Los cinéfilos solemos encumbrar como obras maestras diversidad de películas que satisfacen nuestras necesidades en cada género. En este caso, tendemos a considerar Con Faldas y a lo Loco como una de las imprescindibles de la comedia de todos los tiempos. Protagonizada por tres actores de una exquisitez considerable llamados Tony Curtis, Jack Lemmon y Marilyn Monroe, esta película ha pasado a la Historia del Cine como una lección magistral de cómo crear comedias legendarias.
Posiblemente en su mejor estado de forma, Marilyn Monroe triunfó gracias a interpretaciones como las que realizó en esta película donde sabía jugar sus portentosas armas sexuales junto con secuencias inolvidables que demuestran su mejor talento delante de la cámara. Sin embargo, en ocasiones, llegó a hartar a sus propios compañeros de reparto y al incansable director.
Rodada cuando Billy Wilder ya se había hecho uno de los nombres más importantes del Hollywood dorado gracias a sus trabajos en Días Sin Huella, Perdición, Berlín Occidente, El Crepúsculo de los Dioses, El Gran Carnaval o Testigo de Cargo. Había sino nominado cinco veces a los Oscars al mejor director y nueve veces al mejor guión, en ambas categorías. Con Faldas y a lo Loco supuso, no su consagración como director, sino su apoteosis como maestro de ceremonias de las comedias norteamericanas.
Sin duda, lo que todos los cinéfilos recordamos cuando vemos esta película es su impresionante final. Tres palabras que marcan el final de una película donde se refleja el mejor elemento definitorio del cine de Billy Wilder. Su complicidad con el espectador queda de manifiesto en este final en el que un Jack Lemmon travestido confiesa su fechoría ante un inocente anciano terriblemente rendido a sus pies. Uno de los mejores finales de la Historia del Cine para una de esas películas de las que uno se siente orgulloso de haber sido testigo.
Un guión, escrito a medias entre Wilder y uno de sus colaboradores habituales, I.A.L. Diamond, que sirve de bandeja de plata a tres intérpretes que realizan portentosas interpretaciones jamás igualadas. Un Tony Curtis absolutamente entregado a la causa que resulta mucho más atractivo vestido de mujer que en su faceta normal. Un Jack Lemmon cuyas secuencias parlamentando con voz femenina resultan de una comicidad extraordinaria. Y una Marilyn demostrando porqué aun es un mito sexual gracias a cintas como ésta.
Con Faldas y a lo Loco, por si no fuera poco, además de una comedia de enredos es una cinta que analiza los modos de actuar de la Mafia en el contexto de la Ley Seca. Además de hacernos reír, Wilder nos sobrecoge cuando vemos un asesinato brutal contra una pared de ocho personas sin piedad ninguna. El director, como siempre ha hecho, nos da una de cal y otra de arena. Nos ofrece un chiste y nos lo corta en seco para que lo asimilemos antes de ofrecernos algo totalmente nuevo en el mismo metraje. Rodada con un ritmo endiablado, Con Faldas y a lo Loco posee algunas de las secuencias más recordadas de la comedia clásica. Sin duda es una de esas cintas por las que Tony Curtis y Jack Lemmon consideraron su gran suerte por haber estado en el momento oportuno en el lugar adecuado.
Pese a ser considerada una obra maestra de la comedia y, por consiguiente, del cine sólo obtuvo el Oscar al Mejor Vestuario. La cinta cayó en la absurda “norma” de la Academia por la que las comedias pasan a un segundo plano a favor de superproducciones como Ben Hur, que aquel año se coronó con 11 Oscars, convirtiéndose en la película más premiada de la Historia hasta 1997.
Posiblemente en su mejor estado de forma, Marilyn Monroe triunfó gracias a interpretaciones como las que realizó en esta película donde sabía jugar sus portentosas armas sexuales junto con secuencias inolvidables que demuestran su mejor talento delante de la cámara. Sin embargo, en ocasiones, llegó a hartar a sus propios compañeros de reparto y al incansable director.
Rodada cuando Billy Wilder ya se había hecho uno de los nombres más importantes del Hollywood dorado gracias a sus trabajos en Días Sin Huella, Perdición, Berlín Occidente, El Crepúsculo de los Dioses, El Gran Carnaval o Testigo de Cargo. Había sino nominado cinco veces a los Oscars al mejor director y nueve veces al mejor guión, en ambas categorías. Con Faldas y a lo Loco supuso, no su consagración como director, sino su apoteosis como maestro de ceremonias de las comedias norteamericanas.
Sin duda, lo que todos los cinéfilos recordamos cuando vemos esta película es su impresionante final. Tres palabras que marcan el final de una película donde se refleja el mejor elemento definitorio del cine de Billy Wilder. Su complicidad con el espectador queda de manifiesto en este final en el que un Jack Lemmon travestido confiesa su fechoría ante un inocente anciano terriblemente rendido a sus pies. Uno de los mejores finales de la Historia del Cine para una de esas películas de las que uno se siente orgulloso de haber sido testigo.
Un guión, escrito a medias entre Wilder y uno de sus colaboradores habituales, I.A.L. Diamond, que sirve de bandeja de plata a tres intérpretes que realizan portentosas interpretaciones jamás igualadas. Un Tony Curtis absolutamente entregado a la causa que resulta mucho más atractivo vestido de mujer que en su faceta normal. Un Jack Lemmon cuyas secuencias parlamentando con voz femenina resultan de una comicidad extraordinaria. Y una Marilyn demostrando porqué aun es un mito sexual gracias a cintas como ésta.
Con Faldas y a lo Loco, por si no fuera poco, además de una comedia de enredos es una cinta que analiza los modos de actuar de la Mafia en el contexto de la Ley Seca. Además de hacernos reír, Wilder nos sobrecoge cuando vemos un asesinato brutal contra una pared de ocho personas sin piedad ninguna. El director, como siempre ha hecho, nos da una de cal y otra de arena. Nos ofrece un chiste y nos lo corta en seco para que lo asimilemos antes de ofrecernos algo totalmente nuevo en el mismo metraje. Rodada con un ritmo endiablado, Con Faldas y a lo Loco posee algunas de las secuencias más recordadas de la comedia clásica. Sin duda es una de esas cintas por las que Tony Curtis y Jack Lemmon consideraron su gran suerte por haber estado en el momento oportuno en el lugar adecuado.
Pese a ser considerada una obra maestra de la comedia y, por consiguiente, del cine sólo obtuvo el Oscar al Mejor Vestuario. La cinta cayó en la absurda “norma” de la Academia por la que las comedias pasan a un segundo plano a favor de superproducciones como Ben Hur, que aquel año se coronó con 11 Oscars, convirtiéndose en la película más premiada de la Historia hasta 1997.
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