[Crítica] Vivir es fácil con los ojos cerrados

Vuelve David Trueba después de la magistral pieza cuyo título nos transportaba a la capital española a finales de los 80. Y lo hace rindiendo homenaje a la España más optimista, capitaneada por un profesor de inglés que sólo quiere ver cumplido su sueño: llegar a Almería y conocer a John Lennon para hacerle una proposición que cambiará su vida y la de los propios Beatles.
Trueba nos lleva de vuelta a nuestros propios sueños, aquellos que deseamos cumplir y que, por los azares de la vida, nos cuesta trabajo o, simplemente, no hemos podido realizar. La mirada de Javier Cámara es un hálito de vida, sonrisa y optimismo en medio de tanta información falseada, policía con la porra fácil y censura en todos los estratos de la sociedad. Quizás lo más destacado de la película sea el esbozo de simpatía que provoca la sucesión de finales a los que el director nos hace asistir y que nosotros no queremos dejar de mirar.
Parece como si la historia no quisiera abandonarnos, como si Antonio San Román fuese una parte de nosotros, la que siempre quiere mostrarse dispuesto a la aventura, la parte más desenfadada de nuestra vida a pesar de nuestras obligaciones. Y en el camino, nos encontramos con piezas que van encajando en el difícil puzzle de nuestros propósitos. Y aquí es donde aparecen dos actores claves para el desarrollo de la película. Un descubrimiento como hacía muchos años que no sucedía en el cine español, una Natalia de Molina encaramada al recuerdo del espectador y de una película que ensalza cada rostro en cada escena bajo el sol de la Almería de Lennon. De otro lado, Francesc Colomer, aquel niño que nos sobrecogió con Pan negro, de Agustí Villaronga, y que consigue hacerse con secuencias de un poder atronador.
Salir de Vivir es fácil con los ojos cerrados es no parar de recordar los versos de tan maravillosa pieza de The Beatles. Strawberry Fields Forever, incluida en aquel Magical Mistery Tour, deja poso en la cabeza de quien se acerca a la última película de David Trueba, narrada con maestría, con tempo, con una sutileza propia de un autor que sabe de qué está hablando en cada momento. Pisa fuerte sobre un terreno que no se descontrola en ningún momento. Vivir es fácil… es una de esas películas que impulsan el denostado espíritu del cine español y por las que hay que hacer valer el crédito moral que se merecen nuestras películas, nuestros directores y todo el personal que trabaja para iluminar esa pantalla blanca de los cines.
No quiero desperdiciar estas líneas sin recordar a un actor olvidado por el paso del tiempo y por circunstancias ya pasadas. Un Jorge Sanz que demuestra que nunca se llegó a ir sino que seguía esperando una oportunidad y al que le debemos todos los regresos que se quiera marcar.

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