Billy Wilder, como ya analizamos en Con Faldas y a lo Loco, está considerado como uno de los maestros de la comedia del Hollywood clásico. Sin embargo, y pese a haber rodado todo tipo de secuencias mágicas para los amantes de su cine, encontramos algunas obras irregulares aunque disfrutables al máximo.
Es el caso de Bésame Tonto, una de esas películas que no han pasado a la Historia del Cine por ser una comedia endiablada pero sí por algunos aspectos que se han considerado como innovadores o, cuanto menos, revolucionarios. En esta ocasión, rodada en 1964, nos presenta una cinta con una sexualidad demasiado latente que, aunque no equiparable a la Lolita de Stanley Kubrick de 1962, conserva elementos que la hicieron ser criticada por sectores conservadores dentro del público y la prensa norteamericanos.
La presencia del conquistador Dean Martin sumado a las inmorales estrategias de Ray Walston para librarse de su mujer así como ese ombligo de Kim Novak que embaucó a miles de hombres hicieron que la película tuviese ciertos problemas en su exhibición y en la distribución incluso de su cartel original. Ahí se veía a Novak con el vestido demasiado levantado y sirviendo bebida en la copa de Dean Martin directamente desde su zapato, en un acto considerado como lujurioso y fetichista.
Pese a ser una comedia muy divertida en su comienzo, la película termina por hacerse algo larga en el tramo final antes de descubrirse todo el pastel en el que los unos terminan por acostarse por los que menos nos podíamos imaginar. Impagables son las secuencias en las que Ray Walston, quien realizó el papel en sustitución de Peter Sellers por su infarto, aparece con una sudadera con el rostro de Beethoven. Quizás, los menos iniciados, consideremos la presencia de Dean Martin como sobrante. Sus escenas son de todo menos destacadas y termina por convertirse en el típico rostro famoso que acompaña la función pese a sus esfuerzos por hacer chistes un tanto verdes.
La mirada hacia la consecución del sueño americano que realiza Billy Wilder en esta película resulta tan irónica, cínica y mordaz como lo son la mayor parte de las obras del director. Experto en reflejar la psicología humana y las relaciones, a veces malignas, entre los seres que pueblan las calles de todas las ciudades en las que se desarrollan sus tramas, Billy Wilder homenajea lo peor del ser humano por conseguir fama, dinero y fortuna a costa de todo aquel que pueda ayudarle y sin pensar en las posibles consecuencias.
Es el caso de Bésame Tonto, una de esas películas que no han pasado a la Historia del Cine por ser una comedia endiablada pero sí por algunos aspectos que se han considerado como innovadores o, cuanto menos, revolucionarios. En esta ocasión, rodada en 1964, nos presenta una cinta con una sexualidad demasiado latente que, aunque no equiparable a la Lolita de Stanley Kubrick de 1962, conserva elementos que la hicieron ser criticada por sectores conservadores dentro del público y la prensa norteamericanos.
La presencia del conquistador Dean Martin sumado a las inmorales estrategias de Ray Walston para librarse de su mujer así como ese ombligo de Kim Novak que embaucó a miles de hombres hicieron que la película tuviese ciertos problemas en su exhibición y en la distribución incluso de su cartel original. Ahí se veía a Novak con el vestido demasiado levantado y sirviendo bebida en la copa de Dean Martin directamente desde su zapato, en un acto considerado como lujurioso y fetichista.
Pese a ser una comedia muy divertida en su comienzo, la película termina por hacerse algo larga en el tramo final antes de descubrirse todo el pastel en el que los unos terminan por acostarse por los que menos nos podíamos imaginar. Impagables son las secuencias en las que Ray Walston, quien realizó el papel en sustitución de Peter Sellers por su infarto, aparece con una sudadera con el rostro de Beethoven. Quizás, los menos iniciados, consideremos la presencia de Dean Martin como sobrante. Sus escenas son de todo menos destacadas y termina por convertirse en el típico rostro famoso que acompaña la función pese a sus esfuerzos por hacer chistes un tanto verdes.
La mirada hacia la consecución del sueño americano que realiza Billy Wilder en esta película resulta tan irónica, cínica y mordaz como lo son la mayor parte de las obras del director. Experto en reflejar la psicología humana y las relaciones, a veces malignas, entre los seres que pueblan las calles de todas las ciudades en las que se desarrollan sus tramas, Billy Wilder homenajea lo peor del ser humano por conseguir fama, dinero y fortuna a costa de todo aquel que pueda ayudarle y sin pensar en las posibles consecuencias.
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