Excesivamente sobrevaloradísima intriga judicial que posee dos interpretaciones magníficas orquestadas por Charles Laughton y Tyrone Power. Pese a incluir los elementos más representativos del cine de Billy Wilder, la refinada redacción del guión no consigue cautivar al exigente escritor que compone estas líneas.
Testigo de Cargo es una adaptación de uno de los mejores libros escritos por la reina del suspense. Una Agatha Christie que vivió para ver como uno de los cineastas más destacados de Hollywood llevaba con gran maestría sus páginas a la gran pantalla.
Testigo de Cargo es una adaptación de uno de los mejores libros escritos por la reina del suspense. Una Agatha Christie que vivió para ver como uno de los cineastas más destacados de Hollywood llevaba con gran maestría sus páginas a la gran pantalla.
Pese a ser catalogada como una obra superior de Wilder y poseer una astronómica calificación en diversas páginas de Internet, Testigo de Cargo no pasa de ser una buena película de juicios sustentada por una serie de giros de guión tremendamente efectistas que hacen surgir en el espectador la sensación de estar en una gran trama con un supuesto sobresaliente gran final.
Pero el excesivo refinamiento con el que la película está rodada y lo pedante que llega a resultar en ocasiones el orondo Charles Laughton provocan a cierto sector del público una sensación de hastío y pesadez. El otro sector comprende la coyuntura en la que Wilder se movió a la hora de rodar la película. El cineasta quería rodar una película al más puro estilo Alfred Hitchcock y que le salió profundamente bien.
Este escritor, que intenta vislumbrar lo negativo y positivo de Testigo de Cargo, se halla en la circunstancia de no saber en que polo situarse. Por un lado, he de reconocer que disfruto con esta intriga “tribunalesca” pero por otro lado, llegar a ese final tan atropellado es cuanto menos chocante tras esperar pacientemente el desarrollo de la trama en base a unas líneas de diálogo sublimes así como el reconocimiento de elementos propios del cine de Wilder, véase el humor negro o el uso de la femme fatale.
Pero el excesivo refinamiento con el que la película está rodada y lo pedante que llega a resultar en ocasiones el orondo Charles Laughton provocan a cierto sector del público una sensación de hastío y pesadez. El otro sector comprende la coyuntura en la que Wilder se movió a la hora de rodar la película. El cineasta quería rodar una película al más puro estilo Alfred Hitchcock y que le salió profundamente bien.
Este escritor, que intenta vislumbrar lo negativo y positivo de Testigo de Cargo, se halla en la circunstancia de no saber en que polo situarse. Por un lado, he de reconocer que disfruto con esta intriga “tribunalesca” pero por otro lado, llegar a ese final tan atropellado es cuanto menos chocante tras esperar pacientemente el desarrollo de la trama en base a unas líneas de diálogo sublimes así como el reconocimiento de elementos propios del cine de Wilder, véase el humor negro o el uso de la femme fatale.
En Testigo de Cargo, se unen tres personalidades tumultuosas. Por un lado, un Charles Laughton calificado como uno de los mejores actores que han pasado por la gran pantalla en toda su Historia. De otro, un Tyrone Power que se enfrentaba al último de sus grandes papeles antes de fallecer repentinamente en Madrid mientras rodaba Salomón y la Reina de Saba. Por si fuera poco, nos encontramos con el intento de resurrección del mito que lleva a cabo Wilder con Marlene Dietrich, icono erótico de los años 20 y 30 que quisieron llevar como candidata a los Oscar aquel año por su interpretación en esta película.
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