Joven y bonita es el título de la nueva película de François Ozon, uno de los directores más en forma del cine europeo contemporáneo. Cada nueva aventura suya es recibida con una soberbia curiosidad y predisposición a lo que nos desea contar un cineasta que lleva en esta industria casi un cuarto de siglo.
Autor comprometido con su propio cine, con unos códigos muy definidos basados en sus propias experiencias vitales en las que seguimos a unos personajes que parecen perdidos ante la inmensidad social, económica y cultural actual. Joven y bonita nos presenta la difícil época a la que se enfrenta una adolescente que acaba de cumplir 17 años y su personalidad, cuerpo e intereses comienzan a girar hacia otros derroteros. Isabelle decide embarcarse en un peligroso tiovivo de sexo, prostitución y dinero que verá comprometida la naturaleza de su paso a la madurez.
Ozon narra con temple una historia tremendamente dura en la que hay lugar a cuestionarse diversos movimientos de su protagonista, encarnada con maestría por la modelo Marine Vacth. Desde el primer fotograma, somos conscientes de que estamos ante una mujer objeto, siendo observada a través de unos prismáticos por su hermano pequeño. Éste, situado a su vez en la adolescencia más descarnada, comienza a hacerse preguntas, a querer saber del mundo y a cuestionar las acciones de su hermana. Los hombres utilizan a Isabelle a su antojo y ella parece amoldarse a cualquier petición. Busca el placer pero no lo obtiene, simplemente se ha tomado su aventura como una vía de escape a posibles momentos años atrás que la dejaron turbiamente afectada.
François Ozon se arriesga al componer un personaje tan lineal pero a la vez tan lleno de matices. Cada paso que da adquiere un significado en función de la ubicación que se haya escogido. Las escaleras mecánicas del Metro, del subterráneo, adquieren una dimensión narrativa muy específica. Influencias tan evidentes como el Buñuel de Belle de jour o Ese oscuro objeto del deseo o Rimbaud y su poema Nadie es serio a los 17 años, que duele en cada verso que se recita. Isabelle es distinta a todas las chicas de su edad. Ha decidido, motu proprio, inmiscuirse en una realidad que no le corresponde. Hay lugar hasta para encontrar la atracción física y para plantear que los actos menos morales generan un alto grado de miedo y desconfianza.
A través de la voz de Françoise Hardy, una de las cantantes más intimistas y populares de Francia, recorremos un año crucial en la vida de Isabelle. A lo largo de cuatro estaciones, somos testigos de un profundo viaje a través del placer indigno, la búsqueda infructuosa de la felicidad y las consecuencias de cada decisión vital.
Es un drama de origen francés que podemos ver de la mano del director François Ozon, autor de títulos como En la casa, 8 mujeres o Swimming pool. Personalmente, me parece un ejercicio cinematográfico de principiantes y la historia es fuerte, pero muy lejos de lo que yo buscaba en la gran pantalla. Las explicaciones a esta crítica en este post dedicado a Joven y bonita.
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