Películas para dos vidas; Ninotchka

Las líneas de diálogo de Ninotchka poseen las mejores virtudes del trabajo en la máquina de escribir de dos portentos. Billy Wilder y Charles Brackett trabajaron codo con codo para hacer artífice aquello que calificaban como “el toque Lubitsch”. El cineasta alemán Ernst Lubitsch conocía los entresijos del humor para condensar todo el comportamiento humano en un solo plano. Wilder y Brackett cuestionaban en numerosas ocasiones muchas de las situaciones de sus guiones y siempre se acababan preguntando: “¿Cómo lo haría Lubitsch?
La dirección ejemplar del cineasta germano, sumada al enorme talento de sus dos guionistas y la primera película en la que vemos a aquella gran dama de la pantalla llamada Greta Garbo esbozar su primera sonrisa son motivos suficientes para detenerse en el visionado de Ninotchka, una de las comedias mejor valoradas por generaciones de cinéfilos a lo largo de la Historia del Cine.
El capitalismo a través de los ojos de tres genios. Lubitsch, Wilder y Brackett contraponen la forma de vida de la Unión Soviética, férrea y con creencia en el porvenir justo del obrero, frente al sistema capitalista hundido en mitad de la capital francesa, París. Allí iremos contemplando como los hoteles de lujo y los restaurantes caros son algo más que habitual. Por si fuera poco, el desencadenante de la trama es una venta de joyas a cargo de tres camaradas curtidos en lo más profundo del sovietismo y que se ven embaucados por el brillo y el valor de aquellos diamantes.
La actriz sueca Greta Garbo siempre fue considerada como un férreo rostro que jamás supo lo que era reírse hasta que Ninotchka escribió páginas y páginas sobre la inolvidable secuencia en el restaurante en el que Melvyn Douglas, tras no muchos intentos, consigue hacer que la Garbo suelte una de las carcajadas más sonoras y esperadas de toda la Historia del Cine. Precisamente es el personaje de Douglas el que inspira un cambio de raciocinio en la bolchevique mente de la agente comunista, dividiendo la película en tres actos claramente diferenciados. La publicidad de la película durante su estreno se llenó de la frase "¡Garbo ríe!" celebrando que, por fín, la actriz sueca rompía su pétreo rostro.
El primero de esos actos se inspira en la más absoluta comedia. Tres camaradas rusos y catorce joyas propiedad de una rica condesa. El conflicto está servido cuando llega para mediar la estricta Garbo y se encuentra con un panorama totalmente diferente al que está acostumbrada en su Moscú de referencia. Inolvidable la secuencia de la estación de tren o aquella en la que la actriz sueca coloca una fotografía de Lenin en mitad de la suite más lujosa del hotel más caro de todo París. Un segundo acto donde la comedia desaparece y sobreviene el romanticismo. La carcajada de Greta Garbo diferencia una parte de otra mientras asistimos a la reconversión de la agente comunista en un acto de mimetización ejemplar orquestado por el buen hacer de Lubitsch detrás de la cámara y las palabras escritas por Wilder y Brackett. Finalmente, y coincidiendo con el final de la película, encontramos un desenlace lleno de tristeza al que no haremos referencia alguna por evitar deseos de contar más allá de la trama ya que lo que pretendemos es acercar este clásico al gran público.
Ninotchka es una película inolvidable que demuestra que el cine clásico es la fuente de referencia de la sociedad moderna. Las líneas de Wilder, la dirección de Lubitsch o las interpretaciones de Garbo y Douglas son alicientes más que suficientes para seguir explorando en la maravillosa trayectoria del Séptimo Arte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario