Enemy no es la mejor adaptación que se ha realizado de aquel magnífico autor portugués que todos deberíamos leer, al menos, una vez en la vida. José Saramago es alguien complicado de adaptar ya que sus universos escapan a nuestra primera comprensión total y no es fácil abandonar sus líneas aún con la primera lectura de alguna de sus obras. Sin embargo, Denis Villeneuve tampoco hace la peor de las traslaciones literatura-cine ya que su reinterpretación de El hombre duplicado nos lleva por derroteros aún más perturbadores de lo que es capaz una adaptación del estilo.
El doble peso narrativo de la cinta recae en un solvente Jake Gyllenhaal, uno de esos actores que parece haber madurado y mejorado con el tiempo. El personaje A, un profesor de instituto atormentado por sus relaciones personales y por un trabajo que cada vez le da menos satisfacciones. El personaje B, un actor de segunda fila con una vida establecida y un futuro que, aunque incierto, parece ser algo más optimista que el que posee A. Tertuliano Máximo Afonso, en la película Adam, encontrará una razón para que su vida se convierta en una auténtica pesadilla.
Paradójicamente, es el cine quien cambia la forma de vivir de Adam, ya que una simple película alquilada en el videoclub situado debajo de su casa, le muestra a sí mismo en una realidad alternativa. Saramago expone en El hombre duplicado que “el caos es un orden por descifrar”. Nos han educado para que creamos que no existe nadie igual a nosotros, si acaso parecido. Que cada uno de nosotros somos únicos. Y en cuanto el espejo se rompe y vemos la vida que se sitúa al otro lado, aparece ese desorden.
Saramago demuestra que sólo puede quedar uno. La premisa A conoce a la premisa B y se origina la premisa C, el cataclismo que hará temblar los cimientos de dos mitades absolutamente idénticas. Denis Villeneuve realiza una adaptación muy destacable con una fotografía en tonos amarillos, ámbares y ocres junto con una banda sonora ampliamente perturbadora así como un montaje que restalla en ocasiones como un látigo sacudiendo ambos cuerpos protagonistas. Sin embargo, la película tiene un problema que la anterior adaptación de Saramago no tuvo. Y es que Fernando Meirelles, en A ciegas, reunió demasiadas líneas (que no las mejores) del libro Ensayo sobre la ceguera, algo que no ha sucedido en Enemy. Su guionista, Javier Gullón, traslada la acción a saltos y se olvida de explicar al espectador no iniciado en la obra del portugués, las motivaciones que mueven a ambos personajes (y a sus parejas, importantísimas en el desarrollo final de la trama) a culminar de una manera tan efectista y con uno de los mejores finales que la literatura ha visto jamás. Enemy plantea más dudas si cabe de las que el libro dejó abiertas. Es una adaptación tan libre como fieles resultan sus intenciones para con su influyente obra.
José Saramago nos hizo reflexionar sobre nuestra propia identidad y la seguridad en nosotros mismos en una obra tan importante como inmejorable como es El hombre duplicado. El consejo desde estas líneas, como siempre será, es acercarse a la novela antes de dejarse llevar por Villeneuve y Gyllenhaal de este grato aunque un tanto insuficiente experimento.
El doble peso narrativo de la cinta recae en un solvente Jake Gyllenhaal, uno de esos actores que parece haber madurado y mejorado con el tiempo. El personaje A, un profesor de instituto atormentado por sus relaciones personales y por un trabajo que cada vez le da menos satisfacciones. El personaje B, un actor de segunda fila con una vida establecida y un futuro que, aunque incierto, parece ser algo más optimista que el que posee A. Tertuliano Máximo Afonso, en la película Adam, encontrará una razón para que su vida se convierta en una auténtica pesadilla.
Paradójicamente, es el cine quien cambia la forma de vivir de Adam, ya que una simple película alquilada en el videoclub situado debajo de su casa, le muestra a sí mismo en una realidad alternativa. Saramago expone en El hombre duplicado que “el caos es un orden por descifrar”. Nos han educado para que creamos que no existe nadie igual a nosotros, si acaso parecido. Que cada uno de nosotros somos únicos. Y en cuanto el espejo se rompe y vemos la vida que se sitúa al otro lado, aparece ese desorden.
Saramago demuestra que sólo puede quedar uno. La premisa A conoce a la premisa B y se origina la premisa C, el cataclismo que hará temblar los cimientos de dos mitades absolutamente idénticas. Denis Villeneuve realiza una adaptación muy destacable con una fotografía en tonos amarillos, ámbares y ocres junto con una banda sonora ampliamente perturbadora así como un montaje que restalla en ocasiones como un látigo sacudiendo ambos cuerpos protagonistas. Sin embargo, la película tiene un problema que la anterior adaptación de Saramago no tuvo. Y es que Fernando Meirelles, en A ciegas, reunió demasiadas líneas (que no las mejores) del libro Ensayo sobre la ceguera, algo que no ha sucedido en Enemy. Su guionista, Javier Gullón, traslada la acción a saltos y se olvida de explicar al espectador no iniciado en la obra del portugués, las motivaciones que mueven a ambos personajes (y a sus parejas, importantísimas en el desarrollo final de la trama) a culminar de una manera tan efectista y con uno de los mejores finales que la literatura ha visto jamás. Enemy plantea más dudas si cabe de las que el libro dejó abiertas. Es una adaptación tan libre como fieles resultan sus intenciones para con su influyente obra.
José Saramago nos hizo reflexionar sobre nuestra propia identidad y la seguridad en nosotros mismos en una obra tan importante como inmejorable como es El hombre duplicado. El consejo desde estas líneas, como siempre será, es acercarse a la novela antes de dejarse llevar por Villeneuve y Gyllenhaal de este grato aunque un tanto insuficiente experimento.
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