulos, hablemos de cine, ese que hacen cientos de profesionales con el único objetivo de llegar a un público, que puede estar tanto en una oscura sala como en la pantalla de un ordenador, un público con el que sentir, con el que llorar, con el que reir. De la Iglesia, en un discurso portentoso lo ha dejado claro, "Internet es la salvación y, si queremos que nos respeten, tenemos que respetar primero". Condenados a convivir en un complejo proceso de crisis económica, creadores y espectadores deben de hacer del respeto su máxima para que la industria cinematográfica del país continúe creciendo y ofreciendo películas tan notables como las hoy nominadas. Balada Triste de Trompeta, Buried, También la Lluvia y Pan Negro son, sin duda, excepcionales ejemplos para seguir creyendo en una forma de hacer cine arraigada en nuestra propia cultura.
Adentrándonos ya en el terreno valorativo, debemos hacer especial hincapié en el triunfo de la película catalana Pa Negre, la cual, sin grandes nombres como aval de visibilidad, se ha erigido como una de las apuestas más sólidas del año gracias a una desgarrada historia ambientada en la Posguerra. Sus 9 premios Goya lo certifican, especialmente en el terreno interpretativo, donde se ha impuesto de forma clara gracias al trabajo de los jóvenes Francesc Colomer y Marina Comas en la categoría de actores revelación, Nora Navas como actriz principal y Laia Marull en la sección de interpretación de reparto. Mención aparte precisa el reconocimiento a Agusti Villaronga como mejor director (además del premio al mejor guión, firmado por él mismo) teniendo en cuenta su escaso reconocimiento entre el gran público, con una carrera plagada de propuestas controvertidas y muy alejadas del consumo masivo propio de películas merecedoras de galardones. Con su Pa Negre, Villaronga da el salto a lo grande, consiguiendo además el premio a la Mejor Película en una de las galas más disputadas de los últimos años. El sentir popular es común; "hay que ir a verla". Precisamente ahí reside el éxito de estos Goya; han encumbrado una película invisible para buena parte del público español y le proveeran de impulso suficiente para que su carrera comercial se expanda más allá de círculos reducidos.
Por su parte, la Balada Triste de Trompeta de Álex de la Iglesia se queda con tan sólo dos premios (Maquillaje y Efectos Visuales) de los 15 a los que optaba, por lo que el Presidente de la Academia se despide con un evidente sabor agridulce, También la lluvia cosecha tres (Karra Elejalde como actor de reparto, diseño de producción y Música original), Buried también se alza con tres estatuillas (Guión Original, Montaje y Sonido) y Javier Bardem gana su quinto Goya gracias a su papel en Biutiful.
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Crítica Valor de Ley; El espíritu del viejo Oeste nunca muere

 7/10
Las grandes historias nunca mueren, y si además tienen lugar en ese implacable escenario de horizontes infinitos y almas solitarias que es el lejano Oeste, mucho menos. Los hermanos Coen, esa extraña pareja de realizadores que han hecho de la singularidad de su cine su particular marca de identidad, recobran el más puro espíritu del western norteamericano gracias a una nueva adaptación de la novela de Charles Portis, Valor de Ley, ya trasladada a la gran pantalla de la mano de Henry Hathaway y el inolvidable John Wayne. Y lo hacen exhibiendo ese denodado gusto por el retrato de las más bajas pasiones y miserias humanas que parecen aglutinarse con mayor veracidad en los desérticos parajes de la América profunda como telón de fondo. Una atmósfera asfixiante, sucia, donde tan sólo los más fuertes logran sobrevivir en una perpetua disputa entre indios, vaqueros, cazarecompensas sin escrúpulos, agentes del orden infames y una larga sucesión de individuos acosados por sus propios fantasmas. Y en medio de todo ello, una niña de 14 años en busca de venganza.
La película de los Coen arranca de forma espléndida con la voz juvenil en off de una muchacha que narra los trágicos acontecimientos acaecidos en torno al asesinato de su padre por parte del cobarde Tom Chaney. Una luz tenue nos permite vislumbrar el lugar de los hechos, en la intimidad de la noche, como esas historias contadas al calor de una hoguera con aires de misterio y sobrecogimiento. Precisamente tal y como ocurría en el lejano oeste, los rostros en penumbra y la botella de whisky de mano en mano. Es ese espíritu el que nos introduce en la fatal aventura de Mattie Ross, una jovencita con una determinación de hierro que no duda en acudir a la ciudad para reclamar las posesiones de su padre (incluso sabe regatear con una maestría envidiable para el consecuente fastidio del contable) y ya puestos contratar los servicios de un hombre valiente que se preste a dar caza a Chaney y saciar la comprensible sed de venganza. Sus decididos pasos la llevaran hasta el renqueante y un tanto alcoholizado sherrif Rooster Cogburn, un animal de presa venido a menos e inmerso en incontables problemas legales, circunstancia que le facilitará la decisión de embarcarse en una improbable persecución por el desierto junto a la joven Mattie.
La trama argumental encuentra en su sencillez su principal virtud a partir de la cual narrar con pulso y buen ritmo una serie de acontecimientos cuya previsibilidad encierra cierto encanto relacionado con los patrones tradicionales del género western. El espectador conoce en todo momento las derivas en las que devendrá la historia, y eso dota a la película de un cierto sabor a antiguo, a una sustancia que nos devuelve las leyendas del pasado. La ingenuidad de los héroes, el dibujo psicológico reduccionista de los villanos, la causalidad de los sucesos, todo ello nos resulta agradable de volver a disfrutarlo en pantalla.
Y además, los hermanos Coen saben ilustrarlo de una forma ejemplar. Si bien es cierto que en algunos momentos la película parece naufragar en el tedio y la ausencia de esa acción que mantenga vivo el interés, finalmente consigue alcanzar el brío necesario para atrapar al espectador en una sencilla historia de venganzas y persecuciones protagonizada por buenos y malos destinados a encontrase en un combate a muerte. Tal y como han manifestado los realizadores, Valor de ley no deja de ser una película de género familiar aunque ambientada en el duro oeste, en la que han querido adaptar la trama del libro de Portis a su propio lenguaje cinematográfico, obviando la versión de Hathaway y negando que se trate de un mero remake.
Sin duda alguna, no es un remake al uso más. Y ello, en parte, se lo deben a la portentosa interpretación de Jeff Bridges como Rooster Cogburn, toda una exhibición artística de un personaje confeccionado a su medida, repleto de matices, con un acento imposible, una apariencia imponente y una peculiar forma de actuar. Bridges ha conseguido crear un icono del cine contemporáneo (una vez más, si tenemos en cuenta a El Nota, ese particular personaje que iba a comprar en bata y zapatillas, también producto de la mente retorcida de los Coen), le ha dado vida más allá de la cinta, veracidad, personalidad. Su interpretación bien vale un Oscar, con permiso de Firth y de la Academia (pues ya el año pasado se llevó uno por Corazón Rebelde), aunque en su defecto se haya granjeado la admiración del respetable. Al igual que la joven y desconocida, hasta ahora, Hailee Steinfeld (también nominada a actriz de reparto), quien ha sabido transmitir a su personaje la osadía y tozudez que este precisaba de forma extraordinaria. Tampoco se quedan atrás Matt Damon, como el otro rastreador de Chaney, y Josh Brolin, como el propio Chaney. Mención aparte merece, no obstante, la breve aunque intensa aparición de un Barry Pepper espectacular dando vida a un desdentado prófugo con escasos escrúpulos.
Son abundantes y variados los ingredientes que hacen de Valor de Ley una de las propuestas más estimulantes del presente curso cinematográfico (su recaudación en taquilla lo atestigua). Los Coen ha sabido recobrar ese estilo clásico del western convencional, al que adhieren unos diálogos sensacionales y una narración con altibajos aunque sugerente en su encorsetada estructura propia del género. Y todo ello complementado por unas interpretaciones asombrosas que bien merecen la atención de cualquier cinéfilo que se precie. Sed de venganza, violencia y ciertas dosis de humar para congraciarnos con un cine que nunca muere.

Dulce Cine de Juventud; Mis Dobles, Mi Mujer y Yo

6/10

Sin duda, es una de las películas que recuerdo con más cariño de todas las que vi en mi tierna infancia. Las cómicas aventuras de un gran Michael Keaton para sortear las dificultades que se le presentan en su vida diaria son absolutamente deliciosas y dignas de una buena tarde de cine familiar, en pareja o solitaria. 
Basándose en una historia que no tiene ni pies ni cabeza, en la cual un arquitecto tiene que recurrir a la clonación propia para poder atender a su mujer y sus hijos sin necesidad de faltar a sus obligaciones profesionales. Pero pronto, la cosa se va a torcer cuando ese mismo clon se vuelva a clonar a sí mismo creando una cadena de hasta cuatro Michael Keaton´s con las consecuencias que todos podemos adivinar.
Mis Dobles, Mi Mujer y Yo es una comedia de enredo de las buenas, aunque quizás podría haber explotado algo más la llegada de tantos clones. Sin embargo, no peca de excesiva llegando a la corrección más absoluta. Y  todo ello servido por Harold Ramis, un director y actor curtido en las grandes comedias ochenteras como Cazafantasmas y que dirigió varias de las mejores comedias de los años 90, entre ellas Una Terapia Peligrosa y Atrapado en el Tiempo, donde trabajó con Andie MacDowell en los años previos a la película que hoy nos ocupa. Sin embargo, Ramis también fue responsable de cosas como Al Diablo con el Diablo o la innecesaria y reciente Año Uno, junto a Jack Black.
Esta película posee un guión amable, inteligente, que no nos toma por idiotas y con el que llegaremos a empatizar. Mis Dobles, Mi Mujer y Yo está bien contada, llegando a ser un buen entretenimiento para cualquier tarde, mañana o noche del buen cine que nos hace falta.
Mención aparte merecen sus efectos especiales y su montaje por el cual no notamos absolutamente nada de la transformación escénica que supone introducir hasta tres fotogramas de Michael Keaton en el mismo plano. Estamos en 1995 y los ordenadores eran tremendamente básicos. Sin embargo, el ingenio, la técnica y las ganas nos regalan auténticos momentazos de un cuádruple intérprete fantástico.
Por si fuera poco, la cinta cuenta con la interpretación de uno de los actores a los que más reivindico desde hace muchos, muchos años. Un hombre que se dio a conocer en 1982 gracias a Turno de Noche, dirigida por Ron Howard y que poco a poco fue avanzando en su filmografía hasta realizar películas como Johnny Peligroso o Bitelchús. Sin embargo, fue Tim Burton el que le consagró en el imaginario popular gracias a su encarnación del legendario héroe Batman en la película homónima de 1989, junto a Jack Nicholson y Kim Basinger. Un papel que repitió en 1992 en Batman Vuelve con un reparto de altura entre los que se encontraban Michelle Pfeiffer, Danny DeVito y Christopher Walken. 
Michael Keaton siempre ha sido un buen actor pero no ha tenido la suerte ni la proyección para ser una estrella. No ha tenido campañas publicitarias millonarias pero ha trabajado con Quentin Tarantino (Jackie Brown) y realizado una de sus mejores interpretaciones en un thriller olvidado ya pero tremendamente impactante en su época: Medidas Desesperadas. Una buena, pero discreta, carrera para uno de los actores más inolvidables que existen todavía en el complicado mundo de Hollywood.
¿Por qué hay que ver Mis Dobles, Mi Mujer y Yo? Pues por la sencilla razón de que nos faltan risas. Nos falta diversión en unas salas de cine con poquitas comedias como las de antes. Nos falta echar unos buenos ratos delante de un televisor con una buena película donde podamos reírnos. Y quien mejor para hacernos reír que la combinación entre Harold Ramis y Michael Keaton.

Crítica La Trampa del Mal; Malas artes

4/10

Cuenta la leyenda que en un día de agosto de hace un par de años un director indio de cuyo nombre era loable acordarse decidió darse a sí mismo un descanso tras haber realizado una serie de películas sorprendentes, fantásticas, sombrías, intrigantes y suspensivas que jamás pasaron por una pantalla de cine.
Sigue la leyenda dándonos datos acerca de una historia que decía que ese director, que respondía al nombre de M. Night Shyamalan, escribía historias y se las daba a sus jóvenes pupilos para que las llevaran al cine siempre bajo su tutela y su nombre justo debajo de "produced by". 
Hace justo un año asistíamos al estreno de una monstruosidad que daba por tierra toda la reputación ganada por el director en cintas como El Sexto Sentido, Señales, El Protegido, El Bosque, El Incidente o La Joven del Agua. Hablo de Airbender, una película encargada al director por y para sus hijos. Si por algo se ha caracterizado Shyamalan a lo largo de los 15 años que lleva en su ascendente carrera como realizador ha sido el boca a boca que han generado todas y cada una de sus cintas. Buenas o malas, siempre hemos hablado con amigos, familia o conocidos acerca de lo bien o lo mal que lo pasamos viendo metrajes tan increíbles como los anteriormente mencionados.
Bajo la tutela de Shyamalan llega John Erick Dowle, un director conocido por su trabajo en Quarantine (junto a Jennifer Carpenter) que ha intentado aprender las técnicas revolucionarias del realizador indio y que ha sido el encargado de dar forma a su historia La Trampa del Mal. Pero falla algo. Y ese es precisamente el problema de la película.
Las historias de Shyamalan, todas dirigidas y escritas por él, poseen un cierto aire de incredulidad. Nadie se cree prácticamente ninguna de las tramas narradas por el director. Sin embargo, lo hace de una manera tan inquietante que parece que cuando cruzamos la puerta de nuestra casa vamos a encontrarnos con un alien, con un viento asesino, una colonia de personas aisladas de la sociedad, un inmortal amante de los cómics o con un niño que `en ocasiones ve muertos´.
Cuando Shyamalan abandona la dirección, sea cual sea la historia que se nos cuenta, la película carece de cualquier punto de inflexión por el cual merezca la pena visionarla. Y eso es lo que le ha ocurrido a La Trampa del Mal. Una historia absurda en la que cinco personas se quedan atrapadas en un ascensor y una de ellas es el mismísimo Diablo, Satanás, el Ángel Caído o Lucifer. Cuando la historia comienza a ponerse interesante, nos entra la sensación de que lo que estamos viendo es algo completamente estúpido y que incluso se nos llega a tomar por imbéciles.
Las interpretaciones son muy limitadas, bien es cierto que ninguno de los actores (a excepción de Chris Messina) son conocidos y por tanto no podemos juzgar debidamente sus demás trabajos, al alcance del gran público. Incluso algunos personajes nos pueden llegar a caer mal deseando su muerte como el acontecimiento más esperado de la película. Por contra, la banda sonora consigue crear un clima de suspense digno de los mejores metrajes de Shyamalan, muy bien llevada por Fernando Velázquez. 
Es inevitable sacar algún antecedente asimilándola a la magna obra de Agatha Christie Diez Negritos, donde una decena de personas quedaban encerradas en una casa tras tener lugar un asesinato en el que todos los invitados son, al menos, sospechosos. Sin embargo, como se suele decir, las comparaciones son odiosas. 
El guión es flojo, no está a la altura de los trabajos del director indio y eso se nota. Se nota en que la película adolece por sus cuatro costados. No hay despliegue de efectos especiales que suplan la ausencia de historia. Por tanto, la película es absolutamente una completa y total pérdida de tiempo. Y más cuando llega su previsible final, solucionado de una manera excesivamente rápida y efusiva, sin dejar un periodo de reflexión en el espectador. 
Afortunadamente, en la cartelera actualmente existen otras alternativas para intentar evitar ver esta cinta que lleva el sello de Shyamalan pero que se acaba convirtiendo en una demostración de que una persona con "arte" en esto del cine puede también equivocarse.

Crítica Primos; El gusto por la buena comedia

 7,5/10
Tenemos la vaga sensación de que al género de comedia contemporáneo se le han adherido demasiados atributos inútiles que han desvirtuado su propia esencia y que obedecen a diferentes tendencias en boga entre el público; comedias románticas, casposas, de adolescentes, de parodia, de humor negro, etc. De forma paralela, se ha ido arrinconando el ejercicio de ese tipo de película bienintencionada, gratificante, de personajes tiernos y divertidos, sin demasiadas pretensiones autorales y cuyo único objetivo era suscitar la carcajada y el placer entre el público que acudía a la sala. Un arquetipo de cine, al fin, que nos recuerda uno de los cometidos primigenios de este arte masivo; entretener y conmover a partes iguales sin recurrir a la violencia u otros medios más "espectaculares". Quién nos iba a decir que un director español de un talento desbordante nos haría recobrar ese espíritu cómico tan necesario en estos tiempos.
Daniel Sánchez Arévalo, quien ya demostró su valía en su ópera prima Azuloscurocasinegro y corroboró su proyección cualitativa con la estimulante Gordos, nos traslada en su tercer largometraje a la idílica villa cántabra de Comillas de la mano de un peculiar trío de primos de personalidades antagónicas en busca de ese sentimiento de felicidad perdida que sólo nos puede devolver el recuerdo de la infancia. Una época de la vida en la que los colores son más brillantes, como los verdes y azules del pueblo donde Diego, Julián y José Miguel pasaban en familia sus largos veranos de juventud; y las sensaciones más intensas, como la evocación de ese primer amor que nunca se olvida a pesar de los años y el bagaje de toda una vida.
Al bueno de Diego (interpretado con una genuina comicidad por Quim Gutiérrez), un romántico empedernido con cierta facilidad para enamorarse, le ha dejado su novia unos días antes de casarse. Este, sin renunciar a un último resquicio de esperanza, se presenta en la iglesia el día de la boda ante todos los invitados de la que hubiese sido su mujer (que no habían sido advertidos de la última hora) y suelta un largo discurso sobre el desarrollo de los acontecimientos en una escena de obertura memorable. Suerte que allí también están sus primos; Julián (el gran Raúl Arévalo), un relaciones públicas malhablado y un tanto gamberro, y José María (Adrían Lastra), un ex-combatiente de Afagnistán traumatizado y con algunos problemas mentales que resolver; para sacarlo de la depresión más absoluta y embarcarlo en un absurdo y excitante viaje hacia Comillas para reconquistar a su primer amor, Martina (una sugerente Inma Cuesta).
A partir de ahí, una ocurrente serie de casualidades y aventuras llevan a esta inefable terna de primos desquiciados a rememorar lo felices que fueron en aquellos veranos de fiestas populares, cucañas, días de pesca y bailes en la plaza del pueblo. Y en aquel lugar, en la sencillez y el gusto por la vida apacible y despreocupada que representa el entorno rural, es precisamente donde terminan por hallar el auténtico sentido de sus vidas, la solución para las infinitas taras de su personalidad, una razón para practicar esa necesaria y sana alegría de vivir. Y de paso, donde volver a enamorarse de la chica de sus sueños.
Primos es una comedia sobre la amistad, la familia y las ganas de pasárselo bien. Sánchez Arévalo consigue empatizar con el público al dibujar con acierto y hondura el carácter de sus personajes centrales, tiernos, románticos y repletos de matices, a los cuales inserta en una divertida trama de despropósitos con un genuino aroma a nostalgia. Concretamente esa vaga melancolía que asedia a los adultos cuando se sienten demasiado maduros para vivir las aventuras con las que un día fueron felices y las locuras que jalonaron su adolescencia de momentos inolvidables. 
 De ahí el espectacular regreso de los 'BackStreetPrimos' para el gozoso jolgorio del pueblo de Comillas, como punto culmen de ese regreso a los orígenes, de esa cruzada por la juerga y el placer de la buena compañía. 
Primos es una película especialmente concebida para disfrutarla. Por ello se me antoja artificial y carente de sentido continuar reflexionando acerca de las bondades de la misma. Vayan a verla, ríanse con la descacharrante interpretación de un Raúl Arévalo en estado de inspiración constante, identifíquense con la encrucijada emocional del personaje de Quim Gutiérrez, sientan como suyos los miedos viscerales de José María hasta su apoteósica emancipación final, conmuévanse con la terrible historia del personaje de esa imponente figura artística que es Antonio de la Torre. Les puedo asegurar que no se van a arrepentir. Saldrán de la sala con una amplia sonrisa en el rostro, el ánimo por las nubes y la sensación de haber disfrutado tanto como todo el equipo de producción al rodar este canto cinematográfico a la comedia sin concesiones.

Crítica 127 horas; El fallido retrato de un hombre anclado en su deseo irredento de vivir

 4/10
Las historias de superación personal y supervivencia en entornos hostiles suelen ser una fuente de inspiración clásica dentro del mundo cinematográfico a través de las que se reivindica la capacidad instintiva e irracional del ser humano por mantener hasta el último aliento de vida. En este sentido, la trágica experiencia del alpinista Aron Ralston puede servir fácilmente de paradigma de un género ya consolidado en la industria hollywoodiense. Y, desde luego, no le faltan credenciales. 127 horas permaneció Ralston atrapado en una profunda y escarpada hendidura de roca del Blue John Canyon (Utah) después de que su mano quedara aferrada bajo una pesada piedra mientras caminaba por el desértico y abrupto escenario al que acudía de forma regular para practicar alpinismo. El desenlace es sencillo de augurar teniendo en cuenta que el Aron Ralston real continúa con vida y ha desempeñado un importante papel en la concepción y desarrollo de la película (de hecho esta se basa en su libro autobiográfico 'Between a rock and a hard place'). Así pues, absténganse ánimos aprensibles ante lo que podría ser una de las escenas más desagradables de los últimos tiempos.
Una vivencia de estas características demanda, ante todo, un respeto acorde con el padecimiento experimentado por la persona en cuestión, no obstante, todo ello no es óbice para valorar su fiel adaptación al formato cinematográfico, de la cual no sale demasiado bien parada a mi humilde entender. La historia en sí adolece de la sustancia necesaria para rellenar los huecos de una trama de 90 minutos, a lo que se adhiere la incapacidad de su director, el controvertido Danny Boyle, para construir el clima opresivo y asfixiante requerido por la cinta. En este punto, son inevitables las comparaciones con el film del español Rodrigo Cortés, Buried (Enterrado), en el que la creación de una atmósfera claustrofóbica y el desarrollo de una acción trepidante y adrenalítica se erigían como las piezas fundamentales de una muestra del cine de género más puro; y todo ello con un hombre atrapado en un ataúd.
En esta 127 horas, Boyle se apoya de forma redundante en los fuera de campo que ilustran las añoranzas de su improbable héroe, los deseos desatados por su febril imaginación, las construcciones ilógicas de su pensamiento o recuerdos entremezclados con la desesperación del momento. La mayor parte de ellos son innecesarios y lastran el ritmo de la película hasta conformar una sucesión de cuadros absurdos vertebrados por la omnipresente y doliente figura de Ralston, que muestran una evidente falta de imaginación en la dirección y de alicientes en la construcción del guión.
Por otro lado, al hablar de 127 horas no podemos obviar la presencia de James Franco como vértice absoluto del film al interpretar con cierta veracidad y desgarro la terrible experiencia vivida por Ralston. De hecho, pocos habrían confiado esta difícil tarea a un actor con una carrera cinematográfica ciertamente irregular en la que ha disfrutado de escasos papeles como protagonista, si exceptuamos aquellas películas que él mismo ha dirigido (ambas inéditas en España). En este sentido, Franco sorprende gratamente hasta a los más suspicaces e incluso se permite la licencia de ser nominado en la mayor parte de los premios anuales de la industria, algo sin duda impensable hace tan sólo unos años a tenor de su impostada pretensión de ser un bohemio con cierto parecido a James Dean.
La nueva película de Danny Boyle, uno de esos directores que nunca habríamos imaginado en una ceremonia de la Academia de Hollywood (máxime cuando has hecho películas como Trainspotting o La Playa) pero que parece haberse acostumbrado tras su salto a la fama con Slumdog Millionaire, nos sumerge en una trama cansina, aborrecible y sin demasiada intensidad con algunos chispazos de estilo deudor del docudrama más excitante, sobre todo en un tramo final especialmente inspirado en su realización. No obstante, la sensación suscitada, al menos a este falible crítico, es que a 127 horas le falta pasión, talento y energía, algo que te enganche en una trama de una hora y media que consiste en ver a un hombre atrapado en una roca debatirse por su vida. No es una tarea fácil, pero Rodrigo Cortés lo consiguió.
Al menos nos queda esa escalofriante historia protagonizada por un hombre con un espíritu envidiable y, por encima de todo, con unas enormes ganas de vivir. Ralston finalmente venció. Y así, con la sonrisa de quien se sabe ha burlado a la muerte, aparece en los instantes finales de la película en un sencillo homenaje brindado por Boyle. Todo un ejemplo vital de coraje y valentía digno de nuestra admiración.