Nunca una película supo darnos tantas de cal y tantas de arena. Mi compañero en este blog, Jesús Benabat, ya analizó El Apartamento definiéndola como una de las películas de su vida. Y yo, en este ciclo Billy Wilder donde tantas alegrías estamos encontrando, voy a hacer lo propio.
El Apartamento es todo lo que el cine está llamado a ser. Combinando a la perfección la comedia, el drama, e incluso, la tragedia, Billy Wilder da una auténtica lección de maestría detrás de la cámara y se convierte en un cineasta universal gracias a la tierna y cruel historia de C.C. Baxter, un empleado de una compañía de seguros interpretado de manera sobresaliente por un Jack Lemmon en plenitud.
Un Jack Lemmon cuya mayor virtud fue siempre saber pasar de la comedia al drama sin mover un solo músculo de su cuerpo. La versatilidad de este intérprete sirvió para ilustrar los manuales de la época sobre interpretación. En El Apartamento, se sirve de su propio talento para reflejar en su rostro tanto las situaciones más irrisorias de la película como la ya conocida falta de dignidad de la que hace gala su personaje.
En la función, le acompañan la siempre maravillosa Shirley MacLaine en el papel que los cinéfilos consideramos como el mayor hito de su carrera en el cine y el notable Fred MacMurray, quien ya trabajó con Wilder en otra de sus masterpieces, Perdición. Éste último representa a todos los indeseables y cobardes ejecutivos que huían de su hogar para encontrar simples divertimentos en pobres muchachas rendidas a sus malditos pies. Todos ellos ponen sobre el tapete una de las mejores películas de la Historia del Cine, aquella donde todas las sensaciones que tienen cabida en el ser humano se muestran en su más fría y, a la par, cálida vertiente.
El Apartamento es romántica, cómica, triste, amable, cortante. Esta obra maestra de Billy Wilder nos ofrece la mejor versión sobre nosotros mismos aunque reneguemos de las acciones que lleva a cabo el pobre Baxter. Su dignidad queda por los suelos en cuanto los jefes quieren ir a su apartamento para utilizarlo como, permítame la licencia, “lugar de festejos”. El sacrificio indigno al que se ve esclavizado Lemmon le lleva a convertirse en un directivo de la empresa donde trabaja pero no a costa de su duro trabajo y de las horas extras no reconocidas, sino de los favores que le hace a sus poderosos jefes. Finalmente, en un acto que llevamos esperando todo el metraje, Baxter toma la firme decisión de abandonar el barco por la puerta grande.
El espectador, gracias a las mágicas líneas escritas por Billy Wilder y I.A.L. Diamond, posee una complicidad con Baxter e, incluso habrá quien se sienta identificado con su manera de actuar, bien por amor o bien buscando éxito. El personaje de Shirley MacLaine posee una dulzura pero, a la vez, una crueldad manifiesta. Nos compadecemos de su situación pero más de uno ha caído en las redes de quien no debía por la consabida ceguera que provoca el amor. Baxter y la ascensorista se encuentran al final de la película en uno de esos finales que los cinéfilos siempre tenemos en mente cuando recordamos cuáles son las mejores películas que han pasado por nuestras retinas.
Billy Wilder sabía tratar al espectador con una complicidad que rebasaba los límites de la gran pantalla. En El Apartamento encontramos un estudio fidedigno del comportamiento humano ante términos tan utilizados pero tan desconocidos como son los de dignidad, éxito, amor o fracaso. Nuestra condición de personas nos lleva a necesitar que nos muestren como actuamos en determinadas situaciones. Baxter es un manual en sí mismo, como son todos los personajes hallados en las películas de Billy Wilder. El Apartamento es una película sobresaliente, de aquellas que jamás debemos olvidar y que hoy, con los aires nuevos que sostiene el cine, sigue aleccionado a todo aquel que se acerca a ella sin previo conocimiento.
El uso de elementos narrativos como el del espejo roto simbolizan el pacto de complicidad que llevamos analizando en el cine de Wilder en toda esta semana. Por si fuera poco, el cineasta complementa sus guiones con interpretaciones poderosas de los mejores actores que existían en la época creando una atmósfera de sinceridad como pocas obras han analizado en la Historia del Cine.
El Apartamento es una obra maestra incontestable. La envidia que nace de nuestro fuero interno de haber disfrutado de una película semejante otorga una satisfacción nunca comparada por otra sensación dentro de un cinéfilo. Gracias a El Apartamento, podemos cambiar algunos de nuestros comportamientos y recordar que, pese a la mala uva que reina en nuestra sociedad, siempre podemos cortar la baraja y dejarnos llevar.
El Apartamento es todo lo que el cine está llamado a ser. Combinando a la perfección la comedia, el drama, e incluso, la tragedia, Billy Wilder da una auténtica lección de maestría detrás de la cámara y se convierte en un cineasta universal gracias a la tierna y cruel historia de C.C. Baxter, un empleado de una compañía de seguros interpretado de manera sobresaliente por un Jack Lemmon en plenitud.
Un Jack Lemmon cuya mayor virtud fue siempre saber pasar de la comedia al drama sin mover un solo músculo de su cuerpo. La versatilidad de este intérprete sirvió para ilustrar los manuales de la época sobre interpretación. En El Apartamento, se sirve de su propio talento para reflejar en su rostro tanto las situaciones más irrisorias de la película como la ya conocida falta de dignidad de la que hace gala su personaje.
En la función, le acompañan la siempre maravillosa Shirley MacLaine en el papel que los cinéfilos consideramos como el mayor hito de su carrera en el cine y el notable Fred MacMurray, quien ya trabajó con Wilder en otra de sus masterpieces, Perdición. Éste último representa a todos los indeseables y cobardes ejecutivos que huían de su hogar para encontrar simples divertimentos en pobres muchachas rendidas a sus malditos pies. Todos ellos ponen sobre el tapete una de las mejores películas de la Historia del Cine, aquella donde todas las sensaciones que tienen cabida en el ser humano se muestran en su más fría y, a la par, cálida vertiente.
El Apartamento es romántica, cómica, triste, amable, cortante. Esta obra maestra de Billy Wilder nos ofrece la mejor versión sobre nosotros mismos aunque reneguemos de las acciones que lleva a cabo el pobre Baxter. Su dignidad queda por los suelos en cuanto los jefes quieren ir a su apartamento para utilizarlo como, permítame la licencia, “lugar de festejos”. El sacrificio indigno al que se ve esclavizado Lemmon le lleva a convertirse en un directivo de la empresa donde trabaja pero no a costa de su duro trabajo y de las horas extras no reconocidas, sino de los favores que le hace a sus poderosos jefes. Finalmente, en un acto que llevamos esperando todo el metraje, Baxter toma la firme decisión de abandonar el barco por la puerta grande.
El espectador, gracias a las mágicas líneas escritas por Billy Wilder y I.A.L. Diamond, posee una complicidad con Baxter e, incluso habrá quien se sienta identificado con su manera de actuar, bien por amor o bien buscando éxito. El personaje de Shirley MacLaine posee una dulzura pero, a la vez, una crueldad manifiesta. Nos compadecemos de su situación pero más de uno ha caído en las redes de quien no debía por la consabida ceguera que provoca el amor. Baxter y la ascensorista se encuentran al final de la película en uno de esos finales que los cinéfilos siempre tenemos en mente cuando recordamos cuáles son las mejores películas que han pasado por nuestras retinas.
Billy Wilder sabía tratar al espectador con una complicidad que rebasaba los límites de la gran pantalla. En El Apartamento encontramos un estudio fidedigno del comportamiento humano ante términos tan utilizados pero tan desconocidos como son los de dignidad, éxito, amor o fracaso. Nuestra condición de personas nos lleva a necesitar que nos muestren como actuamos en determinadas situaciones. Baxter es un manual en sí mismo, como son todos los personajes hallados en las películas de Billy Wilder. El Apartamento es una película sobresaliente, de aquellas que jamás debemos olvidar y que hoy, con los aires nuevos que sostiene el cine, sigue aleccionado a todo aquel que se acerca a ella sin previo conocimiento.
El uso de elementos narrativos como el del espejo roto simbolizan el pacto de complicidad que llevamos analizando en el cine de Wilder en toda esta semana. Por si fuera poco, el cineasta complementa sus guiones con interpretaciones poderosas de los mejores actores que existían en la época creando una atmósfera de sinceridad como pocas obras han analizado en la Historia del Cine.
El Apartamento es una obra maestra incontestable. La envidia que nace de nuestro fuero interno de haber disfrutado de una película semejante otorga una satisfacción nunca comparada por otra sensación dentro de un cinéfilo. Gracias a El Apartamento, podemos cambiar algunos de nuestros comportamientos y recordar que, pese a la mala uva que reina en nuestra sociedad, siempre podemos cortar la baraja y dejarnos llevar.
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