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Esa niña, ya adolescente, llamada Saoirse Ronan debió quedarse tras los muros de los bellos caserones de Expiación o, simplemente, no abandonar el cielo en el que había quedado recluida en The Lovely Bones.
Sin embargo, supongo que por el ansia de dinero o por intentar relanzar su carrera y que no nos olvidemos de ella, ha decidido volver a ponerse a las órdenes de Joe Wright para traernos una de las películas más imbéciles y absurdas que veremos en esta temporada de cine.
Con Hanna confirmo mi teoría que dice que el 95% de las películas con más de dos guionistas son una auténtica tontería. El libreto de esta parece estar escrito por un conjunto de alumnos escogidos por un malvado profesor en alguna escuela perdida en lo más profundo del estado más defenestrado de los Estados Unidos de América. La constante desubicación geográfica a la que se nos somete y frases realmente simples, patéticas y sin sentido alguno inundan la capacidad sensorial de un espectador que, a los quince minutos, ya quiere probar los milagros del suicidio.
He renunciado a esperar al final del metraje para comenzar a escribir sobre esta película. De nuevo, me siento estafado. Muchos son los especialistas que pintaban la película como un thriller renovador, fresco e incluso, exuberante y artesanal, algo que me dejó a merced de la piel de gallina. Sin embargo, desde los diez primeros minutos, he comenzado a vislumbrar que me encontraba ante una somera gilipollez disfrazada tras el nombre del realizador de Expiación u Orgullo y Prejuicio. Una película cuyas escenas se ven venir desde bien lejos limitando la capacidad de sorpresa al espectador que, a la media hora, se siente como un verdadero guionista de Hollywood, al adivinar qué es lo que va a suceder en cada momento y sospechando acertadamente por donde van a ir los tiros, y nunca mejor dicho.
Hasta cuatro son los protagonistas “importantes” en esta cinta. En primer lugar, una niña de catorce años interpretada por Saoirse Ronan, a la cual vemos portando una pistola y escapando de sus captores como una vulgar Jason Bourne o el James Bond más experimentado. Si alguien se cree esto, mal vamos. La incredulidad crece por momentos cuando observamos a la gran Cate Blanchett rebajándose a poner sobre la mesa un rol alejado de sus tremendas capacidades interpretativas. En tercer lugar, ves a Eric Bana en un papel tan “interesante” que terminas por fijarte que tiene las orejas algo más separadas de lo normal que en su rol de padre sufridor en la película. Sin embargo, su escena a lo Matrix en la estación de Metro no tiene precio. Amén de un Tom Hollander del que poco más se supo.
Para más señas, una parte del metraje se desarrolla en España. Una España identificada por el toro de Osborne, por una pandilla de gitanos entonando con una guitarra y un violín, un camping bastante rupestre de Córdoba y dos chavales a los que les encanta el futbolín. Lo de Hollywood con España no es una relación de amor-odio. Es, simplemente, tocar los cojones.
Si usted tiene ganas de ir al cine y encuentra esta película en la cartelera, huya despavorido. Una hora y cincuenta minutos que pueden ser aprovechados en cosas más útiles para el ser humano que contemplar las exageradas estupideces que se suceden tristemente por este pretencioso thriller. Sus escenas de acción provocarán la risa floja en el espectador más curtido y, el que consiga aguantar la totalidad de la versión descargada (que siempre saldrá más barata), agradecerá la siguiente película que sus ojos contemplen.
Sin embargo, supongo que por el ansia de dinero o por intentar relanzar su carrera y que no nos olvidemos de ella, ha decidido volver a ponerse a las órdenes de Joe Wright para traernos una de las películas más imbéciles y absurdas que veremos en esta temporada de cine.
Con Hanna confirmo mi teoría que dice que el 95% de las películas con más de dos guionistas son una auténtica tontería. El libreto de esta parece estar escrito por un conjunto de alumnos escogidos por un malvado profesor en alguna escuela perdida en lo más profundo del estado más defenestrado de los Estados Unidos de América. La constante desubicación geográfica a la que se nos somete y frases realmente simples, patéticas y sin sentido alguno inundan la capacidad sensorial de un espectador que, a los quince minutos, ya quiere probar los milagros del suicidio.
He renunciado a esperar al final del metraje para comenzar a escribir sobre esta película. De nuevo, me siento estafado. Muchos son los especialistas que pintaban la película como un thriller renovador, fresco e incluso, exuberante y artesanal, algo que me dejó a merced de la piel de gallina. Sin embargo, desde los diez primeros minutos, he comenzado a vislumbrar que me encontraba ante una somera gilipollez disfrazada tras el nombre del realizador de Expiación u Orgullo y Prejuicio. Una película cuyas escenas se ven venir desde bien lejos limitando la capacidad de sorpresa al espectador que, a la media hora, se siente como un verdadero guionista de Hollywood, al adivinar qué es lo que va a suceder en cada momento y sospechando acertadamente por donde van a ir los tiros, y nunca mejor dicho.
Hasta cuatro son los protagonistas “importantes” en esta cinta. En primer lugar, una niña de catorce años interpretada por Saoirse Ronan, a la cual vemos portando una pistola y escapando de sus captores como una vulgar Jason Bourne o el James Bond más experimentado. Si alguien se cree esto, mal vamos. La incredulidad crece por momentos cuando observamos a la gran Cate Blanchett rebajándose a poner sobre la mesa un rol alejado de sus tremendas capacidades interpretativas. En tercer lugar, ves a Eric Bana en un papel tan “interesante” que terminas por fijarte que tiene las orejas algo más separadas de lo normal que en su rol de padre sufridor en la película. Sin embargo, su escena a lo Matrix en la estación de Metro no tiene precio. Amén de un Tom Hollander del que poco más se supo.
Para más señas, una parte del metraje se desarrolla en España. Una España identificada por el toro de Osborne, por una pandilla de gitanos entonando con una guitarra y un violín, un camping bastante rupestre de Córdoba y dos chavales a los que les encanta el futbolín. Lo de Hollywood con España no es una relación de amor-odio. Es, simplemente, tocar los cojones.
Si usted tiene ganas de ir al cine y encuentra esta película en la cartelera, huya despavorido. Una hora y cincuenta minutos que pueden ser aprovechados en cosas más útiles para el ser humano que contemplar las exageradas estupideces que se suceden tristemente por este pretencioso thriller. Sus escenas de acción provocarán la risa floja en el espectador más curtido y, el que consiga aguantar la totalidad de la versión descargada (que siempre saldrá más barata), agradecerá la siguiente película que sus ojos contemplen.
Bueno Antonio, he de decirte que he agradecido mucho leer tu crítica, principalmente porque no paraba de escuchar halagos hacia el filme y siempre es bueno leer varias opiniones. Hasta que no la veo no puedo decirte mucho, cuando lo haga volveré a pasar. Por el momento respeto tu opinión y la tendré muy en cuenta a la hora de ver la película.
ResponderEliminar¡Un saludo!
La crítica es fruto del enfado tan monumental que tenía exactamente después de leer tantas críticas benefactoras. Pero yo no suelo pasar por el aro.
ResponderEliminarEstaré encantado de volver a leerte para conocer tu opinión.
Un saludo y muchas gracias!!
Hola Antonio
ResponderEliminarTe he notado enfadado y tenso haciendo ests crítica,..., por otra parte no exenta de mucha razón. Yo la vía hace unos días y tmapoco me cautivó, pero fuí algo más generoso en la nota que le dí,..., tú quizá hayas sio extremadamente frío, más incluso que la propia cinta.
Desde la Ignorancia, Lucas Liz.
Pues a mí me gusto mucho. Se ve que es una peli de contrastes.
ResponderEliminarUn saludo.