Huérfanos de dos leyendas del cine


















La Historia del Cine se torna triste cuando fallecen personas que han contribuido a su enriquecimiento. Nos hemos quedado huérfanos de dos auténticas figuras de la gran pantalla, ambas claves en la época más dorada y clásica de la cinematografía americana y mundial.
Sin detalles. Así es como se ha despedido de la vida terrenal uno de los mejores directores que ha tenido la Historia del Cine. Arthur Penn nació en Filadelfia en 1922 y durante toda su vida ha sido un auténtico radiólogo de la violencia y del amor fatal. Ha sido una pieza clave para entender el cambio generacional entre aquel cine puramente clásico en el que los besos no podían durar más de tres segundos en la pantalla y la década de los setenta, donde nació el nuevo concepto de cine hoy entendido por todos. Penn vivió una época en la que, a pesar de no haber un patrón definido, la censura establecía las normas. Aún así, hubo quien osó saltárselas y entre ellos se sitúa el hombre al que decimos adiós hoy.
Arthur Penn dirigió tan sólo 13 películas. Sin embargo, a los que nos gustaba su cine, jamás podremos olvidar todas y cada una de las cintas que dirigió. Tanto aquellas en las que se codeó con actores de la talla de Marlon Brando, Paul Newman, Gregory Peck o Warren Beatty como de los últimos años de su vida, en los que dirigió cintas de una calidad bastante mejorable.
De lo que nadie podía dudar era del "sello Penn". Yo, no podré olvidar la violencia desorbitada que demostraba un joven e inocente William Boney interpretado por un casi primerizo Paul Newman en El Zurdo. Tampoco podré olvidar el desgarro que sentí al ver La Jauría Humana, un retrato casi soez de la vida rural, antecedente de todas las películas actuales sobre historias cruzadas en la que identificamos emociones de todo tipo. Jamás podré borrar de mi memoria la vida de dos fugitivos, bajo la apariencia de Warren Beatty y Faye Dunaway, en Bonnie & Clyde.
En las películas de Penn, ningún amor termina bien. Alguno quizá, pero siempre estará predestinado a la fatalidad. La acción contenida, el realismo que supo imprimir en sus películas unido a la gran capacidad para destruir a un ser humano con el fin de encumbrarlo en el desenlace, hicieron de las películas de Arthur Penn todo un referente.
La muerte de Bonnie y Clyde abrió las puertas a toda una generación de directores que querían dar por terminados los convencionalismos del cine de la época y comenzar a plasmar la muerte, el dolor, la violencia y la rabia con mayor fidelidad. Ese tiroteo marcó a todos esos directores. Desde Sam Peckinpah hasta Francis Ford Coppola supieron saborear las mieles de este realizador ya inmortal.
Al final de su carrera, optó por refugiarse en Broadway y retirarse antes de que la propia vorágine de acción y violencia que él mismo había contribuido a crear, terminase con él. El público prefería ver ya otro tipo de películas y Penn supo marcharse por la puerta grande habiendo recibido tres nominaciones a los Oscar (El Restaurante de Alicia, Bonnie & Clyde y El Milagro de Anna Sullivan) y el aplauso de miles de entregados admiradores.
Pocas películas, pero suficientes para entender el cine de nuestros días. Ha fallecido un director de esos que ya no existen. De los que habría que aprender. De los que daría gusto haber recibido clases magistrales.
También, en la pasada madrugada, nos abandonaba para siempre el inolvidable Tony Curtis. Al igual que con Arthur Penn, no han trascendido las causas de su fallecimiento a los 85 años de edad. Aunque intuimos que su organismo ya estaba cansado de la gran vida que el actor protagonista de Con Faldas y a lo Loco ha llevado.
A pesar de ello, fue uno de los galanes de la época dorada de Hollywood. Creció admirando a Cary Grant (con el que luego llegaría a trabajar en Operación Pacífico), luchó en la Segunda Guerra Mundial estando presente en las exitosas batallas del Pacífico.
Tony Curtis protagonizó algunos de los éxitos más importantes de aquella época dorada. Buen ejemplo de ello son películas como Los Vikingos, con Kirk Douglas; Espartaco, donde hizo una más que notable interpretación secundaria casi siempre a expensas de Laurence Olivier o Fugitivos, su única nominación al Oscar y auténtica interpretación de manual donde compartía cartel con otro grande: Sydney Poitier.
Pero sin duda ninguna, todos lo recordaremos por ser la otra mitad de una de las parejas más inmortales de la Historia del Cine. Hablo de la formada por él y por Jack Lemmon en Con Faldas y a lo Loco, una auténtica obra maestra del genio Billy Wilder y que los consagró como actores. Curtis fue precisamente el que más sufrió los avatares de tener que trabajar con la insufrible (en los rodajes, claro) Marilyn Monroe. La secuencia de los 48 pollos es de sobra conocida en los círculos cinematográficos.
Tony Curtis nos deja dos hijos, una de ellas Jamie Lee Curtis, dedicada también al cine con bastante éxito y fruto de su matrimonio con la actriz Janet Leigh, conocida por sus interpretaciones en Sed de Mal y Psicosis.
Se nos han marchado dos grandes del cine que ahora forjarán aún más su leyenda haciéndose cada vez más inmortal entre nosotros, sus admiradores.

Descansen en paz, Arthur Penn y Tony Curtis.

Retrospectiva Woody Allen; Todos dicen I Love You

7/10
 
Para todos aquellos que creían que Woody Allen no se adentraría jamás en los terrenos pantanosos del género musical (excusa de tantas joyas cinematográficas como de fracasos vergonzantes), el genio neoyorkino, armado de valor y escaso temor al ridículo, filmó en 1996 una de las películas más divertidas de su larga carrera, demostrando una vez más la perpetua reinvención de un estilo aparentemente uniforme y condenado a la repetición. Todos dicen I Love You es un musical en toda regla, pero también es una comedia coral brillantemente engarzada por personajes de incuestionable carisma que no dudan en afrontar el reto de la canción melódica como método idóneo para transmitir sus sentimientos. Los grandes sufridores fueron, como no, los intérpretes que les dieron vida, todos ellos con una carrera cinematográfica labrada con coherencia y seriedad de la que Allen se encargó de edulcorar con número musicales inolvidables.
Y es que no podemos más que imaginar la cara de sorpresa de Julia Roberts, Edward Norton, Tim Roth o Drew Barrymore cuando el bueno de Woody, una vez contratados, les comunicó que se iban a disponer a rodar un musical; ¿qué actor es tan sumamente vanidoso como para rechazar a uno de los mejores directores de cine de la historia aún teniendo que pasar un poco de vergüenza a costa de sus dotes poco desarrolladas de cantantes? Lo más cercano a esta posición fue el ruego desesperado de Barrymore porque su voz fuera doblada, probablemente temerosa de propiciar más burlas y chanzas que las levantadas por su agitada y convulsa carrera como actriz.
La historia la narra una adolescente algo alocada cuya vida se reparte entre dos familias bien diferentes; por un lado, su padre neurótico y solitario (naturalmente, Woody Allen), con graves problemas para entablar relaciones sentimentales con mujeres equilibradas, que vive en Paris y con el que pasa sus vacaciones; y por otro, su madre, una rica demócrata (Goldie Hawn) entregada a la actividad filantrópica que ha rehecho su vida con Bob (Alan Alda), quien ya tenía cuatro hijos de una relación anterior, con los que convive en un acomodado apartamento de Manhattan.
La acción se va desarrollando a golpe de número musical, desde ese arranque luminoso y romántico en el que Edward Norton acudía a una joyería para comprarle un anillo de compromiso a su novia (Barrymore), hasta a aquél cierre magistral a orillas del Sena protagonizado por un inefable galán de gafas gruesas haciendo levitar a la única mujer que le había comprendido en su vida. Y es que Allen no puede evitarlo, su amor por el jazz de comienzos de siglo y los melancólicos bailes de salón inmortalizados en los clásicos de blanco y negro supura en cada uno de los planos de este personal tributo a su desaforada pasión musical, hasta explotar en el acto final, una larga escena de complicidad culminada por un inolvidable danza mágica y sutil bajo las luces nostálgicas de un París soñoliento.
Entre actos, un improbable romance, con los canales de Venecia como telón de fondo, entre Woody Allen y Julia Roberts, o una aventura peligrosa entre un ex convicto algo desquiciado (Tim Roth) y la chica dulce y de clase alta (Barrymore) con todo preparado para su boda. 
Todos dicen I love you  es una larga oda romántica de corazones rotos y pasiones desmedidas, un mosaico de historias enlazadas por la música y el amor, sin renunciar al ácido y retorcido sentido del humor alleniano (como muestra desternillante, la extraña dolencia de republicanismo de uno de los hijos de Alan Alda). Una nota de color, al fin, en la extensa carrera de neuras y discusiones interminables de un genio incombustible.

También la Lluvia comienza la carrera por el Oscar

 La Academia de Cine español ha anunciado esta mañana la que será nuestra representante en la pugna por entrar en la terna de las cinco nominadas a Mejor Película de Habla no Inglesa en la próxima gala de los Oscar. Y lo ha hecho con sorpresa incluída. Si hace tan sólo unas semanas apostábamos por la exitosa cinta de Daniel Monzón, Celda 211, como favorita entre las tres preseleccionadas, hoy debemos dar la enhorabuena al nuevo y ambicioso proyecto de la realizadora Icíar Bollaín, También la Lluvia.
La película, ambientada en la selva boliviana, cuenta con las interpretaciones de Gael García Bernal, Luís Tosar, Najwa Nimri, Raúl Arévalo y Karra Elejalde, quienes darán vida a complejos personajes divididos en el tiempo; por un lado, También la lluvia nos traslada a la época de las descubrimientos, marcada por la avaricia de una figura histórica como Cristobal Colón y su lucha contra los indígenas sometidos; y por otro, nos sitúa en el más cercano año 2000 y en el intento desesperado de un equipo de producción por filmar unas película acerca de la faceta represiva y cruenta del propio Colón. El guión está firmado por Paul Laverty, compañero sentimental de la realizadora e inseparable del cine de Ken Loach.
Iciar Bollaín se enfrenta, pues, al proyecto más arriesgado de su carrera, con una inversión de más de cinco millones de euros, miles de extras y 70 localizaciones diferentes, para una rodar una película majestuosa, muy alejada del estilo personalista desarrollado en cintas como Te doy mis ojos o Mataharis. Y los resultados llegan incluso antes de su estreno, previsto para comienzos del año 2011, aunque se preestrenará en la Seminci de Valladolid en Octubre. También la lluvia se ha impuesto a la triunfadora absoluta de los pasados premios Goya, Celda 211, y a las costosas y muy promocionadas aventuras de un jóven Lope de Vega; y se dispone a recorrer ahora un arduo camino hacia la soñada gala del 27 de Febrero. Bollaín no ha podido ocultar su entusiasmo tras conocer la decisión de la Academia y ha expresado su ilusión por llegar hasta el final. Si así ocurriese, sería la primera directora de cine de la historia en representar a nuestro país en los Oscar. Pero antes, el 26 de Enero, deberá superar la criba final para estar entre las cinco elegidas.
Entre sus competidoras se encuentra Biutiful, dirigida por Alejandro González Iñárritu y protagonizada por un laureado Javier Bardem, también seleccionada por México para competir por el Oscar. Hermano, de Marcel Marrasquín, hara lo propio por Venezuela, y la recién estrenada en nuestro pais Contracorriente lo hará por Perú.

Crítica Come, reza, ama; El fingido viaje espiritual de un mujer en busca de sí misma

 5/10
Está claro que la gracia de cualquier historia real u obra de ficción se haya en el conflicto, la ruptura, el giro inesperado y el cambio radical en el orden previsible de los acontecimientos. El problema surge cuando el leitmotiv de la particular encrucijada de caminos de nuestro hipotético protagonista es una estrategia fingida o un falso autoconvencimiento complaciente. Y esta última es, precisamente, el desencadenante de la duda suscitada por la adaptación cinematográfica del best seller autobiográfico de la norteamericana Elizabeth Gilbert. Come, reza, ama es el viaje a la introspección espiritual de una mujer perdida en su propio mundo que decide romper su acomodaticia existencia abandonando a su marido y su ciudad, Nueva York, para hacer un ruta personal por tres enclaves muy diferentes; Italia, India y Bali, con el objeto de "encontrarse a sí misma". Desgraciadamente,  la improvisación, la originalidad o el más mínimo atisbo de espontaneidad en cada uno de sus actos se ven reducidos prácticamente a la nada cuando se descubre que la Gilbert real ya había concertado la novela autobiográfica antes de partir a su personal periplo por el mundo. Cosas del mercado.
La mentalidad de la clase media/alta occidental puede parecer redundantemente un conglomerado de estupideces, prejuicios y preceptos de moda incomprensible para todos aquellos que se situen más allá de la vorágine del "mundo desarrollado". Imaginémos por unos instantes la cara de sorpresa (y desprecio) que dibujaría, por ejemplo, un morador del Sáhara al comprobar los evidentes trastornos mentales de personas que, aún poseyéndolo todo, se encuentran insatisfechas con sus vidas, "incompletas", aburridas (y si no que acudan a las abarrotadas consultas de los psicoanalistas). Naturalmente, con cada paso a la modernidad hemos desarrollado una enervante tendencia a la falsa introspección; y decimos falsa porque en escasas ocasiones ese ejercicio nace de una verdadera iniciativa personal, sino que es impuesto por la publicidad, los líderes de opinión o el movimiento sincrónico de la sociedad.
De ahí que personas como Elizabeth Gilbert, casada con un hombre apuesto, con un trabajo estable y una casa recién comprada, sienta la necesidad imperiosa de "encontrarse a sí misma", rompiendo con todo aquello que era suyo y la hacía infeliz, iniciando una tormentosa relación con un yuppie absurdo, o viajando a lejanos parajes símbolos de la panacea espiritual. El mercado turístico debería explotar la cultura oriental como marca comercial de la paz y el equilibrio interior para todos aquellos personajes ricos e ignorantes que creen interiorizar patrones de conducta que ni siquiera llegan a entender, ajenos a la pobreza y la degradación que los rodea. Partiendo de esta base, podemos certificar que la historia siembra dudas, y muy importantes, por otro lado.
En cuanto a la película, el planteamiento es algo similar. Puede resultar digerible, entretenida a ratos, incluso con chispazos de ironía ingeniosa; pero el resultado final es francamente deficiente. El principal problema de Come, reza, ama es el desesperadamente extenso metraje, alargado casi hasta las dos horas y media de duración, que provoca los poco disimulados bostezos del personal en las salas de cine. Y es que las andanzas de Gilbert nos llevan cronológicamente (en torno a un año) a las tres paradas prefijadas aleatoriamente por ella misma; en primer lugar, visitaremos Roma en un paseo por los estereotipos más manidos de la cultura italiana (aunque en realidad sea el fragmento más divertido de la cinta con la jugosa práctica del dolce far niente); más tarde nos trasladaremos a la India, a una suerte de comuna espiritual aborrecible, para finalizar en los paradisíacos parajes de Bali, donde al fin llegará el amor, tras dos horas de comida y rezos.
Suerte que Ryan Murphy, su director (recordemos, creador de la muy recomendable serie televisiva Nip/Tuck), haya contado con la inmortal "novia de América" para dar vida a su protagonista, ya que sin el glamour de esta pocos hubiesen apostado por esta película. Julia Roberts conserva esa elegancia en la interpretación que la encumbró hace años como estrella indiscutible de Hollywood, esa mirada divertida y pícara y una sonrisa sorprendentemente amplia que aún hoy sigue levantando pasiones en cada una de sus películas. Sin embargo, una cosa bien diferente es que su carrera cinematográfica sea merecedora del premio Donostia concedido esta última semana en el Festival de Cine de San Sebastián. En Come, reza, ama la actriz despliega todos sus encantos de forma efectiva, omnipresente en cada uno de los planos, apoyada por unos secundarios tan carismáticos como el enternecedor Richard Jenkins o el atractivo Javier Bardem, en esta ocasión como brasileño viudo en Bali.
Es una lástima que sus responsables hayan querido dotar de una trascendencia a la película tan inexistente como la de su propia historia. Personalmente, no me creo demasiado el éxodo espiritual de su protagonista, ni las bondades de los paraisos que recorre. La película cumple, entretiene y te brinda la oportunidad de disfrutar de una Julia Roberts en todo su esplendor, aunque su permanente presencia en pantalla comience a constituir en algunos momentos un reto contra la paciencia del espectador.
Ya saben, sean felices, coman y amen por igual, reserven los rezos para el final; somos unos afortunados en reservas artificiales de confortabilidad. 

Películas para Dos Vidas; Las uvas de la ira, el largo éxodo de los desheredados

La historia de la humanidad nos provee de lecciones que jamás llegamos a interiorizar. Nos asombramos de las innumerables tragedias e injusticias que han asolado este mundo al tiempo que prometemos no volver a caer en ellas. Pero caemos. Y lo hacemos con tal previsibilidad que la esperanza en un futuro mejor se nos antoja un sueño quimérico. Ahí están los hechos, en nuestro imaginario social, demasiado candentes para ser meramente olvidados. Para contrarrestarlos y vivir en un absurdo vacío nihilista, la indiferencia y la ignorancia, antídoto eficaz.
Inmersos aún en una crisis financiera global a la que nos hemos acostumbrado ingenuamente (¿realmente existe?) para el gozoso triunfo de los jerifaltes de este mundo mentiroso, echar la vista atrás puede resultar una ilustrativa enseñanza para afrontar con un poco más de espíritu y dignidad un futuro que promete repetir el bucle injusto de la historia. Y qué mejor forma para ser instruidos que a través del cine, de la mano firme y sabia del maestro John Ford, narrando en imágenes el descarnado relato que John Steinbeck confeccionó en Las uvas de la ira. No nos resultará ajeno el agónico periplo de una familia de desheredados por el páramo que en la década de los 30 era lo que muchos había catalogado como la "tierra de las oportunidades", Estados Unidos. De hecho, la odisea de estas gentes humildes, desesperadas y profundamente humanas filmadas por Ford  no distará mucho de las que deben sufrir esos seres invisibles que se deslizan por nuestras ciudades movidos por el hambre y la necesidad, empujados por demagogos imbéciles a los márgenes de una sociedad inclemente y olvidadiza. Los campamentos de jornaleros de Las uvas de la ira no pueden ser muy diferentes a los barracones en los que se hacinan cientos de rumanos, marroquíes o subsaharianos a lo largo y ancho de los campos de Andalucía u otro lugar del mundo, incluso saldrían perdiendo en una comparación proporcional. Y han pasado ya más de 70 años. Muestra enervante de la inutilidad de la historia y sus asignaturas aprendidas.
Quizás por todo ello visionar esta película clásica, obra maestra con mayúsculas, se eriga como toda una experiencia enriquecedora para cualquier persona con un mínimo de sensibilidad y empatía ante la desgracia de otros. Cómo pemanecer impasibles ante la incredulidad de Tom Joad (maravillosamente interpretado por Henry Fonda) cuando, tras pasar cuatro años en la cárcel, regresa a su hogar y sólo encuentra una casa abandonada, campos arrasados, familias desplazadas y sombras de hombres que se esconden en su propia tierra. Como ese alucinado de Muley (la breve interpretación de John Qualen, asiduo en el cine de Ford como secundario, sólo me suscita elogios desaforados), un granjero cuyas propiedades desaparecieron bajo el rugido de los tractores y que ahora es incapaz de abandonar el lugar donde nació, buscando razones comprensibles para su desgracia mientras es perseguido por las autoridades corruptas.
Tom tiene suerte y su familia aún no ha partido hacia su particular  El Dorado, California. Lo esperan en una renqueante camioneta que no sólo deberá cargar con el gran número de familiares y enseres, sino también con el inmenso pesar del desarraigo y la incertidumbre de un futuro hostil. Ma Joad (una Jane Darwell superior, ganadora del Oscar a la actriz secundaria) es quien mejor ilustra esa oscura realidad a través de una mirada introspectiva cargada de dolor y resignación; sabe que el hogar, la pertenencia a la tierra, es la piedra que vertebra a la familia, más allá de ella, la descomposición es un hecho inevitable.
Tras de la partida, se abre ante el espectador una abrumadora road movie donde cada parada es un nuevo golpe contra el espíritu dispuesto e ingenuo de la familia. Acuden a la tierra soñada con un panfleto amarillento bajo el brazo que ofrece trabajo para 800 trabajadores de Texas, Tenesse y Oklahoma, su patria. Pero obvian que, quizás, ese papel de esperanza haya llegado a otras miles de familias hambrientas con el mismo ímpetu por trabajar e idéntica falta de recursos. Y efectivamente así es, cuando llegan a California encuentran un desolador panorama en el que son expulsados de las ciudades y empujados a guettos de trabajadores donde se malvive y se muere con total impunidad, sin que a nadie le importe el más mínimo ápice. La escena en la que los Joad llegan al primer campamento, con ese retrato realista de rostros sucios, embrutecidos y desesperados filmados con cámara subjetiva, lento el caminar de la furgoneta propicio para la contemplación, es puro cine, es deliciosa sentimentalidad hecha imágenes, abrumadora dosis de humanidad.
Nada se asemeja a lo que habían soñado con fingida credulidad. Quedan atrapados en un mundo en el que nadie los quiere, donde el trabajo escasea y la competitividad se torna en lucha de supervivencia. La Depresión económica que sufre Estados Unidos tras los felices años 20 se abre en todo su macabro esplendor ante los ojos cansados de los Joad. La situación de estos cientos de miles de desheredados de poco importa a un Gobierno más preocupado por aplastar cualquier brote de disensión entre las masas castigadas, los denominados "agitadores", simpatizantes del socialismo que apenas tuvieron cabida durante un año dentro del feroz sistema capitalista, prácticamente aniquilados de raíz.
Las uvas de la ira no tiene fin. La odisea atormentada de los emigrantes continúa. No puedo evitar citar las palabras finales de Ma Joad ante la desesperanza de su marido; "Los golpes nos dan fuerza. Nacen y mueren nuevos seres. Y sus hijos nacen y mueren también, pero nosotros estamos vivos y seguimos caminando. No pueden acabar con nosotros, ni aplastarnos. Saldremos siempre adelante, porque somos la gente". Esa gente aún camina por nuestro mundo, luchando por un hogar donde formar una familia, una vida, en fin. Steinbeck narró esta historia universal e imperecedera, John Ford la tradujo al cine con una brillantez exquisita; ambos contribuyeron con su particular tributo a este mundo que los admira.
Las uvas de la ira es una experiencia intangible; es el retrato descarnado del género humano. Su valor trasciende lo cinematográfico; es Arte.

Retrospectiva Woody Allen; Maridos y Mujeres

7/10

Woody Allen. Sexo. Amor. Drama. Humor. Parejas.
Podría pasarme la crítica describiendo todos y cada uno de los elementos que conforman todas y cada una de las cintas del director neoyorquino al que le estamos dedicando este maravilloso ciclo-repaso con el fin de recuperar sus películas más desconocidas y relacionarlas con sus más magistrales obras.
Este mes, me ha tocado en suerte interpretar a la malograda Conocerás al Hombre de tus Sueños y también me pongo al servicio de la psique de Allen para tratar de analizar una de sus mejores películas, pero también una de sus más desconocidas obras.
Maridos y Mujeres es una fantástica comedia dramática interpretada por Woody Allen, Mia Farrow (que se hace inseparable), Sydney Pollack, Judy Davis, Juliette Lewis y Liam Neeson. Con este reparto, el director teje una maravillosa y absorbente historia acerca de las relaciones de pareja, el matrimonio, los divorcios y las aventuras o affaires que surgen cuando las relaciones no salen todo lo bien que se desearía.
Aquí, la historia comienza cuando la pareja formada por Allen y Farrow recibe la noticia de que sus mejores amigos, otra pareja (formada por Pollack y Davis) tienen intención de separarse. A partir de ese momento, será inevitable echar un vistazo a nuestra propia pareja e investigar todos y cada uno de los pasos que sigue nuestra, hasta ahora, "alma gemela". Nos volveremos paranoicos pensando lo que podrá o no estar haciendo nuestra pareja en ese momento. Pero todo eso es señal de que todavía seguimos enamorados, que nos importa nuestra vida y que sentimos todavía un hormigueo por nuestro cuerpo cuando vemos que llega a casa a nuestro lado.
Woody Allen recoge esta sensación humana y la plasma de manera magistral en Maridos y Mujeres. Muchas veces, este sentimiento se transforma en pelea y en un conflicto donde la fuerza física, desgraciadamente, siempre tiene la última palabra. Las parejas se pelean. Algunas saben encontrar la manera de perdonarse y seguir hacia delante. Otras jamás se plantean la convivencia y la separación y divorcio se hace efectivo.
Un guión magnífico, a la altura de las mejores cintas del director, a las que sumamos las fantásticas interpretaciones de los cuatro actores encargados de ilustrarnos la vida en pareja. Además, en el fondo de la historia, nos aparecen dos actores especialmente llamativos. El primero de ellos, un Liam Neeson pre Oscar Schindler, que comenzaba a hacerse un merecido hueco en el estrellato gracias a apariciones en La Misión, Réquiem por los que van a Morir o Motín a Bordo, todas ellas de secundario. Pero gracias a cintas como esta que nos ocupa, lo veremos en grandes papeles como Michael Collins o La Lista de Schindler. Por otro lado, tenemos a Juliette Lewis, una atractiva joven que tuvo un éxito desorbitado a raíz de sus interpretaciones en El Cabo del Miedo o Abierto Hasta el Amanecer. En Maridos y Mujeres interpretan a las terceras personas con las que el matrimonio formado por Allen y Farrow intentan olvidar sus problemas en casa con su pareja.
Como conclusión, pedirle a todos los admiradores del cine del neoyorquino que vean esta película, por primera, segunda, tercera o cuarta vez. Que no se canse de contemplar, mientras hacemos de llamativos voyeurs, a dos matrimonios asediados por las dudas tras saber que uno de ellos tiene intención de divorciarse. Que nos identifiquemos con ellos y nos interroguemos a nosotros mismos sobre nuestra condición de "pareja de".
Woody Allen es único en explorar nuestra condición de seres humanos y todas las relaciones, culturales, sociales y emotivas, que afloran en ciertos momentos para darnos la conciencia de ser lo que somos, seres humanos practicantes incansables de amor, sexo y drama.

Crítica El Americano; Cambio de rumbo


7/10

Anton Corbijn nos trae, después de su gran Control, una meticulosa, precisa, oscura y enigmática cinta protagonizada por un inconmensurable George Clooney en el misterioso papel de Jack, un asesino a sueldo que decide que éste será su último trabajo. Pero, sorprendentemente, no es consciente de que ese último trabajo puede ser determinante para el resto de su vida.
El Americano es una película magnética desde el primer momento. Es cierto que resulta, en algunos momentos, algo tediosa y larga. He de advertirles a todos aquellos que se acerquen al cine, que deberán ir tras haber echado una buena siesta. El ritmo puede resultar muy lento y no aguantará el metraje si no acude al cine debidamente despierto.
Sin embargo, y a pesar del ritmo impuesto por el director, el cual no se ha arriesgado mucho en su apuesta, se teje una intriga lejos del thriller por todos conocido pasando a ser una historia acerca de la soledad humana a las puertas de la muerte, tanto de un asesino a sueldo expuesto permanentemente al peligro como de la vida de sus víctimas, inexorablemente ligadas al destino que éste, cruel juez, les otorga según los intereses de un tercero.
Lo más destacado de la cinta son tres aspectos. Por un lado, la banda sonora. Temas tremendamente inquietantes que auguran una intriga y un cierto suspense desde que comienza la cinta con una gran secuencia de créditos hasta el final, donde las notas de un piano se clavan en la mente del espectador mientras asistimos al final que Clooney y Corbijn nos tienen preparados.
En segundo lugar, la fotografía. Coordinada por Martin Ruhe, es uno de los puntos fuertes de la película que augura imágenes espectaculares enmarcadas en lugares insuperables dentro la geografía italiana, entre ellos, Castelvecchio o Calascio, pueblos muy pequeños pero en los que merecería la pena perderse y jamás ser encontrado.
Y en tercer lugar, el protagonista. George Clooney construye el que quizás sea uno de los personajes más destacados de su filmografía. Es la primera vez que lo vemos interpretando a un hombre "malvado", el cual inevitablemente nos cae antipático. Su manera de matar a sangre fría y su calculada posición respecto a la vida le hace ser un hombre indeseable. Con suerte, si el año pasado lo nominaron por un papel menos exigente como Up in the Air y ganó un Oscar por la extraña Syriana, me extrañaría mucho que este año no estuviese presente en la próxima temporada de premios que se abre a partir de diciembre.
El principal aliciente de El Americano es que huye del éxito. No pretende ser un taquillazo, ni tan siquiera ser la película más vista del año. Pero lo que de verdad engrandece a su protagonista es el talante que ha adoptado a la hora de escoger sus películas. Proyectos intimistas, oscuros, poco dados a la "superllamada" de la taquilla dispuesta a llenar las arcas de las productoras y mucho más involucrado con el cine más independiente. Lejos parece que quedan aquellos tiempos en los que Tres Reyes, El Pacificador o Un Día Inolvidable se convirtieron en éxitos de público. Ahora, vemos a un Clooney más mayor (49 años) que ha escogido el camino que están haciendo actores como Leonardo DiCaprio o Brad Pitt, en los que sus proyectos van más encaminados a su enriquecimiento como actores que por llenarse los bolsillos.
Si usted escoge ir a ver El Americano deberá saber que no es una película de suspense intenso al más puro estilo Alfred Hitchcock. Es una película elegante, fría, meticulosa e incluso sorprendente en la que un George Clooney se enfrenta a sus temores más oscuros mientras tiene tiempo para perderse, enamorarse y jugarse la vida. No se quedará pegado al asiento pero disfrutará de algo más de hora y media con fantásticos planos de la Italia más desconocida y una bella protagonista llamada Violante Placido. Es una buena película, que va más allá del simple término "interesante" y que supone un cambio de orientación a la carrera del actor más carismático de los últimos años en la gran pantalla.
Hágame caso, véala despacio, deténgase en cada plano y disfrute.
No lo lamentará.

Celda 211 parte como favorita en la carrera por los Oscar

 
La temporada cinematográfica parece reactivarse con los ecos cada vez más perceptibles de los premios internacionales anuales, que comienzan a arrojar al candelero mediático toda una ingente suma de favoritos para concurrir a los mismos. Y nuestra Academia de Cine no podía ser menos. Como cada año, se realiza una preselección de tres películas españolas candidatas a representar al país en la glamourosa gala de los Oscar, para unos diez días más tarde (concretamente el 28 de Septiembre) anunciar la elegida, suscitando la pertinente pregunta de porqué no hacerlo directamente. Cosas de la promoción y toda esa parafernalia empresarial que rodea a este desconocido mundo del cine.
Este año la Academia parece haber sido más congruente en la selección de sus candidatas, al menos en el caso de Celda 211, rutilante ganadora de 8 Goyas en la pasada edición de los premios. Es curioso hacer notar que la película de Daniel Monzón también se presentó hace un año a las listas de elegibles de la Academia, sin embargo fue desestimada. Ahora, y tras una estrategia promocional inexplicable para los profanos en materia burocrática, la película se coloca entre las favoritas para representarnos en los Oscar, haciendo cambiar de opinión a unos académicos tentados por la enorme recaudación y el aplauso unánime de la crítica.
Otra de las preseleccionadas es la recién estrenada Lope, para cuyos directores este anuncio ha supuesto un ansiado balón de oxígeno teniendo en cuenta la tibieza (por no decir algo peor) de las críticas cosechadas y el discreto bagaje de espectadores acumulados. La cinta de época sobre el dramaturgo Lope de Vega (interpretado por un omnipresente Alberto Ammann) ha decepcionado a quienes apostaron fuerte por ella y la preselección de la Academia se nos antoja como un mero premio de consolación sin mayor recompensa.
Por último, tenemos que referirnos a También la lluvia, la única película aún inédita en los cine firmada por la exquisita Iciar Bollaín. La cinta está interpretada por Luís Tosar (decididamente inconmensurable en todo lo que haga), Gael García Bernal, Raúl Arévalo y Najwa Nimri, y se preestrenará en Octubre en la Seminci de Valladolid.
Las apuestas han comenzado y la decisión final no tardará demasiado en llegar. Personalmente, apuesto por Celda 211 como nuestra próxima representante en la 82º edición de los premios Oscar.

Retrospectiva Woody Allen; Celebrity


7/10
Las películas de Woody Allen pueden llegar a ser de una falsa complaciencia muy peligrosa para el espectador incauto. Los personajes hablan y hablan con desenfreno, las situaciones rocambolescas parecen dibujar un escenario ameno y trivial, las consabidas neuras del director contagian de asombro a la historia soterrada. Pero no se dejen engañar, Allen no es un autor insustancial o superficial en ninguno de sus planteamientos cinematográficos, éste apunta al centro del dilema moral, asedia el imaginario social de lo ampliamente aceptado y rompe muchos de los tabúes de nuestra época mediante aparentes gags de bufón intelectual. Es necesario ver más allá de la rutina discursiva que impone en cada una de sus películas como su sello personal, ese aclamado "estilo Woody Allen", para desentrañar lo que, en muchas ocasiones, es una desgarrada crítica social o todo un ataque frontal contra una clase de personas.
Esta extraña, ambigua y a ratos aborrecible Celebrity es una de las apuestas más arriesgadas, malévolas e insidiosas de la carrera del genio neoyorkino. Sin embargo, se recubre convenientemente de una fina lámina de futilidad, banalidad contagiosa del entorno que pretende retratar con fingida distancia. Allen ni siquiera se atreve a aparecer ante la cámara, se cobija tras ella para filmar a su alter ego (Kenneth Branagh) en su trágico periplo por el mundo de la fama y el espectáculo con esa característica humildad falsa del aspirante a ser alguien. Le brinda las mieles del éxito inmediato para más tarde destrozarlo lentamente al tiempo que le muestra lo equivocado de su sueño de megalómano reprimido. Allen es implacable pero sutil al mismo tiempo. Probablemente ni sea perceptible para quien se deje seducir por la verborrea indolente que desarrolla a lo largo de menos de dos horas de metraje dividido en dos líneas argumentales bien distinguidas. Celebrity se revela al final como una feroz tragedia de un alma perdida en su propia ignorancia; golpeada por el destino y dejada a su suerte en una levedad insoportable.
Y es que Lee Simon (Branagh) decide que su vida, a los cuarenta años, no es lo suficientemente emocionante para la realización de sus sueños más íntimos. Es periodista en una revista de viaje, le da miedo volar y está casado con una mujer inteligente aunque algo apocada (Judy Davies). Un día cualquiera, decide romper con ella después de haberse acostado con su mejor amiga y otras tantas mujeres circunstanciales. Pero lo que desea por encima de todo es ser escritor, quizás de guiones cinematográficos.  Para ello se sumerje en el engalanado mundo del espectáculo, donde entra en relación con una abultada suma de variopintos personajes con evidentes signos de desequilibrio mental. Ahí se encuentra con una rutilante estrella de cine (Melanie Griffith) sin pudor alguno, con un violento y epicúreo ídolo de adolescentes (magnífico Leonardo DiCaprio haciendo de sí mismo), con una supermodelo polimórficamente perversa, es decir, que experimentaba orgasmos con la más leve caricia en cualquier parte de su perfecto cuerpo (interpretada por Charlize Theron), o con una aspirante a actriz  (Winona Ryder) de la que nuestro protagonista se queda prendado sin razón alguna, aunque ello supongo romper con su amante justo en el momento en el que camión de la mudanza de ésta descarga sus cosas para irse a vivir juntos.
Lee Simon es, por decirlo de alguna forma y venciendo sus cándidas buenas palabras de hombre comprensivo, un sinvergüenza egoísta, estúpido y vanidoso que no cesa de hacer daño a todo aquel que se interpone en su camino. Aunque no lo parezca. ¿Su precio? La soledad, el ostracismo intelectual y el éxito de su mujer, la otra historia. Efectivamente, su mujer (Judy Davies) queda destrozada cuando Simon la abandona, su vida parece condenada a la rutina y al tedio más absoluto. Sin embargo, en una sucesión de hechos azarosos y nunca perseguidos, Robin se enamora de un exitoso y entregado productor de televisión (Joe Mantegna) con el que se casa felizmente tras ver relanzada su carrera como presentadora de noticias, ahora devenida en triunfo mayúsculo.
Woody Allen parece advertirnos de la peligrosa práctica de perseguir a toda costa unos sueños artificiales y absurdos impuestos por la pompa y la envidia al tiempo que retrata con precisión la inconsciencia de un mundo de falsas apariencias y traumas enterrados bajo la alfombra. Por la película desfilan famosos tarados enfundados en trajes de Versace y Dior, perseguidos por legiones de fans que desean ser como ellos sin entender que estos únicamente están pidiendo ayuda (paradigmática ese plano final) para escapar de su pesadilla particular.
Celebrity te deja un poso de desasosiego palpable. Cierto que no es una obra maestra, que a ratos aburre, que puede resultar demasiado gris, pero no acepto que sea catalogada como una obra menor de Allen. Os reto a que la visioneis, dos, tres veces si hace falta, hasta que consigais sacarle el jugo que atesora, supongo que diferente para cada uno. Ánimo.

Películas para dos vidas; La Noche de la Iguana


Un pastor extasiado de su fe. Un grupo de ancianas. Un autobús. Nervios a flor de piel y sentimientos de todo tipo. Esta es la receta que Tennessee Williams posee para ponernos los pelos de punta en esta excelente adaptación que John Huston realizó en 1964 de su obra.
Una cinta desconocida para el gran público pero una de las obras de referencia de uno de los mejores directores del pasado siglo XX. Un John Huston en estado de gracia que, en blanco y negro, realiza la que para el que escribe, es una de sus mejores películas, sin desdeñar ninguna de sus anteriores ni venideras.
La historia narra la historia de un clérigo harto de predicar todas las semanas lo mismo a un público lleno de fieles más pendientes del pasado de su pastor que de profesar la fe de Cristo. Un hombre acusado durante años de mantener una relación ilícita con una menor y que aún sigue sufriendo las iras y los comentarios de toda la localidad a la que todos los domingos debe dedicarse por entero. Hasta el día que explota y abandona a su pueblo. Decide convertirse en agente de viajes y llevarse en un autobús bastante estropeado a un grupo de ancianas en un viaje de autodescubrimiento y donde llevará a nuestro protagonista a enfrentarse a sus pasiones y a cruzarlas con las de 3 mujeres, a cual más bella.
El protagonista no podría ser otro. Uno de mis actores predilectos, Richard Burton, suda hasta la extenuación en un drama en el que compartirá cartel y escenas con tres auténticas damas de la gran pantalla. Por un lado, la sin igual Ava Gardner, "el animal más bello del mundo". Fue pareja del personaje de Burton y su refugio personal en momentos de crisis. Por otro lado, Deborah Kerr, una mujer que llega al hotel regentado por Gardner acompañando a su abuelo, un moribundo anciano dedicado a la poesía y a punto de concluir su obra magna. Es una mujer débil, la antítesis de Ava Gardner, pero será la que sirva de sustento a las peligrosas ideas del sacerdote.
Y por último, uno de los más oscuros deseos de Humbert Humbert en Lolita. El sueño de todo hombre de la época y de la presente. Nadie la conoce actualmente porque ya se ha retirado. Pero los cinéfilos sabemos quién es Sue Lyon. Bellísima y jovencísima actriz que interpreta a la perdición de Richard Burton. Y en medio de todo ello, su tutora. Esa institutriz encargada del cuidado y la educación de su protegida que tiene que contemplar como "su niña" cae, presuntamente, en las redes del sudoroso sacerdote.
Todo un puzzle de pasiones, amores, infidelidades e incluso pederastia que recaló hondo en la sociedad de la época. La censura cayó sobre ella como barras de plomo y su exportación al extranjero no tuvo la efectividad que Warner Bros. deseaba. Pero quedó como una de las más importantes interpretaciones de los cuatro protagonistas principales y, a mi gusto, una de las mejores películas de la Historia del Cine, pocas veces igualada, ni siquiera en su planteamiento.
Película imprescindible del maestro Huston, de visionado recomendable a todos los mayores de 18 años. Una cinta para adultos con criterio que sepan contemplar todos y cada uno de los maravillosos planos que contiene la cinta. Escenas representativas, como aquella en la que Ava Gardner explota su sexualidad con dos jóvenes mulatos o aquella que da comienzo a la cinta, donde el gran Richard Burton estalla ante las inquisitivas miradas de sus "feligreses".
La Noche de la Iguana es una cinta mítica. Es importante que, en esta época en la que el cine con mayúsculas, brilla por su ausencia, recuperemos todas estas películas desconocidas para el gran público.
Mientras, los pocos que sabemos de su existencia, disfrutemos una y otra vez de su visionado.

Dulce Cine de Juventud; Regreso al Futuro

Se está conviritendo en una práctica redundante, aunque no por ello innecesaria, el tributo desenfadado y nostálgico a esas pequeñas joyas de culto de los años 80, cine familiar y de ciencia ficción en gran medida, por parte de diferentes sectores del panorama cinematográfico, en razón de las sucesivas efemérides que se vienen celebrando por los años de su estreno en las pantallas. Nuestro blog no podía ser menos, y por ello hoy rendiremos un sencillo y justo homenaje a una de esas cintas inolvidables enraizadas en la cultura pop ochentera que cumplen años, concretamente 25, desde que vio la luz allá por el año 1985. Se trata, como no podía ser de otra forma, de Regreso al Futuro.
Personalmente, se me antoja desolador que las nuevas generaciones de cinéfilos se vean desprovistos de las ingentes dosis de imaginación y trepidante acción que brindaban películas como esta. Parece que el cine adolescente camina a un punto de no retorno, a ese territorio esteril de cintas de terror previsibles y burdas comedias de gusto dudoso que no presentan mayor estímulo que "pasar el rato". Los años 80 fueron de una enorme fecundidad creativa al servicio de los más jóvenes; fantasía, ciencia ficción, aventuras y terror eran algunos de los géneros más utilizados para encandilar las mentes despiertas de una generación formada al calor de La Guerra de las Galaxias e Indiana Jones.
El nivel impuesto por Lucas y Spielberg era exigente, al fin y al cabo habían iniciado un movimiento cinematográfico renovador dirigido a un público tradicionalmente olvidado. Por ello, no se desentendieron de su obra y supervisaron un buen número de proyectos que ahondaban en su intención de entretener y estimular la imaginación del personal. Regreso al Futuro fue uno de esos proyectos, producido por Spielberg y dirigido por su amigo Zemeckis, condenado al éxito más rotundo; con un presupuesto de 19 millones de dolares se convirtió en la película más taquillera del año con 210 millones de recaudación. ¿La fórmula? Un guión muy trabajado sobre un género en boga como el de la ciencia ficción, adolescentes en apuros, acción, rock&roll y personajes carismáticos que entroncaban con el extendido gusto por lo caricaturesco.
Y es que cómo olvidar a ese pazguato de McFly (padre) siendo acosado por el temible Biff Tannen, quien preguntaba una y otra vez si había alguien en casa al tiempo que golpeaba la cabeza del pobre cobarde. También se podría decir lo mismo del científico loco "Doc" E. Brown, con su sempiterna expresión de sorpresa y sus continuas apariciones inesperadas; un aspecto de marciano al que contribuía de modo inestimable el actor Christopher Lloyd, un clásico de la parodia y la ciencia ficción también visto en ¿Quién engañó a Roger Rabbit?. Y por último, un joven Michael J. Fox que, desgraciadamente, no cosechó un gran éxito en su carrera más allá de la trilogía de Zemeckis, a pesar de detentar un nerviosismo contagioso de cierta comicidad y su buen hacer en dicha saga.
La cinta nos sitúa en la vida de un adolescente, Marty McFly, cuyo única preocupación es sacar a su chica aquella noche en el coche de su padre. Sin embargo y sin previo aviso, recibe una llamada de "Doc", el científico loco con el que mantiene una extraña relación de amistad, quien le enseña su alucinante invento, un Delorean que viaja en el tiempo desintegrándose cuando alcanza los 140 km/h. Tras una escaramuza con terroristas libios a los que Doc ha robado material nuclear, Marty escapa regresando a 1955, año en el que sus padres estaban destinados a conocerse. Su impacto en el pasado será notorio, suscitando que su madre se enamore de él en lugar del zopenco de McFly, por lo que, antes de regresar al futuro con la ayuda del "Doc" del pasado, deberá propiciar el encuentro de ambos para que él siga existiendo en su vida futura. Una intrincada historia de giros de guión francamente divertidos (de hecho le valió una nominación al Oscar) donde se produce un paradójico cambio de roles; es el adolescente Marty el que debe entender a sus padres y orientarlos en sus vidas, corriegiendo, al fin, los errores redundantes que habían cometido por cobardía y miedo desde un principio.
Zemeckis se maneja bien con esta clase de películas que roza lo mitológico en cuanto a la cantidad de referencias y símbolos de una época. Cómo si no entender aquella máquina del tiempo encrustrada en un mítico Delorean, o el patín que utiliza su protagonista para moverse de un lado a otro, enfundado, además, en un uniforme vaquero muy acorde a los tiempos; libios traficando con armas nuclerares, basura como combustible, un baile para enamorase y una apabullante intervención rockanrolera. Por si fuera poco, una banda sonora para la historia compuesta por el gran Alan Silvestri y una canción, "Power of Love", también nominada al Oscar de aquella edición.
Entretenimiento puro que tuvo su continuidad en otras dos secuelas de calidad similar (aunque la tercera fue ciertamente vapuleada). Regreso al Futuro es hoy día una película de culto más heredada de los 80 que cumple su 25º aniversario con la vigencia que reporta su elaborado e hilarante guión y una dirección amena por parte de un maestro del género, Robert Zemeckis. Naturalmente, los efectos especiales han quedado anticuados, pero el espíritu continúa, indeleble al paso del tiempo.

67º Edición Festival de Venecia; Álex De la Iglesia triunfa por partida doble


La 67º edición de uno de los festivales de cine más longevos del panorama internacional pasará a nuestro imaginario cinéfilo como la confirmación del director español Álex de la Iglesia como uno de las personalidades más importantes de la historia de nuestro cine. El éxito se lo debe a su Balada triste de trompeta, un extraño vodevil en el que se dan cita diversos géneros con la guerra civil como telón de fondo, que le ha valido el León de Plata a la Mejor Dirección y el premio al Mejor Guión, firmado por él mismo. La película, interpretada por Carlos Areces y Antonio de la Torre, figuraba como favorita entre los pronósticos previos a la ceremonia de clausura, donde el presidente del jurado, Quentin Tarantino, no ha podido disimular su admiración hacia De la Iglesia. El Presidente de nuestra Academia de Cine se ha mostrado especialmente congratulado, asegurando que "estos días en Venecia habías sido los mejores de su vida", mientras sujetaba el codiciado galardón.
De la Iglesia se erige como una de las voces más personales de nuestro cine, con una carrera confeccionada de acuerdo sus propios intereses e inquietudes, en la que sobresalen cintas como Acción Mutante (1993), El día de la bestia (1995), La Comunidad (2000) o Crimen Ferpecto (2004). En todas ellas se dan cita el humor negro más absurdo con un depurado estilo visual inconfundible que confieren personalidad propia al realizador, probablemente una de las personas más respetadas de nuestro cine y mediador de excepción en la actualidad, una época cuanto menos convulsa, como Presidente de la Academia. Su triunfo en Venecia significa el primer reconocimiento internacional a su obra y, lo que es aún más importante, lo ha alcanzado siendo fiel a sus principios como cineasta y creador. Un orgullo para nuestro cine y un nuevo impulso para una carrera aún larga por recorrer.
Más allá del protagonismo de De la Iglesia, el palmarés del Festival de Venecia ha coronado a Sofia Coppola como gran triunfadora de esta edición alzándose con el León de Oro en virtud de su cuarto largometraje, Somewhere. Tras el éxito rotundo de la deliciosamente sutil Lost in Traslation y el traspiés de su incursión psicodélica en la corte de María Antonieta, la hija de Francis Ford Coppola nos trae la historia de un actor de éxito (Stephen Dorff), extravagante y desconsiderado, cuya vida muta radicalmente con la aparición de su hija de once años (Elle Fanning). De este modo, Coppola regresa al territorio del minimalismo contemplativo, a ese ritmo lento y detallista de evidentes ínfulas de autoría, que la confirman como una de las voces más influyentes de la nueva generación de realizadores.
Tarantino ha puesto un especial énfasis en el acuerdo tajante del Jurado, en el que también se encontraban Danny Elfman y Guillermo Arriaga; "El león de oro ha sido unánime. Esta película nos encantó desde el primer momento y luego creció en nuestros corazones (...) cuando nos preguntábamos qué estábamos buscando en el León de Oro, siempre acabábamos hablando de ella. Tengo que decir que es un tremendo honor dar este premio a Sofia Coppola". Y es que muchos podrían aventurar maliciosamente un trato de favor por parte del que fue pareja sentimental de la ganadora. Sin embargo, y tendiendo presente el nivel tan sumamente mediocre de esta edición de la Bienal, una hipotética parcialidad se nos antoja improbable.
El resto del palmarés sitúa a la polaca Essential Killing como otra de las grandes triunfadoras de la noche. La trasgresora apuesta de Jerzy Skolimowski, que sigue los pasos de un preso político desesperado por huir a través de parajes de insólita inclemencia, ha conseguido el Premio Especial del Jurado, además de la Copa Volpi al mejor actor para Vincent Gallo (también amigo personal de Tarantino), imponiéndose a los aclamados trabajos de Stephen Dorff y Paul Giamatti.
También hubo sorpresas en el apartado de interpretación femenina, donde la desconocida Ariane Labed finalmente venció a Natalie Portman, muy aplaudida por su papel en Black Swan, la cinta de Darren Aronofsky que únicamente se llevó el premio a la mejor actriz emergente (Mila Kunis). La joven Labed interpretaba en la película griega Attemberg  a una chica extraña e introvertida, obsesionada por los documentales de Richard Attenborough, cuya vida cambia cuando irrumpe en su vida un desconocido que acaba de llegar a la ciudad.
Como es costumbre en esta clase de acontecimientos nunca llueve a gusto de todos, aunque en esta ocasión la expresión puede ser consideraba de un fino sarcasmo, teniendo en cuenta la lluvia incesante que ha empañado la celebración del certamen, además de la crítica unánime a la programación del mismo. En los últimos días, la polémica ha explotado de modo irremisible en la ciudad italiana; el director de la Bienal, Marco Muller, ha acusado a importantes críticos cinematográficos de boicotear el legendario festival para favorecer el despegue internacional del Festival de cine de Roma, enfocado a atraer a grandes estrellas de Hollywood. De igual modo, el conocido director Giuseppe Tornatore ha arremetido contra la revista estadounidense Variety, acusada de criticar negativamente a la representación italiana en el certamen, al que se han unido otros tantos periodistas del país anfitrión en una absurda demostración de orgullo patrio.
Obviamente, esta no ha sido una edición para rememorar como una de las más brillantes de la larga historia de Venecia, no obstante, podemos darnos por satisfechos con el merecido triunfo de Álex de la Iglesia. Esperemos sinceramente que su andadura comercial sea tan exitosa como su espectacular arranque en la Bienal. Desde aquí, nuestra más sincera enhorabuena.

Crítica Lope; El aburrido y poco innovador retrato de un genio de la escena

4/10
A veces, la publicidad nos juega malas pasadas y puede suscitar expectativas que, desgraciadamente, nunca se verán cumplidas. El caso del cine es paradigmático. Esas pequeñas joyas publicitarias que cuentan con la ardua tarea de condensar la trama de toda una película en apenas un minuto de montaje frenético, llamadas tráilers o videos promocionales, parecen discurrir en un complejo equilibrio entre el descubrimiento frustante de buena parte de las claves del film y su capacidad persuasora para que el espectador se sienta invitado a acudir al cine. Sin embargo, en muchas ocasiones, el tráiler rebasa con su acumulación de imágenes estratégicamente ordenadas el propio interés que una obra cinematográfica puede atesorar. Cuántas veces nos hemos sentido defraudados ante una película que prometía acción, comedia o drama a partes iguales en su promoción, y por el contrario no era más que una excusa vacía para recaudar nuestro dinero. Pues algo parecido a ese sentimiento es el que me ha dominado tras ver la película española del año, Lope.
A lo largo de estas semanas hemos estado expuestos ante un incesante martilleo promocional, especialmente televisivo, que nos aseguraba la calidad asombrosa del proyecto sobre la vida del dramaturgo del Siglo de Oro Lope de Vega, todo ello engalanado por música épica y escenas aparentemente apasionadas extraídas de la película. A ello, sin duda, también contribuyó el flamante anuncio de su presencia, por otro lado testimonial, en los festivales de Venecia y Toronto, dando muestras evidentes de la seriedad de la apuesta por parte de sus productores. Una gran mentira.
He de reconocer que, inicialmente, la película llamó mi atención y confié en su calidad a tenor del espectacular plantel de actores que la constituía, no obstante, y una vez visionado el primer cuarto de hora de metraje, te percatas de que esto no es más que una premisa para un nuevo proyecto español, fallido desde su concepción, en torno a un personaje histórico trascendental en nuestra cultura. Lope bien podría haber imitado a Las aventuras amorosas del joven Moliere, la ligera y atractiva apuesta del cine francés por una figura francamente similar interpretada de modo algo gamberro por Romain Duris, pero se queda a medio camino entre el mero relato de sus escarceos pasionales y la trascendencia de su planteamiento dramático. Finalmente, todo queda en un barullo inconsistente y desprovisto de cualquier ápice de originalidad.
Ambientada en el Madrid de 1588, la cinta nos presenta a un joven Lope recién llegado de la guerra, pobre y endeudado tras la muerte de su madre. Para escapar de su difícil situación decide escribir comedias sirviéndose de su evidente talento y técnicas dramáticas desconocidas en el país, por lo que no contará con demasiados obstáculos para enrolarse en la compañía de un dramaturgo veterano (Juan Diego) que pronto se sentirá amenazado por la juventud de Lope. Pero éste no se detendrá ante nada y agravará aún más sus problemas al sumergirse en un peligroso triángulo amoroso con la hija de su jefe (Pilar López de Ayala) y otra dama (Leonor Watling) a la que pretende un poderoso marqués.
Resulta desolador que el principal atractivo de Lope sea el descubrimiento progresivo de los grandes intérpretes que aparecen en pantalla, la mayoría en pequeños roles. Así, podremos disfrutar de Luis Tosar, Antonio de la Torre, Juan Diego, Jordi Dauder o Antonio Dechent, todos ellos ataviados con ropajes de época y barbas de algunas semanas. Es una lástima que su protagonista, Alberto Ammann, no esté a la altura de unos secundarios de excepción dando vida a Lope. El joven actor argentino, tras el enorme éxito de Celda 211, por la que consiguió el Goya al Mejor Actor Revelación, no logra confeccionar un personaje atractivo, redondo; suscita una sensación permanente de falta de plenitud o credibilidad, probablemente contagiado por el escaso espíritu de la cinta. La réplica eficaz la aporta Leonor Watling, en mi opinión, siempre brillante, y Pilar López de Ayala, correcta en la mayor parte de sus películas (y especialmente en Las 13 Rosas).
Lope discurre con ritmo cadencioso, aburrido y sin grandes destellos visuales para ser una superproducción. Su director, Andrucha Waddington, no se complica en demasía a la hora de filmar un ambiente de época bien recreado aunque con una evidente falta de imaginación estética. Cuando los créditos aparecen sobre la pantalla negra, el recuerdo muere, intrascendente, sin ni siquiera un poso de desasosiego o signo de haber vivido una experiencia fílmica; muy al contrario, sientes una extraña alegría por que esta haya finalizado, como un producto más de usar y tirar.
 Me pregunto dónde queda ese aire épico que tan empecinadamente anunciaba a bombo y platillo la cadena de televisión que produce la cinta. Si esta es la mejor película española del año, mal vamos.

Cuadernos de... George Clooney

Comenzamos una nueva andadura en este blog con miras a hacer un retrato del que creemos que puede convertirse en el protagonista del mes. No pretendemos hacer apología de nadie en particular sino hacer un perfil, que no biografía (que ya hay muchas) sobre un personaje en cuestión cada treinta días. Un retrato de vida personal y profesional para intentar acercanos a nuestro protagonista del mes.
En este septiembre, primero de nuestra nueva sección, hemos decidido comenzar por el que ya es personaje clave del mes en Estados Unidos, George Clooney, un actor cuyo carisma dentro y fuera de la pantalla sobrepasa lo imaginable. Un hombre que cae bien y cae mal a partes desiguales. Las mujeres y revistas de belleza por considerarlo "hombre más sexy del mundo" durante varios años seguidos y los hombres por envidia o admiración al tener un espejo de elegancia, clase y buenas maneras donde poder mirarse.
Clooney es un hombre que lleva el espectáculo introducido en la sangre. Hijo de Nick Clooney, presentador de televisión, sobrino de José Ferrer y Rosemary Clooney, una popular cantante norteamericana. Nacido el 6 de mayo de 1961 en Lexington, Kentucky, tuvo una infancia rodeada de cámaras en los platós donde trabajaba su padre. Así nació su afición a estar delante y detrás de estos aparatos de imagen. Pero su gran afición siempre fue el deporte nacional americano: el béisbol. Quiso ser profesional de este deporte, pero una lesión le impidió cumplir su objetivo.
Todo el mundo conoce a Doug Ross, su personaje en Urgencias, el que le dio fama internacional. Un pediatra muy bueno en su trabajo pero muy descuidado en su vida personal. Sin embargo, lo que nadie sabe es que George Clooney tuvo unos inicios bastante irregulares. Cintas de muy baja calidad como Return to Horror High, El Retorno de los Tomates Asesinos o Surf Connection son algunos de los títulos con los que el actor comenzaba a labrarse una carrera en el mundo del cine.
Entre película y película tuvo tiempo de casarse con Talia Balsam, hija del actor Martin Balsam, con la que estuvo hasta 1993, cuando se divorció y comenzó la maldición del "soltero de oro" de Hollywood.
1994 sería el año clave para Clooney al ofrecerle los productores de Urgencias uno de los papeles protagonistas junto a Anthony Edwards, Eriq La Salle y Julianna Margulies. Esta fantástica serie de médicos se convirtió en toda una referencia para generaciones de jóvenes y adultos que crecieron en la década de los 90. Sin embargo, fue el comienzo del odio de muchas personas hacia Televisión Española por retirar la serie sin previo aviso cuando comenzaba a ponerse más interesante.
Tras Urgencias, llegó en 1995 la película con la que saltaría al estrellato y con la cual comenzaría una meteórica carrera que le llevaría a trabajar con los nombres más destacados del reciente mundo del cine. Abierto Hasta el Amanecer, junto a Quentin Tarantino y Harvey Keitel, supondría el punto de partida de una larga lista de películas, algunas de ellas deplorables (léase Batman & Robin), que le encumbrarían a convertirse en uno de los actores más destacados de la Historia del Cine.
Títulos como Un Día Inolvidable, El Pacificador, Un Romance Muy Peligroso, La Delgada Línea Roja (en la cual sólo lo vemos en los diez minutos finales y ni siquiera aparece acreditado), Tres Reyes o La Tormenta Perfecta son muestras de los destacados primeros años de un actor que ya empezaba a ser carismático además del simple guaperas.
Sin embargo, su carrera tornaría en un sentido mucho más profesional al asociarse con Steven Soderbergh y fundar la productora que les daría a ambos sus mayores éxitos: Section Eight. Con ella, hicieron películas como Ocean´s Eleven, Ocean´s Twelve, Ocean´s Thirteen, Syriana o El Buen Alemán, en las cuales trabajaron juntos como director (excepto Syriana) y actor.
Pero entre uno y otro trabajo con Soderbergh, ha tenido tiempo para trabajar con dos de los directores de referencia de los últimos veinte años: Ethan y Joel Coen. Juntos, crearon la llamada "trilogía idiota" con magistrales cintas como Quemar Después de Leer, Crueldad Intolerable y Oh Brother!, siendo esta última la más "idiota" de todas.
En 2002 inició su andadura como director con una extraña pero curiosa película llamada Confesiones de una Mente Peligrosa, la cual merece la pena contemplar por ver como se divierte con sus amigos Brad Pitt y Matt Damon o los comienzos de Sam Rockwell y la recuperación de Drew Barrymore. Una carrera como director que continuó con una grandísima cinta en blanco y negro sobre el periodismo de Edward R. Murrow en la época de la caza de brujas. Una cinta que estuvo nominada a 6 Oscar (incluyendo mejor película, director, actor y guión) y que cosechó excelentes críticas. Por último, y con algo menos de suerte, dirigió Ella es el Partido, una auténtica tontería en forma de comedia romántica con Renée Zellwegger y que resultó un cierto fracaso pasando sin pena ni gloria del cine al DVD. Actualmente prepara una cinta sobre las elecciones en el Partido Demócrata en 2004. Sus protagonistas podrían ser el propio Clooney, Phillip Seymour Hoffman, Paul Giamatti y Evan Rachel Wood.

Un actor comprometido con la realidad social, simpatizante del Partido Demócrata e incansable luchador a favor de los derechos humanos y la ayuda humanitaria, dirigió el telemaratón que se celebró en Estados Unidos para recaudar fondos para ayudar a Haiti tras el trágico terremoto. Fue nombrado Mensajero de la Paz de la ONU y su primer destino fue la ciudad sudanesa de Darfur, donde ha trabajado sin descanso con el fin de proteger los derechos humanos del pueblo afectado por las guerrillas. Su labor humanitaria ha sido reconocida en todo el mundo y sus compañeros de profesión le entregaron en la pasada ceremonia de los Emmy, el galardón honorífico.
George Clooney, un hombre conocido por su imagen de hombre elegante y galán al más puro estilo del cine clásico, fundó una empresa de asesoría de imagen con clientes muy importantes como el actual presidente Barack Obama, para quien hizo campaña electoral durante el pasado año.
Nominado a 5 Oscar, de los cuales solo ganó 1 al mejor actor de reparto (Syriana); 9 nominaciones a los Globos de Oro y ganador de 3 premios (Urgencias, O Brother y Syriana); 6 veces candidato al BAFTA británico y 10 veces nominado al premio del Sindicato de Actores, galardonado en 4 ocasiones (mejor reparto de televisión - Urgencias).

Estas son las credenciales de un actor único e irrepetible. Tan admirado como odiado y tan simpático como solterón, ha cautivado el corazón de miles y miles de fans (entre los que tengo el honor de incluirme) que seguimos todas y cada una de sus películas como si fuera la primera. Con ganas de ver la siguiente a la espera de que no nos decepcione y siga con su carrera, aún corta pero de una calidad poco comparable.
El viernes 17 de septiembre se estrena su nueva película, El Americano. Éxito en Estados Unidos, con 16 millones de dólares recaudados en cuatro días. La primera película en la que interpreta a un villano. ¿Será un punto de inflexión? ¿Supondrá su segundo Oscar?
Esperemos a ver que ocurre.

El milagro creativo de las Sitcom; Breve repaso por el reverso cómico de la Edad Dorada de la televisión


La comedia en televisión parece haber encontrado su particular fórmula del éxito, y esta sin duda, lleva aparejado el nombre anglosajón de sitcom. Concebida como una eficaz "escoba" de las audiencias en los preliminares del prime time,  la sitcom o situation comedy (comedia de situación) es un formato televisivo de tiempo reducido, en torno a los 20 minutos de metraje, que desarrolla buena parte de su acción en tres o cuatro decorados con un número limitado de protagonistas, siempre inferior a la media docena. Esta evidente sencillez formal se erige como la aliada idónea para la sucesión de gags visuales y tramas que concluyen en el mismo episodio, suscitando una agradable sensación de ligereza y falta de pretensiones. Sin embargo, esto no asegura de ningún modo el éxito apabullante que han cosechado las sitcom. Más allá de sus características televisivas, la nueva comedia estadounidense es un hallazgo creativo en toda regla, una genialidad fruto de la inventiva de una incipiente clase de guionistas y creadores que han renovado las claves de un género agotado en sus  patrones tradicionales.
De hecho, en la pantalla grande la comedia vive, a mi entender, un momento crítico por su falta de originalidad y la estupidez de sus planteamientos, a pesar de que muchos reivindiquen a Judd Apatow y su legión de seguidores como el futuro del género. Estrellas como Adam Sandler, Ben Stiller, Chris Rock o Martin Lawrence rozan ya el patetismo, desgastados por la su incesante y particular repetición de tics y cansina verborrea, mientras que nuevas figuras como el hierático y sensacional Steve Carell no pueden desembarazarse de sus emblemáticos roles en televisión, concretamente en The Office. La comedia estadounidense se ha vuelto blanda, cansina, falsamente transgresora y muy apegada al espectáculo con el objetivo de aglutinar al mayor número de públicos posibles. Únicamente casos aislados como el de Resacón en Las Vegas o 500 días juntos lograron subir algo el nivel, por lo general mediocre y cazurro.
Curiosamente, las apuestas cinematográficas dramáticas parecen seguir una dinámica similar a la de su reverso cómico; las grandes historias, los personajes complejos, los intérpretes reconocidos y, en definitiva, la originalidad se mudan a la pequeña pantalla, dando lugar a lo que se ha denominado "la edad dorada de la televisión". No es pues de extrañar que la entrega de los premios Emmys, la gala donde se premia a lo más granado de la temporada, comience a levantar más pasiones que unos Oscar depauperados y carentes de interés.
Y precisamente los Emmys de esta edición han confirmado el fenómeno del que aquí venimos dando buena cuenta, la preeminencia de las sitcom dentro de los apartados de comedia. Consesuado por todos ha sido el rotundo triunfo  de la debutante Modern Familiy (que ha estrenado en España recientemente Neox), una serie fresca, divertida, ciertas dosis de irreverencia y con algunas características ideales de la sitcom; seis personajes principales, escasos lugares de grabación y duración en torno a los 20 minutos; que funciona bien por la extravagancia de sus personajes (merecido el premio de secundario para Eric Stonestreet, el homosexual regordete) y la hilaridad absurda de sus actos. Además, se ha impuesto a veteranas como Rockefeller Plaza y Curb your Enthusiasm-Larry David, ambas sitcom de reconocido prestigio y amplio recorrido, The Office, Glee o Jackie con la genial Edie Falco y también considerada sitcom.
Y la lista no acaba aquí, es más, podemos decir que empieza en este punto. Probablemente son las dos series televisivas más famosas de la actualidad; dedicadas especialmente para jóvenes, humor gamberro, evidentes dosis de freakismo, sitcom modélicas, y varias temporadas de éxitos acumuladas sin un ápice de decadencia. Se trata de The Big Bang Theory y Cómo conocí a vuestra madre. La primera, a la espera de su cuarta temporada, nos sitúa en la compleja atmósfera social de un apartamento compartido por dos nerds ("cerebritos") expertos en física cuántica pero absolutamente ignorantes de cómo vivir en el mundo real y sus retos, como, por ejemplo, ligar con chicas. Uno de sus protagonistas, Jim Parsons ha vencido esteaño  a pesos pesados como Carell o Larry David en la categoría de Mejor Actor Principal de los Emmys, y sin duda, no es algo gratuito teniendo en cuenta la construcción de su personaje Sheldon, todo un marciano al que ni siquiera se puede contemplar sin evitar la carcajada.
Cómo conocí a vuestra madre es, por otro lado, una veterana (el 20 de Septiembre estrena su sexta y quizás última temporada) que ha basado su éxito en una original premisa mantenida milagrosamente durante años; uno de sus protagonistas, Ted Mosby, narra a sus hijos la historía que lo llevó hasta su madre aunque, evidentemente, se distraiga infinitamente por el camino con las divertidas experiencias que vivió con el resto de sus compañeros, entre ellos, el apoteósico Barney, en mi opinión uno de los grandes personajes televisivos de la historia (Neil Patrick Harris continúa pidiendo a gritos un premio por ello, pero todas sus nominaciones a los Emmys y Globos de Oro no terminan de fructificar). Esta sitcom es, sin duda, el paradigma de la genialidad de unos creadores que continuan, año tras año, ideando situaciones tan inverosímiles como rematadamente entretenidas; una viva recomendación que no podeis dejar de ver.
Naturalmente, la lista es muy larga y no tenemos espacio (aunque lo haremos más adelante) para referirnos a todas; Dos hombres y medio con Charlie Sheen, Las aventuras de Christine, United States of Tara (creada por Spielberg e interpretada por Toni Collete), Will y Grace, Me llamo Earl, Scrubs  y un largo etcétera. Es realmente desolador que en nuestro país este formato haya brillado por su ausencia ante el voraz interés de los responsables televisivos, más pendientes en los ingresos publicitarios de series de más de una hora que ocupen todo el prime time, que de la propia calidad de las mismas. Así, sólo han sobresalido 7 Vidas, en un poco disimulado intento de imitar a la sitcom por excelencia, Friends, o la repetitiva y burda Escenas de matrimonio.
Las sitcom están de moda y con todo su derecho. Este humilde crítico aficionado al cine no puede más que disuadiros de ver una película cómica de dos horas y el típico y pasteloso final feliz, al tiempo que os anima a disfrutar de tres o cuatro capítulos de estas joyas de la televisión (todas ellas disponibles en la madre-Internet) si realmente quereis sentir cómo la originalidad y el buen rollo os desarma en forma de adicción. ¡Quién me iba a decir que algún día instaría a ver la televisión!

Crítica Malditos Bastardos; O cómo patear los libros de Historia

8/10

Lo se. Llego tarde a esta cita con Tarantino pero hay que dar por finalizado este ciclo-retrospectiva dedicado al genial director de Knoxville (Tennessee) y creador de auténticas obras maestras como Reservoir Dogs, Pulp Fiction o Kill Bill.
A la espera de que estrene su segundo díptico dedicado a la Mamba Negra, he querido dar por finalizado (de momento) este homenaje particular a Tarantino con otra de sus obras magnas: Malditos Bastardos. Una película que yo, gran aficionado a la Historia, me tomé muy en serio cuando la vi y consideré un auténtico despropósito. Pero un segundo visionado más objetivo me abrió los ojos para darme cuenta que había visto una de las grandes películas de la pasada temporada.
Aquí, Tarantino coge un libro de Historia de la Alemania reciente, lo abre por la mitad y lo patea hasta la inconsciencia. Y le salió bien. Con un Brad Pitt inconmensurable y una caterba de secundarios (Eli Roth, Michael Fassbender, Diane Kruger, Daniel Bruhl o Gedeon Buckhart) de auténtico lujo, Tarantino coge la máquina de escribir y traza líneas y líneas de genialidad desbordante. Humor ácido, tragedia, drama y romance se combinan a la perfección en una película que no dejará indiferente a nadie.
Pero sin duda hay tres motivos por los que jamás olvidaré esta película. El primero de ellos se llama Hans Landa, Coronel de las SS interpretado de manera sublime por Christoph Waltz, flamante ganador del Oscar al mejor actor de reparto el pasado año. Waltz construye el segundo villano más malo malísimo de lo que llevamos de década. El primero fue el malogrado Heath Ledger y su Joker en El Caballero Oscuro y ahora hemos tenido ocasión de contemplar a un auténtico bastardo (por no decir algo más fuerte) en esta película que quedará en la retina de los espectadores. Waltz le da a su personaje un toque amargo, frío, dulce, cálido, todo aquello que nos dice que debemos desconfiar de él. Esperemos que la maldición del Oscar no caiga sobre él y nos siga deleitando con grandes personajes.
La segunda razón por la que jamás olvidaré esta cinta se llama Melanie Laurent, una bellísima actriz francesa que me cautivó desde el primer minuto que apareció en la pantalla. Su construcción del delicado personaje de "niña a la que matan a su familia durante una matanza y quiere vengarse del hombre que lo hizo" es simplemente genial. Es toda una femme-fatale que arrebata el alma a todo aquel que se ponga por delante.
Y la tercera y última razón es un cómputo de escenas que confieren a la película todo un aura de genialidad. Desde ese final épico en el teatro hasta la inolvidable escena de Brad Pitt chapurreando otros idiomas cual profesor de idiomas se tratase no tiene precio. Y todo ello ha salido de la pluma de un solo hombre: Quentin Tarantino.
8 nominaciones a los Oscar avalan a esta producción que yo les recomiendo que vean por lo menos dos veces. La primera para salir escandalizados y apagar la televisión. La segunda, para comprender que lo que han visto es, posiblemente, una de las obras maestras de los últimos años. Una cinta desenfadada, divertida y que para nada busca el respeto de todos los historiadores.
Porque para Tarantino, la guerra debía haber sido así. Llena de "malditos bastardos".

Cine en la otra orilla; Ciudad de Dios (Brasil)

8/10


Mi compañero Jesús Benabat, inteligentemente, ha decidido recuperar para este blog todas aquellas películas que nos han llegado al alma, personalmente, de países con una cinematografía excelente pero poco publicitada. Es por eso que mi primera aportación a esta sección de Cine en la Otra Orilla es una cinta brasileña, quizás la que más me ha impactado de todas las que he visto procedentes del cine sudamericano.
Hablo de Ciudad de Dios, una película asfixiante dirigida por Fernando Meirelles (El Jardinero Fiel, A Ciegas). Con una forma de contarnos la historia de su protagonista, Buscapé, a lo largo de varias décadas en las que el pequeño va a evolucionar acompañado de las drogas, la violencia y la pobreza. Es una historia asfixiante, densa y tensa, narrada con un estilo "cámara en mano" que, personalmente, admiro y en un tono documental pseudobiográfico en el que observamos como Buscapé quiere ser fotógrafo, es el sueño de su vida. A medida que avanza el metraje comprobaremos si realmente llega a conseguir su objetivo en la vida, cuando a finales de los 60, con 11 años, quería convertirse en "captador de instantes" o si por el contrario sucumbe ante la complicada situación que vive su barrio, Cidade de Deus, un suburbio de Río de Janeiro.
Es una película dura y áspera pero que refleja la mala vida a la que los capos de la droga y los violentos pistoleros someten a toda la población. ¿Y por qué es una película necesaria? Porque ocurre día a día en todos los lugares del mundo. Es una denuncia en toda regla a la par que un retrato fiel de cientos de lugares del planeta todos los días del año. Gente joven que ve como su vida se termina gracias a la droga o a los disparos de mafiosos cabreados porque no han recibido su asignación mensual. Madres sin trabajo sosteniendo hogares destrozados. Niños pequeños jugando a la pelota en las calles de las ciudades mientras son víctimas de la caída de edificios destrozados por los balazos de los ajustes de cuentas que todas las noches se suceden en esas mismas calles.
No hay infancia, no hay juventud. No hay madurez. Todo ello está lejos de esa tierra. Los que tienen suerte, emigran a México o a Estados Unidos. Y los que tienen fuerza de voluntad, ganas y dinero, vienen a Europa a escapar de un futuro muy irregular.
Ciudad de Dios es una película que trata, bajo la piel de Buscapé, todo esto que hemos comentado. La imposibilidad de la población de enfrentarse a tanto peligro. No podrá salir de casa sin ser asediado por los capos de la droga, para que trabajen para él. Las autoridades no existen y la única ley es la de la violencia.
Es una cinta ampliamente reconocida incluso entre los últimamente degenerativos certámenes de premios. Consiguió 4 nominaciones a los Oscar (director, guión, fotografía y montaje), nominada al Globo de Oro a la mejor película extranjera, un premio que consiguió tanto en el respetado Círculo de Críticos de Nueva York como en el Festival de Toronto.
Visionado recomendado, aunque nada agradable, de una de las películas más necesarias que nos han llegado desde Brasil, un país que siempre aporta grandes metrajes a la cinematografía mundial y que tendremos tiempo de tratar en esta nueva sección que abrimos en este mes de septiembre: Cine en la Otra Orilla.
Disfrutadla.

Cine en la Otra Orilla; Voces Inocentes (México)


7/10
Siguiendo las pautas maniqueístas de la historia oficial, la Guerra Fría ha sido tradicionalmente abordada como un conflicto ideológico que enfrentó a las dos grandes potencias del mundo tras el final de la II Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética, en razón de la antagónica dicotomía  capitalismo-comunismo. Ambos sistemas político-económicos fueron banderas bajo las que se cobijaron distintas naciones que poca o ninguna relación guardaban con los nuevos gendarmes internacionales. Sin embargo, estos no dudaron en inmiscuirse activamente en la resolución de conflictos internos, desplazando las tensiones globales a escenarios apartados de las áreas de influencia. Es el caso de Corea, Vietnam, Afganistán o Israel, como las grandes manifestaciones de la contienda. Pero hubo muchas más, aunque silenciadas. Reagan las denominó "guerras de baja intensidad" y afloraron en zonas deprimidas de África y América Latina. La Guerra Civil que asoló El Salvador en la década de los 80 fue una de esas representaciones trágicas a escala reducida de la fingida contraposición de modelos; sin embargo, al contrario que en EEUU y la URSS, allí si murieron personas.
El director mexicano Luís Mandoki desciende al terreno de los barrizales suburbanos de la capital del pequeño país centroamericano, San Salvador, para mostrar el combate cuerpo a cuerpo, las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, la orfandad abrumadora de cientos de niños obligados a crecer demasiado rápido. Voces inocentes es una película desgarrada y valiente que centra su mirada en esos niños, los daños colaterales de una operación estratégica según la terminología política al uso, y el complejo mundo en el que crecieron, atrapados entre dos fuegos. Por un lado, las Fuerzas Armadas Nacionales de El Salvador, el poder militar tiránico sostenido por la Administración Reagan (que proveyó abundante material militar e instrucción). Por otro, las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (FPLFM), un conglomerado de fuerzas de izquierdas simpatizantes con la causa comunista y lideradas por jóvenes empecinados en acabar con la pobreza generalizada de su país y la corrupción de la clase dominante. En fin, doce años de conflicto con un saldo de 75000 muertos y otros miles de desaparecidos, muchos de ellos niños que fueron asesinados o vendidos al extranjero.
La película sigue los pasos de Chava, un niño de once años que saca coraje de su joven espíritu para proteger a su madre y sus hermanos tras la partida de su padre a México, quien nunca más volvería. Ellos viven en Cuscatancingo, un pequeño pueblo de la periferia de la capital tomado por la guerra como campo de batalla entre sendos frentes y donde, cada noche y tras el pertinente toque de queda, las balas de las ametralladores atruenan el oscuro cielo salvadoreño, cuando no agujerean las casas de chapa de sus habitantes. De día, Chava acude al colegio con la tranquilidad que le reporta no tener aún los doce años que el ejército nacional estima como edad idónea para iniciar el servicio militar, arrastrando a los niños desde sus clases e imponiéndoles el fusil como único acompañante. Ya se han llevado a muchos de sus amigos y el miedo al inexorable momento de su bautismo como adulto se vuelve cada vez más intenso. Sin embargo, Chava no renuncia a los sencillos placeres de niño, a jugar con sus compañeros y hermanos, a congraciarse con el cariño materno o incluso a encontrar el amor en una de las chicas de su clase.
Voces Inocentes te mantiene en vilo con el corazón palpitante, te hace identificarte con su protagonista, y vives con él cada giro del destino, cruel en la mayoría de las ocasiones. Mandoki abusa a ratos de cierto sentimentalismo (no olvidemos que el realizador mexicano ya jugó con el pasteleo en su etapa norteamericana con títulos como Cuando un hombre ama a una mujer o Mensaje en una botella), pero se le termina por perdonar en virtud de  la fuerza de su historia y la ternura que le insufla Carlos Padilla a su personaje. Se trata de una de esas películas que dejan poso, que a la mañana siguiente continúan instaladas en tu mente persiguiéndote con una turbadora imagen de la tragedia que narran. Y es que, sin duda alguna, aquí hablamos de una tragedia, la que vivieron miles de niños obligados a adoptar la violencia como modo de vida cuando aún no conocían lo que significaba la muerte, convertidos en máquinas de matar con un desdichado futuro por delante repleto de odio y culpa.
Más allá de su impacto dramático, Voces Inocentes es una interesante apuesta por recobrar un pasado cercano aunque olvidado por los intereses de los que escriben la historia. Mandoki sostiene el ritmo con habilidad, introduciendo elementos cómicos entre tanta violencia, y utilizando un estilo visual poderoso y efectista como un elemento más a la hora de vivir la experiencia que supone la película.
Cine comprometido para iniciar una sección en la que abordaremos la particular y rica oferta que nuestros vecinos de la otra orilla, de América Latina, nos proponen ante nuestra inusitada e injusta indiferencia.