Alabada crítica contra el llamado “cuarto poder” en la que un omnipresente Kirk Douglas se encarga de que los periodistas quedemos como unos avariciosos y sin escrúpulos personajillos en busca de cualquier excusa para saciar nuestras ansias de poder.
Y no es ninguna mentira lo que cuenta Billy Wilder en esta cinta. Ese bordado que reza “Diga la Verdad” jamás estuvo tan bien ubicado en una escena en toda la Historia del Cine. Billy Wilder, en un ejercicio, quizás, de los menos publicitados de toda su filmografía, realiza un estudio del periodismo en la época que permanece inmutable al paso de los años. Incluso hay quien se atreve a decir que toda la profesión, encarnada en la figura de Douglas, ha empeorado considerablemente con el paso de los años.
El periodismo, o la información, es una ciencia implacable, llena de obsesiones, malas interpretaciones y manipulación. Por mucho que se quiera limpiar su imagen, todas y cada una de las líneas del guión de El Gran Carnaval resumen todo aquello que un periodista ansía para saciar sus ansias económicas y de fama. Del simple hecho de un hombre atrapado en una cueva, un periodista es capaz de sacar decenas de artículos que no tienen absolutamente nada que ver con lo que está sucediendo.
Billy Wilder sabía perfectamente lo que el Periodismo significaba en aquella época. En los años 50, los grandes magnates ya se habían relajado un poco pero en épocas anteriores eran ellos mismos los que, como dice Kirk Douglas en cierto momento del metraje, “si hace falta salgo a la calle y muerdo a un perro.” Todo vale con tal de sacar una noticia y los profesionales de aquel entonces eran los que controlaban, no solo su poder en la opinión pública, sino todos los entresijos de los lugares en los que trabajan.
El Gran Carnaval es un baile de máscaras. Unas máscaras que alimentan las ansias de curiosidad de unos pocos y enriquecen a otros tantos. El Gran Carnaval es uno de esos bailes de género que tanto gustaban a Billy Wilder y en los que tan bien se defendía. Si ayer hablábamos de su reinvención del cine negro, no debemos olvidar que esta película sirvió de base para las futuras producciones sobre algo tan controvertido como es el uso que hacen los periodistas de las cosas que suceden a su alrededor. El propio Wilder realizó otra destacada película de esta misma temática algunos años después, en Primera Plana, poniendo en el paredón a los periodistas interpretados por Walter Matthau y Jack Lemmon.
Sin embargo, El Gran Carnaval ha aguantado el peso de los años en lo que a temática se refiere. Incluso sabemos que la realidad supera a la ficción. Sin embargo, la excesiva presencia, imponente por otro lado, de un Kirk Douglas demasiado sobrado en su caracterización convierten a la película en un entramado de complejas quejas, reclamaciones y sugerencias contra los medios de comunicación y su abuso de poder con respecto a los menos agraciados.
Una obra maestra del cine de periodistas, debería ser un manual de buenas prácticas para todo aquel estudiante de Periodismo que ansíe trabajar en un medio a las órdenes de algún, con toda probabilidad, tiránico jefe muy distinto al que aparece en la película, hecha por otro lado para el lucimiento del mítico mentón de un Kirk Douglas que nada como pez en el agua.
Y no es ninguna mentira lo que cuenta Billy Wilder en esta cinta. Ese bordado que reza “Diga la Verdad” jamás estuvo tan bien ubicado en una escena en toda la Historia del Cine. Billy Wilder, en un ejercicio, quizás, de los menos publicitados de toda su filmografía, realiza un estudio del periodismo en la época que permanece inmutable al paso de los años. Incluso hay quien se atreve a decir que toda la profesión, encarnada en la figura de Douglas, ha empeorado considerablemente con el paso de los años.
El periodismo, o la información, es una ciencia implacable, llena de obsesiones, malas interpretaciones y manipulación. Por mucho que se quiera limpiar su imagen, todas y cada una de las líneas del guión de El Gran Carnaval resumen todo aquello que un periodista ansía para saciar sus ansias económicas y de fama. Del simple hecho de un hombre atrapado en una cueva, un periodista es capaz de sacar decenas de artículos que no tienen absolutamente nada que ver con lo que está sucediendo.
Billy Wilder sabía perfectamente lo que el Periodismo significaba en aquella época. En los años 50, los grandes magnates ya se habían relajado un poco pero en épocas anteriores eran ellos mismos los que, como dice Kirk Douglas en cierto momento del metraje, “si hace falta salgo a la calle y muerdo a un perro.” Todo vale con tal de sacar una noticia y los profesionales de aquel entonces eran los que controlaban, no solo su poder en la opinión pública, sino todos los entresijos de los lugares en los que trabajan.
El Gran Carnaval es un baile de máscaras. Unas máscaras que alimentan las ansias de curiosidad de unos pocos y enriquecen a otros tantos. El Gran Carnaval es uno de esos bailes de género que tanto gustaban a Billy Wilder y en los que tan bien se defendía. Si ayer hablábamos de su reinvención del cine negro, no debemos olvidar que esta película sirvió de base para las futuras producciones sobre algo tan controvertido como es el uso que hacen los periodistas de las cosas que suceden a su alrededor. El propio Wilder realizó otra destacada película de esta misma temática algunos años después, en Primera Plana, poniendo en el paredón a los periodistas interpretados por Walter Matthau y Jack Lemmon.
Sin embargo, El Gran Carnaval ha aguantado el peso de los años en lo que a temática se refiere. Incluso sabemos que la realidad supera a la ficción. Sin embargo, la excesiva presencia, imponente por otro lado, de un Kirk Douglas demasiado sobrado en su caracterización convierten a la película en un entramado de complejas quejas, reclamaciones y sugerencias contra los medios de comunicación y su abuso de poder con respecto a los menos agraciados.
Una obra maestra del cine de periodistas, debería ser un manual de buenas prácticas para todo aquel estudiante de Periodismo que ansíe trabajar en un medio a las órdenes de algún, con toda probabilidad, tiránico jefe muy distinto al que aparece en la película, hecha por otro lado para el lucimiento del mítico mentón de un Kirk Douglas que nada como pez en el agua.
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