Zack Snyder está perpetrando últimamente una serie de nefastas adaptaciones, secuelas o reinicios (reboot en el argot) que no le están haciendo la justicia que debiera tras una década de éxitos y logros entre los que incluimos Amanecer de los muertos, la propia 300, Watchmen e incluso Ga´Hoole, con sus fallos y virtudes. Sin embargo, El hombre de acero y el guión de 300: El origen de un imperio lo ponen en el disparadero de aquellos más exigentes con un tipo de cine más de género, que no sea una sucesión de secuencias disparatadas y sin orden.
300: El origen de un imperio no le hace ningún favor a su antecesora. De hecho, merecerá más la pena aprovechar el tiempo que dura ésta mal llamada secuela en ver, de nuevo y por enésima vez, aquel logro técnico que supuso 300 con aquel magnético protagonista llamado Leónidas que nos dio frases de oro durante años. En esta nueva cinta de la factoría, los clichés que Snyder utilizó con maestría para introducirse en el bolsillo a crítica y público se repiten hasta la saciedad en un intento por exagerar lo exagerable.
Es una lástima que se haya desaprovechado la oportunidad de embaucarnos con la trágica historia de Jerjes, el rey-dios persa que luchó contra los griegos por el control del Mediterráneo oriental y que Rodrigo Santoro encarna con excelsa habilidad. La Segunda Guerra Médica, vista a través de los ojos de Frank Miller, resulta una experiencia muy satisfactoria. Pero Snyder al libreto y Noam Munro en la dirección nos han chafado el experimento.
Santoro aparece difuminado en esta batalla de Salamina, donde toma un excesivo protagonismo Artemisa, a quien pone voz, rostro y cuerpo una sobreactuada e impostada Eva Green volviendo a repetir de nuevo sus fallos como actriz. Pasamos casi de improviso por las batallas de Maratón, Artemisia y Salamina sin darnos apenas cuenta de lo que supuso cada una para el curso de aquella época histórica. Pero se entiende que tampoco era el objetivo de Miller, ni Snyder ni Munro.
300: El origen de un imperio no le hace ningún favor a su antecesora. De hecho, merecerá más la pena aprovechar el tiempo que dura ésta mal llamada secuela en ver, de nuevo y por enésima vez, aquel logro técnico que supuso 300 con aquel magnético protagonista llamado Leónidas que nos dio frases de oro durante años. En esta nueva cinta de la factoría, los clichés que Snyder utilizó con maestría para introducirse en el bolsillo a crítica y público se repiten hasta la saciedad en un intento por exagerar lo exagerable.
Es una lástima que se haya desaprovechado la oportunidad de embaucarnos con la trágica historia de Jerjes, el rey-dios persa que luchó contra los griegos por el control del Mediterráneo oriental y que Rodrigo Santoro encarna con excelsa habilidad. La Segunda Guerra Médica, vista a través de los ojos de Frank Miller, resulta una experiencia muy satisfactoria. Pero Snyder al libreto y Noam Munro en la dirección nos han chafado el experimento.
Santoro aparece difuminado en esta batalla de Salamina, donde toma un excesivo protagonismo Artemisa, a quien pone voz, rostro y cuerpo una sobreactuada e impostada Eva Green volviendo a repetir de nuevo sus fallos como actriz. Pasamos casi de improviso por las batallas de Maratón, Artemisia y Salamina sin darnos apenas cuenta de lo que supuso cada una para el curso de aquella época histórica. Pero se entiende que tampoco era el objetivo de Miller, ni Snyder ni Munro.
Una obra más redonda y completa no hubiera estado de más. El único intento loable de sus escritores ha sido el intentar ampliar la acción simultánea de lo que estaba sucediendo al otro lado de las Termópilas. Así, en 300: El origen de un imperio, asistimos a una cronología anterior, presente y posterior a la batalla donde los espartanos sucumbieron ante el “poder divino” de Jerjes.
Excelente información, creo que 300: El Origen de un Imperio supera por mucho a la primer película, aunque yo le agregaría más escenas de batalla.
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